Revolución #160, 29 de marzo de 2009


De una lectora:

Reflexiones sobre la celebración
del Día Internacional de la Mujer

La siguiente carta para Revolución ha sido editada para publicación.

Cuando tenía 19, conducía sola casi medio día a través del país, para visitar a mi familia. Mi madre usualmente me lanzaría una indirecta. Me alertaba de conducir sola por las carreteras desiertas por tantas horas. Me diría: “Si fueras un chico, no me preocuparía”, y le respondería con una mirada de enojo. “¡Sí yo sé! Eres una feminista”, diría. “Pero eso no te va a mantener a salvo”.

Fue mucho después que pensé sobre lo que ella quería decir. Y en esos años pasé mi tiempo haciendo lo que yo quería en donde quisiera. Porque, para mí, ser una mujer independiente significaba que no me iba a dejar de nadie. Así que yo caminaba por mí misma a casa sin importarme la hora e iba a donde quisiera sin importarme lo que me dijeran. Pero a la larga me di cuenta que mi orgullo e independencia no tenían nada que ver con el hecho de hacerme menos vulnerable del peligro.

Nada más tenía suerte.

Una de cada tres mujeres en este mundo ha sido violada o abusada sexualmente. Y eso no fue porque ella no era independiente, sino porque vive en una sociedad en la que la violencia contra la mujer es un elemento integral que la define. Y ella resulto ser una de las desafortunadas.

Bueno, eso es una cosa jodida.

El 8 de marzo, asistí a una celebración del Día Internacional de la Mujer en la ciudad de Nueva York organizada por Libros Revolución. El evento se hizo en solidaridad con el llamado por la Organización de Mujeres 8 de Marzo (Irán-Afganistán), con una mezcla de poderosas y conmovedoras lecturas, testimonios y representaciones. Entre estos estaba: varias mujeres jóvenes y un hombre se rotaban para dar lecturas dramatizadas de ese llamado; otra mujer joven leyó un poema que había escrito en la voz de una amiga que había sido golpeada por su novio y que después muere como resultado; Sunsara Taylor, una escritora de Revolución, habló acerca de “Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad”, que acababa de ser publicada por el periódico Revolución; y Bai Di, una profesora de Drew University que vivió en China en los tiempos de la Revolución Cultural, quien habló acerca de cómo la vida de las mujeres mejoró radicalmente en esos años.

En este evento escuché muchos mensajes que muy rara vez se expresan: que para que la vida de las mujeres cambie nuestra sociedad necesita cambiar dramáticamente. Que no basta sentirse satisfecha con aire de suficiencia cuando una mujer es elegida para un puesto público mientras que en el minuto que se tarda en anunciar el resultado de las elecciones, cuatro mujeres más serán golpeadas.

En el programa del 8 de marzo, confronté la fría realidad de la opresión que la mujer enfrenta a través de todo el mundo, la opresión propagada por el sistema bajo el cual estamos viviendo. Este es un sistema que les permite a los hombres golpear a sus compañeras, que valora a la mujer solo por su cuerpo, donde los hombres y las mujeres están forzados a relacionarse entre sí de una manera que es nociva para ambos.

Enfrenté todo esto, pero también demostré que las cosas no tienen que ser de esa manera. De Bai Di escuché que durante la Revolución Cultural de China las mujeres crecieron en un mundo en que aprendieron que fueron valoradas no por su apariencia sino por “sostener la mitad del cielo”. Y estaba en un salón rodeada por un montón de gente sedienta de cambio y lista para una nueva sociedad y una nueva forma de valorar la vida de las mujeres.

La cosa más impactante que sentí saliendo de la celebración era que había mucha gente lista a participar en la lucha por las mujeres. Personas que no estarían satisfechas sino cuando la mujer no solo tenga igualdad de derechos sino si una vida igual.

Necesitamos enseñarles a todas las mujeres en el mundo que ellas también sostienen la mitad del cielo. Necesitamos un mundo donde la mujer conduzca sola por un largo camino no porque tenga indignación, porque sea independiente o incluso porque sea feminista. Necesitamos un mundo donde una mujer hará las cosas solo por el hecho de que puede hacerlas.

Necesitamos una revolución.

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