Revolución #171, 2 de agosto de 2009
Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar
Del G8 a la tierra: Que te mueras
20 de julio de 2009. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. La reunión del G8 de julio llevada a cabo en L’Aquila, Italia, fue una cumbre de vergüenza en muchas dimensiones.
Sobre la solución al hambre en África y en otros lugares de los países oprimidos la que fue uno de los argumentos principales de la cumbre para dar la impresión de que no era un cónclave de los saqueadores principales del mundo, esta cumbre del G8 no hizo mucho más que prometer de nuevo el mismo dinero de ayuda que prometió en la reunión del G8 en Gleneagles hace cuatro años y lo que no entregó ($15 mil millones) más un dinero de última hora para salvarse las apariencias ($5 mil millones). Aquellas promesas de 2005 no habrían solucionado los problemas estructurales de países cuyas economías están subordinadas al mercado imperialista mundial y aplastadas por el mismo, pero este desdeñoso “obsequiar de nuevo” (reciclar viejos obsequios) fue el colmo. El presidente estadounidense Barack Obama lo declaró un logro. Según las cifras de la ONU, la cantidad de personas desnutridas en el mundo ha estado aumentando durante los últimos dos años y superará 1.2 mil millones de personas este año.
Sobre Irán, el G8 ejecutó el truco de cometer dos actos criminales simultáneamente: no condenó la supresión sanguinaria de manifestaciones por la República Islámica y a la vez la amenazó con más sanciones económicas o medidas peores si se negara a ceder a las exigencias al mando de Estados Unidos. Obama también apoyó esto. La semana siguiente, 168 pasajeros murieron en el accidente aéreo de un avión iraní destartalado, que representó un ejemplo dramático de quién sufre gracias a tales sanciones.
El aspecto más publicitado de este G8 fue su comunicado sobre el calentamiento global. Lejos de representar algo positivo, los historiadores del futuro quizás lo pongan de ejemplo de la demencia criminal del sistema mundial de hoy. Esta es una cuestión acerca de la que mucha gente esperaba que Obama rompiera con la política de la época de Bush. Pero bajo la dirección del mismo Obama, la reunión rechazó descaradamente toda medida seria.
Es cierto que esta cumbre apoyó de labios para fuera el consenso científico de que un aumento de la temperatura promedio del mundo de más de dos grados centígrados probablemente producirá condiciones peligrosas para el pueblo y el planeta. ¿Qué propuso hacer al respecto? Fijó un objetivo “aspiracional” (no vinculante) de reducir a la mitad las emisiones del bióxido de carbono para el año 2050. Obama y los otros líderes del G8 fingieron que esta vez habían cambiado de idea y que han reconocido y han empezado en serio a resolver el problema. Existen varias razones de por qué esto representa un avance mucho menor de lo que se parece:
- Aunque por mucho tiempo el presidente estadounidense anterior George W. Bush se negaba obstinadamente a reconocer que existe un problema de cambio climático causado por la actividad humana, al fin lo reconoció y dio un llamamiento para el mismo objetivo. ¿Qué diferencia trae Obama? ¿No es eso la misma clase de “obsequiar de nuevo”?
- Los gases de invernadero producidos desde principios del siglo 19 han aumentado la temperatura del mundo alrededor de 0.8 grados. Muchos científicos creen que la cantidad de estos gases que ya están en la atmósfera podría hacer que se duplique ese aumento de temperatura incluso sin más emisiones de bióxido de carbono. Así que aunque se lograra el objetivo del G8, eso no bastaría.
- El objetivo de 2050, en 41 años, un tiempo en que la mayor parte de los líderes del G8 presentes habrán muerto, es muy tarde. La cumbre se negó a adoptar los objetivos intermedios exigidos por activistas ambientalistas para 2020, en otras palabras, con suficiente anticipación para tener un efecto y para imputarles responsabilidades.
- Lo que se supone que tenga de nuevo la resolución del G8 de este año es que, como parte de alcanzar una reducción general del 50% de las emisiones en el mundo, pide que los países ricos reduzcan sus propias emisiones en un 80%. Pero el llamamiento del G8 a propósito no especificó el umbral con que comparar esos niveles a fin de calcularlos. (Su comunicado dice, “en comparación con 1990 o años más recientes”.) ¿Quieren decir que esta reducción sería del 80% en comparación con los niveles de emisiones de gases de 1990, o desde ahora? Como las emisiones del bióxido de carbono se han disparado durante los últimos 20 años, especialmente en Estados Unidos, la diferencia es enorme. Otra vez, cuando usted hace los cálculos, ¿qué hay de nuevo aquí?
- Aunque las promesas del G8 serían criminalmente insuficientes aun cuando se cumplieran, no existen bases para creer que lo harán. La meta de la legislación que pidió Obama ante el Congreso estadounidense es reducir las emisiones en 5-6% durante la década entrante en comparación con 1990. En cuanto a promesas, Europa ha dado resultados cuatro veces mejor, pero la Unión Europea en su totalidad no ha cumplido sus promesas anteriores (mientras que se beneficia de las ventajas de exportar sus industrias contaminantes).
- Obama insistió que los países del tercer mundo, particularmente China e India, son también parte del problema. Con esa tónica organizó y presidió una conferencia conjunta del G8 y cinco de los países más industrializadas del tercer mundo. Eso es eludir responsabilidades: Estados Unidos, con el 5% de la población del mundo, emite el 25% de las emisiones de gases de invernadero del mundo. El indio promedio genera un décimo de los gases de invernadero del europeo promedio y un veinteavo del estadounidense promedio. ¿Qué derecho tienen Estados Unidos y Europa de echarles la culpa a otros?
- Para colmo, ¿para cuál mercado y para enriquecer a cuáles capitalistas se realiza la industrialización de China y otros países? Alemania ha suministrado acerías enteras a China las que contaminarán el aire ahí. Allá, las usarán para desarrollar una capacidad industrial para surtir productos a las cadenas de tiendas de propiedad estadounidense y europea alrededor del mundo. El occidente nada más está exportando su hollín al tercer mundo. El problema es el sistema económico y social global y no un conflicto entre los Estados Unidos y Europa verdes y la China e India sucias.
En ninguna parte se manifiesta más dramáticamente la naturaleza del enfoque del sistema capitalista a la catástrofe potencial del calentamiento global que en el artificio muy promocionado de darles a las empresas créditos de emisiones de bióxido de carbono para que, en vez de eliminar la contaminación, puedan comprar y vender créditos de contaminación como otra fuente de enriquecimiento. Un buen ejemplo es la experiencia de Alemania, donde este mercado está muy desarrollado: algunas de las empresas más grandes del país han obtenido enormes cantidades de dinero en este mercado, mientras que Alemania, que con hipocresía se hace pasar como la vanguardia de los países verdes, sigue siendo uno de los peores contaminadores del mundo desarrollado. El que algunos países europeos pequeños como Suiza se hayan vuelto más limpios, se debe a que exportan más capital en forma de dinero que bienes acabados en comparación con Alemania.
Obama y el primer ministro británico Gordon Brown intentaron calmar la decepción generalizada ante el comunicado del G8 sobre el calentamiento global de este año, llamándolo un buen paso adelante hacia más progreso en la cumbre sobre el cambio climático mundial en Copenhague en diciembre de 2009. Dado lo negativo que fue la cumbre de L’Aquila, no es imposible que Copenhague haga o al menos diga algo mejor. Pero como no podemos echarle la culpa a la terquedad de Bush por la actitud de no hacer nada del G8, la cumbre de L’Aquila ilustra lo que podemos esperar del sistema imperialista sin importar quién dirige cuál gobierno. De hecho, es una buena indicación de los límites impuestos por el funcionamiento del sistema capitalista.
En pocas palabras, no es posible canalizar los poderes potenciales de las fuerzas productivas y del conocimiento de la humanidad hacia las necesidades humanas (lo que incluye salvar al planeta) debido a las relaciones económicas y sociales imperantes: el sistema capitalista, que significa los dictados del capital en términos económicos y la dictadura política de la clase capitalista, y la división imperialista del mundo entre países capitalistas monopolistas y las naciones que éstos dominan.
Un artículo del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar del 5 de febrero de 2007 explica más a fondo las restricciones económicas que impiden que el capitalismo responda al calentamiento global de una manera acorde con el peligro. Concluye: “Resolver esta clase de catástrofe potencial requerirá la experiencia, las ideas, la creatividad, los esfuerzos y en ocasiones los sacrificios de miles de millones de seres humanos alrededor del mundo. Y nadie puede argumentar que tal cosa siquiera es concebible bajo el actual sistema político, económico y social.
“Los gases de invernadero no necesariamente acompañan al desarrollo. Muchos científicos y activistas ambientales han explorado el concepto del desarrollo sustentable: una economía que puede satisfacer cada vez más las necesidades humanas sin destruir el planeta en que vivimos. Si se dirigiera la sociedad, y con el tiempo la sociedad humana por todo el mundo, de acuerdo a los principios del socialismo (y no de los del capitalismo), ¿por qué no podría servir a esos fines una economía planificada en que el objetivo fundamental es la emancipación y el bienestar de la humanidad y del medio ambiente? ¿Por qué tendría la humanidad que continuar el derroche y la destrucción impuestos por el capitalismo? ¿Y qué impediría que la sociedad destinara los recursos necesarios para prevenir o al menos aminorar el impacto de las catástrofes naturales?”
El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar (aworldtowin.org), una revista política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.
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