Revolución #177, 27 de septiembre de 2009
El papel de Estados Unidos en Irán — entonces... y hoy
En 1953 la CIA orquestó un golpe de estado que derrocó el gobierno del primer ministro popular Mosaddeq. Subió al poder a Mohammed Reza Pahlevi —el Sha de Irán— que servía como un servil capataz imponiendo los intereses del imperio estadounidense en el Medio Oriente durante casi 26 años.
En 1976, Amnistía Internacional reportó que el régimen del Sha tenía “el índice más alto de pena de muerte en el mundo, ningún sistema válido de tribunales civiles y una historia de tortura más allá de la creencia. Ningún país en el mundo tiene una peor trayectoria en materia de derechos humanos que Irán”.
Sin embargo, el presidente estadounidense Jimmy Carter proclamó: “Bajo la dirección brillante del Sha, Irán es una isla de estabilidad en una de las regiones más problemáticas del mundo. No hay otro jefe de estado a que yo pudiera apreciar y querer más”. Pese sus declaraciones de apoyo a los derechos humanos en ese entonces, y las posiciones que ha tomado después de salir de la Casa Blanca, aquel apoyo ferviente del Sha fue dictado por su papel como comandante-en-jefe del imperio yanqui y el papel estratégico de Irán bajo el Sha en imponer los intereses estadounidenses en la región.
Un levantamiento de millones de personas logró sacar al Sha del poder, pero sus fuerzas armadas ya habían matado a miles de manifestantes. Miles murieron masacrados el 8 de septiembre de 1978, día que se conoce como el “Viernes Sangriento”. Sin embargo, la revolución que corrió al Sha, fue robada al pueblo por el clero fundamentalista islámico.
Al momento de caerse el Sha, Estados Unidos se valió de sus recursos diplomáticos para ayudar al ayatolá Jomeini a tomar el poder, considerándolo una mejor apuesta que permitir que el levantamiento continuara con la posibilidad de que llegaran a primer plano las fuerzas progresistas, hasta revolucionarias. Un alto funcionario estadounidense escribió en febrero de 1979 que el movimiento de Jomeini “tiene mejor organización, y es más ilustrado y capaz de oponer resistencia al comunismo de lo que sus detractores quieren que creamos” (Vea la serie “Estados Unidos e Irán: Una historia de dominación imperialista, intriga y guerra”, de Larry Everest, en revcom.us).
En junio, cuando el régimen iraní reprimió las protestas pos-electorales, Obama lanzó una crítica bastante débil: “Hay que respetar los derechos universales de libertad de reunión y de expresión, y Estados Unidos apoya a todos los que pretenden ejercer esos derechos”. Pero incluso esas quejas tan comedidas son el colmo de la hipocresía. Estados Unidos nunca ha titubeado para imponer, defender y hacer valer sus intereses apuntalando a dictadores manchados de sangre, especialmente en las naciones oprimidas de Asia, África y Latinoamérica. Los que guardan ilusiones sobre los tipos de cambios que Estados Unidos maniobra para implementar en Irán deben echar un vistazo hacia el este, a Afganistán, y hacia el oeste, a Irak, para ver los modelos de la democracia que Estados Unidos trae al mundo.
Aumentan amenazas militares yanquis contra Irán
Durante los últimos años, el peligro de una agresión militar estadounidense o israelí contra Irán amenaza al Medio Oriente y al mundo como un nubarrón siniestro (Vea “Una evaluación del avance hacia una guerra entre Estados Unidos e Irán: Causas y potenciales repercusiones” en revcom.us en inglés). Israel, que tiene un considerable arsenal de armas nucleares, ha amenazado repetidamente con atacar a Irán bajo el pretexto del programa de desarrollo nuclear iraní, el que a la fecha no ha producido ni un arma nuclear. Las fuentes de los medios informativos establecidos riegan un constante chorro de “filtraciones”, “rumores” y comentarios de fuentes anónimas que especulan sobre un inminente ataque aéreo militar israelí contra Irán.
Durante la campaña electoral, Obama criticó a Bush por su enfoque unidimensional hacia Irán y llamó para una combinación de “sanciones unilaterales y multilaterales” y “diplomacia agresiva”. Pero lo esencial, detrás de cualquier iniciativa diplomática que haga Obama, es la amenaza de la agresión militar (y las sanciones, impuestas por fuerza militar, son una forma de agresión militar con el elemento particular de traer sufrimiento y muerte a la población civil).
Las amenazas bélicas de Estados Unidos contra Irán aumentaron dramáticamente durante la semana pasada. El 18 de septiembre, Obama anunció planes para cambiar el blanco de los misiles estadounidenses (a los cuales Estados Unidos se les refiere como “defensas antimisiles”) hacia Irán. Mucha cobertura noticiosa hablaba de las acusaciones de los republicanos de que Obama estaba dejando de lado la tarea de confrontar a Rusia, pero la frase de introducción del artículo del Associated Press sintetizó el punto principal: “El plan actualizado de la administración de Obama para un escudo europeo de misiles es parte de una amplia estrategia nueva para apretar las clavijas a Irán”. Continuó: “Con las tropas estadounidenses ya emplazadas en los flancos orientales y occidentales de Irán —en Irak y Afganistán— la adición de armas antimisiles a bordo de los barcos de la Marina estadounidense en la región aumentará el aislamiento militar de Irán”. Asimismo, los informes noticiosos han hecho conjeturas de que parte del paquete de desviar los misiles de que se quejaba Moscú era para que Rusia apoyara más activamente las maniobras contra Irán.
Cualquier ataque estadounidense o israelí contra Irán sería una agresión criminal, e intensificaría más el marco actual terrible en el cual “las opciones” que tienen muchas personas en el Medio Oriente y más allá se consideran el fundamentalismo islámico o el imperialismo yanqui. Por otro lado, un movimiento que apoya al pueblo iraní y se opone al imperialismo estadounidense podría contribuir a forjar otro camino: el potencial de que una auténtica fuerza liberadora suba al escenario.
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