Revolución #178, 4 de octubre de 2009


Forcejeando sobre Crepúsculo en Harlem

Revolución recibió la siguiente carta:

Salimos toda la semana a unas escuelas en Harlem y distribuimos el número especial del periódico Revolución para estudiantes de secundaria y prepa y la declaración “La revolución que necesitamos... La dirección que tenemos”. Una cosa en el número especial que provocó bastante controversia eran las cartas “Querida Bella”. Estas cartas de “Jay” iban dirigidas a la protagonista de los libros de Crepúsculo, que han llegado a ser una manía y una obsesión para millones de mujeres jóvenes (ya se han vendido 70 millones de libros). Bella está enamorada de Edward, un vampiro — y su atracción de él hacia ella se basa casi completamente en su deseo intenso, casi irresistible, de tomar su sangre y quitarle la vida. El anuncio para la película Crepúsculo, basada en el libro, dice: “Cuando puedes vivir para siempre, ¿por qué vivirías?” Estos libros y la película, que son tan populares, fortalecen el punto de vista de que la respuesta a esa pregunta debe ser que la razón más importante por qué vivir, para una mujer, es ser una buena esposa y madre; que de eso se trata el “verdadero amor” y el “romance”. En una carta a Bella, Jay escribe: “No es que yo tenga dudas sobre las relaciones entre seres humanos y vampiros. Simplemente tengo dudas sobre las relaciones en que uno domina y controla a la otra”.

Ya para el jueves, bastantes estudiantes ya habían recibido el número especial de Revolución y habían leído las cartas a Bella, y algunos lo habían discutido con nosotros. Entonces decidimos invitar a estudiantes a venir a discutir/debatir sobre Crepúsculo y las cartas “Querida Bella” en Revolución. Ese día, una estudiante que había leído las cartas “Querida Bella” de Jay, nos entregó su propia carta “Querida Bella”. Decía:

Querida Bella:

Antes yo creía que Crepúsculo era la mejor serie con la que yo me había topado. Adoraba a Edward. Era tan protector y tan guapo, y se parecía tan suave, tan confiado. Solía emocionarme tanto con el libro que hasta soñé unas partes de la historia. Se podría decir que yo estaba enamorada de Edward. Me traía muerta, tanto que yo ansiaba tener mi propio Edward, uno que me protegía y me amaba. Me encandilaron su belleza y su perfección, tanto que no me di cuenta de las cosas que realmente importan o no les puse atención.

Luego, encontré las cartas que te mandó Jay y no pude más que reaccionarme. (Lo siento.) Esas notas realmente me hicieron pensar. Empecé a leerlas y cada una me abrió más los ojos. Hasta que por fin me liberé de la ceguera que me afligía. Por fin empecé a notar lo mucho que te dominaba Edward y cómo te espiaba por medio de Alice porque quería saber tu paradero en cada instante. También empecé a notar cómo te restringía de tus amigos. Uno era un amigo de la familia, Jacob Black. Edward pretextaba que te quería demasiado, que no aguantaría perderte. Al mismo tiempo en sus adentros se debatía si te mataba o no.

¡Bella, hazle caso a Jay!

El viernes, a la hora de la salida de la escuela, armé una mesa en el parque con un letrero grande: “La saga de Crepúsculo — ¿liberación o dominación?”. Cuatro muchachas latinas de una secundaria cercana se detienen. “¡Crepúsculo!”, grita una. “¿Zona de crepúsculo?”, pregunta otra. “No, el libro, idiota”. Todas se ríen.

Les pregunto si han visto las cartas “Querida Bella”. Se acercan a la mesa y empiezan a platicar sobre por qué les gustan los libros y la película de Crepúsculo. “Es una bonita historia”. “Es una bonita historia de amor”.

Les pregunto qué opinan de la relación entre Bella y Edward. Una dice: “Se quieren... y él es muy protector de ella”.

Yo se lo discuto, señalando unas de las cosas que están en las cartas de Jay a Bella — como la manera en que Edward trata de dominar y controlar a Bella. Algunas contestan: “Es solo una historia” o “no es de verdad”, lo cual no reconoce el efecto que Crepúsculo realmente tiene sobre el pensamiento de la gente... chica y chico. Más gente le entra a la discusión y se dan bastantes contestaciones de los dos lados. Ya era aparente que casi todas habían leído las cartas “Querida Bella” en Revolución.

Reconozco a D, un joven negro de 15 años que anteriormente en la semana había leído el mensaje/llamamiento y platicado con nosotros. Se acerca a la mesa, me saluda y empieza a escuchar la conversación. Pronto tres o cuatro muchachos más se suman y a poco rato hay nueve o diez personas alrededor de la mesa discutiendo sobre Crepúsculo, la opresión, la emancipación, la liberación de la mujer y qué tiene que ver todo eso con la revolución y el comunismo.

Pido a todos que eleven las miradas un momento. A no enfocarse simplemente en los personajes de Crepúsculo sino en el tipo de sociedad y de relaciones sociales que esa historia representa. En este momento, incluso los que quieren defender a Crepúsculo tienen que reconocer que Edward sí tiene el poder de proteger a Bella de otros hombres, trata de dominarla y controlarla y aprovecha su poder sobre su vida o muerte. Así que... ¿qué tipo de relación es esa? ¿A millones de muchachas les hace bien o mal creer que eso es un modelo ejemplar del “amor verdadero”? Una dice: “¿Estás diciendo que es como la violencia doméstica?” Una que otra comenta que conocen ese tipo de relación, en la cual la joven ama al tipo pero al mismo tiempo le tiene miedo. Platico de las relaciones sociales prevalecientes entre el hombre y la mujer — y cómo reflejan la sociedad capitalista, la sociedad de clases.

El círculo se arrima bien a la mesa cuando les enseño el número especial de Revolución #158, “Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad”. Abro las páginas centrales con las fotos de la terrible opresión que sufren las mujeres por todo el mundo. Esclavitud sexual en China. Maquiladoras en Haití. Presas en las prisiones estadounidenses. Niñas en concursos de belleza. Prostitutas en México. Una mujer en Pakistán, y otra en Estados Unidos, quemadas por sus esposos.

Una docena de caras jóvenes miran y escuchan con gran concentración. No dicen ni una palabra cuando describo las fotografías. Las jóvenes son las primeras que hablan de los concursos de belleza para niñas. Les repugna. Cambio la página a la Declaración y leo la parte que empieza: “La mujer necesita la emancipación. Necesita liberarse de las milenarias cadenas de la tradición”. Les pregunto si las relaciones en Crepúsculo encarnan más la visión en las páginas centrales... o la visión en la Declaración. Por lo menos una chica está de acuerdo conmigo: “No. Es el contrario”. Lo que está en Crepúsculo es el contrario de lo que está en la Declaración. Otra dice que ella está básicamente de acuerdo con lo que estoy diciendo y añade que se aplica a la manera en que representan a la mujer en los videos de rap. Pero, discrepa, lo que está en Crepúsculo es diferente. Antes de que yo pueda responder, D interpone su pregunta: ¿El comunismo, cómo cambiaría las cosas entre el hombre y la mujer?

Para empezar, digo que no es solo un sueño que las cosas pueden ser diferentes, que en realidad las revoluciones comunistas se habían realizados antes y habían logrados grandes cambios, entre ellos la lucha sumamente importante para eliminar la opresión de la mujer. Hablé de los enormes pasos que dieron en la China socialista (antes de la muerte de Mao Tsetung) hacia liberar a la mujer para ser un participante igual en la lucha para revolucionar la sociedad. Describo que antes de la revolución, vendaban los pies a muchas mujeres en China (quebraban los huesitos del pie y los amarraban encogidos) porque los hombres lo consideraban un señal de “belleza”. La revolución comunista eliminó esa tradición.

Algunos que habían quedado callados ahora le entran a la conversación. Les pregunto por qué, en sus opiniones, existiría una costumbre tan bárbara. Platicamos de qué es lo que se considera “belleza”. Les describo cómo los campesinos en China tenían que laborar en los campos para sobrevivir a duras penas. Los jóvenes llegan a la conclusión de que las mujeres pobres tendrían que trabajar en los campos y probablemente no tendrían los pies vendados. Uno exclama, un sentido de descubrimiento en la voz: “¡Ella no podrá trabajar [si tiene los pies vendados]!”. Le damos vuelta al tema hasta llegar a la conclusión de que vendarle los pies a la mujer es un símbolo de estatus para el hombre. En otras palabras: “Tengo tanto dinero que mis mujeres no tienen que trabajar”. Les cuento el dicho tradicional y feudal en China que, “una mujer casada es como una yegüita comprada, la monto o le pego como se me dé la gana”. Uno de los chicos contesta, “Qué jodido”.

Comenta D: “Creo que hay una manera de cambiarlo sin el comunismo”. Está bien, contesto, estamos de acuerdo de que las cosas como son no se pueden aceptar de ninguna forma, pero discrepamos sobre la raíz del problema y cómo arrancarlo de raíz. Le pido que explique qué piensa sobre cuál es el problema y cuál es la solución. No responde, aunque aún no se convence de que hay que quitarnos de encima el capitalismo. Pero acepta visitar revolutiontalk.net para escuchar la charla de Bob Avakian, Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es y regresar la semana que viene con una respuesta.

La plática ha continuado durante aproximadamente una media hora. Antes de que termine, irrumpe una última ráfaga de opinión de parte de una de las muchachas. Se agarra la cabeza con las dos manos como si le desesperara el dolor y dice: “El amor no se puede explicar. Te desespera. Te hace hacer cosas”. Todos se ríen.

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Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es
From Ike to Mao and Beyond