Revolución #182, 8 de noviembre de 2009


Una carta abierta a las y los estudiantes de NYU, de Sunsara Taylor

Lo más lejos de lo que están pensando

Acudí a NYU (New York University) con la esperanza de encontrar a aquellos de entre la nueva generación que querían cambiar el mundo. Aquellos que estaban ahí con muchas esperanzas y sueños, listos para llenarse la mente de las ideas más grandes y los descubrimientos más fascinantes. Personas con una pasión por la vida y con una imaginación y ambición no solo para sí mismas sino para el mundo a su alrededor.

Y los conocí y les escuché. Me contaron historias chocantes de profunda crueldad interpersonal. Aprendí que, si bien los crímenes de este sistema son verdaderamente monstruosos, tales como la pobreza mundial y las guerras de agresión, la tortura de gente inocente, el comercio mundial del sexo y la amenaza al medio ambiente, incluso las más pequeñas de sus agonías particulares, muchas de las cuales se dan en los entornos más íntimos y no examinados, son testimonio de la desolación y la crueldad de nuestros tiempos…

Una noche estuve sentada en un salón lleno de estudiantes negros y escuché a un hombre joven contar que a los 9 años de edad, lo persiguió un guardia de seguridad, es cierto, simplemente un niño pero ya era sospechoso, y de ser testigo mientras su papá pedía respeto pero con la voz llena de temor. Tales recuerdos nunca desaparecen. Y aquí en los salones elitistas de NYU, observé mientras casi todos los hombres negros en el salón de 120 asistentes levantan la mano cuando el orador les pregunta si uno de ellos ha sido víctima del etiquetamiento racial por la policía. ¿Es de extrañar que las rimas sobre el látigo del esclavista todavía traigan recuerdos en este público? Cuando me pongo de pie para hablar de la revolución, se oyen chasquidos de los dedos y murmullos en reconocimiento de la idea, pero cuando hablo del comunismo, tengo la sensación de que eso es lo más lejos de lo que están pensando.

Unos días después, estoy parada bajo el sol fuerte con una mujer negra joven que empiezo a conocer. De repente, me cuenta la historia de su hermano, detenido y humillado en su cumpleaños 21, delante de sus amigos, y llevado a la delegación para nada. De nuevo, tal experiencia se graba en la memoria para siempre. Ella empieza a pensar en las personas prominentes que pueden arrojar luz sobre esta epidemia y tengo ganas de alentarla, pero también pienso, maldita sea, hay que cambiar la situación de que el comunismo es lo más lejos de lo que está pensando.

Poco después me encuentro por casualidad con una mujer blanca joven a la que había conocido antes en la calle. Ella estudia la teoría del feminismo. Mientras tomamos un café, me cuenta de cuando dejó la casa de su familia, yendo a una ciudad desconocida, sin barreras a lo que pudiera lograr… al menos eso es lo que había escuchado. Hasta que se encontró en un espacio extraño con un hombre que le quitaba la ropa, ignoraba sus objeciones y exigía: “¿Para qué más sirves?” Este mundo nunca le enseñó cómo responder a esa pregunta salvo algo que conlleva ser cogida y echada a la calle durante el invierno en una ciudad extraña, a las 4 am, lastimada, humillada y sintiéndose la tonta… o cosas peores. Le cuesta hablar de ello y me cuenta que casi nunca lo hace, pero se ha enterado que la misma cosa le pasa a casi la mitad de las mujeres y por ello quiere hacer algo al respecto, y eso me da ánimo, incluso alegría, pero también me perturba que el comunismo es lo más lejos de lo que está pensando.

Un día y cacho después alcanzó a un alumno de primer año que es dulce y considerado y me hace reír cuando habla del fin de semana con sus padres. Vino a la universidad en busca de respuestas, con la esperanza de encontrar a otros con ambiciones para conocer el mundo y cambiarlo, que veían las disparidades del planeta y sentían la misma molestia de que esta situación es algo que nosotros, en el país más privilegiado del mundo, tenemos una responsabilidad de cambiar. Vino con una curiosidad sobre si se podría tener un mundo diferente y una incertidumbre acerca de si el mundo tuviera que ser diferente. Pero cuando llegó a la escuela, no pudo encontrar eso en los demás. Así que nuestra conversación divaga y él empieza a decirme que no puede determinar cómo ser amigo de los tipos de su residencia estudiantil que le llaman a las mujeres “putas” o “coños”. Está enajenado y quiere ser parte, pero muy justamente no quiere ser parte de eso.

Empiezo a ver por qué el comunismo es lo más lejos de lo que ustedes están pensando.

Ustedes están asfixiándose. Atraviesan los baldíos de sus espacios íntimos, en sus residencias estudiantiles, en las crueldades y las insensibilidades de las autoridades que pasan desapercibidas. A diario vadean por los excrementos espirituales de este estado de tortura, de este país nacido de la sangre de los esclavos, de este planeta en que las mujeres son víctimas de tanto desprecio que eso ni alcanza las primeras planas cuando la mitad de nosotras somos víctimas de agresiones o violaciones en el transcurso de la vida.

Pero escuchan que así es la vida y aprenden que aquellos son los parámetros de lo posible y que incluso tal vez empiecen a decirse a sí mismos que “no está tan mal”. Se levantan todos los días pensando que quizá sea posible vivir así, que esto es normal.

Salvo que todo eso es completamente inaceptable, y no se debe aceptar nada de eso.

Estas no son una simple colección de agonías, desgracias o casualidades de individuos. La sociedad no es simplemente la totalidad de las interacciones de los individuos que de alguna manera, por casualidad, se combinen en esta matriz de crueldades que se refuerzan y se traslapan. No, es todo lo contrario. Esta sociedad y este mundo tienen una estructura que tomó forma antes de su nacimiento, una estructura que da un marco y le da dimensiones a su vida y a la vida de aquellos a su alrededor. Sí, ustedes tienen opciones como individuos y tiene personalidades específicas. Pero ustedes viven en un mundo en que sus deseos y necesidades, y sus medios para obtener esos deseos y necesidades, se determinan por las estructuras de la sociedad que son más grandes que ustedes mismos. Son estas estructuras y fuerzas más grandes que hay que cambiar radicalmente y que es posible cambiar radicalmente.

Por mucho que anhelen cambiar el mundo, están luchando, pensando, aprendiendo y soñando con las manos atadas a la espalda. Eso ocurre porque les han mentido. Y no simplemente les han mentido sobre algunos asuntos de menor importancia. Les han mentido sobre las cosas que más importan. Les han mentido de forma tan sistemática y desde tantos ángulos, y les han repetido tanto esas mentiras, incluso de parte de personas en que ustedes confían y de personas que tienen mejores criterios, de modo que incluso en el proceso de luchar para las cosas que solamente la revolución y el comunismo podrán comenzar a tratar, ni hablar de solucionar, ustedes sigan convencidos de que el comunismo deber ser… lo más lejos de lo que están pensando.

Lo cierto es que cada idea que tengan, cada vez que sientan lastimados, cada sueño que tengan que se presenta en una jaula de estas mentiras, las mentiras que les dicen que así tiene que ser el mundo, que todo eso es simplemente algo que sale de una naturaleza humana que no se puede cambiar, que solo puede conducir al desastre cualquier esfuerzo de cambiar en serio el mundo, en especial de forma radical, en especial de una manera revolucionaria y comunista. (Hagan una pausa y vean ¡¡el ambiente intelectual y político de hoy es tan feo que la palabra “radical”, que simplemente quiere decir llegarle a la raíz de las cosas, se considera algo que da “miedo” y es “inaceptable”!!)

Les dicen que tal vez el comunismo suene a una buena idea pero jamás funcionará. Y ustedes lo creen, aunque nadie les ha comprobado eso en los hechos.

Las auténticas revoluciones del siglo veinte lograron cosas monumentales. En cuanto a educación, condiciones de vida dignas, la emancipación de la mujer, la eliminación de la opresión de las minorías o incluso la esfera de crear cultura y arte liberador y nuevo, las revoluciones socialistas tuvieron avances sin precedentes. Pero han enterrado todo eso y han mentido al respecto. Es cierto que estas revoluciones y los primeros pasos hacia un mundo completamente diferente y mucho mejor, fueron revocadas y derrotadas y es cierto que no lo hicieron todo correctamente y es cierto que el mundo ha cambiado desde ese entonces. Pero, maldita sea, este mundo empeora con el paso de cada día y urge abrir un debate y discusión franca sobre los puntos fuertes de esas revoluciones y sus deficiencias, urge aún más abrir un diálogo serio sobre cuáles lecciones deben sacarse y cuáles lecciones no deben sacarse de esas experiencias.

Pero ustedes nunca han tenido la oportunidad de escuchar una explicación contundente, global y seria sobre todo esto. Para ser directo, en el caso de la mayoría de ustedes, escuchar lo que ustedes piensan acerca del comunismo ha sido parecido a escuchar a alguien hablar de la guerra de Secesión y la Reconstrucción cuya opinión de comienzo a fin sobre esos años proviene de haber visto la película Lo que el viento se llevó.

Por eso insto que ustedes vayan a escuchar a Raymond Lotta. Lotta es un experto en la revolución socialista que se dio de 1917 a mediados de los años 50 en la Unión Soviética y la revolución más avanzada que se dio de 1949 a 1967 en China bajo la dirección de Mao Tsetung. Ha bregado con las lecciones de lo que se logró y con los errores, y le dará vida a todo esto de modo que ustedes también puedan empezar a bregar con ello. De aún más importancia, le dará vida a la “nueva síntesis” de la revolución y el comunismo que ha desarrollado el dirigente revolucionario Bob Avakian, la que representa mayores avances respecto a la sociedad socialista y en sentidos importantes, constituye un modelo diferente de dicha sociedad, en que la humanidad tendrá la capacidad de ir aún más lejos y de hacer avances aún mejores la próxima vez que se haga una revolución.

Esta es una oportunidad poco común pero se da en tiempos en que mucho está en juego. Que quede claro: el oxígeno se está acabando en esta jaula de mentiras. Con el paso de cada año, se reducen más los sueños, con el paso de cada semana se aumentan los horrores. Nos hace falta un espacio para sueños grandes y atrevidos, visiones de un mundo digno para los seres humanos… nos hace tanto falta de la misma manera que nos hacen falta la comida, el aire y el agua. Nos hace falta, aquí mismo y ahora mismo, forjar nuevas comunidades de desafío y resistencia a todos los atropellos y ultrajes y a todas las maneras de relacionarnos unos a otros que este mundo nos impone. Nos hace falta debatir en serio por qué la situación es así, si es posible cambiarla de manera fundamental y cómo, y aprender en serio de aquellos que nos precedieron.

Les he escuchado. Ha aprendido de ustedes. No voy a olvidar lo que me han dicho. Y si pudiera decirles algo en respuesta a sus historias inquietantes y evocadoras, que les podría mostrar una salida o un camino hacia adelante, eso sería ir a escuchar a Raymond Lotta. No ir a clases, pedir el día libre en el trabajo por enfermedad, traer a los amigos… pero no perder esta oportunidad.

Lo digo porque lo más lejos de lo que ustedes están pensando debería ser: encogerse los hombros y seguir como si nada pasara, simplemente aceptar lo inaceptable, simplemente pasar cuatro años en la escuela y no escuchar ni una vez jamás a alguien que de veras sabe de lo que habla y que tiene una visión y un conocimiento que tiene mucho que ver con su futuro y con el futuro de la humanidad….

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