Revolución #183, 15 de noviembre de 2009
La tortura por aislamiento: Las mazmorras Súpermax de Estados Unidos
Supuestamente estás vivo... pero estás atrapado en una celda minúscula, sepulcral y silenciosa durante las 23 horas del día, robado del estímulo sensorial que todo ser humano ansía.
Sin ventana que dé al mundo, sin poder averiguar si es día o noche, invierno o verano.
Por una ranura en la puerta te pasan la comida desabrida, casi incomible.
Sin contacto con nadie... salvo cuando los guardias, usando guantes, te esposan, te ponen grilletes y te registran las cavidades del cuerpo antes de que puedas ducharte o “hacer ejercicios” en un espacio de hormigón sin adornos — solito, bajo vigilancia constante.
Una barrera de vidrio grueso te mantiene aislado de los familiares durante las pocas visitas que se te permite.
Sigue ese trato durante meses... años... hasta décadas.
No te han quitado la vida... pero aun si logras mantenerte sano de milagro, te han asaltado el mero núcleo de tu humanidad.
Esta es la tortura por medio del aislamiento a largo plazo — tortura sancionada oficialmente y cometida por autoridades estatales y federales a lo largo y ancho de Estados Unidos contra decenas de miles de prisioneros. Ocurre en prisiones “Súpermax”, usando los métodos más actualizados de vigilancia de alta tecnología y de control de prisioneros, llamadas unidades habitacionales seguras (SHU), unidades de manejo especial, máxima seguridad cerrada y etcétera.
Como lo describió un informe del Comité Servicios de los Amigos Americanos (AFSC) sobre las prisiones de Arizona en 2007: “La incomunicación en las unidades súpermax se caracteriza por dejar incomunicados a los prisioneros por lo menos 23 horas del día durante meses o años. Las celdas por lo general tienen el tamaño de un pequeño cuarto de baño y solo están equipadas con un excusado, un lavamanos y una tabla de metal pegada a la pared que sirve de cama. Muchas de esas celdas carecen de ventanas y no se ve si es día o noche. Según describen los presos, o se oye un extraño silencio o un constante ruidazo ensordecedor las 24 horas del día. Comen a solas y la mayoría de la interacción ‘humana’ ocurre por medio de una pequeña ranura en una puerta de acero. Irrumpen frecuentemente los guardias para registrarles la celda o el cuerpo. Estos presos tiene un acceso extremadamente limitado a programas penitenciarios. Se les prohíbe tener empleo o asistir a la mayoría de los programas de rehabilitación o educación”.
Mucho antes de que Estados Unidos impusiera la incomunicación casi total como una forma mortífera de tortura contra los detenidos en Guantánamo y otras prisiones militares y de la CIA tras el 11 de septiembre, ya usaba la tortura por incomunicación dentro de prisiones estadounidenses. A principios de los años setenta, tres jóvenes negros en la tristemente célebre prisión Angola en Luisiana eran el blanco de la venganza oficial por haber organizado protestas contra las condiciones en la prisión. Conocidos como los 3 de Angola, quedaron incomunicados más de 30 años.
Se construyó el primer penal Súpermax en 1972 en la Penitenciaría Federal Marion en Illinois. La “unidad de manejo y control” tenía aproximadamente 60 presos, y durante los años setenta y mediados de los años ochenta, hubo un puñado de semejantes prisiones Súpermax.
De ahí se dio un aumento dramático en el uso del aislamiento a fines de los años noventa, al mismo tiempo que se estaba aumentando rápidamente el número total de encarcelados en Estados Unidos. Según la Comisión sobre la Seguridad y el Abuso en las Prisiones Estadounidenses, durante aquellos años “el índice de crecimiento del número de prisioneros en la segregación aumentó mucho más que el índice de crecimiento de la población de presos en total: el 40 por ciento comparado con el 28 por ciento”.
Estas unidades han crecido mucho más desde ese entonces. Es difícil precisar los números exactos, pero según un artículo reciente en la New Yorker, ahora hay más de 25.000 presos en prisiones Súpermax. Solo Misisipí tiene a 1.800 presos en prisiones Súpermax — el 12 por ciento de la población penitenciaria total. Otros 50.000 a 80.000 presos en Estados Unidos se encuentran en unidades de segregación restrictiva, y muchos de ellos también están en aislamiento — pero el gobierno no da a conocer esos datos. La mayoría de los presos en Estados Unidos que están incomunicados ya lo han estado más de cinco años.
Efectos devastadores del aislamiento
Formas físicas y directas de brutalidad y tortura contra presos son endémicas en las prisiones de Estados Unidos. Una película británica, Torture: America’s Brutal Prisons (Tortura: Las prisiones brutales de Estados Unidos), incluye horrorosas escenas de cámaras de vigilancia en Florida, Texas, Arizona y California en las cuales los guardias golpean severamente a presos —hasta matan a varios— con pistolas Táser y eléctricas, perros de ataque, rociadas de químicas y dispositivos peligrosos de inmovilización. En la SHU de Pelican Bay en California, “equipos de extracción” —cada uno con cinco guardias y un sargento— inmovilizan al preso, que está indefenso en la celda de aislamiento, con macanas y rociadas de gas, y luego lo “extraen” por la fuerza como castigo, a menudo por infracciones menores como no devolver la charola de la comida. En 2003, el mundo presenció las fotos horripilantes de guardias estadounidenses que golpeaban y asaltaban sexualmente a presos en la prisión estadounidense en Abu Ghraib, Irak. Muchos de los torturadores en Abu Ghraib habían trabajado de guardias en prisiones estadounidenses, siendo uno de ellos Charles Graner, conocido por maltratar a presos en la prisión de máxima seguridad SCI Green en Pensilvania.
Pero, lo más dañino de la incomunicación prolongada es que ese abuso mental de los presos los afecta de manera profundamente alarmante. Muchos presos se vuelven locos (si es que no eran enfermos mentales ya) o se suicidan por este castigo infrahumano. En California, aproximadamente 5 por ciento de la población penitenciara total está encerrado en aislamiento — pero en 2005, el 70 por ciento de los suicidios de presos ocurrieron en esas unidades.
Craig Haney, profesor de psicología, informó que “no hay ningún estudio publicado de la incomunicación o del confinamiento al estilo Súpermax en que no hayan resultado efectos sicológicos negativos del confinamiento no voluntario que durara más de 10 días en el cual los participantes no podían terminar el aislamiento por su voluntad. Los efectos dañinos varían en severidad e incluían síntomas clínicamente importantes como la hipertensión, la rabia irrefrenable, las alucinaciones, la crisis emocional, la depresión crónica y la conducta e ideas suicidas”.
Tyron Dorn, un preso en aislamiento en la prisión Súpermax Tamms en Illinois, dijo: “Este lugar te perjudica el cuerpo entero física y mentalmente”. Dorn, originalmente encarcelado por secuestrar un automóvil, dijo: “Lo más difícil es estar aislado. Es como si te enterraran vivo”.
Makini Iyapo, cuyo esposo Leonard Alexander está en la SHU de Pelican Bay en California, dijo: “Hay personas que tenían problemas sicológicos aún antes de entrar. A veces los sacan de ahí en camita y camisa de fuerza. Imagínense el estar ahí con los que están golpeándose la cabeza en la pared y gritando. Es una tortura mental”.
El aislamiento y la privación sensorial a largo plazo violan las leyes internacionales contra la tortura. En un informe sobre Estados Unidos en mayo de 2006, el Comité de la ONU Contra la Tortura escribió: “El Comité sigue preocupado por el régimen extremadamente duro que se impone a los detenidos en las ‘prisiones supermáximas’. Se preocupa por los períodos prolongados de aislamiento a los cuales someten a los detenidos, el efecto de ese trato en su salud mental y de que su propósito puede ser represalias, pues en dado caso constituiría un trato o castigo cruel, inhumano o degradante”.
Castigo selectivo
¿Cómo termina un preso en un Súpermax? En el sistema californiano, por ejemplo, mandan a un preso a una SHU por la presunta violencia contra guardias u otros presos o por drogas o armas — y por algo que se llama “validación de pandilla”. Eso no se basa en algún acto que el preso haya hecho sino en la alegación de las autoridades de que el preso sea un pandillero o se haya asociado con pandillas. Según Charles Carbone, un abogado con California Prison Focus (Enfoque a las prisiones californianas): “Uno puede hacer algo tan sencillo como hablar con un presunto pandillero en la biblioteca de derecho sobre los incidentes cotidianos de la vida en prisión, algo que no tiene nada en absoluto que ver con actividades pandilleras. O puede platicar del clima. Esa asociación basta para servir de documento fuente [para una validación]”.
Más o menos la mitad de los 3.000 presos en las SHU de California son presuntos pandilleros “validados”. Principalmente son jóvenes y/o gente de color. Al ser metido en una SHU por presunta asociación con pandillas, un preso puede quedar incomunicado indefinidamente. Según los presos, una vez “validado”, la única manera para que un preso pueda salir es “renunciar [es decir, chivarse de otros], salir en libertad condicional o morir”.
El AFSC informa que el sistema carcelario manda a muchos presos a la SHU por motivos explícitamente políticos: “Como el término ‘terrorista’ se aplica muy ampliamente hoy día, en particular a personas de descendencia árabe, los presos calificados de ‘amenazadores’, ‘peligrosos’ o simplemente de ‘causar problemas’ pueden encontrarse en el aislamiento a largo plazo. Se podría argumentar que crearon las primeras unidades habitacionales seguras en la prisión federal en Marion y luego en Florence, para castigar a los activistas políticos atrapados por el COINTELPRO, por organizar por la liberación de Puerto Rico, la soberanía de los pueblos originarios y otras formas de autodeterminación. Aunque los presos políticos son una pequeña parte de los 2,3 millones de presos actuales en Estados Unidos, constituyen un porcentaje inquietantemente grande de la población en las unidades de control, según la experiencia del AFSC a través de los años”.
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Dados los horrores increíbles de las cámaras de tortura estadounidenses, es profundamente inspirador que haya presos que no solo han sobrevivido sino que oponen resistencia al sistema responsable de estos crímenes.
En una carta al Fondo de Literatura Revolucionaria para las y los Presas/os, un preso latino escribió que cuando se encontró tras las rejas, era uno de “los millones de jóvenes a través de este país que recurren a delitos menores porque no entienden por qué son tan desesperadas sus circunstancias o carecen de otra alternativa para cambiar su situación”. Entonces se le abrieron los ojos al empezar a leer y estudiar sobre el mundo y entrarle al comunismo: “Mi despertar a la Revolución”, escribió, “me ha llevado a desafiar el estado con varias demandas, protestas y otras acciones estando en la prisión. Por ese motivo el estado me sacó de la población general y me metió indefinidamente en una unidad de control (SHU). ¡Eso solamente ha fortalecido mi comprensión de la naturaleza represiva de esta sociedad y mi opinión de que otro mundo sea necesario!”
Fuentes
“Brave Resistance at Pelican Bay SHU: Prison Hunger Strike Against Supermax Torture”. Revolutionary Worker (ahora Revolution). #1176, 4 de noviembre de 2002, en inglés. Acceso en revcom.us/a/v24/1171-1180/1176/pelican.htm
Gawande, Atul. “Hellhole. The United States holds tens of thousands of inmates in long-term solitary confinement. Is this torture?” The New Yorker. 30 de marzo de2009.
Grassian, Stuart, MD. “Psychiatric Effects of Solitary Confinement”. Memorial entablado en septiembre de 1993 en Madrid v. Gomez. Acceso en prisoncommission.org/statements/grassian_stuart_long.pdf
Haney, Craig. “Mental Health Issues in Long-Term Solitary and ‘Supermax’ Confinement”. Crime and Delinquency, 2003.
Isaacs, Carolyn y Matthew Lowen. “Buried Alive: Solitary Confinement in Arizona’s Prisons and Jails”. American Friends Service Committee-Arizona (mayo 2007).
Johnson, Kevin. “Inmate Suicides Linked to Solitary”. USA Today. 11 de enero de 2007
Magnani, Laura. “Buried Alive: Long-term Isolation in California’s Youth and Adult Prisons”. American Friends Service Committee-Oakland (mayo 2008)
Marx, Gary. “Tamms: Illinois’ Highest-Security Prison a Study in Isolation”. Los Angeles Times. 28 de febrero de 2009.
Torture: America's Brutal Prisons. Programa del canal 4 de la BBC transmitido originariamente el 2 de marzo de 2005. Acceso en youtube.com/watch?v=7tJ9V_7mO-E
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