Revolución #194, 7 de marzo de 2010


La Marcha por la Libertad de la Gaza: Un llamamiento al mundo

Parte III. Viniendo de muchos lugares diferentes

A las diez en punto el 31 de diciembre de 2009, unos doce “turistas” ocuparon con rapidez ocho carriles de tráfico de una vía importante en el centro del Cairo, Egipto. Cientos de pancartas en inglés y árabe emergieron de maletas y mochilas: “¡Levante el sitio!” “¡Libertad para la Gaza!” Esto fue la señal. En cosa de segundos, cientos de “turistas” más llenaron las calles para unirse con ellos y ¡se inició la Marcha por la Libertad de la Gaza!

Las fuerzas de seguridad egipcias, junto con esbirros vestidos de civil al frente, patearon, golpearon, empujaron, arrojaron y pegaron a los manifestantes, quienes se sentaron tomados de los brazos, protegieron a otros camaradas con sus cuerpos y lucharon por mantener su posición. Por fin las fuerzas de seguridad lograron empujar a los manifestantes a la acera donde falanges de policías antidisturbios los rodearon y los detuvieron por siete horas. La Marcha por la Libertad de la Gaza, que ya era noticia de primera plana en Egipto y el Medio Oriente, se convirtió en un llamamiento vivo al mundo: ¡Libertad para la Gaza!

A continuación la historia de cómo nació la Marcha por la Libertad de la Gaza y por qué tuvo lugar en El Cairo en vez de la Gaza, Palestina, el lugar planeado. ¿Quiénes eran las personas que acudieron desde los cuatro puntos cardinales del mundo para participar en ella? ¿Qué nos enseña esta experiencia acerca de la importancia urgente y vital de romper el sitio de la Gaza y de la lucha por la libertad del pueblo palestino?

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Las personas fueron a la Marcha por la Libertad de la Gaza desde todo el mundo. El contingente francés incluyó a un número de inmigrantes árabe-parlantes. Los miembros de la delegación de diez personas del micro-estado europeo de Liechtenstein (con una población de 35.000) se distinguieron al pasar sin que se le observaran las autoridades egipcios para llagar al pueblo turístico de Al Arish cerca de la frontera de la Gaza donde las autoridades egipcias los casi los mantuvieron bajo arresto domiciliado.

Acudieron cientos de personas de los EE.UU. y Canadá. Otros acudieron de Australia, Bélgica, Bosnia, Brasil, Bulgaria, Dinamarca, Alemania, Grecia, India, Italia, Japón, Malta, Mauricio, Holanda, las Filipinas, Portugal, Rumania, Serbia, Sudáfrica, Corea del Sur, España, Suiza, Turquía, Inglaterra, Escocia y Venezuela.

Acudieron con diversos antecedentes, experiencias y puntos de vista políticos y filosóficos.

Viniendo de muchos diferentes lugares...

Emily es una estudiante de doctorado de Boston. Habló con vehemencia de haber aprendido acerca de “la cantidad de bebés que nacen azules ahora mismo en la Gaza por el nivel de nitrato en el agua”. Explicó: “Durante la ‘Operación Echar Plomo’, destruyeron por completo los sistemas de agua potable y de sanidad [en la Gaza]. El material para la reconstrucción está en las fronteras pero no lo dejan pasar. Así que el nivel de nitrato en la Gaza es 30 veces más alto de lo que permiten las normas mundiales de salud, y los niños están naciendo azules por el nivel de nitrato — azules y muertos”.

Dennis, de Arizona, sobresalía pues nunca dejaba el sombrero de vaquero. Celebró sus 68 años cumplidos en Cairo durante la Marcha; apoya activamente a los palestinos desde impactarse por las masacres de palestinos, orquestadas por Israel, en los campos de refugiados de Sabra y Chatila en el Líbano en 1982.

Participaron en la marcha algunos jóvenes que viven en Norteamérica o Europa pero que son de familias del Medio Oriente. Una mujer me contó que era la única persona en su secundaria de Texas que no apoyaba la guerra israelí contra el Líbano en 2006. Los medios de comunicación establecidos en Dallas-Fort Worth cubrieron su participación en la Marcha por la Libertad de la Gaza. Un joven veintiañero me dijo: “Soy palestino y la causa siempre me ha sido importante. Mis padres nos educaron a ser activistas y conocedores de lo que está pasando”. De niño fue a Palestina dos veces; dijo que visitar el campo de refugiados Rafah en la Gaza “fue brutal y una experiencia para cambiar la vida. Juré que regresaría”.

A los participantes en la Marcha por la Libertad de la Gaza los habían estimulado maestros o líderes de opinión influyentes para que investigaran la situación del pueblo palestino. Hablé con unos universitarios cuyos maestros de secundaria les habían expuesto un conocimiento del pueblo palestino.

Otros supieron de Palestina por medios bastante establecidos. Joel, un graduado reciente del colegio quien vive en Nueva York, me dijo que había sido “apolítico” antes del ataque israelí contra la Gaza el año pasado. “Siempre me han enseñado que este conflicto es mal definido e incomprensible”. Inmediatamente después del ataque israelí, leyó el libro de Jimmy Carter, Palestina: Paz, no apartheid, en el cual aprendió que “los israelíes están invadiendo tierras ajenas y tratando de robarlas. Desde la fundación de su estado han ejecutado medidas para quitarle las tierras a la gente originaria”. Dijo: “Existen muchos paralelos que he trazado en la mente entre la fundación de Estados Unidos arrebatándoles las tierras a los indígenas norteamericanos que vivían allí. Entonces, a un nivel moral básico, me parece muy mal crear una nación quitándole tierras a otra gente”.

Hablé con una mujer de Japón que inició el proceso de concientizarse cuando le pidieron ayuda para traducir el libro Dissent: Voices of Conscience (El disentimiento: Voces de conciencia) de Ann Wright, una de las organizadoras de la Marcha por la Libertad de la Gaza. Tras esa experiencia, terminó por organizar ella misma una gira de Ann Wright para dar conferencias contra la guerra en Irak en la colonia estadounidense de Guam y muchas ciudades japonesas.

Participaban en la Marcha personas de todas las líneas del espectro de posiciones religiosas cristianas, islámicas y judías (juntas con otros corrientes, como el budismo). Los musulmanes con quienes hablé varían teológicamente desde los que interpretan liberalmente el Corán hasta los que lo interpretan textualmente. La gente judía que participaba en la Marcha incluía tanto personas motivadas por sus creencias religiosas como activistas seculares para los cuales la conexión judía era más cultural que religiosa. Los unió un fuerte sentido de obligación de no permitir que invoquen el Holocausto para justificar la opresión de los palestinos. También participó un contingente internacional de judíos hasídicos ultra-ortodoxos cuya oposición al sionismo se fundamenta en una interpretación textual del Torah.

Un fenómeno llamativo en este ambiente fue cuántas personas dijeron motivarse a participar en la marcha por sus interpretaciones del cristianismo.

Linda, de Canadá, me dijo: “Crecí en un hogar cristiano... y crecí con la idea de que Israel era correcto, que era la idea del pueblo elegido. Nunca tuve dudas. No la investigué porque no me parecía que se justificaba la investigación. Era correcto, y punto”. Una amiga le animó a hacer investigación en línea de la situación de los palestinos y la naturaleza de Israel. Me dijo: “Al hacer esta investigación, al conseguir información y conocimiento y hechos concretos, no aguanté, como cristiana, haber facilitado el sufrimiento y tormento de gente, el asesinato de gente. Es una violación total, pero total, de mi fe”.

Alice, del distrito capitalino de Estados Unidos, supo de la situación de los palestinos hace dos años cuando escuchó hablar al arzobispo Desmond Tutu en Boston. Me dijo: “Creo que es importante que los palestinos sepan que hay cristianos que se interesan por ellos, no solamente musulmanes”.

Hablé con algunos participantes en la Marcha que son profesores universitarios y sienten la necesidad de defender físicamente las ideas que proponen. Maia es una maestra, escritora, bailarina y aerealista treintañera. Estudia movimientos radicales en el sur de Asia, y sentía que, “Como estudiosa... es muy importante oponer resistencia no sólo en la teoría sino en la práctica: no sólo intelectual sino físicamente”. Diane, una profesora feminista, veía “un paralelo entre lo que está pasando en la Gaza con lo que le pasa a la gente indígena por todo el mundo”. Me dijo que, “como mujer negra tenía que entrarle a esta cuestión, ver lo que está pasando. Las comunidades de color deben de inquietarse por los palestinos”.

…Pasar por todo tipo de cambio

Las personas en la Marcha por la Libertad de Gaza se encontraron frente a resistencia feroz de las autoridades establecidas, y corrieron riesgos en El Cairo que no habían esperado correr en un estado policial. Diane me dijo: “Digo, díos mío, yo estaba durmiendo en este cuarto en un hostal y afuera del cuarto había estos tipos raros en el corredor que fumaban cigarrillos y miraban la tele. ¡Y llegamos a entender que eran policías!” Ella dijo que la experiencia de la marcha “fue una experiencia que me cambió la vida” y que “parece como si la situación te impulsaba a hacer cosas que (normalmente) no harías”.

Para muchos, eso abarcaba ser abierto a nuevas ideas radicales.

Las personas cuestionaban las suposiciones que habían traído a El Cairo. Un estudiante de Estados Unidos preguntó: “¿Por qué apoyamos a países en el Medio Oriente que cometen violaciones de derechos humanos que violan el derecho internacional?” Otro notó que parecía que fuera de Estados Unidos, “Nos consideran como belicistas y nada más”. De algunas maneras, la gente tendía a gravitar hacia zafarse del marco de ver el mundo como norteamericanos, aunque todavía usaban el pronombre de primera persona “nosotros” cuando hablaban de Estados Unidos (o Canadá o Europa). “¿Qué es el problema con Estados Unidos?” me preguntó una mujer mayor un día. “¿Por qué siempre estamos metidos con estos regímenes represivos?”

Tengo una imagen vívida, mientras reflexiono sobre nuestro tiempo en Egipto, de estar encerrado en un restaurante con un humeante plato de kushari, una comida popular de El Cairo que consiste en espaguetis, macarrones, lentejas, garbanzos, unas cebollas fritas y salsa picante. Yo estaba comiendo un gran tazón de esa comida con una mujer cuarentona del estado de Washington, mientras evadíamos a la policía egipcia y recapitulábamos nuestro tiempo en El Cairo. Ella estaba furiosa y se quejaba de la represión que enfrentábamos, pero los términos de su indignación eran que se usaba el “dinero de sus impuestos” para financiar a las fuerzas de seguridad egipcias que nos acosaban y que no permitían que la gente protestara.

Ella insistía que al instante que llegara a Estados Unidos que iba a leerle la cartilla al senador por su estado. Yo le escuchaba a ella mientras me dio horror la visión de toda esa furia justificada desperdiciada en cabildear a un miembro del Congreso. Después de un rato yo tuve que pararla y preguntarle a ella si, después de todo que habíamos experimentado, había considerado la posibilidad de que su senador, y todo la maquinaria de que él era parte, ¿era parte del problema y no de la solución? Ella hizo una pausa y respiró. Yo no estaba seguro si ella fuera ofendida… o si estuviera pensando. “Sí”, dijo, “lo he considerado”. Y así se abrió la puerta para presentar la necesidad de un sistema y gobierno totalmente diferentes que trataran de eliminar, y no imponer y reforzar, la opresión y explotación alrededor del mundo.

El punto de vista del periódico Revolución sobre los eventos en que habían participado, además de otras cosas, les intrigaron a muchos en la Marcha. Las personas que yo no había conocido se me acercaban y me comentaban acerca de cosas que leyeron en revcom.us. Un teólogo prominente se me acercó después de que yo había dado un pequeño informe sobre quién era yo en una de las reuniones de orientación de la mañana y me preguntó cómo podía aprender más sobre nuestros lectores en las prisiones y el impacto que tenemos en las prisiones.

Durante otra comida, esta vez en un restaurante de lujo, alguien preguntó ¿de qué se trataba el periódico Revolución? Yo dije que la respuesta corta era que somos parte de volver a poner la revolución comunista mundial en el mapa e iniciar la siguiente etapa de esa revolución. Se dio un momento de silencio un poco incómodo en la mesa grande mientras las personas se miraban unas a otras. La primera persona que habló era una mujer setentona que había emigrado a Estados Unidos hace muchos años. Dijo en una voz bastante seria: “Una meta admirable”. Esto y momentos similares dieron oportunidades para presentarle a la gente el Manifiesto del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (PCR), El comunismo: El comienzo de una nueva etapa, para explicar el papel del periódico Revolución en prepararse para la revolución y para presentarle a Bob Avakian, el líder del PCR, y su nueva síntesis1.

Un efecto de poner esto sobre la mesa fue, en muchos casos, que abrió mucha discusión y debate acerca de la posibilidad del surgimiento de una fuerza radical en el mundo opuesto al imperialismo y todos sus horrores, pero que también estuviera fuera del marco opresivo del fundamentalismo islámico yihadista.

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Muchos canales diferentes llevaron a la gente a la Marcha por la Libertad de la Gaza. Si hubieras mirado el proceso en que las personas llegaban a tomar conciencia y a participar políticamente, y a arriesgar muchísimo por una causa justa, de una manera mecánica y lineal (“cuando las cosas se vuelvan muy muy malas, todos se levantará juntos”), nunca habrías previsto a una Emily, una Linda, un Dennis, una Diane o mi amiga del estado de Washington. Pero la atrocidad de la opresión del pueblo palestino y las cosas muy horrorosas que hace Israel conmovieron a estas “personas comunes” a correr riesgos. Se enfrentaron a la represión, la presión de compañeros y a menudo los deseos y consejos de familiares y amigos. Actuaron con coraje, determinación y creatividad.

Al reflexionar sobre todas estas personas, los cambios que experimentaron y los intercambios que tuve con ellas, me hizo acordar de la experiencia de los años 60 cuando muchos de mi generación trabajaban con lo que en aquella época eran el equivalente de las ONG (como el Cuerpo de Paz) o que se unieron al movimiento de derechos civiles con el objetivo de obligar a Estados Unidos de “cumplir sus ideales”. Los grandes sucesos en el mundo (como la guerra de Vietnam) y el trabajo de los revolucionarios nos impelieron a explorar la política radical. Y luego, en muchos casos, la ayuda del bastón de un policía nos hizo pasar por la puerta hacia la revolución.

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Las experiencias que tenían en Gaza, en Cisjordania y entre los palestinos en Israel fortalecieron las convicciones y la determinación para romper el sitio de la Gaza de muchos de los que participaron en la Marcha por la Libertad de la Gaza. En la próxima entrega de esta serie, compartiré algunas de esas historias y el impacto poderoso que tuvieron en los participantes y exploraré qué revelan esas experiencias acerca de la naturaleza del estado de Israel y la opresión del pueblo palestino.

Nota

1. Bob Avakian describe de la siguiente manera la nueva síntesis: “Esta nueva síntesis abarca reconfigurar y recombinar los aspectos positivos de la experiencia hasta la fecha del movimiento comunista y la sociedad socialista, mientras se aprende de los aspectos negativos de esa experiencia, en las dimensiones filosóficas e ideológicas tanto como las políticas, y así tener una orientación, método y enfoque científicos con raíces más profundas y firmes, no solo en cuanto a hacer la revolución y conquistar el poder, sino también, sí, en cuanto a satisfacer los requisitos materiales de la sociedad y las necesidades de las masas populares, con una base cada vez mayor, en la sociedad socialista —para superar las profundas cicatrices del pasado y continuar la transformación revolucionaria de la sociedad, mientras al mismo tiempo apoyar activamente la lucha revolucionaria mundial y actuar conforme con el reconocimiento de que la arena y la lucha mundiales son las más fundamentales e importantes, en un sentido global— junto con abrir cualitativamente más espacio para dar expresión a las necesidades intelectuales y culturales del pueblo, entendidas en el sentido amplio, y posibilitar un proceso más diverso y rico de exploración y experimentación en los campos científicos, artísticos y culturales, y en la vida intelectual en general, con mayor campo para la competencia de diferentes ideas y escuelas de pensamiento, y para la iniciativa y creatividad individuales y la protección de los derechos individuales, con espacio para que los individuos interactúen en la “sociedad civil” independientes del estado — todo en un marco general cooperativo y colectivo y al mismo tiempo a la medida que el poder estatal se mantiene y se sigue desarrollando como un poder estatal revolucionario al servicio de los intereses de la revolución proletaria, en el país en particular y por todo el mundo, donde este estado es el elemento dirigente y central de la economía y la dirección general de la sociedad, mientras el estado en sí se transforma continuamente en algo radicalmente diferente de todos los estados previos, como una parte crucial del avance hacia la abolición posterior del estado al llegar al comunismo a nivel mundial”. [regresa]

Invite a Alan Goodman a presentar su informe con transparencias sobre la Marcha por la Libertad de la Gaza a su grupo, organización estudiantil, iglesia, mezquita, sinagoga o templo. Comuníquese con Alan en alanxgoodman@gmail.com.

• Vea cortos del video en inglés de su informe sobre la Marcha en www.YouTube.com/alanxgoodman

• Vea su discurso en inglés en la Asamblea Popular de Emergencia sobre la Gaza, Ciudad de Nueva York, 13 de enero de 2009

• Vea en inglés una entrevista a Alan Goodman fuera del Museo del Holocausto, Manhattan: “Desde el holocausto, lo peor que le ha pasado al pueblo judío es el estado de Israel”.

 

Alan X Box

 

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