Revolución #196, 28 de marzo de 2010


El daño de The Hurt Locker (En tierra hostil)

Pasan cosas que hacen pensar que ya estamos en la dimensión desconocida. Un gran número de personas con la capacidad de sentimientos progresistas y humanitarios se encuentran defendiendo a criminales y apoyándolos activamente. Así sentí cuando vi The Hurt Locker (traducido en diferentes países como “En tierra hostil”, “Zona de miedo” o “Vivir al límite”), y así sentí al verlo ganar premio tras premio en la ceremonia Oscar. Hace solamente siete años que la tensión era palpable en la ceremonia Oscar —quién tendría el valor de expresar su inconformidad, y varios sí lo tenían— usaban broches con el símbolo del planeta, clamaron por la paz, aprovecharon la tribuna para no permitir que las acciones de este gobierno se hicieran en nombre de ellos. Pero ahora, las mismas personas elogian y galardonan a los soldados que ejecutan esas mismas acciones. Realmente hay una disparidad monumental aquí.

The Hurt Locker es un filme que supuestamente existe sin contexto. Representa Irak como un lugar sombrío, impreciso, casi sin espíritu. Apenas insinúa con una u otra frasecita que la ocupación estadounidense es un problema pero sólo de paso. Un taxista iraquí esquiva la muerte y lo arrestan arrastrado los estadounidenses; “si no era insurgente, ya lo es”. O vemos a un comandante estadounidense que deja morir desangrado a un insurgente iraquí aunque se podía salvarle la vida. Hay pocos iraquíes inocentes, atrapados entre los insurgentes sádicos y los estadounidenses heroicos aunque imperfectos. Algunos incluso respaldan a los estadounidenses pero no se pueden confiar de ellos, y se da la impresión de que en cualquier momento podrían echar a tirar balazos. El constante uso del insulto racista, “haji”, para describir a todo iraquí se convierte en ruido de fondo, una parte normal de la escena.

Incluso esas insinuaciones desaparecen, o quizás una lógica mayor nos envuelve y nos hace querer sólo a “los nuestros”. Apoyes o no la guerra, tu alma debe estar del lado de los que la están librando, según este filme.

Al ver The Hurt Locker, el espectador se encuentra apoyando al soldado estadounidense. En cuestión de días saldrán, y tú quieres que sobrevivan, que hagan bebés, que se escapen de un país que parece un infierno de calor, polvo e inmundicia. A pesar de tus sentimientos quizás racionales y civilizados, al ver la película, te encuentras esperando que el soldado no piense dos veces para disparar, aunque ponga en peligro la vida de otro iraquí inocente, porque la última vez que se detuvo, un estadounidense fue hecho añicos. O en otra escena, quieres que el estadounidense deje a un iraquí inocente al cual lo habían atado a bombas contra su voluntad, para que el soldado salga con vida. Hay un mensaje sutil e insidioso — en última instancia, la vida del soldado estadounidense vale más que la gente de aquellas tierras.

Y si bien la guerra puede pervertir y quebrar a personas, y qué desgracia que se haya librado en primer lugar, debemos alegrarnos de que haya héroes que la están librando y de todos modos tenemos que terminar lo comenzado.

Pero este mensaje trae graves peligros para la gente del mundo, y amenaza con convertir en criminal a toda persona cómplice.

Si bien no es obligación que una película por sí sola explique todo sobre cualquier tema, esta película no sólo supone ciertas cosas clave sin declararlas ni cuestionarlas sino que las promueve. ¿Por qué tantos iraquíes quieren pelear contra los estadounidenses? Una pregunta que no se hace ni se contesta. Aunque muchos de los soldados quieren salir, ¿por qué siguen ahí? Una pregunta que no se hace ni se contesta. ¿Siempre era una pesadilla Irak, en que toda mujer se cubra el cabello? Una pregunta que no se hace ni se contesta. ¿Y tiene otra opción el soldado, más allá de contar los días restantes y cumplir con la lógica de una guerra porque ya están en ella? Una pregunta que no se hace ni se contesta.

¿Cuál es la realidad? El soldado estadounidense forma parte de un ejército de ocupación; está cometiendo crímenes de guerra. No es una víctima inocente atrapada en una red de la cual no tiene nada que ver. Tiene un papel, y tiene una responsabilidad.

He aquí el testimonio de sólo un soldado sobre lo que es la realidad:

“Cuando llegamos a Bagdad, sin embargo, la cadena de mando me dijo explícitamente que podía disparar contra cualquiera que se me acercara y que me hiciera sentir incómodo, si esa persona no se moviera inmediatamente en respuesta a una orden, a pesar de que no hablo árabe. En general la actitud de la cadena de mando fue ‘mejor ellos que nosotros’ y las pautas que nos dieron reforzaron esa actitud en todos los niveles. Esa actitud creció enormemente en el curso de los tres turnos. Recuerdo que en enero del 2004 nos dieron nuestra misión para el segundo turno. Estaba sentado como buen soldado con mi pluma y papel listos para escribir las palabras cuidadosamente escogidas para justificar mi existencia en Irak durante los próximos siete meses, y mi comandante me dijo que nuestra misión fue, y lo cito, ‘matar a todos los que hay que matar y salvar a todos los que hay que salvar’, punto” (de Jason Lemieux en las audiencias del Soldado de Invierno, “Testimonio de ex combatientes: La Investigación Soldado del Invierno: Irak y Afganistán”, Revolución #126, 13 de abril de 2008).

U otro: “En realidad no había normas sobre la cantidad de fuerza que podíamos usar durante la invasión. Recuerdo a una señora que nos pasó caminando y cargando una bolsa enorme. Parecía que se estaba acercando a nosotros así que la atacamos con un Mark 19, que es un lanzagranadas automático, y cuando había pasado la tormenta nos dimos cuenta de que solo tenía comestibles en la bolsa y que nos llevaba comida, pero la hicimos añicos” (Jason Washburn, “Testimonio de ex combatientes: La Investigación Soldado del Invierno: Irak y Afganistán”, Revolución #126, 13 de abril de 2008).

Siguen los testimonios así horas tras horas. Esta moralidad, estas tácticas son la moralidad y las tácticas de una fuerza de ocupación, una fuerza que defiende los intereses imperialistas. Sólo puede combatir aterrorizando a un país entero. Y sí aterroriza, en las maneras más crueles y horripilantes.

Los combatientes sí tienen una opción. Y todos tenemos una responsabilidad. Hay que retar a estos soldados — muy, muy tajantemente. ¿Con quién deben tomar partido, deben seguir la corriente u oponer resistencia? Hemos visto durante toda la historia qué tanto importa que despierten los que han hecho los mandados al sistema, confronten lo que significa haberlo hecho y alcen la voz. Nosotros también tenemos una opción: ¿tomaremos partido con la gente del mundo, nos zafaremos del chovinismo cerrado y el “excepcionalismo estadounidense”, el temor a lo ajeno y lo extranjero? ¿O seguiremos este camino mortal, aceptando el marco que los belicistas imperialistas nos imponen, conformándonos con la tortura, la ocupación sin fin, ahora en varios frentes militares? ¿Pretenderemos comunicarnos, por medio de nuestra resistencia, con el pueblo del mundo, diciéndole que no tomamos partido con nuestro gobierno, abriendo un hueco que permite respirar a la resistencia liberadora en potencia (y no a la resistencia que termina fortaleciendo el fundamentalismo islámico)?

Hace varios años, hubo una oleada de películas sobre la guerra — The Valley of Elah, Redacted, Rendition (El valle de Elah, Redactado, Rendición). Si bien no me gustaba todo acerca de cada uno, tenían una claridad básica sobre lo que era esta guerra y lo que significaba — para Irak, Estados Unidos y el mundo. A estos filmes no los premiaron, y se escarmentó: no se debe tratar de crear películas de guerra “políticas”, no se debe de hablar mal de “nuestras tropas”. Y ahora tenemos The Messenger (El mensajero), Brothers (Hermanos) y sí, The Hurt Locker. Películas que nos cuentan las historias del soldado, “sin la política”, según nos dicen.

Pero hay que decirlo bien claro: ¡en esta esfera no se puede nadar entre dos aguas! No existe tal cosa como una “película de guerra apolítica”. El hecho fundamental de la guerra es que, para citar uno de los estrategas de guerra más famosos, no es más que la “continuación de la política por otros medios”. Cuando la demarcación es tan evidente, tratar de esquivarla es tomar partido con el agresor.

Eso no lo necesitamos.

Necesitamos un resurgimiento de oposición cultural, necesitamos historias contadas desde la perspectiva del pueblo del mundo, necesitamos películas que desenmascaren los crímenes de nuestro gobierno y los crímenes de los que se acomodan con el gobierno. Y necesitamos una oleada creciente de desafío en la sociedad, de los que se están zafando de todo este pinche chovinismo cerrado, necesitamos que la gente deje de pensar como estadounidenses y que piensen, verdadera y concretamente, acerca la humanidad.

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