Revolución #214, 24 de octubre de 2010


VIDAS ROBADAS

Estas víctimas de brutalidad policial no pueden hablar por sí mismos, pero nosotros sí y lo haremos

Sergio Hernández: Baleado por la Patrulla Fronteriza estadounidense en México

Ciudad Juárez/El Paso: El 7 de junio, un alumno de secundaria de 14 años, Sergio Hernández, fue baleado en la nuca y asesinado por un agente de la Patrulla Fronteriza estadounidense. Sergió había salido de su casa en un barrio juarense a ver a su hermano y pedirle prestado para útiles escolares. Después, Sergio y un par de amigos fueron al lado mexicano del Río Bravo y ahí se pusieron a cotorrear. Un agente de la Patrulla Fronteriza del lado estadounidense del río persiguió a un pequeño grupo de hombres por un boquete en el muro fronterizo y empezó a echar plomo hacia el lado mexicano. Dijo que lo rodearon y le lanzaron piedras, pero la evidencia en vídeo demuestra que eso es pura mentira. Disparó tres veces y una de esas balas le destrozó la cara de Sergio, le entró al cerebro y lo mató.

Aiyana Stanley-Jones: Asesinada por dormir en la sala con su abuela

Detroit. En la madrugada del 16 de mayo de 2010, Aiyana Stanley-Jones, de 7 años, dormía con su abuela en la sala cuando la policía de Detroit rodeó la casa, en busca de un sospechoso que vivía en otro departamento. Cuando múltiples policías encapuchados llegaron a la residencia después de pasar horas vigilándola, un hombre les suplicaba, diciendo que había niños en la casa, como evidenciaban los juguetes en el patio. Lo echaron al suelo y se aproximaron al departamento donde dormía Aiyana. Primero arrojaron una granada “flash” por la ventana, la que cayó cerca de Aiyana o encima de ella y la quemó severamente. Casi de inmediato, un agente echó bala por la puerta, matando a Aiyana. Después de matar la nieta, encadenaron a la abuela, Mertilla Jones, y la encerraron durante horas, le hicieron análisis de drogas y pólvora. Jamás arrestaron ni acusaron al agente de matar a Aiyana…

Mertilla Jones, la abuela, recuerda el horror: “He visto como se apagó la luz en su mirada. Supe entonces que estaba muerta. La sangre salía de su boca. Señor Jesús, nunca había visto algo como eso en mi vida. Mi nietecita de 7 años, mi hermosa, preciosa nieta. Dios mío, ¡¿qué clase de gente?!... ¡¿qué clase de gente?! Usted no puede confiar en la policía. Usted no puede confiar en la policía de Detroit".

John T. Williams: Artista asesinado por llevar trozo de madera y navaja tallista

Seattle, Washington. El 30 de agosto del presente, John T. Williams caminaba por una calle concurrida, con una navaja plegable de 7.5 cm y un trozo de madera. John era conocido por tallar hermosos tótems y otras esculturas. Era de una familia de tallistas del pueblo de las Naciones Originarias Nuu-Chah-Nulth Dititdaht de la isla de Vancouver, Columbia Británica. De repente, un policía saltó de una patrulla y le gritó que dejara la navaja. John tenía sordera en un oído y, según informes, sufría el mal del alcoholismo. En cosa de 60 segundos, el agente lo baleó cuatro veces y lo dejó muerto. El policía trató de justificar el asesinato diciendo que John se le acercó blandiendo la navaja. Pero los testigos oculares denunciaron ese cuento como mentira. El asesinato prendió protesta y furia, incluida una acción del 7 de septiembre en el lugar de los hechos, convocada por la Coalición 22 de Octubre para Parar la Brutalidad Policial.

Manuel Jaminez Xum: Baleado por la policía en 40 segundos; dejado muerto en la calle 4 horas

Los Ángeles. El 5 de septiembre de 2010, Manuel Jaminez pasó la mañana tomando con unos amigos que solían tomar al aire libre en la calle 6 del distrito Pico Union. Esa tarde, los policletos dicen que alguien les llamaba la atención porque, según decía, Manuel amenazaba a gente con un cuchillo. Los testigos vieron a los agente carearse con Manuel, y que éste casi ni podía mantenerse a pie. En cosa de 40 segundos, vieron a uno de los policías, muy conocido en el barrio por hostigar cruelmente y multar a los vendedores ambulantes, balacear a Manuel en la nuca. Después de matarlo, los agentes esposaron el cuerpo, lo taparon con un trapo y lo dejaron en la acera cuatro horas.

Manuel era un guatemalteco de 37 años que llevaba siete años de jornalero en Estados Unidos, esforzándose para darles una vida mejor a su esposa e hijos en Guatemala. Por tres días con sus noches después del asesinato, cientos de manifestantes se tomaron las calles, diciendo: “No somos animales” y exigiendo justicia. El alcalde alabó como héroe al policía asesino.

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