Revolución #217, 21 de noviembre de 2010


Un mundo y un sistema de desempleo

Es ya una escena muy familiar en las ciudades de Estados Unidos: vecindades y negocios abandonados y condenados; barrios enteros en ruinas; son edificios fantasmales desde hace mucho olvidados las fábricas donde una vez trabajaban cientos o miles de personas. Los jóvenes principalmente negros y latinos cotorrean sin trabajo y sin esperanza de conseguirlo, matando el tiempo y buscando la manera de sobrevivir como pueda mientras los alrededores se vienen a pedazos. Pero no hay trabajos ni esperanzas de conseguirlos.

Veamos el panorama más amplio: que regiones y ciudades enteras en Estados Unidos están asoladas; industrias que en el pasado fueron ejemplos de pujanza y progreso, hoy están cerradas o al borde de la extinción. Detrás de los números brutales se encuentran vidas, sueños y esperanzas destrozados, abandonados y perdidos. El nivel de desempleo de los negros casi dobla el de los blancos, y es aún más alto para la juventud. En la primavera y el verano creció el desempleo de la juventud en 571 mil, principalmente de los latinos y negros en los centros urbanos. Hoy cientos de miles de jóvenes sin trabajo viven en las ciudades con una población principalmente negra como East St. Louis, Detroit y Newark.

Veamos el panorama aún más amplio: Decenas de millones de personas viven al día en un estado de desesperación sin límite, en la lucha por la supervivencia. Por lo menos dos millones de campesinos mexicanos fueron forzados a abandonar sus tierras para buscar trabajo entre 1995 y 2008. En China, millones de jóvenes viven en barrios inmundos alrededor de las grandes ciudades, luchando por subsistir con lo mínimo en medio de la precipitada carrera del país de establecerse como una potencia capitalista en el escenario mundial. Vemos también la siempre expoliada y atormentada África bajo el centenario colonialismo, capitalismo e imperialismo. Por ejemplo, en Namibia el desempleo llega a niveles de 51.2% pero en Zimbabwe es mucho peor: 95%.

El desempleo en masa se extiende como una plaga por todos los continentes. En Estados Unidos, los jóvenes que crecen en las ciudades y llegan a ser adultos saben que esta sociedad no les ofrece nada, ninguna manera de contribuir, ninguna manera siquiera de esperar llevar una vida digna de un ser humano. Los caminos que ofrece esta sociedad, este sistema capitalista imperialista, a un sinnúmero de jóvenes son despiadadamente duros y sin pizca de alma: la cárcel, la delincuencia, el ejército y un trabajo cagado preparando comida rápida, quizá y por el tiempo que puedan soportarlo, y muy posiblemente, sea cual fuere la opción, una muerte temprana.

El índice oficial del desempleo de los jóvenes negros es de 49%. Pero de todos es sabido que siempre los cálculos del gobierno oculten las cifras reales de desempleados; la verdadera cifra es más alta. Un estudio reciente del Centro de Estudios del Mercado Laboral de la Universidad Northeastern concluyó que el verdadero índice de jóvenes negros y latinos desempleados es de más de 80%. Dice: “Los adolescentes hispanos y negros de bajos ingresos están viviendo como en los tiempos de la Gran Depresión”.

Pero la situación es mucho peor para estos jóvenes. El mismo estudio añade que en Washington, D.C., existe el más alto nivel de desempleo de la juventud, 86%, en Estados Unidos. Ahora en la Ciudad de New York, Chicago y Detroit, el nivel de desempleo de la juventud es superior al 80%. En Gary, Indiana, con una población en su mayoría negra (84%), el número de trabajos ha descendido en un 54% desde febrero de 2009. Fíjense que esta gran pérdida de trabajo sucedió después de que se cerraron en su mayoría los grandes centros de la industria siderúrgica, que constituyeron la industria que más vida le dio a Gary.

Este mundo no fue creado por la juventud negra y latina de los centros urbanos sino que por un mundo distorsionado y pervertido por el sistema capitalista imperialista y su implacable afán de ganancias por todo el mundo. Un mundo capitalista que extingue cada chispa de amistad y amor, que convierte todo y todos en mercancías de compraventa. Un mundo en que para conseguir un trabajo, siempre tiene que ser primero que enriquezca al capital, y éste recorre sin cesar el mundo en su interminable afán de máximas ganancias.

Un importante ejemplo que ilustra eso es la historia del pueblo negro en este país. Por siglos los negros recogieron algodón en los campos del Sur, primero como esclavos y luego como aparceros. Este trabajo rompe-espaldas fue una parte esencial de lo que permitió que Estados Unidos ascendiera entre las potencias capitalistas e imperialistas del mundo. Con la mecanización de la agricultura y otros cambios en la sociedad en general, las masas negras emigraron desde el sur, unas de las grandes migraciones del mundo, hacia las ciudades del Norte y Oeste. Muchos de ellos trabajaron en las fábricas y fundiciones, casi siempre en los oficios más peligrosos de menor paga sin opciones de alcanzar algo mejor. Muchos más, sobre todo las mujeres, trabajaron en el sector servicios de salario mínimo.

Pero esas fábricas y fundiciones dejaron de ser rentables. Miles fueron cerradas. Los distritos comerciales fueron abandonados y los restaurantes y tiendas fueron cerrados. Millones de personas perdieron el trabajo. Al continuar el capital su afán de ganancias y su propia expansión, las fábricas se trasladaron de Detroit, Pittsburgh y Cleveland a México, luego Vietnam y finalmente China, llevando la explotación por todas partes y dejando secuelas de devastación.

El “atractivo” de una posibilidad de un trabajo de paga y de escapar del vil régimen de leyes Jim Crow de linchamientos y segregación que había sacado a tantos negros del Sur rural en unas cuantas décadas se transformó en una realidad marchita y dura de ciudades muertas, fábricas cerradas y barrios empobrecidos patrullados constantemente por los agentes armados del orden.

Para colmo, ¡les echan la culpa a los jóvenes por la situación en que el sistema los tiene atrapados!

Este mundo no fue creado por los jóvenes de los centros urbanos pero es el mundo que éstos han heredado. En este sistema no hay futuro para la juventud, pero en la revolución sí lo hay.

“UN MUNDO COMPLETAMENTE DIFERENTE, UN FUTURO MUCHO MEJOR, ES POSIBLE. TENEMOS LO QUE NECESITAMOS PARA LUCHAR POR ESE MUNDO, POR ESE FUTURO.

“NOS TOCA A NOSOTROS ENTRARLE Y ASUMIR EL RETO DE HACER QUE ESTO OCURRA.

“Como dice la Constitución de nuestro Partido: ‘La emancipación de toda la humanidad: esa, y nada menos, es nuestra meta. No existe ninguna causa mayor, ningún objetivo mayor a que dedicarnos la vida’”.

—de “La revolución que necesitamos... La direccion que tenemos
Un mensaje, y un llamamiento, del Partido Comunista Revolcionario, Estados Unidos

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