Revolución #223, 23 de enero de 2011


Carta de un lector:

Presos protestan por condiciones inhumanas

El 3 de enero de 2011, cuatro presos lanzaron una huelga de hambre en la penitenciaría estatal de máxima seguridad de Ohio en Youngstown, para protestar por los 17 años de horrible aislamiento y tratamiento inhumano. Los cuatro hombres, Bomani Hondo Shakur, Siddique Abdullah Hasan, Jason Robb y Namir Abdul Mateen, fueron sentenciados a muerte por su presunta participación en el asesinato de nueve presos y un guardia durante el importante levantamiento de 11 días en la prisión de Lucasville en 1993. Si bien no se conocen las verdaderas circunstancias de esas muertes, no existe evidencia creíble de la participación de estos hombres. El verdadero motivo de las sentencias de muerte es que en diversos grados ellos eran activistas y líderes del levantamiento.

Después de aguantar años de tratamiento y aislamiento infrahumano, están diciendo: “¡BASTA YA!”, y empezaron la huelga de hambre. (Por fuertes problemas de salud, Namir Abdul Mateen no pudo participar en la huelga de hambre. George Skatzes, el quinto hombre que recibió una pena de muerte por la rebelión está en otra prisión porque las autoridades creen que él podría suicidarse). Por 16 años o más, han estado confinados a sus celdas las 23 horas al día. No pueden tener ningún contacto físico con los familiares y amigos que los visiten y no se les permite estar alrededor de otros presos en ningún momento, ni siquiera durante sus horas de “recreación”. Los están castigando por su participación en el levantamiento de 1993 y los están tratando peor que los más de cien presos en el pabellón de la muerte. Una de las demandas es que los alojen con los otros presos en el pabellón de la muerte que reciben mejor tratamiento. Los presos en el pabellón de la muerte pueden dar vueltas caminando, tener comidas colectivas fuera de las celdas y tener algún contacto físico mínimo con su familia y amigos que los visitan. A Bomani le han dicho las autoridades de la prisión que será mantenido en aislamiento social hasta que sea ejecutado.

Justo antes de que empezara la huelga de hambre Bomani Shakur expuso: “Cuando el levantamiento [la rebelión de Lucasville en 1993] terminó, y todo fue dicho y hecho, cinco de nosotros fuimos señalados como líderes y sentenciados a muerte… [H]emos soportado castigo tras castigo, siendo impedidos de participar plenamente en nuestras apelaciones, de tocar a nuestros amigos y familiares, negados de tratamiento médico adecuado y muchas otras cosas más que son tantas para nombrarlas. En una palabra, hemos sido torturados. Y sí, estoy consciente de que la palabra ‘torturado’ es una palabra muy fuerte, pero no conozco ninguna otra palabra que describa adecuadamente lo que hemos estado pasando. Hemos pasado por un infierno”.

El levantamiento de 1993 fue el resultado de años de abuso y encierro represivo de la prisión. En 1990, después de que un preso presuntamente mató a una maestra blanca, las autoridades de la prisión realizaron la Operación Shakedown (una requisa). Pintaron líneas en el piso por los cuales los presos tenían que desfilar para ir a comer; el alcaide montó buzones especiales para que los presos pudieran delatarse entre sí y se les permitía una breve llamada telefónica de Navidad cada año. En 1993, los presos musulmanes protestaron por la vacuna contra tuberculosis que contenía alcohol, una sustancia que no podían ingerir por su religión musulmana. Cuando las autoridades se rehusaron a cumplir con la demanda de no aplicar las vacunas, 400 presos se tomaron un bloque de celdas por 11 días, durante los cuales toda clase de furia acumulada de los presos fue expresada. El levantamiento era en contra de muchas condiciones de la prisión. El sistema nunca ha perdonado a los 5 de Lucasville por haber jugado un rol importante en la rebelión.

Después de la rebelión, el estado construyó una prisión de máxima seguridad en Youngstown que no tiene un espacio de recreación al aire libre. Cuando Staughton Lynd, un abogado y autor de Lucasville: The Untold Story of a Prison Uprising, le preguntó a Wilkinson, director del sistema carcelario de Ohio, sobre el hecho de que no había manera de que los presos salieran afuera, sintieran la lluvia, vieran el sol y hicieran ejercicio, éste contestó: “Bueno, el motín de Lucasville empezó en el patio de recreación”.

Luego se dio la condena apresurada e injusta de los 5 que las autoridades acusan de dirigir la rebelión y de participar en el asesinato de nueve presos y un guardia. Durante el juicio de Bomani, la fiscalía no aceptó ninguna moción de revelar pruebas, lo que significa que se supone que la fiscalía la entregue a la defensa información que podría ser exculpatoria. La fiscalía le dio al abogado de la defensa una lista de 50 nombres y una lista de resúmenes de entrevistas de tres o cuatro frases y dijo que no se podía revelar cuál preso concedió cuál entrevista resumida porque sería un riesgo de seguridad.

La apelación de Bomani se enfocó en el asunto de la moción de revelar pruebas y su petición de habeas corpus. En la audiencia de apelación, Staughton Lynd tenía una declaración de un prisionero que decía: “Yo estuve ahí. Yo vi los sucesos por los que condenaron a LaMar [Bomani Shakur]. LaMar no tuvo nada que ver con eso”. En otros casos, las autoridades coaccionaron a los presos para que delataran a los cinco hombres por ser líderes del levantamiento. (Ver más detalles y un resumen de la rebelión de Lucasville de 1993 en el libro de Staughton Lynd, Lucasville: The Untold Story of a Prison Uprising). En este momento Bomani ha perdido su última apelación y dice que ahora su ejecución está más cerca.

Una carta abierta a la administración de las cárceles de Ohio en nombre de los presos de Lucasville en huelga de hambre cuenta con la firma de mil activistas, académicos, artistas y otros de Estados Unidos y todo el mundo. Dice en parte: “Mantener a los hombres en aislamiento de máxima seguridad por largos plazos es una clara violación de la VIII Enmienda que prohíbe el castigo inusitado y cruel”.

Al cierre de esta edición, Staughton Lynd le dijo a Revolución que las autoridades carcelarias han aceptado verbalmente algunas de las demandas, por ejemplo, que se permite que los cuatro hombres estén fuera de sus celdas 18 horas cada semana y estén alrededor de otros presos, los internos comunes del pabellón de la muerte; no obstante, no pueden practicar ningún deporte ni comer con ellos. Pueden estar en el espacio con otros para charlar pero no participar en ninguna actividad de grupo. A partir del 1º de febrero, podrán tener visitas con contacto a medias; o sea, se dispondrá de una abertura de plástico por la cual los internos pueden tomarse la mano de los seres queridos. Los internos tendrán acceso a computadoras para investigar sus casos jurídicos. Tendrán la oportunidad de hacer una llamada telefónica de una hora cada día. Contaron con mucho menos tiempo antes. Tendrán acceso a todo lo que esté en la tienda y podrán recibir paquetes de amigos y familiares.

No obstante, el estado no hizo concesiones en respuesta a la demanda de estar en el pabellón de la muerte con los otros 125 hombres. No existe ningún acuerdo con firmas entre los presos y las autoridades carcelarias. Instamos a las y los lectores a estar atentos a la situación y a mantenerse sintonizados a revcom.us.

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