Revolución #225, 27 de febrero de 2011


De “Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad”

El poder estatal revolucionario, lo más liberador

El siguiente pasaje es de un número especial del periódico Revolución, “Una declaración: Por la liberación de la mujer y por la emancipación de toda la humanidad”, publicado con motivo del Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo de 2009. Quienquiera que tenga algún deseo de saber por qué la MITAD de la humanidad permanece en cadenas por su género Que quiera entender la opresión de las mujeres Y ADEMÁS quiera saber lo que se puede hacer concretamente para arrancar de raíz esta opresión y crear un mundo sin esta, necesita leer, discutir y adentrarse profundamente en esta Declaración. Vaya a revcom.us en línea, visite Libros Revolución (de la lista de la página 15) o pídale que el distribuidor del periódico Revolución en su localidad le ayude a conseguir un copia de esta Declaración.

Imagínese que si tanto la rabia reprimida como la creatividad y el anhelo de vivir de un modo diferente que arden al interior de las mujeres se desencadenaran y contaran con una dirección consciente; si se convirtieran en chispa no solo para desafiar toda forma de opresión contra las mujeres sino contribuir al desarrollo y a la revolucionarización de la sociedad y el mundo entero.

Imagínese que si la mitad de la humanidad ya no estuviera obligada a vivir siempre consciente de que en cualquier momento del día o de la noche, en la casa o en la calle, pudiera ser objeto de un ataque y violación, de parte de soldados conquistadores, depredadores desconocidos y las más de las veces sus propios “amantes”. Imagínese cómo se sentiría si las mujeres pudieran recorrer la tierra verdaderamente libres de ese tipo de miedo.

No es solo un sueño — es posible.

Imagínese que si nunca jamás una mujer tuviera que saber qué significa vender su propio cuerpo como último recurso desesperado para poder dar de comer a sí misma o a sus hijos o de otra forma vivir la sexualidad bajo la coacción o de manera obligatoria.

Imagínese que si la sexualidad y la intimidad fueran algo en que pudieran participar todos solamente de manera libre y voluntaria y sobre la base del respeto mutuo, la igualdad y el deseo compartido. Imagínese un mundo en que los jóvenes crecieran con la educación y apoyo que necesitan para poder explorar relaciones personales y sexuales sanas cuando estén listos sin estar agobiados por amenazas físicas o el daño emocional innecesario.

No es solo un sueño — es posible.

 

En muchos sentidos, y particularmente para los hombres, la cuestión de la mujer y el querer eliminar por completo las relaciones de propiedad y sociales existentes y su correspondiente ideología que esclavizan a la mujer, o conservarlas (o quizás “solo un poquito” de ellas), es un criterio de prueba entre los oprimidos. Es una línea divisoria entre “querer ser parte” o realmente “querer zafarse”: entre luchar por acabar con toda la opresión y explotación —y la mismísima división de la sociedad en clases— o por conseguir una tajada en última instancia.

— Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos
De ¿Un fin horroroso, o un fin al horror?, RCP Publications, 1986

Piense en qué quiere decir que hoy para los hombres no hay ningún insulto que les duela más que se le llamara un “puto” o “maricón”. Ahora, imagínese un día en que la gente del futuro repasara las restrictivas nociones de género de hoy —de lo que implica ser un “hombre” y lo que implica ser una “mujer”— como si fueran alucinantes idioteces del pasado opresivo de la humanidad.

Imagínese una sociedad en que no se valorara a la mujer según las normas de la belleza física y no se redujera su valor y potencial humano a una u otra parte del cuerpo sino en que al contrario se relacionara con ellas como seres humanos en el sentido completo.

Imagínese que si todas las mujeres tuvieran acceso al aborto y al control de la natalidad cuando los quisiera, sin estigmas ni disculpas. Imagínese que si todo el mundo aprendiera tanto la ciencia con respecto a la biología de la mujer como la ciencia y el método científico más ampliamente, para que nunca jamás los llamados “santos varones” pudieran traficar con la ignorancia de la gente para amontonar sobre las mujeres el peso de la tradición, los grilletes de la maternidad obligatoria y la asfixia de la vergüenza por haberse ejercido esos derechos más fundamentales.

Esto no es solo un sueño —es posible— y clama con urgencia por concretarse.

Pero imagínese más que eso.

Imagínese que un nuevo estado revolucionario y su dirección comunista insistieran en todo eso y que le dieran orientación y recursos. Ahora imagínese si en ese contexto y sobre esa base se desencadenara un proceso general en que se alentaran el debate y el disentimiento a lo largo de la sociedad; en que no hubiera represión contra quienes tuvieran impaciencia con el ritmo del cambio, sino que al contrario se les diera una plataforma desde la cual hacer críticas y se les diera espacio para experimentar. Imagínese si personas de todas partes de la sociedad y de diferentes orígenes estuvieran trabajando juntas para echar al vacío y cambiar radicalmente todas las relaciones humanas establecidas a través de miles de años de cadenas de tradición.

Imagínese que en vez de ser un lugar donde con frecuencia se frustran las necesidades de amor y compasión de la gente y en que hasta se burla de ellas, las familias mismas se sometieran a una transformación radical. Imagínese que los matrimonios y las relaciones de pareja estuvieran forjados sobre una base verdaderamente voluntaria donde el amor, el respeto, la compasión y la igualdad caracterizaran cada vez más la manera en que las personas se relacionaran entre sí en toda la sociedad. Imagínese que la gente tuviera privacidad y pudiera estar libre de presiones dentro de sus casas, pero al mismo tiempo que todo el mundo supiera que si sufriera algún abuso o cualquier forma de degradación, que en caso de denunciarlos, luchar en su contra o marcharse, contaría con apoyo en la sociedad y sus instituciones.

Imagínese que las personas pretendieran ir aún más lejos, desarrollando nuevas formas de comunidad y nuevos caminos en que se respaldaran entre sí y se florecieran mutuamente, que cada vez más desmantelaran la institución de la familia que está basada en los lazos limitados, y que se vienen achicando, del parentesco biológico y crearan cada vez más la base para por fin trascender esa institución.

Imagínese que de diversas formas en la transición a ello, entre comunidades diferentes y sus interrelaciones, la sociedad en conjunto —tanto hombres como mujeres— empezara a asumir la responsabilidad y a encontrar dicha en la crianza de las nuevas generaciones. Los niños ya no serían la propiedad de los padres ni se esperaría que cumplieran los sueños de estos, ni carecerían de opciones a causa de las penurias que vivían sus padres — y la idea de “ilegitimidad” de nuevo perdería vigencia y se le consideraría la noción anticuada y atroz que es. Imagínese que una nueva generación entera creciera con juegos que no inculcaran en su mente la noción de que los niños son mejores que las niñas o que existen personas mejores que otras. Imagínese que creciera cada nueva generación imbuida de los valores de una nueva sociedad que le da prioridad al bien común mientras desencadena el pensamiento crítico, la creatividad y la expresión individual.

Imagínese una sociedad en que ya no se encauzaran las energías creativas por nuevos caminos siempre más bajos de degradar a la mujer y agravar las opresivas divisiones sociales, sino que en vez de eso, se integrara a las amplias masas, libres de las restricciones del género o cualquier otra división social desigual y opresiva, al proceso de crear arte que eleve el espíritu de la gente, que rete a pensar de manera crítica y que expanda sus horizontes. Imagínese que los niños y los hombres no estuvieran enredados en la estúpida y explotadora “cultura machista”, que ya no fueran objeto de la influencia de toda una vida de bombardeo de imágenes de cuerpos de mujeres, semidesnudas y medio muertas de hambre, que se usan para vender desde los bienes de consumo hasta ideologías y guerras, sino que en cambio, los niños y los hombres fueran capaces de relacionarse con las mujeres como seres humanos en pie de igualdad. Imagínese el florecimiento de esta cultura radicalmente nueva y liberadora basada en la igualdad y el respeto mutuo entre hombres y mujeres, entre diferentes culturas y nacionalidades, rebosante de diversidad, llena a la vez de diversión como también de seriedad, de significado como de humor, pensamiento crítico así como también exploración y belleza.

Imagínese la manera en que todo eso crearía una atmósfera totalmente distinta en que las personas se conocerían y se relacionarían entre sí. Imagínese por eso las conversaciones que nacerían y la nueva manera de pensar que surgiría. Imagínese que, como dijo una joven mujer que ya había expandido sus horizontes entrando al movimiento revolucionario, “entraras a una cafetería y oyeras a las mujeres conversando sobre filosofía y sobre cómo resolver los problemas más grandes de humanidad en vez de estar hablando del tamaño de sus nalgas”. Imagínese cómo todo eso pudiera contribuir a avivar y a dar iniciativa a innovaciones en las ciencias y en los deportes, en la educación y la filosofía, y en otras esferas de la actividad y pensamiento humano y a interactuar de forma positiva con ellas.

Imagínese que no se aplastaran ni se suprimieran los brotes de lucha en contra de los vestigios de la opresión de la mujer sino que se les alentaran, dándoles vida y habilitándolos a jugar un papel crucial en el proceso de cambiar al mundo — aunque se estuvieran topando con otras actividades importantes para resolver necesidades sociales concretas o que los “interrumpieran”. Si se dispusiera de una dirección de forma tal que estos retos también llegaran a ser parte de aprender más a fondo acerca de las transformaciones sociales que se necesitarían y cómo se podría satisfacer las necesidades de la sociedad de nuevas formas que concordarían con la meta final de un mundo comunista libre de todas las formas de opresión y explotación y que representarían un avance vivo en esa dirección.

¿Utópico? No, en absoluto.

El Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos ha puesto su vista en hacer la revolución, aprendiendo de la experiencia histórico-mundial de la revolución comunista y las sociedades socialistas que estas han creado, retomando los grandes logros y resumiendo los problemas y errores serios de esas revoluciones. Para adentrarse más profundamente en todo lo que se “imagina” en este pasaje… y cómo realmente se podría forjar esto, chequee el discurso de Bob Avakian, “Contradicciones todavía por resolver, fuerzas que impulsan la revolución” y la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte (Proyecto de texto), del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (en revcom, Libros Revolución y de los distribuidores de Revolución). Esta revolución visionaria y liberadora no es una quimera. Existe un camino real para lograr esto, descrito en la declaración, “Sobre la estrategia para la revolución” del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos. Está en revcom.us y la próxima semana será publicada en un número especial de Revolución.

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