Revolución #227, 20 de marzo de 2011


La catástrofe en el Japón
El terremoto, el tsunami y el horror nuclear

La siguiente carta es de una lectora que ha estado siguiendo los sucesos en el Japón:

Son desgarradoras las escenas de enorme destrucción y sufrimiento del pueblo a causa del terremoto y tsunami sin precedentes que azotaron el noreste del Japón. Los preparativos para terremotos son parte de la cotidianidad de este país, que está ubicado en una zona sísmica muy activa, y las zonas costeras tienen tajamares y sistemas de alerta contra tsunamis. Pero nadie estaba preparado para lo que pasó el 11 de marzo. Ese viernes por la tarde, se dio un terremoto de una magnitud de 9.0, el séptimo más potente jamás registrado en el mundo y el más potente jamás registrado en el Japón, no muy lejos de la costa cerca de Sendai, una ciudad de un millón de habitantes. El propio terremoto causó fuertes daños en la región de Tohoko al noreste de la ciudad capital de Tokio. Las personas describieron violentas sacudidas que duraron más de cinco minutos. Las fuertes réplicas seguían sacudiendo la zona.

Pero esto para nada representó lo peor. A poco más de media hora después del terremoto, una gigantesca oleada del mar, un tsunami, causada por el estremecimiento del lecho del mar cayó estrepitosamente sobre la zona costera. La oleada, de diez metros o más de altura, inundó velozmente a ciudades, pueblos y aldeas de pescadores y penetró kilómetros tierra adentro. Si bien las alarmas anti-tsunami sonaron y muchas personas lograron escapar a lugares más altos, muchas más no estuvieron sobre aviso y no pudieron llegar a un lugar seguro a tiempo. Los videos chocantes y casi surrealistas muestran al poderoso tsunami que se llevaba casas enteras, barcos, carros y enormes cantidades de escombros no identificables. La aldea de Minamisanriku tenía 17 mil habitantes; en los días después del desastre, más de la mitad de ellos estaban desaparecidos y se temía que hubieran resultado muertos. Toda la zona portuaria de Sendai resultó arrasada. Muchas otras comunidades de la costa resultaron fuertemente dañadas. Estas aguas no fluyeron lentamente. Un señor de Minamisanriku describió que, al huir en su carro a 70 km la hora, el gigantesco tsunami le pisaba los talones y le ganaba el paso.

Al cierre de esta edición, el saldo oficial de muertos es de unos miles, pero sin duda la cifra será mucho mayor, quizá de muchas decenas de miles. Existen vastas extensiones de campos de escombros, de metros de profundidad, y nadie sabe cuántos cadáveres están enterrados ahí. Más de 400 mil personas han perdido sus hogares y viven en albergues de emergencia. Escasean el agua, la comida y la electricidad. La temperatura de noche ha estado debajo de cero o menos. El terremoto de 9.0 y el gigantesco tsunami, en sí, eran desastres de proporciones horrorosas. Pero eso para nada ha representado el fin de la pesadilla. A unos 120 km al sur de Sendai está una planta nuclear llamada Fukushima Daiichi, con seis reactores. El terremoto y el tsunami noquearon el suministro de electricidad de la planta así como los generadores de emergencia. Como el poder de baterías se acabó después de unas horas, no había forma de mantener el agua circulando y enfriar los núcleos de material nuclear y controlar la reacción nuclear, lo que podría conducir a lo que se llama "una fusión" del núcleo del reactor. Los expertos en todo el mundo dan alarmas urgentes acerca de lo que pasa y advierten que estamos al borde del precipicio de una potencial catástrofe nuclear sin precedentes. Un experto dijo que ésta podría ser "un Chernobil con esteroides", en referencia a la fusión y explosión del reactor nuclear de 1986 en Chernobil en Ucrania (en ese entonces una parte de la Unión Soviética), que lanzó peligrosas nubes de radiación por una extensa zona y causó miles, quizá decenas de miles de muertes o más debido al cáncer. Chernobil tuvo un reactor; la planta japonesa tiene seis, todos los cuales al parecer ahora están en graves problemas.

En cosa de horas y días, se hizo añicos la vida cotidiana "normal" de millones de personas en el Japón. Al momento de escribir esta carta, la situación podría experimentar cambios dramáticos muy veloces. Están en el aire muchas incógnitas y cuestiones sin respuesta, en parte por la naturaleza sin precedentes de los sucesos pero también por los esfuerzos deliberados de las autoridades de restarle importancia a la situación y encubrir la verdad. Me parece que se puede señalar un par de puntos acerca de la situación general. 1. El terremoto y el tsunami que azotaron la costa noreste del Japón fueron un desastre natural devastador. Pero el horror nuclear que ahora amenaza al pueblo japonés, y posiblemente a muchas personas más en el este de Asia y más allá, es un producto intrínseco del sistema capitalista imperante en el Japón. La empresa que es propietario y operador de la planta Fukushima Daiichi, la Cía. Tokyo Electric Power (TEPCO), es uno de los más grandes operadores de servicios públicos no gubernamentales en el mundo y tiene un tristemente célebre historial de accidentes y casi-desastres. En 2002, algunos de sus ejecutivos tuvieron que renunciar cuando se salió a la luz que la empresa había ocultado evidencias de grietas en los recintos de contención de los reactores nucleares. En 2007, un terremoto dañó una planta nuclear de TEPCO en la costa oeste del Japón, que según informes causó fugas de material radiactivo. Pero el gobierno permitió que la empresa volviera a poner los reactores de esta planta en marcha en 2009, a pesar de las protestas de los grupos ambientalistas y antinucleares y las personas de la región.

Según una comunicación diplomática que salió en los documentos divulgados hace poco por Wikileaks, un funcionario del Organismo Internacional de Energía Nuclear advirtió en 2008 que las reglas de seguridad de las plantas de energía nuclear japonesas estaban seriamente desfasadas y que un fuerte sismo representaría un "problema serio". Pero las autoridades japonesas desconocieron esas advertencias y la oposición popular. Estos ultrajes no tienen que ver principalmente con la negligencia del gobierno o la avaricia de las empresas. Tal vez la construcción de instalaciones nucleares extremadamente peligrosas en una zona sísmica conocida se parezca a un acto de locura, y es completamente irracional, en vista de los intereses de la humanidad. Pero las necesidades de sistema están impulsando a aquellos que están en el poder en el Japón, o sea, la clase capitalista imperialista y su estado. Como parte de su implacable afán de maximizar ganancias, y en contra de los otros imperialistas y potencias rivales que hacen lo mismo, promueven y utilicen fuentes de energía que obedecen a esos intereses de clase. No toman en cuenta, y en lo fundamental no pueden tomar en cuenta, los intereses de la humanidad ni servir de guardianes de los ecosistemas de la tierra. Japón es un país isleño sin fuentes internas de petróleo, y sus gobernantes han estado muy interesados en aumentar el uso de energía nuclear, la cual hoy genera un tercio de la energía del país. (Japón, desde luego, no es el único país que ha construido un número considerable de plantas nucleares; por ejemplo, existen más de cien en los Estados Unidos, entre ellas dos que están muy cerca de grandes fallas sísmicas en California, y Francia genera un 80% de su energía en plantas nucleares.)

La llamada "alborada de la edad nuclear" empezó con el bombardeo atómico estadounidense contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, que resultó en la muerte instantánea de 200 mil personas, pero los gobernantes japoneses han estado promoviendo la energía nuclear como una fuente de energía "eficiente" y "limpia". Desde luego los imperialistas japoneses (al igual que las otras potencias imperialistas) también siguen usando enormes cantidades de carbón y yacimientos de petróleo que generan gases del efecto de invernadero y aceleran el cambio climático global. Pero si no se portaran de esa forma, los otros imperialistas y grandes rivales como China los echarán a un lado e incluso los eclipsarán. 2. A partir de los días iniciales de la crisis, las autoridades japonesas, de la mano con la TEPCO, se han esforzado constantemente para restarle importancia a la gravedad de la amenaza nuclear y para impedir que se conozca la verdad. Por ejemplo, en el programa Democracy Now! del 16 de marzo, Philip White, del Centro de Información Nuclear para Ciudadanos en Tokio, dijo que los funcionarios están encubriendo la gravedad de la radiación que ya está saliendo de los reactores dañados: "Han dicho repetidamente que por debajo de… una dosis de 100 milisieverts, no existe ningún peligro. A veces dice eso con la reserva de que no existe ningún peligro inmediato, lo que tal vez en teoría sea cierto. Pero siempre se han negado a señalar que la ciencia reconoce estos niveles bajos de radiación —quizá haya cierto debate— pero en lo fundamental, según el consenso, el peligro que existe para una persona es proporcional a su exposición o dosis. Y eso es cierto hasta en el caso de las dosis menores, me entiende. Así que en la comunidad de los científicos no se reconoce la noción de que de una forma u otra uno estará a salvo con una dosis menor de 100 milisieverts. La diferencia es que no existe, usted no va a contraer, una aguda enfermedad por radiación; más bien, tendrá efectos a largo plazo, como el cáncer. Pero ellos simplemente se han negado a presentar esa perspectiva, lo que… me entiende, eso va al extremo del franco engaño, a mi parecer".

Algunos comentaristas de las noticias "explican" que los funcionarios del gobierno japonés quieren evitar el pánico en la población. Pero las mentiras y los encubrimientos no tienen nada que ver con un interés genuino por el pueblo. El estado japonés —el gobierno, la policía y las fuerzas armadas en especial— no representa los verdaderos intereses del pueblo pero es un instrumento de dominio de la clase capitalista imperialista y está en una posición de antagonismo fundamental contra aquellos sobre los cuales domina. Esta certeza fundamental es lo que guía la manera global en que el estado japonés está respondiendo a este desastre. El gobierno japonés no está movilizando en serio la iniciativa, la determinación y la creatividad de las masas populares, científicos y otros expertos para lidiar con la crisis. Al contrario, en muchas zonas afectadas ha dejado a la deriva a las personas, en la pasividad a la espera de ayuda o de plano las ha abandonado. Una señora parada en medio de la devastación de un pueblo le dijo iracunda a Al Jazira: "Van y vienen unas señoras grandes alrededor de esta zona peligrosa. El gobierno de la localidad no ha llamado a hacer nada ni nos ha dicho qué es el siguiente paso. En líneas generales, nos está desconociendo, y además nos está diciendo que hagamos la limpieza por nuestra cuenta. No viene nadie hasta acá".

Como señala el artículo "Un desastre global… Una respuesta necesaria" (en revcom.us): "La humanidad no puede predecir y controlar la naturaleza pero no es necesario mediar los efectos de los desastres naturales vía las relaciones sociales actuales. Están privándoles a las personas de informaciones sobre lo que les están pasando. Les están diciendo que ‘se porten de manera ordenada’, que obedezcan a las autoridades. Esto es precisamente la peor forma de lidiar con algo como esto: es necesario mantenerlas informadas y movilizadas para lidiar con un desastre de esta clase, y la historia demuestra que cuando se suspendan las relaciones sociales normales durante desastres de esta clase, las personas casi siempre reaccionan organizándose a sí mismas para lidiar con la situación… y las autoridades siempre reaccionan reprimiendo eso a la fuerza. Eso no puede ocurrir". Un terremoto y un tsunami de la magnitud y fuerza de los que ocurrieron el 11 de marzo habrían causado mucha devastación en cualquier sociedad. Pero el sufrimiento del pueblo, y el potencial de que horrores aún mayores azotaran al pueblo y el medio ambiente, se han amplificado muchas veces debido a la naturaleza y el funcionamiento del sistema capitalista imperialista. 

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