Revolución #231, 1° de mayo de 2011


Chernóbil en Japón:
el horror nuclear capitalista

Por un mes, la contaminación radiactiva ha estado escapándose de los reactores nucleares de Fukushima tras el terremoto y tsunami enormes que golpearon la costa oriental de Japón. Partículas radiactivas se han dispersado por una amplia región donde viven millones de personas. Han contaminado cultivos de alimentos, agua de la llave y el suelo, poniendo en peligro la salud humana y envenenando ecosistemas. Se ha arruinado el sustento de los agricultores y pescadores, mientras que el gobierno ha omitido por completo informarles sobre lo que sea dañino y lo que no, y de hecho ha ocultado los peligros al afirmar que los niveles de radiación son demasiado bajos como para representar peligro alguno. Los equipos siguen descubriendo cadáveres de víctimas del tsunami y del terremoto. Han muerto o desaparecido 28.000 personas y 150.000 están todavía en albergues temporales.

El dueño de la central, Tokyo Electric Power Company (TEPCO), vertió adrede al océano toneladas de agua radiactiva, al mismo tiempo que aguas aún más radiactivas salían a chorrazos de una laguna cerca de uno de los reactores. Durante días, siete toneladas de este potaje fluían derecho al océano cada hora. Después, se midieron niveles de radiación en mar abierto que superaban el límite legal por un factor de 7.5 millones. Es indignante que en todo esto las autoridades y medios de comunicación del mundo sin excepción han pintado un cuadro falso, afirmando que, como por arte de magia, nada de esto presentará ningún peligro para los ecosistemas del mar ni para la gente. Sin embargo, la verdad es que ciertos materiales radiactivos como el cesio-137 pueden ser absorbidos por la base de la cadena alimenticia, en el fitoplancton, el zooplancton y el alga kelp, y luego pueden acumularse en los peces, los mamíferos marinos y los seres humanos. Se ha descrito el océano como si fuera un vertedero sin fondo que fácilmente podría diluir la radiación a niveles minúsculos. Se trata del mismo punto de vista que ha permitido la enorme destrucción ya ocurrida en los océanos del mundo, con grandes consecuencias para los ecosistemas oceánicos y posiblemente para la vida sobre la Tierra en sí.

Después de minimizar por semanas la magnitud y los peligros de la crisis nuclear, el gobierno japonés reconoció el 11 de abril que el desastre era de la misma clase que Chernóbil. La Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial de Japón (NISA) elevó la categoría del accidente nuclear de Fukushima para fijarlo como un desastre de nivel 7 en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares, lo cual implica “efectos generalizados a la salud y al medio ambiente” y el “escape externo de una parte significativa del inventario del núcleo del reactor”. La NISA calcula que los reactores nucleares dañados de Fukushima Daiichi ya habrían dejado escapar una cantidad equivalente al 10% de los materiales radiactivos escapados de Chernóbil. En vista de que el gobierno ha subestimado continuamente los niveles de contaminación, la cantidad verdadera puede ser mayor. Un representante de TEPCO dijo: “Lo que nos preocupa es que con el tiempo esto pueda sobrepasar Chernóbil”.

Chernóbil fue el peor accidente nuclear de la historia. Envenenó grandes extensiones de tierra, y los cálculos acerca de cuántas personas terminarán por morirse del cáncer como resultado de Chernóbil van de miles a cientos de miles. Sin embargo, a diferencia de Chernóbil donde había un solo reactor, en Fukushima hay tres reactores activos severamente dañados que están experimentando algún grado de fusión nuclear accidental, además de enormes cantidades de barras de combustible gastadas y altamente radiactivas para las cuales no se puede restaurar los sistemas de enfriamiento. André-Claude Lacoste, jefe de la Autoridad de Seguridad Nuclear (ASN) de Francia, dijo que la limpieza seguiría siendo un problema “por décadas y décadas en el futuro”.

Los voceros del gobierno afirman que el peligro de la central de Fukushima se ha aliviado considerablemente, pero la verdad es que la situación sigue siendo peligrosa y no está bajo control. Hay evidencia de la probabilidad de que el núcleo radiactivo del reactor #2 se haya filtrado o haya fundido a través de la vasija de contención, lo que supondría un mayor escape de radiactividad y el peligro de una explosión. Se está bombeando gas nitrógeno a por lo menos un reactor adicional en un esfuerzo de contrarrestar la acumulación de hidrógeno, la causa de las previas explosiones. Siguen inyectando agua en los reactores y en las piscinas de combustible gastado en un intento de enfriar el combustible nuclear. Esa agua luego se vuelve radiactiva y se derrama por todo el entorno, lo que dificulta o imposibilita la reparación o el reemplazo de equipo y la restauración de los sistemas de enfriamiento. Todavía hay réplicas en la región, y estas pueden provocar escapes radiactivos aún más peligrosos.

Michael Friedlander, ex administrador en centrales nucleares de Estados Unidos, dijo que los problemas “superan la capacidad del diseño” de la central y que en “ninguna central nuclear se haya contemplado jamás la imposibilidad de restaurar el enfriamiento de largo plazo después del lapso de una semana”, y ahora estamos a un mes desde que empezó esta crisis. TEPCO ha reconocido que “no se prevé el fin” del desastre.

El gobierno japonés había evacuado a quienes viven menos de 20 kilómetros de la central de Fukushima y les había dicho a los que viven dentro de un radio de 29 kilómetros que se quedaran en casa. Ha sido evidente por semanas que la contaminación es mucho más peligrosa y que se ha extendido mucho más de lo que el gobierno ha reconocido. Greenpeace envió a equipos para medir los niveles de radiación en locales más allá del límite de 20 kilómetros. En el pueblo de Iitate, a 40 kilómetros de Fukushima, descubrieron que después de unos días de estar expuestos, los niveles de radiación se equivaldrían al límite anual permitido. El observador de Greenpeace Thomas Breuer dijo que en Fukushima, una ciudad de 340.000 personas a 64 kilómetros de la central nuclear, la gente seguía su rutina diaria aunque estaba expuesta a niveles dañinos de radiación por toda la ciudad. El 11 de abril, el gobierno aceptó evacuar a algunas comunidades más allá de la zona de exclusión de 29 kilómetros. Finalmente, el 16 de abril, las autoridades japonesas consintieron en ampliar la zona de evacuación de 20 a 29 kilómetros.

Una respuesta vergonzosa

La respuesta a esta catástrofe inmensa de parte de todo el sistema capitalista  mundial ha sido parálisis, mentiras, encubrimiento, negaciones y una temeraria puesta en peligro de vidas. Ningún país ha develado en términos reales los enormes peligros que supone la destrucción de estos reactores nucleares ni los enormes peligros que esta catástrofe ha desatado para la salud humana y los ecosistemas; además, ningún país ha tomado medidas para ayudar de manera significativa a poner a salvo a la gente. Al contrario, los científicos, los activistas y otras personas de a pie han estado luchando para sonar el clarín y hacerle frente a todo esto. Pero como dice el número especial de Revolución “¡Emergencia!”, estos “se topan de frente con las relaciones de las ganancias al mando que dominan la vida social y económica sobre el planeta y que ponen trabas para que la humanidad no pueda tomar las acciones que correspondan para conservar el planeta”.

El 10 de abril, el secretario del gabinete japonés Yukio Edano defendió la respuesta del gobierno japonés a la crisis. Dijo que el gobierno había hecho todo lo posible y que la magnitud del sismo y del tsunami había sobrepasado lo que se pudiera imaginar. Eso es totalmente falso.

Como todos los países capitalistas (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y los demás), la economía de Japón solo puede funcionar mediante tremendas inyecciones de energéticos. Japón, que no cuenta con combustibles fósiles y por eso se ve obligado a importarlos, tomó una decisión estratégica de desarrollar la industria nuclear. Esa industria ahora suministra el 30% de la energía del país y se piensa aumentar esa cantidad al 60% para 2100. Todos los 55 reactores nucleares de Japón están ubicados en zonas de actividad sísmica y, de hecho, varios están en zonas consideradas de mayor actividad sísmica que las golpeadas hace poco por el terremoto y tsunami masivos en Fukushima.

Pasan por alto las advertencias de los científicos

El gobierno japonés, durante más de una administración, pasó por alto las advertencias de sus propios expertos de que las centrales nucleares estaban vulnerables ante un terremoto. Ishibashi Katsuhiko, miembro destacado de un panel oficial de expertos que supervisaba las pautas para el diseño sísmico, renunció en protesta cuando no se le hacía caso de sus advertencias. Después de varios terremotos en 2005 a 2007 en las proximidades de tres centrales nucleares (incluida una de TEPCO), Ishibashi señaló que todos esos sismos habían sido más fuertes que la capacidad de aguante del diseño de las centrales. Dijo que las pautas sísmicas de Japón eran defectuosas y que “el sistema de hacerlas cumplir es un desquicio”.

Ishibashi agregó que Japón había entrado en un período de actividad sísmica más intensa durante los años 1990 y pronosticó en 2007 que si no se dieran pasos radicales para reducir la vulnerabilidad de las centrales nucleares a los sismos, “Japón podría experimentar una verdadera catástrofe nuclear en el futuro cercano”.

Así que ¿qué sucedió? ¿Alertaron las autoridades al pueblo acerca de ese peligro y lo invitaron a debatir en toda la sociedad los riesgos humanos y ambientales, y maneras de reconfigurar la sociedad radicalmente para reducir su dependencia tanto de los combustibles fósiles como de la estrategia nuclear que era patentemente un accidente mortífero listo para pasar? ¡¡No!! De acuerdo a Ishibashi, “el gobierno, junto con la industria de energéticos y la comunidad académica, adquirieron el hábito de subestimar los posibles peligros que representan los grandes terremotos”.

Eso se debe a que no hay, ni puede haber, ningún “mecanismo” en el capitalismo para identificar y actuar frente a tales inmensos peligros, para concientizar al pueblo acerca de los costos humanos y ambientales. Hacer eso imposibilitaría el funcionamiento del sistema capitalista. Minaría completamente su impulso y mandamiento más básicos: el sacar ganancias.

Imaginen a los capitalistas de ALGÚN país movilizando a la sociedad a consumir menos con el fin de reducir la necesidad de energéticos basados en combustibles nucleares o en el petróleo. O movilizando para un consenso nacional de que la población deje de desplazarse en carros, viaje en transporte público o deje de producir iJuguetes o algún cachivache tecnológico nuevo, con el objetivo de que la humanidad se aparte del camino totalmente destructor del medio ambiente por el cual nos está llevando el capitalismo-imperialismo. El capitalismo no es capaz de plantear ante la sociedad los riesgos a los ecosistemas mundiales que suponen los combustibles fósiles y nucleares, cuyo consumo lo impulsa la ganancia, y al mismo tiempo retar al pueblo a transformar todo esto, porque eso socavaría completamente su propio funcionamiento.

Pero la situación no tiene que ser así. Como dice el número especial “Emergencia”: “Bajo el capitalismo, la producción social y el cálculo económico se rigen por las ganancias. En el socialismo, eso ya no será cierto. Una sociedad y economía socialista trabajarán de manera consciente para promover y avanzar la revolución mundial hacia un mundo comunista. La toma de decisiones y los cálculos en la economía se regirán por una producción racional y planificada, y por la movilización de las destrezas y conocimientos, recursos y capacidades de la sociedad, con la finalidad de servir lo que sea útil e importante para el mejoramiento de la humanidad del mundo”.

La necesidad de indignación y resistencia

No se puede aceptar esta situación, en ningún lugar. Se trata de un problema mundial y un peligro mundial. Aumenta la ira en Japón por las continuas mentiras y encubrimientos que hacen las autoridades y por su incapacidad de controlar el desastre nuclear. Las protestas antinucleares tempranas, que contaban con decenas o cientos de manifestantes, están creciendo. El 10 de abril, 10.000 personas hicieron protesta en Tokio, incluidas grandes cantidades de jóvenes que se movilizaron por Twitter. Las organizaciones antinucleares de Japón y de otros países están demandando cada vez más que se le diga la verdad sobre la situación a la población, que su seguridad sea protegida, que se evacue a los habitantes de zonas contaminadas con radiación y que se cierren las centrales nucleares. En Alemania, 200.000 personas protestaron contra la energía nuclear. Un llamamiento pide protestas que “demuestren nuestra consternación y nuestra solidaridad con el pueblo de Japón… Demandamos que todas las instalaciones atómicas se apaguen”. Esto es muy bienvenido.

Todos debemos conjuntar cabezas, luchar para desarrollar demandas y unirnos para luchar para que el sistema lidie ahora mismo con los efectos de este desastre. Los gobiernos deben movilizar todos sus recursos para contener el desastre, y deben llevar a cabo un rescate médico y ayuda internacionales. El encubrimiento y las mentiras escandalosos tienen que parar, y se debe informar plenamente sobre lo que está pasando, inclusive por medio de paneles científicos independientes que investigan y averiguan la naturaleza real de esta crisis. Hay que hacer patente la magnitud completa de este desastre humano y natural. Tiene que haber una moratoria inmediata a la construcción de centrales nucleares en todas partes y una desactivación de todas las centrales en todas partes que se hayan construido sobre zonas de actividad sísmica, incluidas las de Estados Unidos en Diablo Canyon y en San Onofre en California. Se debe formular y luchar por otras demandas justas.

¡Estado de EMERGENCIA! El saqueo de nuestro planeta, la catástrofe ambiental y la verdadera solución revolucionaria
Número especial de Revolución sobre la emergencia ambiental que hoy viven la humanidad y los ecosistemas de la tierra.
En línea en revcom.us/medio_ambiente
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