Revolución #236, 19 de junio de 2011


La criminalización de una generación y la opresión de los afroamericanos y los latinos

Este artículo salió en el número especial de Revolución sobre las prisiones, las presas y los presos en Estados Unidos (#183, en línea en revcom.us); lo hemos actualizado un poco.

Para muchos norteamericanos, las tasas astronómicas de encarcelación son solo estadísticas. Pero millones de jóvenes negros y latinos crecen en un ambiente donde ven a muchos de sus amigos mayores entrar y salir de prisión. Para comunidades enteras, la posibilidad de ir a dar a la prisión se asoma alarmantemente sobre la vida de la gente.

Si usted vive en un vecindario negro pobre, ya sea en Nueva York o Los Ángeles, Chicago o Atlanta o alguna otra ciudad... el 10% de los niños que usted conoce tienen un padre en la cárcel. Uno de cada cinco adultos que usted conoce no puede votar porque en un momento de su vida tuvieron una condena por un delito grave. Esas mismas personas son vedadas de tener un trabajo del gobierno y no pueden tener muchos tipos de asistencia, incluyendo ayuda financiera para estudiar en la universidad. Usted lo siente y lo ve a su alrededor, desde los políticos, las noticias de la televisión, la policía que lo espera en la esquina para levantarlo. Hombres jóvenes negros son denigrados y tratados como criminales sin un futuro que no sea diferente a la prisión, algunos trabajos de mierda o el ejército. En 2009, el Departamento de Policía neoyorquino (NYPD) detuvo y registró a 306.965 personas negras en la ciudad de Nueva York. Casi ninguno fue acusado de cargos; el 92% de ellas tampoco fueron arrestadas ni recibieron citatorios, pero fueron criminalizadas y fueron puestas en la base de datos del NYPD.

Los afroamericanos constituyen el 13% de la población general, pero más del 50% de la población carcelaria. Cerca del 60% de los hombres jóvenes negros que nacieron entre 1965 y 1969 quienes dejaron la secundaria fueron a prisión al menos una vez por un delito grave antes de que llegaran a los 35 años. La tasa de encarcelación de los negros que dejan la secundaria está 50 veces mayor que el promedio nacional (“Can Our Shameful Prisons Be Reformed?”, de David Cole, The New York Review of Books, 19 de noviembre de 2009).

La gente negra en particular ha llenado siempre las prisiones en cantidades desproporcionadas en comparación a los blancos. Pero al evolucionar las formas de subyugar a los negros en este país, también han evolucionado las formas de hacer cumplir su subyugación. Y las enormes cantidades de afroamericanos en prisión concentran eso en formas terribles con implicaciones alarmantes. En los años 1950, cuando la segregación era aún legal, los afroamericanos constituían el 30% de la población carcelaria. Sesenta años más tarde, los afroamericanos y latinos conforman el 70% de la población carcelaria en un tiempo cuando esta población se ha disparado (Cole).

En épocas anteriores, el látigo del esclavista y las turbas de linchamiento reforzaron el estado superexplotado y completamente subyugado del pueblo negro. Hoy esas formas de opresión violenta han sido reemplazadas por las pistolas Táser y las armas de la policía y las celdas de la prisión. Los negros y los latinos pobres de los barrios marginales son la zona cero del terror policial y la amenaza de la prisión. Pero los negros de todas las clases son víctimas de la satanización, humillación y represión, por ejemplo, veamos el arresto en 2009 del prominente profesor de Harvard y notable intelectual Henry Louis Gates, Jr., arrestado por rehusarse a agachar la cabeza cuando fue acusado de “entrar ilegalmente” en su propia casa.

Desde adentro de esta pesadilla, un prisionero escribió a Revolución: “Conozco bien la brega y las penurias. Crecí en uno de los muchísimos barrios pobres de Chicago. Acabé en el bote a los 13 años de edad. Ahora tengo 30. Me criaron el frío acero y el hormigón, que no los llevo como Cicatriz de Honor sino como una denuncia contra un sistema que se ha construido sobre el genocidio y la esclavitud y ha seguido insistiendo en descartar a generación tras generación de ‘indeseables’. Pero que quede claro: busco la verdad y no la piedad. Mi lucha está enlazada con la lucha de millones de personas por todo el planeta”.

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