Revolución #268, 13 de mayo de 2012


Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

La "guerra contra el narco" en México, la guerra contra el pueblo y las posibilidades de la revolución

30 de abril de 2012. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Las guerras del narco en México han cobrado 50.000 vidas desde 2006, cuando el presidente de México Felipe Calderón mandó a las tropas y a la policía federal para que tomaran parte en una batalla multifacética entre los cárteles de los narcotraficantes. Aunque las líneas de batalla y las alianzas entre los narcos rivales y sus socios en varios niveles en el gobierno de arriba hacia abajo siguen cambiando, lo que es constante son las atrocidades contra el pueblo desde todos lados.

Familias enteras y hasta barrios enteros han sido eliminadas. Cuando la situación parece ser lo más insoportable que sea posible, nuevos horrores aparecen, una y otra vez.

La madrugada revela a decenas de cadáveres colgados desde puentes y cadáveres sin cabeza en las calles. Se encuentran grupos de cadáveres por todas partes. A menudo han mutilado y quemados a estas personas antes de matarlas. El secuestro de niños pequeños y adultos azota al país como una plaga. A veces son raptados por un rescate, a veces para vender, a veces por venganza, a veces por sus órganos y muchas veces sin ninguna razón conocida o comprensible. Ahora la violación es común. Aunque las matanzas han comenzado en las ciudades por la frontera con los Estados Unidos como Juárez, se han extendido a muchas partes del país caracterizadas por concursos de matanza con el fin de controlar las "plazas", los territorios de distribución de drogas y especialmente las rutas de suministro.

En caso tras caso, matan las víctimas las fuerzas de seguridad del gobierno mexicano o con su complicidad. Aunque el gobierno afirma que muchos de los muertos estaban involucrados con las pandillas de drogas o que son "daños colaterales", muchas víctimas han sido personas comunes, desde campesinos, trabajadores y pobres habitantes de las ciudades hasta poetas, periodistas y otros intelectuales. Las fuerzas policiales y armadas atacan y asesinan a críticos al crimen organizado por el estado y han allanado organizaciones de resistencia.

Según a una organización de derechos humanos, once mil inmigrantes de otros países, principalmente centroamericanos, desaparecieron en sólo seis meses durante 2010. Los migrantes de todas partes del mundo llegan a México por el único tren desde Guatemala y viajan al norte por autobús o camiones pero los asesinan si los coyotes no les han pagado a las organizaciones y personas adecuadas, quienes tal vez están en competencia entre sí. En un solo incidente en agosto de 2010, en un pueblo a 150 km al sur de la frontera con los Estados Unidos, unos pistoleros asociados con una pandilla arribista, los Zetas, secuestraron y ejecutaron a 72 migrantes.

Esta pesadillesca carnicería tiene un propósito: conferir poder, imponer respeto e imponer participaciones en el mercado.

Se dice que los Zetas incluyen a comandos de las fuerzas especiales centroamericanas y soldados mexicanos organizados y comandados por los agentes policiales mexicanos antinarcóticos. Ahora son los principales rivales al establecido cartel de Sinaloa, quienes según muchas fuentes cuentan con el respaldo del gobierno calderonista y los Estados Unidos. El "capo" de Sinaloa, Joaquín "El Chapo" Guzmán ha contado con protección desde los más altos niveles del estado mexicano ("The Murderers of Mexico", New York Review of Books, 28 de octubre de 2010). Como recalca el articulo bien documentado: "Toda la idea de una empresa mexicana de narcotráfico, o problema mexicano, es insostenible". En ambos lados de la frontera, operan gobiernos, pandillas e imparables fuerzas económicas.

Se sabe que por lo menos 500 miembros de las agencias policiales de los Estados Unidos participan activamente en esta "guerra contra la droga". Gente del Pentágono, personal militar estadounidense "jubilado", otros "contratistas privados" y hasta aviones no tripulados operan desde una base en el norte de México, de modo similar a las bases de inteligencia estadounidenses en Afganistán.

Se han sostenido muchas protestas de varios tipos, desde protestas barriales espontáneas con gritos hasta grandes manifestaciones organizadas y eventos artísticos de denuncia a las pandillas del narco y a las autoridades. A veces la gente protesta con sus rostros cubiertos por necesidad. En una marcha memorable en la Ciudad de México, muchos centenares de jóvenes usaron todo tipo de máscaras de muerte y se pintaron de maquillaje de esqueletos como símbolo de que muchos jóvenes de hoy podrían terminar muertos mañana. Algunos están tan desesperados que adoran a la "Santa Muerte", una rama del culto católico, que sacrifica a otros seres humanos y a sí mismos a una corta carrera asesina en vez de aceptar la vida que su país y su sistema les ofrece.

Lo siguiente son pasajes modificados principalmente de un artículo más extenso que salió en el número de mayo de 2011 de Aurora Roja, la publicación de la Organización Comunista Revolucionaria de México (OCR). Hemos omitido la documentación de las notas. Para esta introducción, también hemos hecho uso del número de mayo de 2012, que contiene artículos sobre el aspecto de estas guerras de narcotraficantes como "una guerra contra el pueblo" y la necesidad de una respuesta revolucionaria, incluyendo la necesidad de una nueva moral emancipadora. (aurora-roja.blogspot.com).

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Existe una crisis del Estado, y la "guerra contra el narco" es tanto producto como causa de esta crisis. Las divisiones y fracturas en las estructuras del poder se entretejen con los enfrentamientos entre los cárteles con los que diferentes partes del gobierno están coludidos, socavando la capacidad del Estado de defender los intereses generales del sistema. La guerra reaccionaria del gobierno tiene el propósito de lograr mayor control del narcotráfico por parte del Estado en alianza con ciertos cárteles, fortalecer el Estado reaccionario debilitado y llevar a cabo una guerra de "contrainsurgencia preventiva" contra el pueblo (o sea, represión contra el pueblo para tratar de impedir que se levante cuando todavía no se ha levantado).

El Estado y el sistema político corporativista presidido por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y sus antecesores, que había logrado mantener una relativa "estabilidad" sofocante, represiva y mortífera durante varias décadas, entró en una crisis que tuvo sus raíces en transformaciones económicas y sociales en el mundo y en México [caracterizada por las escisiones en las clases dominantes, el fin del "PRI-gobierno", el desmantelamiento de las empresas paraestatales y el surgimiento de reaccionarios partidos rivales y las repetidas agitaciones sociales, a partir del levantamiento campesino indígena de 1994 en Chiapas].

Es en este contexto, el narcotráfico (junto con la extorsión, secuestro y otras actividades criminales asociadas) ha contribuido a la fragmentación de la estructura de poder. La expansión del crimen organizado ha sido a la vez, causa y producto del debilitamiento del Estado. La crisis del sistema político se recrudece nuevamente con las rebeliones más populares y la aguda crisis electoral de 2006 [cuando se manifestó un enojo popular generalizado porque el gobernante PAN le robó las elecciones al rival PRD], impulsando un nuevo nivel de militarización del gobierno y de la sociedad.

La crisis y descomposición actual del Estado mexicano ha llegado a tal punto donde es muy complicado distinguir entre lo que son intentos del poder central de reafirmar la autoridad del estado en alianza con un cartel u otro, y lo que son simplemente conflictos entre diferentes instituciones y niveles del Estado y el gobierno que están aliados a diferentes bandas de traficantes, o están bajo su control, que disputan el mercado y las rutas de la droga. Desde el sexenio de Vicente Fox [2000-2006], el gobierno federal protegió los cárteles de Sinaloa y de Juárez y golpeó a su competencia, los cárteles de Tijuana y del Golfo. En general, el gobierno de Estados Unidos y su agencia "antidrogas" la DEA estaban de acuerdo con esta orientación y jugaron un papel decisivo en diseñar los operativos (aunque no siempre les gustó cómo se aplicaban).

Con ese enfoque, los gobernantes de México y de Estados Unidos intentaron poner orden en los mercados de la droga y bajar el nivel de violencia. En la batalla que resultó, los policías federales se enfrentaban con los policías municipales, en lo que en realidad fue una contienda entre el cártel de Sinaloa (con el apoyo de las tropas federales) y el cártel del Golfo (que movilizó a la policía municipal, a su mando), sobre el control de la "plaza". Actualmente en este 2011, todavía no se ha "ordenado" esa "plaza".

El actual gobierno de Calderón ha continuado apoyando el grupo de El Chapo Guzmán y el cártel de Sinaloa en el intento de "poner orden". Muy pocos de los 53 mil de personas arrestadas de 2003 a 2010 pertenecen al cártel de Sinaloa. A la vez, las alianzas entre los narcotraficantes han cambiado. Uno de los cárteles emergentes, La Línea, se compone principalmente de policías federales y locales y efectivos del ejército mexicano. Las autoridades dicen que Guzmán "escapó" de la prisión en 2001, pero más bien el gobierno federal decidió sacarlo y apoyarlo para unificar a otros capos en lo que se llamaba La Federación, como parte del plan de establecer cierto orden, cooperación y aprovechar beneficios mutuos.

Hoy en día el crimen organizado es un gran negocio internacional. Aunque su ilegalidad les da características particulares, en esencia las organizaciones del narcotráfico funcionan como cualquier otra empresa capitalista: tienen que competir con otras organizaciones para el control de diferentes mercados y tienen que triunfar en esa competencia y expandirse, o desaparecen. Aunque la base de sus fortunas es el narcotráfico y otras actividades ilegales, los principales capos también tienen importantes inversiones legales en centros comerciales, hospitales, ranchos y otras empresas.

Los capitalistas ilegales se asocian con capitalistas legales y buscan legalizar su capital — o parte de el. Y los capitalistas legales, a su vez, buscan a los narcotraficantes: "Los empresarios nos buscan porque quieren nuestro dinero para hacer más dinero". Por ejemplo, el lavado de dinero es un gran negocio para el sistema bancario mexicano (que es mayormente controlado por el capital extranjero). [Un gran capo] hacía sus depósitos multimillonarios en efectivo facilitados amablemente por su "banquero personal" en Citibank, una de las más poderosas instituciones financieras en el mundo y actual dueño de Banamex [el segundo banco de México en tamaño].

Si nos remontamos a los años 70 del siglo pasado, veremos que ni existían grandes organizaciones de traficantes y [varios organismos del gobierno y ramas de las fuerzas armadas se encargaban de diversos aspectos del narcotráfico. Estuvo bajo control.] En los años 80, la CIA abrió el mercado de drogas en Estados Unidos a cambio de que los capos del narco financiaran a la "contra" [organizada por la CIA para derrocar al gobierno sandinista de Nicaragua].

El problema hoy es la enorme rentabilidad de la producción y distribución de las drogas para los capitalistas "ilegales" y "legales", y no simplemente el consumo en sí. Por otro lado, la crisis estructural que veta la posibilidad de un empleo en el sector formal de la economía para 60 por ciento de la gente que trabaja y deja a muchos jóvenes sin futuro y sin esperanza hace "racional" la decisión de convertirse en narcomenudista o sicario de una u otra banda criminal para amplios sectores de la población. Y aunque el mayor consumo no es el factor principal que impulsa el narcotráfico, la miseria, el desgarramiento del "tejido social", la atomización de la sociedad y otros factores acelerados por la globalización imperialista de las últimas décadas han creado condiciones aún más propicias para que mucha gente busque en las drogas un respiro temporal e ilusorio de la locura del mundo capitalista "moderno".

Estas son las bases económicas y sociales que subyacen al gran auge del narcotráfico, y la crisis del sistema capitalista-imperialista mundial de 2008-2009 que todavía no toca a su fin ha exacerbado aún más todos estos factores. Otros factores muy importantes para México son los cambios en las rutas de trasiego de las drogas en que México, por su cercanía al mercado estadounidense, reviste una importancia particular. Mientras las acciones de los gobiernos estadounidense y colombiano no han reducido en nada la producción y exportación de la cocaína, sí han influido en cambiar las rutas y el peso relativo de los cárteles mexicanos y colombianos.

En resumen, el narcotráfico y su crecimiento es parte y producto de las dinámicas de la economía capitalista-imperialista y también de las políticas y medidas que han tomado los gobiernos que representan ese sistema. La alta rentabilidad del narcotráfico ha sido tanto la "boleta de entrada" a la riqueza de nuevos sectores de capitalistas ilegales como una "ventaja competitiva" y solución a problemas de rentabilidad para partes importantes de los capitalistas "legales". Los drogadictos, las mujeres y los niños prostituidos, la gente raptada y esclavizada en los sembradíos de droga, la gente muerta o discapacitada por el robo de sus órganos: ésta es la sórdida realidad de la adulada "globalización" y "modernidad" capitalista.

El narcotráfico es producto de este sistema, pero las clases dominantes no lo tienen todo bajo control. Las fracturas en las instituciones y la intervención cada vez mayor del gobierno, ejército y policías de Estados Unidos son todas consecuencias de las contradicciones básicas de este sistema y de las medidas tomadas por Estados Unidos y el gobierno mexicano, que al intentar resolver un problema, crean o agravan otro.

A comienzos del quinto año de la "guerra contra la delincuencia organizada", siguen creciendo las redes del narcotráfico, los secuestros, la extorsión y el poder de las bandas criminales. Un estudio de la Comisión del Desarrollo Municipal del Senado de 2010 informa que 195 de los más de 2 mil 500 municipios del país (8%) están controlados completamente por los cárteles y en seis de cada diez municipios (más de mil 500 en total) influye el crimen organizado. Va en aumento el peso de los cárteles mexicanos en el negocio internacional de las drogas y todo indica que los golpes contra los cárteles no favorecidos por parte de las fuerzas federales sólo han resultado en la aparición de nuevos jefes, la regeneración y multiplicación de varias fuerzas locales del narco y nuevas alianzas que refuerzan el alcance y el poder del crimen organizado en general.

Es poco probable que las clases dominantes sean capaces de solucionar fácilmente esta crisis. Además, esta situación es sumamente nociva para la gran mayoría de las personas que se hallan atrapadas en la colusión criminal entre los cárteles y el gobierno y sufren por el enorme aumento del narcotráfico y el consumo de drogas.

El imperialismo estadounidense aprovecha el supuesto "combate al narcotráfico" para intervenir y aumentar su control en todas partes del país, pero esta situación también es una verdadera fuente de preocupación por la "inestabilidad" de México y la posibilidad de un "colapso rápido y brusco" del gobierno mexicano. Un informe del Comando de Fuerzas Conjuntas de los Estados Unidos de 2008 plantea la posibilidad del "peor escenario" del colapso repentino de dos grandes estados: Pakistán y México. Respecto a México, dicen: "Cualquier descenso hacia el caos en México exigiría una respuesta estadounidense, tan sólo por las consecuencias graves para la seguridad interna" (de Estados Unidos).

Las únicas "soluciones" que nos ofrece este sistema son la unificación de las bandas delictivas en alianza con un Estado reaccionario fortalecido, o una intervención mayor del imperialismo estadounidense, o las dos cosas.

Pero no necesariamente resultan tales "soluciones" opresivas. Existe una posibilidad real de un "colapso repentino" del gobierno en México, como acabamos de ver en Egipto, y no solamente por las presiones de los cárteles del narco.

La única salida en beneficio de los intereses de la gran mayoría de la gente es de fortalecer las protestas e iniciativas que ya han surgido que repudian tanto al narco como el Estado reaccionario (y sus padrinos del Norte) como parte de construir un movimiento revolucionario y partido comunista capaces de ofrecer una alternativa real y emancipadora en las tumultuosas tormentas por venir.

Este conflicto armado en que todas las "bandas" —narcos, gobierno y agentes de Estados Unidos— son bien reaccionarias, crea una situación ardua para la gente y para el movimiento revolucionario. Aunque parezca lejos la posibilidad de revolución ahora, hay que aprender la lección de Egipto: el régimen reaccionario puede desmoronarse de repente por las profundas contradicciones subyacentes del sistema. La actual crisis del narcotráfico está agudizando mucho esas contradicciones. Los mismos representantes del sistema hablan del peligro de un "estado fallido". Y aparecen importantes fisuras entre las clases dominantes.

En muchas regiones de México, la gente ya no puede vivir como antes, sufre condiciones intolerables que los obliga a responder de una u otra manera; la violencia reaccionaria ejercida por las fuerzas del Estado y los cárteles inspira miedo y su crudeza deprime o degrada a algunas personas, pero esa misma violencia injusta y la connivencia del Estado con el crimen organizado desatan la ira y el coraje de otras personas. La gente está luchando contra la estructura de poder.

Hay que apoyar y fortalecer esa justa resistencia, y forjar una fuerza revolucionaria capaz de aprovechar la agudización de esta y otras contradicciones del sistema y el debilitamiento del Estado reaccionario, a fin de encabezar la lucha de millones, en otras condiciones, a la victoria de una revolución comunista que ponga fin a esta pesadilla y abra una nueva aurora de esperanza.

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar, una publicación política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.

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