Thomas Jefferson: ¿Un “gigante con imperfecciones” o un defensor empedernido de la esclavitud?

16 de diciembre de 2012 | Periódico Revolución | revcom.us

 

La publicación del libro Master of the Mountain: Thomas Jefferson and His Slaves, de Henry Wiencek, ha desatado una acalorada controversia entre estudiosos, periodistas y otros. El libro retrata a Jefferson y su vida de defensa y promoción de la esclavitud y su profunda participación personal en la esclavización de las personas de descendencia africana. Hace añicos el mito que sostiene que Jefferson era un esclavista renuente que aborrecía dicha institución y nunca abandonó sus ideas antiesclavistas que de joven supuestamente sostenía. Paul Finkelman, un profesor de historia de la universidad Duke escribió en el New York Times del 1º de diciembre de 2012, que por más de 50 años después de redactar la Declaración de Independencia estadounidense, “siguió siendo… un comprador y vendedor de seres humanos”.

Justo después de la publicación del libro, el autor, sus métodos y su libro se convirtieron en blanco de fuertes críticas. Annette Gordon-Reed, una prominente historiadora de Jefferson, escribió en Slate: “Huelga decir que son muy numerosos los problemas con Master of the Mountain como para permitir que se le tomara en serio como un libro que nos informara acerca de Thomas Jefferson y la esclavitud y lo que sí dice en muchos casos es incorrecto”.

Lucia Stanton, la ex historiadora oficial de Monticello, la antigua plantación esclavista de Jefferson, escribió que después de leer el libro, “me escandalizó lo que leí: una monumental falta de respecto hacia el registro histórico y los historiadores que lo precedieron. Con el fervor de un fiscal, toma a la ligera la evidencia histórica, utiliza citas truncadas, tergiversa la cronología, interpreta mal los documentos y presenta erróneamente los sucesos”.

¿“Gigante con imperfecciones” o sanguinario esclavista?

Durante las últimas décadas, las versiones de la historia de los primeros años de Estados Unidos y las biografías de Jefferson se han centrado en la vida y la situación de los esclavos, las mujeres y los amerindios y han venido quitándole la máscara a la figura mítica e icónica de Jefferson, el autor de la Declaración de Independencia estadounidense, un promotor de la libertad religiosa y paladín de la independencia autosuficiente. Pero, según los defensores del mismo, él y otros esclavistas y asesinos de indígenas de los primeros años de Estados Unidos siguen siendo, según Jill Abramson del New York Times, “gigantes con imperfecciones”.

Dicen que efectivamente se ha demostrado que Jefferson era dueño de más de 600 seres humanos en el transcurso de su vida. Efectivamente protegió la institución de la esclavitud y trabajó para extender el territorio para la misma. Pese a todo ello, efectivamente Jefferson sigue siendo, según Abramson, el hombre quien “definió las libertades fundamentales que están al centro de la democracia”.

La importancia de la controversia y debate sobre el libro de Wiencek va más allá de los historiadores y escritores en cuestión. A diferencia de una disputa de poca monta entre unos cuantos estudiosos sobre los detalles de la historia, el furor sobre este libro pone a consideración algunas cuestiones importantes sobre lo que representa en los hechos la historia de Estados Unidos, el legado de los “fundadores” de Estados Unidos y la manera de enseñar y entender dicha historia y legado.

Un esclavista brutal y calculador

¿Por qué el libro de Wiencek suscita tanta controversia? Un artículo que él escribió antes de la publicación del libro da cierta indicación. Escribió sobre la tensión entre una guerra librada bajo el estandarte de “todos los hombres son creados iguales” (unas palabras redactadas por Jefferson) y el hecho de que cuando las ex colonias británicas iniciaron su guerra de independencia, un quinto de la población era de descendencia africana, en su abrumadora mayoría esclavos. “La propia existencia de la esclavitud en la época de la Revolución Estadounidense presenta una paradoja, y en gran parte nos hemos contentado con dejarla como tal, pues una paradoja únicamente podrá ofrecer un estado confortante de animación suspendida moral. Jefferson alienta la paradoja. Al analizar de cerca Monticello, podemos ver el proceso por medio del cual él justificaba una abominación al grado en que se dio una revocación moral total y él hizo que la esclavitud encajara en la empresa nacional de Estados Unidos”.

Wiencek hace añicos la imagen de Jefferson como un esclavista “benévolo” y distante, más interesado en su jardín y en observar los astros que supervisar la empresa de su plantación esclavista. En efecto, él era un dueño brutal calculador de seres humanos quien los hizo trabajar implacablemente en beneficio de sus propias ganancias, los castigó sin misericordia y consideró el trabajo forzado de los negros como el camino más seguro hacia su propio enriquecimiento.

Wiencek escribió en la revista Smithsonian que un “punto de viraje” en la toma de conciencia de Jefferson acerca de la rentabilidad de la esclavitud se expresó en una carta suya a George Washington. Wiencek escribió que en dicha carta, “Jefferson expresaba en términos claros por primera vez… que percibía un tasa de ganancia de 4% al año sobre el nacimiento de bebés negros. Los esclavizados le rendían muchísima plata, un dividendo humano perpetuo con intereses compuestos”.

En otra carta cerca del mismo tiempo, Jefferson le dijo a un amigo que perdía su fortuna, que si a su familia le quedara algo, “que [debiera] invertir cada penique en tierras y negros, que aparte de un apoyo concreto, rinden una ganancia silenciosa de 5 a 10 por ciento en este país mediante el aumento de su valor”.

Jefferson recalcó en especial la importancia de que las mujeres procrearan futuros esclavos. Escribió: “La procreación de un bebé cada dos años rinde más ganancias que los cultivos del mejor hombre jornalero. En éste, tal como en los demás casos, la providencia ha hecho que nuestros deberes e intereses coincidan a la perfección… [P]or lo tanto, respecto a nuestras mujeres y sus hijos, ruego a que usted les inculque a los capataces que no se trata de su trabajo pero su crecimiento lo que es la primera consideración para nosotros”.

Wiencek escribe que éstos y otros cálculos de Jefferson amenazaban “la noción reconfortante de que él no estaba consciente en realidad de lo que hacía, de que él estaba ‘destinado a seguir” con la esclavitud o que estaba ‘atrapado’ en la misma, un legado obsoleto, no lucrativo y estorboso”. Al contrario, él entendía que éste era el camino más seguro hacia el enriquecimiento y el poder.

Thomas Jefferson, según la mitología un gran paladín de los derechos del individuo y de los dueños de propiedad en pequeño, empezó cada día en su plantación dando una caminata por la propiedad para contemplar “una empresa bien organizada e industriosa de negros: toneleros, herreros, forjadores de clavos, un cervecero, cocineros con formación profesional en la gastronomía francesa, un vidriero, pintores, molineros y tejedores. Unos capataces negros, esclavos también, señoreaban a otros esclavos. Un equipo de artesanos altamente calificado montó un carruaje de Jefferson. Los sirvientes manejaban lo que en esencia era un hotel de tamaño mediano en que a diario unos 16 esclavos atendían las necesidades de una horda de huéspedes”.

La explotación no tuvo fin y se inició poco después del nacimiento en el caso de los bebés negros. Como Jefferson escribió en su “Libro de la Finca”, que era un plan de organización para la plantación, “los niños hasta los 10 años de edad a servir de enfermeros, de 10 a 16 los chamacos a forjar clavos y las chamacas a tejer, a las 16 a trabajar en el campo o a aprender oficios vocacionales”.

De manera implacable, ordenó que se aplicaran castigos brutales a cualquier esclavo que estimara rebelde. Wiencek escribió en la Smithsonian que la plantación de Jefferson se regía por “una brutalidad detenidamente calibrada”. Un botón de muestra: los jóvenes en su taller de clavos. Un amigo suyo informó que la empresa “prosperaba porque los capataces le daban latigazos a ‘los chiquitos’. Éstos no aceptaban a voluntad la obligación de presentarse a una hora en medio del frío invernal antes del amanecer en el taller de clavos del amo. Por ello, el capataz blanco, Gabriel Lilly, les daba latigazos ‘por retraso’”.

En el caso de un “muchacho forjador de clavos” quien le enfureció a Jefferson, éste ordenó que lo pusieran de ejemplo a fin de sembrar terror entre los demás. Jefferson escribió: “Por lo general rondan por el estado unos compradores de negros provenientes de Georgia” y ordenó que se vendiera al joven “a un lugar tan distante como que nunca jamás nosotros supiéramos de él”. Cuando Lilly dio tantos latigazos que llegara al extremo de que un joven ya “no pudo levantar la mano a la cabeza”, Jefferson escribió una carta que dice que Lilly “es tan buen [capataz] como puede haber”. En otra carta del mismo año, escribió: “Sin duda nunca podré conseguir a un hombre que mejor cumpla mis propósitos que él [Lilly]”.

Defender y expandir la esclavitud

Según muchos estudios, Jefferson esperaba que la esclavitud se extinguiera paso a paso. Pero, como señala el historiador David Brion Davis, en cada punto clave de su vida política, “cuando las cosas no iban bien… él le dio su apoyo a la expansión de la esclavitud”. Uno de sus actos más importantes como presidente de Estados Unidos fue la Compra de Luisiana, que abrió enormes extensiones de lo que llegaría a constituirse en la expansión de la esclavitud del Sur estadounidense hacia el oeste.

La vasta expansión de la esclavitud que se aceleró durante la presidencia de Jefferson intensificó la brutalidad y miseria infligidas sobre la propiedad humana de los esclavistas. Una gran parte de las tierras que los esclavos habían trabajado en los estados del este tal como Virginia donde vivía Jefferson, se habían agotado para usos agrícolas que pudieran rendir ganancias para los esclavistas, Jefferson calculaba fríamente las ganancias que pudieran obtener instando a sus socios esclavistas a hacer que las esclavas negras procrearan esclavos, niños negros, para la venta. Lo hizo en tiempos en que se desarrollaba un gran mercado de esclavos doméstico en Estados Unidos. Cundía la amenaza de vender los esclavos “río abajo”, a plantaciones muy lejanas, lejos de los seres queridos y de todo lo que conocieran.

Como escribió Frederick Douglass, un ex esclavo que llegó a ser uno de los luchadores más destacados en la lucha para poner fin a la esclavitud, en el libro Narrative of the Life of Frederick Douglass, si se considerara que un esclavo era rebelde, un potencial fugitivo o simplemente un terco que desobedecía las órdenes del incesante trabajo rompe-lomo, “por eso, el capataz le informaba al pobre sujeto que, por haberle faltado el respeto a su amo, ahora lo iban a vender a un traficante de Georgia. De inmediato, le pusieron grilletes y esposas; y así, sin ni un momento de advertencia, se lo llevaron de repente y lo separaron para siempre de su familia y amigos, a manos más implacables que la muerte”.

Cientos de miles de personas corrieron la misma suerte. En cada década a partir de 1810, poco después de que Jefferson concertó la Compra de Luisiana, hasta 1860, poco antes del inicio de la guerra de Secesión estadounidense, llevaron al menos cien mil personas, negros esclavizados, de su lugar de origen y los obligaron a mudarse a nuevos territorios esclavistas.

Las plantaciones de algodón, arroz y azúcar en el nuevo territorio que se abría para la expansión de la esclavitud en Estados Unidos tenían triste fama por su brutalidad, enfermedades y miseria. Estuvieron ubicadas lejos de los estados y territorios “libres” (no esclavistas) de Estados Unidos, lo que lo hizo mucho más difícil escapar.

David Brion Davis señala qué tanto éxito tenían las actividades de expansión de la esclavitud de parte de Jefferson y otras personas. En vísperas del inicio de la guerra de Secesión, Davis escribe: “Los esclavos estadounidenses representaban más capital que cualquier otro activo de la nación, salvo la tierra. En 1860, el valor de los esclavos del Sur era de unas tres veces el monto invertido en la manufactura y las vías ferroviarias a nivel nacional”.

Un ejemplo aleccionador del compromiso vitalicio de Jefferson para como la esclavitud se dio después de la muerte de su compañero de larga trayectoria Tadeusz Kościuszko. Éste era un noble polaco quien había combatido por el bando independentista en la Guerra de Independencia de Estados Unidos y quien luego volvió a Europa. En su última voluntad y testamento, le heredó su fortuna a Jefferson, estipulando que Jefferson la usara para poner en libertad y educar a sus esclavos de la plantación de Monticello.

Pero Jefferson, quien en ese momento se acercaba al fin de su vida y estaba en apuros financieros, se negó a cumplir con la voluntad de su amigo. Temía la reacción de sus socios esclavistas y las consecuencias que ejerciera la puesta en libertad a sus propios eslavos sobre la institución de la esclavitud.

Éstos no son los actos ni la vida de un “gigante con imperfecciones”; son de un hombre que ha encarnado la sanguinaria esencia de la esclavitud en Estados Unidos y quien siguió siendo su paladín hasta sus últimos días.

¿Cuál es el problema?

Otra importante crítica al libro de Wiencek es que peca de escasa investigación original. Lucia Stanton escribió que “me enoja la tergiversación de la historia de parte de Wiencek y además me decepciona que, pese a su talento, no tantea los elementos sin explorar de la historia de Jefferson y la esclavitud. Al contrario, utilizó un instrumento romo para reducir unas cuestiones históricas complejas a unas simplicidades irreconocibles”.

Wiencek acepta que una buena parte de su investigación no es original, pero eso no viene al caso. Le dijo al New York Times: “Sí, repito algo de los datos que otras personas han descubierto. Pero éstas los descubrieron y los enterraron en las notas al pie de la página. Yo los junté en un conjunto. Yo até los datos”.

Bien, ¿cuál es el problema? ¿Se trata de que un respetado historiador y escritor haya articulado la evidencia que demostrara que una de las figuras más veneradas de la historia estadounidense era un esclavista brutalmente sanguinario, cruel y calculador y no el hombre de una sabiduría y razón ecuánime, el filósofo de la libertad y de los derechos del individuo tal como siempre lo presentan? ¿O se trata de que durante 200 años, hayan tapado, embellecido, ninguneado, disculpado y justificado esta verdad? ¿Se trata de que hayan enseñado a muchas generaciones de niños escolares acerca de la “grandeza” de Jefferson y sus socios “fundadores” pero nada de la sanguinaria realidad de la opresión y esclavización de las cuales cebaron?

Un argumento común en defensa de Jefferson es que en realidad él no tenía opciones. Estaba atrapado en una situación fuera de su control. En realidad, sí tenía opciones y sí había unos individuos que desafiaban sus puntos de vista. Bob Avakian señaló en un reciente discurso: “Muchas personas sí tenían mejor juicio — para empezar, ¡los esclavos mismos! [aplausos] He aquí un hecho — aludí al libro 1861 de Adam Goodheart quien desafortunadamente simplemente insertó este hecho en una nota a pie de página, pero sí lo insertó ahí. Cuenta que un sujeto, Edward Coles, quien por un tiempo era el secretario privado de James Madison y luego llegó a ser el gobernador de Illinois, liberó a sus propios esclavos y luego trató de convencer a Madison y Jefferson para que hicieran lo mismo. Pero éstos se negaron”.

Y ¿qué del argumento de que Jefferson tuvo que conservar y expandir la esclavitud a fin de mantener la cohesión y la unidad de la emergente nación de Estados Unidos? Dicho argumento se basa en una premisa condenatoria: de constituirse en un elemento esencial de la formación de Estados Unidos el mantenimiento y la expansión de la esclavitud, ¿qué nos enseña eso acerca de la esencia de la formación de este país? De hecho, aparte de seguir trabajando sin misericordia a su propia propiedad de esclavos en beneficio de sus propias ganancias y enriquecimiento, maniobró y batalló en el ámbito político para asegurar el crecimiento de la esclavitud. Como señala Wiencek, además de la gran crueldad de la que Jefferson fue personalmente responsable, su propósito al centrarse en el desarrollo de Estados Unidos y contribuir al mismo fue el de asegurar que “la esclavitud encajara en la empresa nacional de Estados Unidos”.

Un debate bienvenido

La subasta. El látigo y la cadena. Las jaurías de sabuesos. La travesía por el mar y millones de muertos. La violación.

La venta “río abajo” a un lugar distante. El trabajo del amanecer al anochecer. Un sinfín de miseria, denigración y brutalidad. “No tener derechos que el hombre blanco debiera reconocer”.

Todo ello y mucho más constituyeron la base de la vida de contemplación de Thomas Jefferson y su filosofía acerca de los “derechos del individuo”.

Mediante el libro Master of the Mountain: Thomas Jefferson and His Slaves y el artículo en la Smithsonian, claramente Henry Wiencek tocó una fibra sensible en este sistema. Estas obras han puesto de relieve algunas verdades importantes sobre lo que ha moldeado a Estados Unidos desde sus orígenes hasta el día de hoy. Ello representa un acontecimiento muy positivo.

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