Desde Staten Island: "Pensé que estaba en Haití…"

23 de diciembre de 2012 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Cinco días después del huracán Sandy, habiendo recibido muy poca ayuda de las dependencias gubernamentales, la gente de Staten Island salió afuera con una rabia estruendosa y unas labores de auxilio sin par. Los "zombis" que vi el jueves, al día siguiente del huracán, cuando la gente estaba atolondrada, habían desaparecido. Curiosamente los reemplazaron seres humanos.

Por mi parte, decidí ir a las comunidades más afectadas para ofrecer cualquier asistencia que pudiera dar. Mi carro no tenía gasolina, así que tuve que pedirle prestado el carro a mi esposo, que afortunadamente tenía el tanque lleno. Preparé un espagueti —después de todo se trata de Staten Island— y me dirigí a una zona playera muy afectada en Oakwood, al sur del bulevar Hylan. En la avenida Guyon había un oasis de auxilio. Docenas de personas habían improvisado un punto central de distribución de provisiones a las personas que perdieron todo. Facebook, Twitter y el sitio web statenisland.recovers.org convocaron al público a donar toda la ayuda que les fuera posible.

En realidad se trataba de un lugar maravilloso, al igual a lo que vi en Haití hace dos años después del gran terremoto que mató a cientos de miles de personas y dejó varados a millones más. Rodeado de escombros y las ruinas de casas inundadas o aplastadas por árboles que alguna vez eran majestuosos y espléndidos, este refugio le proporcionaba a los residentes de la comunidad cualquier cosa que necesitaban mientras se recuperaban emocional y físicamente del siniestro. Comida caliente y artículos de limpieza, y también cobijas y calcetines estaban en demanda. Las personas caminaron varias manzanas para conseguir lo que podían y llevarlo a sus casas oscuras. Los que podíamos hacerlo viajamos por las calles repartiendo provisiones. Algunos de nosotros cargamos nuestros vehículos de provisiones y fuimos a otras partes de Staten Island, para llegar a otras comunidades muy afectadas.

La última vez que yo había visto algo semejante fue en Haití, donde vi a haitianos que habían perdido a familias enteras en el terremoto, sacarse de entre los escombros y montar carpas improvisados, mientras que el personal de la ONU y de Estados Unidos, mandado ahí junto con centenares de organizaciones no gubernamentales como la Cruz Roja, en gran medida se quedaron mirando. Nosotros que no teníamos afiliación con ninguna entidad organizativa hicimos la mayor parte del trabajo en Haití. Las fuerzas militares de Estados Unidos vigilaban la embajada en trajes blindados, portando armas y cruzados de brazos.

Con la excepción de la gente de Staten Island, no llegaron curiosos. No llegó ninguna dependencia del gobierno por lo que yo podía ver. De hecho, todas las personas agrupadas en el centro de auxilio comentaban la falta de ayuda oficial y de camiones de la Cruz Roja. Muchos se sentían abandonados, pero la mayoría decidió que los “bustos parlantes políticos” que prometían ayuda, eran unos mentirosos. El campamento base de FEMA [la Agencia Federal de Gestión de Emergencia] y del personal de primeros auxilios estaba a unas cuadras de este centro de auxilio de la avenida Guyon, pero las personas adscritas a la Guardia Nacional o a FEMA se quedaban detrás de las grandes cercas de la zona playera, con sus enormes generadores, sus carpas y camiones.

Decidí dejar mi comida caliente ahí, junto con otras bandejas, y cargar mi carro para llevar ayuda a otras zonas. Conocí a Lynne, que decidió ir a ayudar conmigo. Cargamos paletas de agua potable, cobijas, artículos de limpieza y de higiene y bocadillos. Decidimos dirigirnos a la avenida Cedar Grove, pues nos dijeron que ahí necesitaban los artículos que llevábamos. Había un embotellamiento inimaginable. Al avanzar centímetro por centímetro por el bulevar Hylan Boulevard, el caos era total. No sé cómo era posible, pues no se podía comprar gasolina en ninguna parte, sin embargo la gente se desplazaba. Lo muy extraño fue viajar solo dos cuadras y ver la normalidad. Conductores hablaban por celular, con sus radios a todo volumen, gafas Gucci y bolsas de las compras. Como si no hubiera pasado nada o como si no hubiera gente a unas cuadras que lloraba porque había perdido todo. Es difícil comprender eso, cuando uno está trabajando con cientos de personas en labores de auxilio.

La policía había cerrado la zona a la cual íbamos, así que decidimos ir directamente a la playa Midland, una de las áreas más afectadas. En varios kilómetros de camino, vimos UNA camioneta de la Cruz Roja y nada más. Pues, fíjense, íbamos a unas cuadras de la “zona cero", por la calle principal. Lynne estaba repasando Facebook y Twitter mientras yo manejaba, para buscar otras zonas que necesitaban ayuda. Ella estaba conectada con todas las noticias de las redes sociales y me mantenía al tanto. Al dirigirnos hacia la avenida Midland, ella leyó que un lugar tenía tantos suministros que pedía que la gente los llevara. Llegamos a la escuela media Egbert y descubrimos que casi la mitad del estacionamiento estaba lleno de provisiones. Nos pertrechamos con más gorros, guantes y ropa de invierno, metimos todo en mi carro ya colmado, y seguimos en camino.

Había mucha actividad en la playa del sur, así que seguimos adelante. Lynne vio que la gente de Great Kills, donde el huracán había desparramado los barcos por dondequiera, necesitaba de todo. Entonces dimos la vuelta y nos dirigimos hacia esta otra zona playera, mientras preguntábamos a las personas en el camino si necesitaban de algo. Al llegar al "puerto deportivo" encontramos que la policía estaba vigilando los barcos estropeados y que también había una camioneta de la Guardia Nacional y unos soldados que repartían frazadas. Un tipo que tenía un camión de pizzería estaba dando comida a las personas, así que fuimos en busca de personas que pidieron ayuda mediante Facebook. Finalmente, vimos las mesas que unas cinco personas acababan de colocar con algunas provisiones. Paramos y descargamos el carro. Estaban muy agradecidas por los calcetines calientes, las cobijas, los abrigos y la comida. Las inundaciones habían destruido por completo el interior de las casas y en un esfuerzo conjunto la comunidad estaba arrancando los muebles destruidos, mientras la Guardia Nacional se fue para otra parte.

Aquí la gente dijo que quería comida caliente y más calcetines. Así que regresamos al centro de la avenida Guyon, que no estaba lejos. Cuando llegamos, resultó que un servicio de comidas acababa de entregar 10 bandejas de comida calientes, bolillos, sándwiches y café. Llevamos cuatro bandejas y cualquier otra cosa que pudimos meter en el carro, y fuimos otra vez para Great Kills. Ya había estado manejando por casi cuatro horas y empezaba a oscurecerse. Algunos faroles estaban funcionando, pero la mayoría no. Llegamos y cuando abrí la bandeja de calientes tiras de pollo empanizado, las sonrisas me recompensaron, en particular de los niñitos que tenían tanta hambre. Todos se reunieron para comer y estaban de buen ánimo. En eso vi al congresista Michael Grimm, quien apareció de la nada. Él me miró directamente y dijo “gracias” por todo lo que yo estaba haciendo. No podía decir nada porque me tomó por sorpresa. Quería decirle: "¿cómo se atreve a dar la cara sin traer nada aquí? Sin traer comida, pilas, cobijas ni nada". Solo vino para que le sacara la foto y para el espaldarazo político que un viaje por los vecindarios devastados le iba a dar.

De ese lugar, regresé con Lynne en la oscuridad al centro de la avenida Guyon. El sitio había acumulado el triple de provisiones desde que salimos hace más de una hora. Decidí llenar el carro una vez más con sándwiches y provisiones, y regresar a la zona de la playa donde FEMA había establecido su cartel general. El tránsito se había despejado un poco y cuando llegué a donde el huracán literalmente se había llevado las casas, solo estaban los equipos noticiosos. Encontré otra pequeña estación de auxilios y esperaba darles lo que llevaba, pero ya estaban cerrando para la noche. Luego me topé con Alice. Ella estaba "vigilando" su esquina contra cualquier saqueador. Ella estaba helada, parada ahí delante de su casa y frente a un farol caído al suelo. Me bajé del carro y le ofrecí algunas provisiones, pero ella solo quería una frazada. Empezamos a platicar y ella despotricaba contra la Cruz Roja. Me dijo: "siempre he donado a la Cruz Roja, cada vez durante toda mi vida, pero ya no lo haré jamás". Ella estaba furiosa, decepcionada, indignada y triste, todo a la vez. Al mirar por alrededor, vi ahí al lado a Geraldo Rivera en su limosina con su chofer y su gente de seguridad. Ella dijo que hace unos momentos le había dicho a Geraldo qué tan indignada estaba y que sentía que no había más que quedarse en casa, fría y con hambre, porque no había ayuda.

Cuando regresé a casa, prendí el televisor para ver "Geraldo LIVE" con la esperanza de ver a Alice. Pero no. Geraldo estaba en el centro de mando y control de FEMA, con unos voluntarios de la Cruz Roja, y elogiaba el trabajo de ellos y todo el personal de primeros auxilios, y de algunas personas “de pie” que habían dejado provisiones que sobraron de sus labores de auxilio en Brooklyn. Nunca vi el clip de Alice, y no lo vamos a ver nunca en los medios de comunicación nacionales corporativos. La porquería que estos están presentando al mundo es literalmente una “carita feliz” que dice qué tan magnífica es la situación de nosotros aquí en la “zona cero”. No se lo crean. La gente está sufriendo muchísimo y la única ayuda que llega es la que viene de otras personas a quienes sí les importa.

Se pueden ver los vídeos YouTube de la situación de Staten Island en youtube.com/user/elainebrower?feature=watch

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