Los antecedentes históricos de la crisis humanitaria: El terror yanqui en Centroamérica

23 de junio de 2014 | Periódico Revolución | revcom.us

 

EE.UU. ha sido durante mucho tiempo la potencia imperialista dominante en Centroamérica. Durante siglos, por medio de golpes de estado, invasiones, el entrenamiento militar de asesinos, y otros medios sangrientos, ha mantenido el control sobre los países a que llaman despectivamente algunos estadounidenses “las repúblicas bananeras”. Ha instalado como gobernantes a una serie de títeres leales a EE.UU. Corporaciones estadounidenses han cosechado fortunas obscenas de la explotación brutal de los campesinos de Centroamérica, mientras que el pueblo, especialmente los campesinos, ha vivido en la pobreza.

Durante la década de 1980, EE.UU., directamente y mediante los gobiernos lacayos, emprendió y dirigió campañas genocidas en varios países centroamericanos para sofocar rebeliones influenciadas por su rival imperialista, la Unión Soviética. Transformó a estos países en sangrientas calderas infernales. Los líderes de EE.UU. elogiaron a los carniceros que dirigieron estas campañas asesinas como “luchadores por la libertad” y “paladines de la democracia”.

El año pasado Revolución escribió que en tres años del gobierno de presidente de Guatemala Efraín Ríos Montt, asesino de masas respaldado por Estados Unidos, “el ejército guatemalteco destruyó 626 aldeas, asesinó o "desapareció" a más de 200.000 personas, en su mayoría indígenas mayas, y desplazó a otros 1.5 millones de personas, aproximadamente la quinta parte de la población. El gobierno guatemalteco llevó a cabo una política de "tierra arrasada", destruyendo y quemando edificios y cultivos, matando a los animales, ensuciando el agua y violando los lugares y símbolos culturales sagrados.”. El presidente de EE.UU. Ronald Reagan describió a Ríos Montt como “un hombre de gran integridad personal y compromiso”.

En el mismo período, Honduras se convirtió en una concentración y base importante de los esfuerzos de parte de Estados Unidos para derrocar al gobierno sandinista en la Nicaragua vecina. EE.UU. envió dinero, equipo militar y “asesores”, y ayudó a los militares hondureños a establecer campamentos de base por todo el país. El general Gustavo Álvarez Martínez, graduado de la Escuela de las Américas del ejército de EE.UU., abogó por lo que él y sus partidarios estadounidenses llamaban el “enfoque argentino” en contra de sus opositores — “desapariciones”, tortura, escuadrones de la muerte, asaltos genocidas por las aldeas y tierras de los campesinos.

En una base militar en EE.UU., entrenaron en estas técnicas a más de dos docenas de oficiales del ejército de Honduras. Estos oficiales, que siguieron recibiendo dirección de la CIA al regresar a Honduras, constituían el núcleo del tristemente célebre “Batallón 316.” Ciertas unidades del batallón se responsabilizaban de la tortura, otros del secuestro, otros más de deshacerse de los cadáveres. EE.UU. rechazó sistemáticamente toda responsabilidad de su parte. John Negroponte, embajador de EE.UU. en Honduras durante el mandato de Reagan, escribió en un artículo de revista en 1982, “Es simplemente falso afirmar que los escuadrones de la muerte hayan hecho su aparición en Honduras”. Era una mentira total y absoluta, y un encubrimiento del asesinato en masa.

Estados Unidos libró y respaldó una sangrienta guerra genocida en El Salvador durante esos mismos años. El ejército salvadoreño, partiendo de su entrenamiento y dirección a manos de los “asesores” yanquis, efectuó una política de tierra quemada contra los campesinos. Llevó a cabo masacres y “desapariciones” en las ciudades, sobre todo a los que sospechaban de ser oponentes políticos. EE.UU. envió al ejército salvadoreño decenas de millones de dólares, helicópteros fuertemente armados, Boinas Verdes, y “asesores” de la CIA. Sólo en 1980, los escuadrones de la muerte respaldados y entrenados por EE.UU. mataron a casi 12.000 personas. En una masacre particularmente sangrienta cerca del río Sumpul en mayo de 1980, la Guardia Nacional de El Salvador que estaba respaldada por EE.UU. y un grupo paramilitar denominado Orden masacraron a unos 600 campesinos mayas, la mayoría mujeres y niños. Durante los 12 años de esta campaña asesina, alrededor de un quinto de la población de El Salvador fue desplazado, y los escuadrones de la muerte mataron a por lo menos 75.000 personas.

Más recientemente, en 2009, el gobierno hondureño de Manuel Zelaya fue derrocado en un golpe de estado. Zelaya se había alineado con Hugo Chávez de Venezuela y otros opositores de la dominación estadounidense de América Latina. En los años después de este golpe, las fuerzas de seguridad hondureñas han asesinado y desparecido a cientos de opositores políticos. La respuesta de la administración de Obama ha sido la de pedir al Congreso un aumento de la ayuda económica al ejército hondureño. Los medios de comunicación en EE.UU. prestaron poca o ninguna atención a los dos acontecimientos.

Los ejemplos anteriores sólo arañan la superficie y ofrecen un bosquejo de la carnicería que el imperialismo de EE.UU. ha infligido a la gente en Guatemala, El Salvador y Honduras. La violencia de que huyen los centroamericanos hoy, cualquiera que sea su fuente inmediata en la situación particular, en última instancia tiene su fuente en el sistema capitalista-imperialista que los ha saqueado por un siglo, asesinando a cientos de miles de sus compatriotas. Es la mayor hipocresía de parte de los políticos y periodistas estadounidenses cuando hablan de la violencia que desgarra a estos países y fingen simpatía con sus víctimas jóvenes, sin tratar las raíces económicas, sociales y políticas de las condiciones que atrapan a la gente, ni los horrores genocidas que comete y dirige EE.UU.

Se necesitan: Voluntarios para revcom.us y Revolución

Envíenos sus comentarios.

Si le gusta este artículo, suscríbase, done y contribuya regularmente al periódico Revolución.