Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar

Auschwitz y el mundo de hoy

23 de febrero de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us

 

2 de febrero de 2015. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Hace 70 años, el 27 de enero de 1945, las tropas soviéticas llegaron a los muros del gigantesco campo de concentración de Auschwitz-Birkenau en Polonia y liberaron a unos cuantos miles de prisioneros que seguían vivos de los 1,3 millones que los nazis arrastraron a este lugar. La ceremonia conmemorativa en Auschwitz no buscaba expresar pesar ni mantener vivo el recuerdo de los que sufrieron y murieron sino simplemente servirles a los gobiernos reaccionarios como una oportunidad para impulsar agendas que han traído al mundo, y traerán, más sufrimiento y muerte.

Child survivors of Auschwitz

Infantes sobrevivientes de Auschwitz

Los presidentes de Austria, Francia, Alemania y Polonia asistieron, junto a la realeza de Bélgica, Países Bajos y Dinamarca. El presidente estadounidense Barack Obama envío a su secretario del Tesoro. El presidente de Rusia Vladimir Putin no fue invitado, a pesar del papel de la antigua Unión Soviética, cuando todavía era un país socialista, en la liberación de Auschwitz. Esta fue otra señal más de la beligerante rivalidad de las potencias occidentales con sus adversarios imperialistas rusos. El conflicto interimperialista, el eje de la Segunda Guerra Mundial, no se limita al pasado.

Además, a nombre de defender la “civilización” occidental contra la “barbarie” del fundamentalismo islámico, pintado como el sucesor del nazismo, estas conmemoraciones de Auschwitz taparon el hecho de que los gobernantes de los países imperialistas son los más grandes perpetradores de bárbaros crímenes en el mundo — no solo en el pasado, sino también hoy.

Al invadir o, si no, destruir a Afganistán, Irak, Siria, Yemen, República del Congo, República Centroafricana, Malí y muchos otros países, hablando solo del presente, por no mencionar los millones de personas asesinadas en sus guerras contra Argelia y Vietnam, han generado una cantidad de víctimas sin precedentes en la historia, por no hablar del funcionamiento normal de su letal sistema global.

Además, utilizaron este aniversario para glorificar al bárbaro y criminal Estado de Israel. Vale la pena mencionar un editorial del Guardian, porque este periódico británico en efecto busca mostrarse como crítico de las políticas de Israel, en contraste con los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, etc. Dice: “No se puede culpar a un pueblo que estuvo al borde de la extinción por no querer poner su destino una vez más en otras manos”. Esto es una apología para el sionismo, aunque los editorialistas tal vez quieran un sionismo más amable que nunca ha existido ni existirá, un Estado construido en nombre de un grupo étnico y una religión (una concepción política que pertenece al Oscurantismo) por medio de la masacre, la expulsión y el terrorismo contra el pueblo cuya tierra robaron.

El genocidio nazi, un acontecimiento histórico real que debería dar claridad sobre la inherente crueldad y carácter irreformable del sistema imperialista, ha sido convertido en un símbolo místico para justificar más crímenes. Los sionistas y las clases dominantes a las que sirve el sionismo tratan de prohibir —y convertir en blasfemia— preguntar por qué ocurrió este genocidio, como si entenderlo significara justificarlo. Hoy, cuando las potencias imperialistas afirman representar ciertos valores en su conflicto con el fundamentalismo islámico, y usan el peligroso resurgimiento del antisemitismo para esconder sus propios crímenes históricos y actuales, lo que se necesita más que nunca es un análisis científico de un pasado cuya sombra se asoma cada vez más.

Lo siguiente es de un artículo del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar publicado hace una década con ocasión del 60º aniversario de la liberación de Auschwitz [“Recordando a Auschwitz, mirando hacia el futuro”, del 31 de enero de 2005].

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Un espeso hedor de mentiras e hipocresía salía de la reunión de líderes mundiales en Auschwitz-Birkenau con motivo del 60 aniversario de la liberación del mayor campo de exterminio nazi. La verdad: Estados Unidos e Inglaterra no hicieron nada en absoluto para detener el genocidio, lo encubrieron mientras estaba en marcha y tras la guerra protegieron a quienes lo cometieron. ¿Por qué? ¿Qué lección tiene para hoy?

Cuando los nazis subieron al poder en las elecciones de 1933, ya era del dominio público que odiaban a los judíos. Menos de 1% de la población alemana era de judíos, aproximadamente 500,000. Primero los nazis reprimieron a los comunistas. Muchos de las decenas de miles de primeros judíos que emigraron eran de la izquierda. Luego, mataron en secreto a los enfermos mentales, discapacitados y otros "inadaptados", un ensayo para los campamentos de exterminio que abrieron ocho años después. Mataron a los homosexuales también.

Con violencia y asesinatos buscaron expulsar a los judíos del país. En 1936, las leyes de Nuremburg les arrebataron los derechos civiles y prohibieron matrimonios entre judíos y no judíos. Una vez que los echaron de los puestos de autoridad, se dio una pausa, que algunas personas interpretaron como que lo peor ya había pasado. En 1938 la Noche de los cristales rotos despejó esa falsa ilusión: los nazis encabezaron chusmas para atacar los negocios y casas de los judíos. Eso y la anexión de Austria por Alemania el mismo año hicieron que más judíos intentaran emigrar.

Pero pocos países los aceptaron. El único que los aceptó sin límite: la URSS, que entonces era socialista. En 1938, el presidente yanqui Franklin D. Roosevelt convocó la Conferencia de Evian, Francia, una reunión de 32 países, para ver qué hacer con los refugiados judíos. Si bien Estados Unidos e Inglaterra aceptaban decenas de miles al año, diez veces más solicitaban visas. Estas dos potencias pidieron que otros gobiernos los aceptaran. Francia se negó. El único país presente que accedió a aumentar la cuota era la República Dominicana. La prensa nazi alabó la conferencia como señal de que el mundo empezaba a apoyar su programa racial.

En mayo de 1939, el SS Saint Louis partió de Hamburgo, Alemania, rumbo a Cuba con 937 refugiados, casi todos judíos alemanes. La mayoría de ellos había solicitado visa para entrar a Estados Unidos. Cuba les permitió esperar en puerto mientras esperaban una respuesta a las solicitudes. Justo antes de llegar Estados Unidos obligó a Cuba a cambiar de plan y a no permitir que los refugiados dejaran el barco. Los demás países latinoamericanos tampoco ofrecieron ayudarles. El barco se acercó tanto a la costa estadounidense que los pasajeros podían ver las calles iluminadas de Miami de noche. Esperaban una respuesta a un cablegrama que enviaron a Roosevelt. El gobierno yanqui ya había tomado una decisión en contra, pero no envió ninguna respuesta. En junio, el barco tuvo que volver a Europa, donde muchos pasajeros acabaron en los campamentos de exterminio.

En 1941, cuando los nazis prohibieron oficialmente la emigración de los judíos, más del 80% de los judíos ya habían partido. Tras la invasión alemana de Polonia, la principal población de judíos de Europa quedó bajo el control de los nazis. Cuando los ejércitos nazis entraron a Europa del Este y la Unión Soviética, y se desbocaron en las regiones de gran población judía de Bielorrusia y Ucrania, muchos millones de judíos quedaron bajo su bota. En enero de 1942, en una conferencia en un suburbio de Berlín llamado Wansee, adoptaron un plan de "solución final": enviar a todos los judíos a los campamentos en el este, exterminar a los que estén tan débiles que no pueden trabajar, obligar a trabajar y matar de hambre a los demás, y exterminar a los que sobrevivan.

Los aliados estaban enterados pero no dijeron nada. Cuando el Consejo Mundial de Judíos con sede en Ginebra envió un cablegrama al Departamento de Estado yanqui con los detalles de este plan, el gobierno estadounidense lo ignoró y le dijo al principal rabino norteamericano (que también había recibido el informe) que se cerrara la boca. Desde el comienzo el Vaticano contaba con todos los detalles provenientes de fuentes católicas pero, a pesar de las presiones desde abajo, el papa Pío XII se negó a hacer una declaración pública contra el plan, pues la iglesia católica aún consideraba que los judíos eran "asesinos de Cristo"...

En el ghetto de Varsovia, una organización de combatientes judíos dirigida por comunistas y otras fuerzas de la resistencia envió a exploradores por la alcantarilla para pasar al otro lado de los muros en que los nazis los tenían encerrados. Siguieron los trenes que se llevaban miles de familias a un destino desconocido. Al fin de la vía estaba Auschwitz: ahí murieron gaseados un millón de judíos, 75 mil polacos no judíos, 18 mil gitanos y 15 mil prisioneros de guerra soviéticos; incineraron los cadáveres en los hornos.

Un representante del gobierno polaco probritánico al cual derrocaron los nazis fue al ghetto para conocer los hechos. Describieron el campamento y le dijeron que desde Varsovia los trenes llevaban 10 mil judíos al día a la muerte. Aunque no estaba muy dispuesto a ayudarles, aceptó salir de Polonia y comentarlo con las autoridades inglesas y norteamericanas, pues consideraba que como eran aliados políticos, le prestarían atención. Esperaba reunirse con Churchill; habló largamente con Roosevelt. No pasó nada.

A partir de 1942 Auschwitz, como los demás campamentos, recibió constantes cargas ferroviarias de judíos y carbón. Sin esas vías, habrían parado en seco sus operaciones y se habrían enfriado los hornos. ¿Por qué no las bombardearon los aliados? Para generar caos económico, ya pulverizaban los puertos europeos ocupados por los alemanes y sus bombas provocaron el incendio de la ciudad de Dresden. ¿Qué les detuvo la mano?

Se ha dicho que los bombarderos que salían de Inglaterra no podían alcanzar al campamento tan alejado en el sureste. Tal vez, pero para abril de 1944, al menos, ya no era cierto, como corrobora una foto de reconocimiento aéreo recién divulgada del campamento tomada en ese entonces. Tomaron esas fotos a fin de planear los ataques. En la foto se ven claramente los galerones de los presos, las cámaras de gas y los crematorios. Se sabe que la inteligencia de los aliados recibió informes de dos huidos del campamento ese mes y dos más el mes siguiente.

Se avecinaba un clímax infernal. Sacaron a todos los judíos de Polonia. En trenes sacaron a 440.000 de Hungría, la mitad de la población judía de ese país, durante mayo y junio. Estados Unidos e Inglaterra lo observaron todo.

En agosto y septiembre, la fuerza aérea yanqui bombardeó un complejo industrial a menos de cinco minutos por aire de las cámaras de gas de Birkenau. En un documental reciente de la BBC, una sobreviviente relata con amargura que ella y otros presos vieron sobrevolar cientos de aviones de guerra. Se preguntaron: ¿Por qué no bombardean este lugar? Aunque maten a muchos, sería la única forma de que algunos salgamos con vida.

En octubre de 1944 los presos llevaron a cabo uno de los levantamientos conocidos en Auschwitz. Cientos de presos atacaron a los guardias con hachas y piedras. Volaron una cámara de gas con explosivos y prendieron fuego a un crematorio. Aunque los aliados contemplaban la idea de entregar fusiles vía aérea a los presos, no hicieron nada.

Los campamentos siguieron operando sin interferencia externa hasta el 27 de enero de 1945, cuando el Ejército Rojo soviético llegó a los portones. Encontraron a siete mil sobrevivientes tan débiles que no podían caminar. Cuando los nazis huyeron hacia el occidente, se llevaron a 58 mil presos. Aunque quedaran derrotados, no querían dejar a ningún judío con vida.

Estados Unidos continuó cometiendo crímenes después de ese día: juzgó a muy pocos dirigentes y verdugos nazis porque les daba protección. Poco después de la guerra, reclutó a muchos ex dirigentes nazis para luchar contra la Unión Soviética.

Los aliados identificaron a tres millones de alemanes que cometieron crímenes durante la guerra. Juzgaron a un millón, condenaron a la pena capital a 11, a unos cuantos les dieron cortas sentencias de cárcel, a la mayoría de ellos les multaron o les prohibieron ocupar puestos públicos por un corto tiempo. En 1951, casi todos recibieron una amnistía. Krupp y otros grandes capitalistas en cuyas fábricas trabajaron los presos de los campamentos de exterminio recuperaron sus fortunas.

Ahorcaron al comandante de Auschwitz, pero de los diez mil integrantes de la SS nazi que cometieron las ejecuciones, sólo 750 recibieron un castigo leve.

Como hace poco documentó el libro US Intelligence and the Nazis, de Norman J. W. Goda, basado en los archivos del gobierno estadounidense, llevaron a miles de nazis y oficiales de la SS a Estados Unidos donde "podían ayudar a contrarrestar las ideas comunistas en las comunidades de inmigrantes" (Associated Press). La iglesia católica y la inteligencia militar yanqui colaboraron para sacar a los nazis más tristemente célebres de Alemania. Según Goda, la CIA utilizó a un grupo de oficiales nazis que había estado encargado de la inteligencia en el frente oriental como núcleo del futuro servicio de inteligencia de la República Federal de Alemania, entidad que aún opera hoy.

Los historiadores de hoy que defienden el comportamiento de Churchill y Roosevelt tienen dos argumentos contradictorios. El primero: que los dos hombres temían que si se llegara a identificar la guerra con el rescate de los judíos de Europa, la "opinión pública" antijudía en sus respectivos países perjudicaría su propia participación en la guerra. O sea, culpan a los habitantes de los países occidentales, a los que mantenían desinformados acerca de lo que hacían los nazis. Así ponen patas arriba la verdad.

El segundo, que sostienen con frecuencia los expertos militares, es que si hubiera salido la verdad sobre los campamentos, la presión del público para hacer algo al respecto habría limitado su libertad de fijar prioridades militares de acuerdo a sus objetivos generales en la guerra.

Si se quieren conocer los objetivos de Estados Unidos, hay que ver los resultados de su triunfo: salió como principal potencia imperialista capaz de cebarse de la explotación de todo el mundo. Inglaterra, si bien perdió su anterior posición superior, salió como importante potencia y socio principal de Estados Unidos. Alemania y Japón, que no lograron alcanzar el dominio global como Estados Unidos, tuvieron que aceptar ser socios menores de la mafia dirigida por Estados Unidos. Estados Unidos e Inglaterra no usaron sus bombas para salvar a los judíos porque tenían otros objetivos. Después de la guerra, protegieron a los nazis por las mismas razones imperialistas....

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Vale la pena pensar sobre qué razones políticas e ideológicas impulsaron el genocidio nazi contra los judíos, y por qué las potencias occidentales optaron por ignorarlo.

Los nazis siempre asociaron a los judíos con el comunismo, no solo por propósitos demagógicos, sino como parte de su concepción general. Es claro que el antisemitismo proliferó mucho antes de la época de hoy, pero eso no explica la forma virulenta y genocida que le dieron los nazis en preparación para lo que consideraban el conflicto inevitable con la URSS, una causa en la que esperaban ganarse el respaldo o al menos la neutralidad de los aliados de Occidente. El sanguinario odio de los nazis hacia los judíos se agudizó particularmente cuando el "judío bolchevique” primero frenó a los ejércitos alemanes que avanzaban hacia el este y luego los obligó a retroceder.

Muchos judíos tenían buenas razones para odiar el orden mundial de ese entonces. Tenían una fuerte representación en el movimiento comunista y muchos consideraban a la Unión Soviética como un faro de salvación. De hecho, la Unión Soviética sí era un faro para los judíos y para los oprimidos en general. Los bolcheviques emanciparon a los judíos en la Rusia zarista, que durante siglos había sido un infierno para ellos. Acogieron a los judíos en el movimiento revolucionario y en la vida pública que antes les era vedada. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Rojo salvó la vida de 1.5 millones de judíos de los 4 millones que se encontraban en los territorios ocupados o invadidos por los alemanes, según el conocido historiador estadounidense Arno Mayer.

Al igual que las otras fuerzas en la guerra, los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra tenían sus propias agendas políticas e ideológicas. Una de las razones por las que ansiaban limitar la presencia judía fue precisamente la influencia de la entonces socialista Unión Soviética y del marxismo revolucionario entre muchos judíos. Además, querían ganarse el respaldo de la opinión pública para librar esta guerra sobre la base más atrasada posible. Querían debilitar la opinión pública antiimperialista y pro-soviética, y en su lugar avivar los sentimientos patrióticos y chovinistas. Querían librar esta guerra de un modo que sirviera a sus planes imperiales y a sus preparativos para hacerle frente a la entonces socialista URSS, aun cuando se vieron obligados a aliarse con ésta para derrotar a Alemania.

Cuanto más se comprenda que todos los principales reaccionarios del mundo permitieron el genocidio nazi, más se comprenderá que los gobiernos de hoy utilizan este suceso para fomentar sus actuales objetivos. Para muchos de esos gobiernos es un pretexto o hasta justificación para la opresión de los palestinos por Israel. No basta con oponérsele. Es necesario analizar por qué se cometió este crimen. ¿Se debe al "mal" que habita en el corazón de los seres humanos, tal como muchas personas sostienen, o a fuerzas ideológicas, económicas y políticas muy terrenales? Fue un mal que se manifestó de una forma particular en un contexto mundial particular, en un mundo con otra configuración que la de hoy y en que las potencias imperialistas tenían los mismos objetivos que hoy: el afán de imperio en un sistema capitalista que genera inevitablemente el constante reparto y nuevo reparto del mundo.

 

El Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar es un servicio de Un Mundo Que Ganar, una publicación política y teórica inspirada por la formación del Movimiento Revolucionario Internacionalista, el centro embrionario de los partidos y organizaciones marxista-leninista-maoístas.

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