El acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán:

El imperio estadounidense maniobra para hacer frente a mayores desafíos

Larry Everest | 6 de abril de 2015 | Periódico Revolución | revcom.us

 

El jueves 2 de abril, el presidente Obama, el ministro de Relaciones Exteriores de Irán y un representante de la Unión Europea anunciaron que después de 18 meses de negociaciones habían llegado a un acuerdo sobre un marco general de un convenio importante sobre el programa nuclear de Irán y sanciones. A cambio de que la República Islámica de Irán (RII) recorte, restrinja y permita inspecciones exhaustivas de su programa de enriquecimiento nuclear, Estados Unidos y otras potencias mundiales empezarían a levantar las brutales sanciones económicas que habían impuesto sobre Irán. El finiquito y firma del convenio final entre Estados Unidos y otras potencias mundiales (Rusia, China, Gran Bretaña, Alemania y Francia) por un lado, e Irán por el otro, está programado para finales de junio.

En Estados Unidos e Irán muchas personas celebran el acuerdo como un triunfo de la paz sobre la guerra. El acuerdo para nada representa eso.

Este acuerdo (y el debate sobre éste) no tiene nada que ver con eliminar las causas subyacentes del sufrimiento, las privaciones, los conflictos y las guerras en la región. Ni siquiera se trata de eliminar las armas nucleares en la región — Estados Unidos todavía tiene miles de esas armas, e Israel tiene cientos de ellas que ha rechazado admitir que existen, ni hablar de someterse a inspecciones y controles internacionales. El acuerdo se propone mantener esas relaciones sociales y económicas subyacentes y el orden político los que causan la horrenda oleada de muerte y sufrimiento que inunda el norte de África y el Medio Oriente y constituyen la fuente del auge y propagación del fundamentalismo islámico.

El inicio de una gran maniobra estratégica

El programa nuclear de Irán es en sí un problema para Estados Unidos. Pero el acuerdo nuclear, para Estados Unidos, al parecer es el acto inicial de una maniobra, y una apuesta, estratégicas mucho mayores por parte de la administración de Obama con el fin de hacer frente a las enormes contradicciones y desafíos que los imperialistas estadounidenses enfrentan a nivel mundial y en la región del Medio Oriente. En pocas palabras, el equipo de Obama espera que este acuerdo sea un puente hacia Irán para que ese país se reúna con “la comunidad de naciones”, como lo expresó Obama, lo que significaría que Irán se volviera más integrado en el orden mundial y regional dominado por Estados Unidos después de 36 años de aislamiento y conflicto cada vez más agudo entre los dos países. Si el acuerdo funcionara según lo programado, y eso es un gran “si”, Irán podría convertirse, de uno de los mayores problemas para el imperialismo estadounidense, en un país de importancia mundial que ayude más que dañe a los intereses de Estados Unidos.

Tal cambio, si tuviera éxito, podría tener profundas repercusiones a nivel mundial y regional. Podría fortalecer a Estados Unidos en su conflicto con Rusia y su creciente rivalidad con China, mientras que podría dificultar que Rusia y China atrajeran a Irán hacia sus respectivas esferas de influencia. En el Medio Oriente, a Estados Unidos lo agobian contradicciones explosivas y puntiagudas y el equipo de Obama espera que un acercamiento con Irán tenga un papel clave en su resolución. Según el New York Times, la reconciliación con Irán podría ser “la clave para un orden nuevo y más amplio en una región que ha causado problemas para los presidentes estadounidenses desde hace generaciones”.

Los gobernantes de Irán también tienen sus propios motivos apremiantes para aceptar el acuerdo nuclear en el que se han acordado reducir sus centrifugadoras en dos tercios, enriquecer el uranio sólo al 3.67 por ciento (para un arma nuclear se necesita el de más del 90 por ciento), emprender grandes cambios en varios reactores e instalaciones nucleares y permitir inspecciones invasivas, todo lo que duraría al menos 10 años.

Este acuerdo disminuiría la amenaza de un ataque militar de parte de Estados Unidos. El régimen iraní necesita urgentemente que se levanten las sanciones. Su economía sigue dependiendo de la tecnología, importaciones y capital del extranjero, por lo que el corte a Irán de la banca y crédito internacional ha paralizado su economía y obstaculizado su expansión y modernización. La revitalización de la economía de Irán ayudaría a impedir otro estallido de descontento interno, como el que tuvo lugar después de las elecciones presidenciales de 2009.

Además, la República Islámica de Irán tiene objetivos más amplios que el reconocimiento de su derecho a enriquecer uranio y el levantamiento de las sanciones. El jihadismo sunita y los trastornos regionales también amenazan a sus intereses. Los gobernantes de Irán quieren convertir a Irán en un país poderoso con conexiones mundiales y legitimar su papel como actor importante en el Medio Oriente. La mitigación de las tensiones entre Estados Unidos e Irán y la reanudación del acceso a los mercados comerciales y financieros internacionales servirán a todos esos objetivos.

Pero, no hay ninguna garantía de que este acuerdo se consume o que tenga éxito en las formas a que apuesta el equipo de Obama. Poderosas fuerzas de la clase dominante de Estados Unidos y aliados importantes de Estados Unidos como Israel y Arabia Saudita se oponen vehementemente al acuerdo y a esta maniobra estratégica de Obama. Por ejemplo, el ex general estadounidense David Petraeus sostiene que Irán es el problema, y no la solución. En el pasado, Israel ha amenazado con atacar unilateralmente a las instalaciones nucleares de Irán si cualquier acuerdo permitiera que Irán continuara enriqueciendo uranio.

Aunque se adopte el acuerdo y Estados Unidos e Irán intenten amarrar un acercamiento más amplio, no hay ninguna garantía de que resulte en lo previsto. Irán tiene sus propias ambiciones, mismas que no son idénticas a las de Estados Unidos. El acuerdo podría suscitar maniobras inesperadas de parte de Israel y Arabia Saudita contra Irán y divisiones con Estados Unidos. Muchas otras contradicciones, mundiales o regionales, podrían incidir.

Un giro de un 180º impulsado por grandes cambios y una extrema necesidad

Los imperialistas estadounidenses se han mostrado profundamente hostiles a la República Islámica de Irán por unos 36 años, desde poco después de que la República Islámica de Irán llegó al poder tras la revolución iraní de 1979. Esta hostilidad ha crecido con el tiempo. ¿Por qué? No ha crecido debido a que los gobernantes de Irán son teócratas despóticos que oprimen y asfixian al pueblo de Irán, especialmente a las mujeres, sino porque en muchos sentidos sus planes y ambiciones han estado en conflicto con los intereses mundiales y regionales de Estados Unidos. Si bien los nuevos gobernantes iraníes de ese entonces permanecían firmemente en el orden capitalista mundial, no eran lacayos directos de Estados Unidos, como lo era el Sha. Ampliaron las relaciones mundiales y la influencia regional de Irán, por ejemplo en Siria. Promovieron al dominio islámico y apoyaron a las fuerzas islamistas antiestadounidenses en Palestina, El Líbano, Irak y otras partes. La revelación de 2002 de que Irán tenía un programa secreto de enriquecimiento de uranio aumentó esas tensiones. El que sea cierto o no el que Irán aspirara a fabricar armas nucleares, eso causaría inestabilidad si siquiera tuviera la capacidad técnica para fabricar una bomba.

Por lo que la normalización de las relaciones entre Estados Unidos e Irán representaría un giro radical de 180º. ¿Por qué esto ocurre ahora?

Estados Unidos ha sido la potencia imperialista dominante en el mundo durante 70 años, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y la única superpotencia imperialista del mundo durante los últimos 25 años, desde el colapso de la antigua Unión Soviética. Pero el campo de juego mundial cambia rápidamente, y Estados Unidos se encuentra ante nuevos desafíos. China viene transformándose rápidamente en una potencia económica mundial y extiende su influencia económica, política y militar, inclusive en el Oriente Medio. Mientras tanto, Rusia ha venido intentando reafirmar su influencia, inclusive en Europa del Este donde Estados Unidos y Rusia se rivalizan de modo peligroso sobre Ucrania, así como en Asia Central y el Medio Oriente. Estados Unidos quiere contrarrestar el ascenso de China y Rusia.

Irán no es una potencia mundial, pero ocupa una posición geográfica estratégica en el mundo y cuenta con enormes reservas de energía. Es un estado cuya alineación podría afectar la correlación de poder mundial. En los últimos años, tanto Rusia como China han trabajado para ampliar sus lazos con Irán en un momento en el que las relaciones entre Estados Unidos e Irán estaban trabadas en antagonismos. Veamos una dimensión: China es hoy uno de los principales inversionistas en los sectores petroleros de Irán (e Irak). Por lo que un elemento de las maniobras de Obama acerca de Irán es el de atraer a Irán hacia la esfera de influencia de Estados Unidos e impedir que se fortalezca la alianza entre China, Rusia e Irán (así como otros países).

En otros sentidos, los sucesos en el Medio Oriente están estrechamente vinculados a la situación mundial. Esta región es una encrucijada militar y comercial entre África, Europa y Asia y una fuente crucial del petróleo y gas natural en el mundo, y el control de esta región ha sido un elemento fundamental de la dominación mundial de Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero hoy el orden regional está sujeto a muchas tensiones y la amenaza de desmoronarse. Los trastornos, agitación y guerras civiles se extienden por toda la región, y envuelven a Siria, Libia, Yemen e Irak. Unos levantamientos recientes han sacudido a Egipto, Bahréin y Túnez. Esos acontecimientos ponen en peligro la estabilidad de aliados cruciales de Estados Unidos como Arabia Saudita, país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Y amenazan con atascar aún más en la región a las fuerzas estadounidenses y dificultar la política declarada del equipo de Obama de cambiar el eje y recursos de Estados Unidos a la región del Pacífico asiático, que cada vez más está al centro de gravedad de la economía mundial.

El gobierno de Obama calcula que en ambos frentes podría ser crucial un acuerdo con Irán. La disminución de las tensiones con Irán podría reducir la probabilidad de que Estados Unidos se enrede en otra guerra en la región. Podría allanar el camino hacia la cooperación en la que Estados Unidos e Irán tengan intereses en común, por ejemplo la contención de las fuerzas jihadíes sunitas, tal como ya ocurre en la lucha contra el ES [Estado Islámico] en Irak (y lo que podría ser un ensayo para una asociación de larga duración). Es posible que Irán facilite unos acuerdos políticos en Siria y Yemen. Todo ello, si en efecto ocurriera, podría darle a Estados Unidos más libertad para centrarse en Europa y el Pacífico asiático.

Así es la situación y así son las grandes necesidades ante Estados Unidos las que lo condujo a cambiar de rumbo y llegar a este acuerdo con Irán. Por lo tanto, por primera vez, Estados Unidos y sus aliados en efecto han reconocido el derecho de Irán a enriquecer uranio y la legitimidad de la República Islámica de Irán, lo que Estados Unidos anteriormente no había hecho de manera explícita. Por lo que, como lo resume el New York Times, Obama, “según dicha premisa, ha estado dispuesto a poner en riesgo la relación de Estados Unidos con Israel y su propia presidencia”: de que es posible atraer a Irán, lo que podría evitar el desastre y convertirse en una ventaja estratégica importante para los imperialistas estadounidenses.

El contragolpe

De nuevo, para nada hay certeza de que se adopte este acuerdo o que se cumpla con lo previsto. Hay debates concretos al interior de la clase dominante de Estados Unidos sobre si el acuerdo es el adecuado, lo que incluye la posibilidad de que termine por fortalecer aún más a Irán, en detrimento de Estados Unidos e Israel. Pululan divisiones sobre si Estados Unidos actúa con suficiente ahínco en el Medio Oriente y aún más fundamentalmente sobre cómo cohesionar a Estados Unidos y dirigir al imperio durante un período de trastornos e imprevisibilidad. La adopción de este acuerdo podría convertirse en un vehículo por medio del cual se zanjen estas divergencias más grandes al interior de la clase dominante.

Sea cual sea el bando de la clase dominante que triunfe en este debate, es posible que de nuevo los gobernantes de Estados Unidos se vuelvan en contra de Irán si lo consideran conveniente. Este acuerdo no implica que la República Islámica de Irán deje de promover sus propias ambiciones, programa y necesidades.

El primer ministro recién reelegido Netanyahu de Israel ha denunciado el acuerdo y en repetidas ocasiones ha declarado que nadie iba a decirle a Israel cómo proteger su “seguridad”. Arabia Saudita teme que el acuerdo legitime y aumente la influencia regional de Irán, por lo que se socave y amenace la propia influencia de Arabia Saudita, tal vez hasta la legitimidad de Arabia Saudita como el verdadero guardián del islam. Arabia Saudita podría lanzar su propio programa de enriquecimiento de uranio y hace poco organizó una fuerza armada regional de países árabes para combatir a Irán y sus aliados, lo que ya se pone a prueba en combate en Yemen. Por lo que este acuerdo, en lugar de atenuar las contradicciones, podría intensificar las tensiones entre Israel, Arabia Saudita, los estados del Golfo y Egipto por un lado, e por el otro, Irán y sus aliados, con consecuencias impredecibles.

Los intereses de los imperialistas no son nuestros intereses

En su anuncio del acuerdo, Obama recalcó repetidamente que este es un acuerdo previsto para promover “los intereses” de Estados Unidos. Por “los intereses” de Estados Unidos, se refiere al mantenimiento del dominio del imperialismo estadounidense sobre Irán, la región de Medio Oriente y el mundo, lo que incluye la guerra en caso de considerarla como la mejor opción. Si bien Obama habla de la paz con Irán, preside el bombardeo de la ciudad iraquí de Tikrit, apoya el bombardeo saudita de Yemen, emprende la guerra en Afganistán y lanza ataques con aviones no tripulados y otros crímenes de guerra por toda la región.

Pero la situación viene convenciendo a muchas personas, entre ellas aquellas que se oponen en serio a los crímenes del imperialismo estadounidense y su sicario, Israel, para que apoyen a Obama y la posición que él representa en el conflicto con el genocida primer ministro israelí Netanyahu y los republicanos. Como escribió Alan Goodman en un artículo reciente de Revolución/revcom.us (“Lo que hace falta en el “debate” sobre Irán: ¡Los intereses de la humanidad!”):

Hay un problema básico con ese marco y esa posición. Omite por completo y contradice por completo los intereses y las mejores aspiraciones de cientos de millones de personas desde el Norte de África hasta Asia Central.

Los habitantes de esta región están atrapados en una caldera de reaccionarias guerras y cruel opresión enmarcada por el choque de fuerzas reaccionarias: los imperialistas occidentales que se etiquetan de “democracias”, y los reaccionarios fundamentalistas islámicos quienes ofrecen formas “alternativas” de explotación y opresión. Los medios de comunicación occidentales han satanizado y deshumanizado a las masas populares de esta región. Pero los cientos de millones de personas de esta región son nuestra gente. Sus intereses, y los intereses de los pueblos del mundo, estriban en la eliminación de toda opresión. Existe una base para hacerlo en el mundo actual, y existe una salida. Se trata de un camino tortuoso, pero es una alternativa concreta al infierno que vive la gente, tan concreto como lo es la realidad concreta.

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