En la Ciudad de Oklahoma se condena a uno de los miles de policías que violan a mujeres

6 de enero de 2016 | Periódico Revolución | revcom.us

 

¿Por qué es que en 2015 seguimos luchando por la justicia?

“¿Por qué es que en 2015 seguimos luchando por la justicia?” es parte de la película en inglés REVOLUCIÓN Y RELIGIÓN: La lucha por la emancipación y el papel de la religión; Un Diálogo entre CORNEL WEST y BOB AVAKIAN. Es la película del histórico diálogo sobre un tema de gran importancia en el mundo a actual entre el cristiano revolucionario Cornel West y el comunista revolucionario Bob Avakian. Mira la película entera aquí.

Durante al menos siete meses, de diciembre de 2013 a mediados de junio de 2014, un policía uniformado y de guardia, acechaba a mujeres negras de una zona de oprimidos de la Ciudad de Oklahoma. Atacó al menos a 13 mujeres, un promedio que aproxima a una cada dos semanas, durante ese período, incluidas una joven de 17 años de edad, violada en el porche de la casa de su madre, y una abuela de 57 años, obligada a practicarle sexo oral con los ojos fijos en el arma de su atacante. El terror y la humillación eran elementos centrales en estos crímenes, en los cuales la mayoría se cometió en la calle y en otros lugares públicos donde a algunas mujeres él les obligó a desvestirse. Muchas de esas mujeres dijeron que pensaban que las iba a matar si no se sometieran, o incluso aunque se sometieran.

El sádico hampón que hizo estos ataques era el policía de la Ciudad de Oklahoma Daniel Holtzclaw, y el 10 de diciembre, fue condenado por 18 cargos de agresión sexual contra ocho mujeres. (No lo condenaron por cargos relacionados a ataques sexuales contra otras cinco mujeres.) Él está a la espera de la sentencia y podría recibir una condena a 235 años de prisión.

Las pruebas contra Holtzclaw eran contundentes. Primero que todo, estaba el testimonio heroico de las propias mujeres, que desafiaron su temor a Holtzclaw y también a la policía en su conjunto, la cual en esta sociedad tiene el poder de vida y muerte, y ejerce ese poder, despiadadamente y sin tener que rendir cuentas, contra las personas negras y latinas. El mismo Holtzclaw era parte de una pandilla de cuatro policías que el año anterior había amarrado brutalmente, por las manos y los pies a la espalda, a un hombre negro de 39 años que sufría una crisis de salud mental, lo que llevó a su muerte. El departamento de policía exoneró del asesinato a todos los cuatro policías.

¡Considere el valor que se requiere para que un grupo de mujeres negras pobres, muchas de las cuales viven en los márgenes de la sociedad donde enfrentamientos con la policía son comunes, que denuncien en pública a un policía por ser un violador y que exijan que lo castiguen!

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Todas las mujeres describieron un patrón similar en que Holtzclaw las paraba por supuestos delitos menores o infracciones y les decía que la única manera de evitar un arresto sería someterse a sus demandas sexuales. Esos testimonios fueron corroborados por su GPS, que cada vez le ubicó en el lugar del ataque a la hora exacta, y en algunos casos hasta se encontró el ADN de la mujer en la ropa de Holtzclaw.

¡Holtzclaw actuó de manera descarada! Realizaba esos ataques en el curso de su servicio normal, en uniforme y con su etiqueta de identificación, y usando el patrullero que le fue asignado. Algunos ataques se realizaron dentro del patrullero o a la orilla de la calle. Claramente él creía que ninguna mujer iba a denunciarlo y, si lo hiciera, nadie la tomaría en serio. En gran medida, él tenía la razón respecto a eso.

Las víctimas de Holtzclaw hablaron de por qué no denunciaron el ataque desde un principio: “No pensé que nadie me creyera. Soy una mujer negra”; “En mi opinión, todos los policías trabajarán juntos”; “Yo no sabía qué hacer. Pues, ¿qué voy a hacer? ¿Llamar a la policía? Él era un policía.”

Seamos claros, la violación por un policía no es una “anomalía”; es común. El modus operandi básico de Holtzclaw, de explotar a mujeres que caen en problemas menores con la policía y de demandarles el sexo a cambio de liberarlas, se practica comúnmente en Estados Unidos; es un temor conocido entre las mujeres de color y muchos policías lo consideran uno de los “extras” del oficio.

En una investigación del abuso sexual por parte de la policía, la Prensa Asociada (AP, siglas en inglés) describió el caso de una víctima de Milwaukee, Wisconsin: “A pesar de gritar repetidamente ‘¡Él me violó!’ a otros policías que estaban presentes, se le acusó a ella de atacar a un policía y la encarcelaron por cuatro días; el fiscal, diciendo que no hubo suficientes pruebas, no quiso procesar [al policía que la violó]. Fue solo hasta después de una investigación federal que el policía fue enjuiciado y condenado.” [Énfasis añadido]

El informe de la AP citó a una mujer de Chicago que trabaja con víctimas del abuso sexual por la policía: “La mayoría de las mujeres que ella aconsejaba jamás denunciaron el delito; y muchas mujeres lamentaron haber puesto la denuncia. Ella ha visto a mujeres cuyos hogares llegaron a ser espiados y sus hijos intimidados por la policía. Dijo que los policías se negaban a volverse en contra del compañero en el interrogatorio”. Una mujer, la ex jefe de policía de Portland, Oregon, analizó la situación así: “¿Cómo vas a hacer que se haga algo cuando él es parte del sistema y cuando te amenaza y tú sabes que él tiene un arma y... sabes que él puede encontrarte dondequiera que vayas?” (Énfasis añadido)

De acuerdo a la AP, más de 500 policías fueron deshabilitados a nivel nacional por haber cometido ataques sexuales de 2009 a 2014. Una vez más, esa cifra se refiere a los policías que fueron denunciados y en cuyos casos los cargos se tomaron en serio y los departamentos tomaron acción con respecto. Éstos representan una proporción pequeñísima de los policías violadores. La AP informa también que de 2005 a 2011, más de 5.500 policías fueron arrestados por mala conducta sexual. Otra vez, eso es la punta del iceberg.

En el caso de Holtzclaw, la más reciente víctima (de que se sabe) sí denunció el ataque, en junio de 2014. Esta vez la policía le formuló cargos, y Holtzclaw fue enjuiciado y condenado: un ejemplo inusitado de justicia, al menos en parte, en un caso de violación-por-policía. Sin embargo, ese juicio fue de muchas maneras un ejemplo vívido de la in-justicia, la supremacía blanca y la degradación de las víctimas de violación. Para empezar, las 13 víctimas mujeres negras le hicieron frente a su atacante en un juzgado en el cual todas las demás personas eran blancas: el jurado, el juez, los alguaciles, los fiscales. Holtzclaw, que estaba libre tras pagar la fianza, estaba vestido de traje y corbata, mientras muchas de sus víctimas habían sido encarceladas y se las traía al juzgado con las manos esposadas y en monos de color naranja, y en algunos casos estaban en grilletes mientras daban testimonio.

Además, es de notar que a pesar de la naturaleza espeluznante de los cargos y el hecho de que fueron formulados en medio de un revuelo nacional por el terror policial, el arresto de Holtzclaw, las acusaciones en su contra y su juicio básicamente no recibieron atención en los medios de comunicación nacionales hasta los últimos días del juicio. Los medios masivos (es decir, de la clase dominante) desempeñaron su papel de “limitar el daño”, haciendo todo lo posible para justificar, ocultar o tergiversar la realidad, con el fin de proteger la ilusión inmaculada de que la policía no podía ser el violento brazo armado de un brutal sistema de opresión, y su cultura no podía ser una en que un violador en serie que lleva uniforme podía cometer ataques sexuales contra las mujeres negras durante meses.

 

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