En su gira por el Medio Oriente, Trump babea sangre por la boca

31 de mayo de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

Para su primera escala de su primer viaje al exterior después de tomar el poder, Donald Trump eligió a Arabia Saudita , un centro de una barbarie fundamentalista y absolutismo medieval. Y por buenas razones.

Trump llevó su pandillerismo “ESTADOS UNIDOS PRIMERO” al Medio Oriente y al mundo. Trump dejó en claro que nada iba a impedir que Estados Unidos dominara y saqueara a la región y al mundo: ni el Estado Islámico, ni Irán, ni ningún rival mundial, ni ninguna oposición a sus aliados carniceros, y ciertamente no lo impedirán los “derechos humanos” o los “derechos democráticos”.

Piensen en el contexto general en el que se lleva a cabo el viaje de Trump. Desde el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos ha desatado una tormenta de muerte y destrucción sobre el mayor Medio Oriente. Su guerra y ocupación de Afganistán, que ya lleva 16 años, ha dejado miles de muertos y más de un millón de desplazados. Su invasión de Irak en 2003, seguida de años de ocupación y ahora la intervención en curso, han dejado al país destrozado, han conducido a más de un millón de muertes y millones de refugiados, y han engendrado un caldo de cultivo favorable para el reaccionario fundamentalismo islámico. En 2011, Estados Unidos colaboró para derrocar a Muamar Qadafi en Libia, lo que causó un mortífero caos a nivel nacional y abrió otro frente de batalla para el yihadismo. Ese mismo año, se metió en la reaccionaria guerra civil de Siria y ayudó a fomentarla, misma que hasta la fecha ha resultado en la pérdida de 500.000 vidas y en 10 millones de refugiados. Todo esto ha contribuido a que esta sea la mayor crisis de refugiados en la historia: 65 millones de personas buscan albergue seguro. Y estos son apenas algunos ejemplos importantes.

Pero el 21 de mayo, ante una pestilente manada de tiranos y torturadores, Trump no retrocedió ante la letanía de horrores, más bien redobló sus esfuerzos.

Bajo el pretexto de combatir contra el extremismo y el terrorismo de los islamistas y de una “batalla entre el bien y el mal”, Trump explicó cómo espera que los imperialistas estadounidenses sigan teniendo estrangulada a esta región: atizar más la ya terrible represión, tortura, hambruna y violencia que Estados Unidos y sus aliados ya están cometiendo. Son una amenaza para millones de personas en la región las amenazas de Trump contra Irán, su apoyo abierto a la guerra de Arabia Saudita para matar de hambre a Yemen y su creciente respaldo a las tiranias asesinas.

Las amenazas de Trump también prometen intensificar más la dinámica mortal entre el imperialismo estadounidense y el fundamentalismo/yihadismo islámico. Como ha analizado Bob Avakian, el presidente del Partido Comunista Revolucionario:

Lo que vemos en contienda, con la jihad por un lado y McMundo/McCruzada [el imperialismo occidental en creciente globalización] por el otro, son sectores históricamente anticuados de la humanidad colonizada y oprimida contra sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista. Estos dos polos reaccionarios se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente. Apoyar a uno u otro de esos polos anticuados, acabará fortaleciendo a los dos.

Esta es una formulación muy importante y crucial para entender muchas dinámicas que impulsan el mundo en este período, pero tenemos que tener en claro cuál de “los dos sectores históricamente anticuados” ha causado más daño y representa la mayor amenaza a la humanidad: los sectores dominantes históricamente anticuados del sistema imperialista, y en particular los imperialistas estadounidenses.

Manotazos del imperio

El Medio Oriente está entre Asia, África y Europa. Lo entrecruzan rutas de navegación marítimas y comercio importantes. Y es el mayor grifo de petróleo del mundo. Por todas esas razones, desde la Segunda Guerra Mundial el control del Medio Oriente ha sido un pilar clave del poder y dominio mundial de Estados Unidos, un eslabón clave en la cadena de explotación y opresión que Estados Unidos ha impuesto al mundo.

En 2001, el régimen de George W. Bush lanzó su “guerra contra el terror” para tratar de aplastar a sus oponentes —ya sean los estados como Irak o Irán o las fuerzas islámicas como el Talibán y Al Qaeda— con el fin de reorganizar a la región entera y consolidar el control estadounidense de la región. Pero esta guerra en marcha más bien ha terminado por desestabilizar a la región y crear nuevos problemas profundos para el imperio.

Obama intentó reducir la intensidad de la guerra en ciertos teatros, continuarla en otros (con el asesinato de miles de personas por aviones no tripulados), y amarró un acuerdo nuclear con la reaccionaria teocracia chiíta de Irán. No obstante, se le siguen amontonando los problemas y retos a Estados Unidos. Rusia se está portando más agresiva en la región y el mundo entero, al igual que China. Los levantamientos de la Primavera Árabe de 2011 estremecieron a los régimenes pro estadounidenses de la región, como Egipto y Túnez. La infernal guerra civil en Siria que ya lleva cinco años ha creado una crisis humanitaria y de refugiados que ha devastado a ese país y amenaza con desestabilizar a Europa. Y esta terrible matanza podría resultar en el fortalecimiento del gobierno de Assad y sus padrinos, Rusia e Irán, que están batallando con Estados Unidos para tener más influencia en la región.

Las guerras en Afganistán e Irak siguen perdurando sin victorias para Estados Unidos. En Irak, quizá Irán esté saliendo con más palancas que Estados Unidos. En Afganistán, Estados Unidos ya lleva más de 15 años de guerra —la guerra más larga en la historia de Estados Unidos— y el Talibán fundamentalista islámico está ganando territorio. Al mismo tiempo, las guerras, invasiones militares y trastornos regionales de Estados Unidos han contribuido a impulsar el crecimiento exponencial del yihadismo islámico en todo el Medio Oriente y más allá.

Para Trump y sus partidarios de la clase dominante, Obama vaciló, hasta retrocedió ante estas dificultades. Y están resueltos a cambiar el rumbo que les parece un despistaje importante, y quieren restablecer a la fuerza el poderío y determinación de Estados Unidos — a la vez que parece que todavía están formulando su estrategia, y a pesar de que este enfoque agresivo conlleva enormes riesgos potenciales para los gobernantes estadounidenses.

Trump acoge las decapitaciones, la tortura, la limpieza étnica, la hambruna en masa

El fundamentalismo y el yihadismo islámicos son fuerzas reaccionarias y opresivas que han cometido atroces crímenes contra la gente, como el reciente dinamitazo en Manchester, Inglaterra y la masacre de 29 cristianos cópticos en Egipto el 26 de mayo.

No obstante, durante su viaje, Trump dejó en claro que su pleito con estas fuerzas no es su carácter reaccionario y opresivo. Después de todo, lo agasajaban de manera lujosa unos anfitriones que son uno de los estados más opresores medievales que hay en el mundo —Arabia Saudita— en la región del planeta que cuenta con la mayor cantidad de anticuadas monarquías absolutistas. El pleito que Trump tiene con el yihadismo islámico es que algunas de estas fuerzas están entreponiéndose en el camino del propio control estragulador opresor y reaccionario de Estados Unidos sobre el Medio Oriente — lo cual, Trump dejó en claro, él estaba ahí dispuesto a defender cueste lo que cueste.

¿Decapitaciones en Arabia Saudita? ¿Masiva hambruna en Yemen? ¿Ley marcial en Bahréin?1 ¿Detenciones en masa, golpizas, desapariciones y tortura en Egipto (vea aquí y aquí)? ¿Limpieza étnica en Israel/Palestina?

Trump no se escandaliza por esas salvajes matanzas — él las hace suyas como parte de su punto de vista y programa fascistas. No olvidemos que durante la campaña electoral, Trump pidió matar a los parientes de supuestos yihadistas, llenar la mazmorra estadounidense en Guantánamo y seguir torturando con el submarino. Y en sus mitines, pidió y celebró ataques brutales contra los manifestantes.

 

       

En Arabia Saudita e Israel, Trump abrazó efusivamente a estos carniceros y les dijo que ya ni siquiera tenían que fingir que se preocupaban por la “libertad”, la “democracia”, la tolerancia religiosa o los “derechos humanos”2. “No estamos aquí para decirles a otra gente cómo llevar su vida, qué hacer, quién ser o cómo rezar”, declaró Trump. “En cambio, estamos aquí para ofrecerles una asociación — basada en unos intereses y valores compartidos...”. E insistió que reprimieran aún más duro a los “extremistas” y otros opositores. “EXPÚLSENLOS DE ESTA TIERRA”, bramó.

(Esta franca celebración y aceptación de la barbarie también tenían el propósito de cohesionar más una base fascista en Estados Unidos dispuesta a tolerar a cualquier aliado de Estados Unidos, por muy bárbaro que sea, y cualquier crimen, por muy horrendo que sea — en nombre de “proteger la vida de los estadounidenses” y para hacer que Estados Unidos, el mayor explotador y opresor del mundo, tenga “grandeza”).

Cercar y amenazar a Irán

En Arabia Saudita y luego en Israel, Trump declaró categóricamente que era imposible hablar de “erradicar” el terrorismo islamista violento sin ir contra la República Islámica de Irán. “De El Líbano a Irak a Yemen, Irán financia, arma y entrena a terroristas, milicias y otros grupos extremistas que riegan destrucción y caos en toda la región”, declaró Trump.

Trump comenzó forjando nuevas alianzas militares —lo llamó “fortalecer alianzas, y formar unas nuevas”— para cercar a Irán y disminuir su influencia en Siria, El Líbano y otros países de la región3.

Aunque no se ha elaborado completamente la estrategia de Trump sobre Irán, él y otros de la clase dominante de Estados Unidos han condenado el tratado nuclear que Obama (y otras potencias mundiales) firmaron con Irán en julio de 2015. Creen que el tratado podría debilitar el dominio de Estados Unidos en la región, aumentando la influencia iraní y socavando a los aliados de Estados Unidos como Israel y Arabia Saudita. Durante su viaje al Medio Oriente, la retórica de Trump y sus denuncias de Irán evocaron los llamamientos del régimen de Bush entre 2003 y 2008 a favor de un “cambio de régimen” en Irán, o sea derrocar a la República Islámica. Durante ese período, existía un peligro grave y creciente de que Estados Unidos y/o Israel lanzara un ataque militar a Irán, lo que bien pudiera haber escalado hasta causar una guerra grande con una enorme cantidad de muertes, enorme destrucción y repercusiones impredecibles en Irán y más allá.

¡La vida de los estadounidenses no es más importante que la de la gente de otros países!

Durante su viaje, Trump pidió más violencia y brutalidad para solidificar el dominio imperialista estadounidense sobre el Medio Oriente. Amenaza a millones de personas en toda la región, atizando la dinámica mortífera entre el imperialismo y el yihadismo islamista, y arriesgando el lanzamiento —o consciente o accidental— de guerras catastróficas, las que podrían convertirse en una guerra nuclear.

Todo esto se opone totalmente a los intereses de la humanidad, incluida la inmensa mayoría de la gente que vive en Estados Unidos. Esto plantea enormes peligros, si el régimen fascista de Trump y Pence no es expulsado del poder tan pronto como sea posible.

Es urgente que muchísimas personas más opongan una resistencia activa y derroten los ataques militares y guerras de Estados Unidos en el Medio Oriente y en otros lugares, y renuncien al chovinismo venenoso e inmoral del Estados Unidos Primero que se usa para justificarlos.

Se requieren términos radicalmente diferentes: poner a la humanidad en primer lugar, no al imperio criminal de Estados Unidos.


1. Trump abrazó al rey de Bahréin, Al Jalifa, un musulmán sunita que ha reprimido brutalmente las protestas, en particular a la mayoría musulmana chiíta de Bahréin. La V Flota de la Marina estadounidense tiene una base en Bahréin. Trump le dijo a Al Jalifa que era “un gran honor estar con usted”, y le aseguró que “no habrá tensión con esta administración”. Según el New York Times, el régimen de Trump y Pence está cancelando “todos los condicionamientos en materia de derechos humanos respecto a una importante venta de cazas de combate F-16 y otro armamento a Bahréin”. Días después de su reunión, “las fuerzas de seguridad [de Bahréin] atacaron un plantón cerca de la casa de un prominente clérigo chiíta, y mataron al menos un manifestante y detuvieron más 200 otros en la aldea de Diraz”, informó Democracy Now!.

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2. Los imperialistas estadounidenses han usado histórica, y hipócritamente, los temas de los “derechos humanos” y la “democracia” —algunos derechos y protecciones básicos para la gente común que vive bajo la dictadura de clases dominantes opresoras— para desacreditar y atacar a las potencias rivales como la anterior Unión Soviética, y los regímenes que se interponen en su camino. Por ejemplo, antes de invadir y derrocarlos, Estados Unidos condenó al Talibán afgano por su tratamiento a las mujeres y a Sadam Husein de Irak por su tiranía. Ahora Estados Unidos condena a la República Islámica de Irán por diversas violaciones de los derechos humanos.

Durante su mandato, el ex presidente Obama mencionó públicamente y ejerció cierta presión con relación a los derechos humanos a varios regímenes títeres de Estados Unidos, como los brutales gobernantes militares de Egipto. No lo hizo para emancipar al pueblo egipcio, sino que era parte de sus esfuerzos para legitimar la intervención estadounidense en la región y el respaldo a estos regímenes sangrientos, y para estabilizar y fortalecer a esos regímenes. En Egipto, por ejemplo, Estados Unidos reanudó rápidamente su ayuda después del sangriento golpe de estado por las fuerzas armadas egipcias y su encarcelamiento en masa de opositores. Por el contrario, en este momento tan preñado de peligros para el imperio estadounidense, Trump y sus partidarios sienten que cualquier crítica a los aliados regionales más firmes de Estados Unidos, o cualquiera cisma entre ellos, podría crear problemas aún mayores para sí mismos.

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3. Trump amarró la mayor venta de armamento en la historia de Estados Unidos con Arabia Saudita: $110.000 millones de tanques, bombas, helicópteros y otro equipo inmediatamente, con un incremento a unos $350.000 millones en una década. Esto fue una luz verde brillante y el apoyo directo de Estados Unidos a la guerra de Arabia Saudita contra el pueblo de Yemen, así como a su brutal represión del disentimiento interno. Un blanco importante es la minoría musulmana chiíta en Arabia Saudita. (Por ejemplo, la ciudad chiíta de Awamiyah está bajo sitio ahora). La venta de armamento también tenía como objetivo fortalecer a Arabia Saudita contra Irán como parte de forjar una coalición militar anti-Irán.

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