La tormenta que se vislumbra:
El régimen de Trump y Pence y el azuzamiento de sus tropas de choque fascistas y racistas

7 de junio de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

El viernes 26 de mayo por la noche en Portland, Oregón, una ciudad considerada progresista y tolerante. Dos muchachas adolescentes —una es musulmana que se viste un yijab y su amiga negra que no es musulmana— iban en el tren, disfrutaban el día, no molestaban a nadie. Un hombre blanco se les acerca vomitando odio racista y anti-musulmán. Otros hombres blancos acuden en su defensa, pero el agresor, Jeremy Christian, rápidamente se da vuelta para enfrentarlos y les cercena la garganta a los tres, dos mueren.

Al día siguiente en el juzgado, Christian grita: “Mueran los enemigos de Estados Unidos. Mueran los antifaz [anti-fascistas]. Para ustedes es racismo, para mí es patriotismo. Mueran”.

No es un incidente aislado. En los últimos meses, nacionalistas blancos han matado a otras dos personas. En marzo, el supremacista blanco James Jackson viajó desde Baltimore a Nueva York con el propósito de matar a hombres negros en la capital mediática del mundo — donde asesinó a Timothy Caughman de 66 años de edad. El 20 de mayo, Sean Urbanski, un miembro de la “Nación: derecha alternativa”, un grupo neo-nazi en Facebook, mató a cuchillazos a Richard Collins III, un universitario negro y teniente en el ejército estadounidense que esperaba un Uber.

Y estos horrores son solamente la punta del iceberg. Por todo Estados Unidos las pandillas fascistas organizadas están cobrando fuerza y se están haciendo sentir con el propósito de “defender” a la “civilización” estadounidense cristiana blanca contra los musulmanes, los negros, los inmigrantes y los comunistas.

El New York Times informa que grupos como “Oath Keepers” (Guardianes de la Promesa; ¡un grupo compuesto de policías y soldados en servicio y jubilados!) y los “Proud Boys” (Muchachos Orgullosos), se han movilizado para enfrentamientos violentos, con el fin de defender a los monumentos de la Confederación —los símbolos de la esclavización de los negros— e impedir que sigan retirando dichos monumentos por todo el Sur estadounidense. Según otros informes, en algunos de estos mítines corearon la consigna nazi (alemana) “Sangre y tierra” y “Nosotros [los blancos] no seremos reemplazados”, esgrimiendo antorchas (para invocar deliberadamente las imágenes de los mítines del Ku Klux Klan) y en algunos casos, portaban armas automáticas. Unos negros que expresaron apoyo al retiro de los monumentos han sido amenazados con ser linchados.

En Berkeley, California, estas fuerzas han batallado con los estudiantes que se oponen a que se presenten en la universidad personalidades defensoras del lenguaje del odio nazi como Ann Coulter y Milo Yiannopoulos. En Portland, el mismo Christian estuvo en un mitin nazi a favor de la “libertad de expresión”, una semana antes de que matara, esgrimiendo un bate de béisbol y aproximándose a los manifestantes anti-fascistas. (Los policías le quitaron el bate, pero no lo arrestaron.)

Según el New York Times, muchos líderes de estos grupos “dicen que son partidarios de la agenda del señor Trump para afianzar la inmigración y luchar contra la correctitis política”. Agrega: “Algunos grupos como los Proud Boy tienen ritos de pasaje que incluyen novatadas violentas y requieren un juramento de lealtad a la cultura occidental. Sus seguidores gozan de la híper-masculinidad y regocijan cuando uno de sus hermanos golpea a un agitador izquierdista. Se burlan del islam y se hacen pasar por soldados contra la ‘guerra a los blancos’, pero se cuidan de no abrazar la supremacía blanca. Roger J. Stone Jr., un socio de vieja data del Sr. Trump, ha tomado la promesa de los Proud Boy”. [énfasis agregado.]

Estos grupos fascistas se basan en un “mar” mucho más grande de crímenes violentos de odio y amenazas del que atraen miembros y al que “inspiran”. Aunque esto siempre ha tenido una presencia en Estados Unidos, desde la campaña de Trump —signada por instigar abiertamente la violencia contra los manifestantes y todo menos el racismo abierto contra los musulmanes, los inmigrantes y los negros— los crímenes de odio han estado en ascenso. Tan sólo en la última semana según informes noticiosos, alguien pintó la palabra “N” en el portón de la residencia del superestrella de los Cavaliers de Cleveland, LeBron James; y en el Museo Nacional de la Historia y Cultura Afro Americana en Washington D.C., encontraron colgado un dogal de linchamiento. Pero en realidad, ha habido cientos de incidentes de pintas racistas, dogales de linchamiento en obras de construcción y escuelas secundarias, agresiones verbales en la calle con gritos de que “regrésate al país de donde vienes”, y otros insultos que nunca llegan a ser noticia.

Se ha desatado una campaña de terror fascista organizado, una “celebración” de la supremacía cristiana blanca y ataques a los más oprimidos en Estados Unidos, así como a cualquiera que acuda en su defensa. Y debemos tener mucha claridad que, según la perspectiva de los fascistas, ellos recién empiezan.

Este es un momento decisivo: Estos ataques afectan directamente a decenas de millones de personas y existe el potencial de movilizar a millones de personas en contra de ellos. La pregunta hoy es: ¿La gente se pondrá de pie, aunque sola si es necesario, o habrá docenas y cientos de personas, y lucharán por conseguir que miles y millones de personas entren en acción en contra de esto y por una sociedad radicalmente mejor — O permitiremos que esta ola tenebrosa nos abrume y se imponga una pesadilla por la cual el mundo entero pagará un terrible precio?

 

 

       

 

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