Mientras arde el planeta, el régimen fascista de “Estados Unidos Ante Todo” le prende candela al futuro de la humanidad

5 de julio de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

La emergencia del cambio climático ha estado acelerándose durante la última década o más a una velocidad peligrosa. Los últimos tres años han dado las mayores temperaturas mundiales registradas. Los mares están subiendo, los glaciares están desapareciendo y las capas de hielo del Ártico se están derritiendo. Las sequías, las inundaciones y los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más destructivos y frecuentes.

La causa principal del calentamiento global es el dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero emitidos por la quema de combustibles fósiles como parte del funcionamiento del sistema mundial del capitalismo-imperialismo que se basa en el expandirse-o-morir y las-ganancias-ante-todo. Esta emergencia ambiental ya está devastando la vida de millones de personas, especialmente en las regiones más pobres y oprimidas del mundo — las que han hecho lo menos para causar el problema. En África, donde hay un gran número de personas que ya sufren hambrunas y guerras reaccionarias, tan solo en 2015 había más de un millón de “refugiados climáticos”, personas que ya no podían sobrevivir donde vivían debido al cambio climático.

Y el cambio climático va en una trayectoria que amenaza la existencia futura de la humanidad y muchas otras especies.

Estados Unidos representa un 4% de la población del mundo, pero ha vertido mucho más CO2 en la atmósfera que ningún otro país. Es responsable del 30% del exceso de CO2 del planeta. Los gobernantes del sistema capitalista-imperialista estadounidense han venido tratando la atmósfera de la Tierra como un sumidero para los gases de efecto invernadero, haciendo que el resto del mundo pague caro.

Ahora, el régimen fascista de Trump y Pence viene empeorando aún más la crisis climática, vertiendo gasolina sobre un incendio rugiente. El 1º de junio, Trump anunció la retirada estadounidense del acuerdo climático de París de 2016 que proponía que 195 países presentaran objetivos voluntarios para la reducción de las emisiones del CO2. Este acuerdo, redactado por Estados Unidos y otras potencias mundiales, ni se hubiera aproximado a detener la crisis ambiental planetaria. Pero eso no es el motivo por el cual Trump lo rechazó. Su acción constituyó otro salto en un elemento esencial del programa del régimen fascista: eliminar incluso las limitaciones más mínimas, incluidas la reglamentación ambiental, a la explotación y saqueo depredador de parte del capitalismo estadounidense. Ya han comenzado a eviscerar la Agencia de Protección Ambiental y la reglamentación sobre las centrales eléctricas que queman el carbón, las emisiones de automóviles, la excavación de petróleo y gas, y más, mientras que se está acelerando la construcción de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access.

El repudio al acuerdo de París también es parte de la intensificada y más agresiva proyección de poder y dominación mundial de Estados Unidos en todo el mundo, como el establecimiento de nuevos términos con otras potencias mundiales, sin verse limitado por las leyes, las normas o los tratados internacionales. Y las promesas demagógicas de Trump sobre los empleos y riqueza que resultarán de abandonar el pacto climático internacional tienen el propósito de azuzar aún más a sus seguidores: una base social fascista que se cohesiona en torno a la supremacía blanca, la supremacía masculina y el patrioterismo y a la que no le importa un bledo la ciencia, la verdad, la humanidad y el planeta.

Hay que enfrentar los viles ataques del régimen Trump y Pence al medio ambiente, y a las posibilidades de supervivencia de la humanidad, con una desafiante resistencia de masas en toda la sociedad, como parte crucial del creciente y decidido movimiento para expulsar al régimen de Trump y Pence del poder.

Pero amplios sectores de la sociedad también tienen que reconocer la realidad de que volver al acuerdo de París y al funcionamiento “normal” del existente sistema no lidiará en lo fundamental con la crisis climática ni salvará al planeta. El problema va mucho más profundo, enraizado en la propia naturaleza y funcionamiento del sistema capitalista-imperialista, del cual el régimen de Trump y Pence es una expresión extrema.

Pero SÍ existe una alternativa real: una sociedad con un sistema económico y político diferente, con relaciones diferentes entre las personas, y valores diferentes, lo que capacitaría a la humanidad para lidiar con la catástrofe ambiental que se avecina. Este es el socialismo, y la Constitución para tal sociedad —escrita por Bob Avakian y adoptada por el Comité Central del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos (Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte)— lo explica, y además aborda una miríada de otras contradicciones y horrores que el actual sistema capitalista-imperialista no puede resolver.

Esta Constitución enfatiza que en todos los ámbitos del gobierno y la actividad social, el nuevo estado socialista abordará de manera enérgica la emergencia ambiental, y para hacerlo, se unirá con la gente en todo el mundo. Por ejemplo, uno de los tres principios núcleo para guiar la producción social y el desarrollo económico será: “Proteger, conservar y mejorar los ecosistemas y la biodiversidad del planeta para las actuales y futuras generaciones”.

Mientras que la gente avance para expulsar al régimen de Trump y Pence, ante todos aquellos que anhelan un mundo mejor se plantea con urgencia la cuestión de qué tipo de cambio social la humanidad necesita para salir de esta locura.



 

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