Del Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar:

Las elecciones británicas dejan en aguas turbulentas un inestable barco que avanza a trompicones hacia la derecha

26 de julio de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

De la redacción de revcom.us: Ante la posición sorprendentemente fuerte de Jeremy Corbyn del Partido Laborista en las elecciones británicas del 8 de junio, algunos liberales y reformadores de izquierda en Estados Unidos lo han alabado como una alternativa real y realista a la extrema derecha y un modelo para la gente progresista. Como a continuación analiza Robert Borba, Corbyn no es ni la una ni el otro. Al contrario, Borba ubica su ascenso en los profundos desafíos ante el imperialismo británico.

16 de junio de 2017. Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar. Por Robert Borba. Las elecciones nacionales del 8 de junio de 2017 en el Reino Unido llegaron en un momento crítico para el mundo y el país, con escaso consenso en la clase dominante sobre cómo manejar las cada vez más agudas contradicciones que están sacudiendo al orden mundial existente — desde el Brexit, con el abandono de la Unión Europea (UE) por el Reino Unido, pasando por el establecimiento del régimen fascista de Trump en Estados Unidos y hasta el arrasamiento a los tradicionales partidos gobernantes en Francia en las últimas elecciones presidenciales, y mucho más.

En lugar de calmar las cosas, el voto a favor del Brexit dejó a la clase dominante británica sumamente dividida respecto a cómo manejar sus relaciones con las potencias imperialistas europeas (especialmente con Alemania, que ahora puja por dirigir la UE), y Estados Unidos, cuya “relación especial” con el Reino Unido no es tanto un asunto de idioma y cultura sino una entretejida y estrecha asociación de inversiones en la explotación global. Poderosas tendencias globales están aporreando el orden político británico de vieja data: una vertiginosa migración, impulsada por la guerra y el saqueo imperialistas de los países del tercer mundo; una escandalosa desigualdad social y económica tras la crisis financiera de 2008 (con la proliferación de bancos de alimentos y gente sin techo en los barrios pobres marginados de las ciudades); estridentes esfuerzos por reestablecer los valores tradicionales, en particular una guerra contra las mujeres para “volver a ponerlas en su lugar”; una intensificación de las contradicciones entre las grandes potencias; y, de no menor importancia, la continua contradicción entre el anticuado y reaccionario imperialismo de Occidente y fuerzas relacionadas, y el anticuado y reaccionario yihadismo islámico — que se alimentan y contienden entre sí. Este último conflicto estalló de manera sangrienta en las calles de Londres y Manchester durante las mismas elecciones.

Ante esta turbulencia global, Theresa May, primera ministra y lideresa del Partido Conservador (Tory), adoptó el mantra de que lo que el Reino Unido necesita es una mano “fuerte y estable”, una mujer fuerte para tiempos difíciles. Como la voz más bocona contra las operaciones de rescate de inmigrantes en el mar Mediterráneo cuando era ministra del Interior, ya empezaba a demostrar qué significaba eso incluso antes de convertirse en jefa del partido y primera ministra. Su irredenta oposición a permitir la entrada de personas de otros países subyace a sus actuales políticas migratorias y planes para negociar el Brexit. En contraste con el falso “conservadurismo compasivo” antes propagado por los tories, una soberbia crueldad caracteriza su orientación hacia otras cuestiones sociales. Esto se puso de relieve, una vez más, la semana siguiente a las elecciones con su negativa inicial a hablar con los sobrevivientes al infierno de la torre multifamiliar Grenfell, donde la muerte de una aún desconocida cantidad de inquilinos de este proyecto de vivienda pública debido a la falta de elementales regulaciones contra incendios es en sí emblemática de la indiferencia oficial para con la vida de inmensos sectores de la población.

Cuando sorprendentemente Trump ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos, y ante sus maniobras fascistas, y en particular su trumpista “Estados Unidos Ante Todo”, creció la incertidumbre en la clase dominante británica, May actuó de manera decisiva y fue la primera jefa de Estado en visitar a Trump. Con una premura sin precedentes, le tendió una invitación de Estado. Pregonó lo que llamó “conservadurismo patriótico”. Prometió lo que se llamaba un “Brexit duro” —“¡Brexit significa Brexit!”, declaró— y prometió “retomar el control de nuestras fronteras”, haciéndole eco al “¡A construir el muro!” de Trump. Dijo que había convocado estas elecciones relámpago con tres años de anticipación porque al entrar el Reino Unido en negociaciones sobre el Brexit con los otros 27 países de la Unión Europea, ella necesitaba un mandato. Pero al contrario, la exigua mayoría de los tories en el parlamento se evaporó en un humillante revés para ella. Ahora May está luchando para forjar alguna forma de mayoría gobernante. La incertidumbre y la volatilidad están más que nunca a la orden del día.

May y los tories perdieron su mayoría parlamentaria, pero siguen siendo el partido más grande y están buscando conformar una mayoría gobernante aliándose con el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte (DUP). El DUP, una creación del sonado Ian Paisley, es una agrupación de reaccionarios comebiblias misóginos que durante décadas han luchado por mantener a Irlanda del Norte en el Reino Unido. Tienen conexiones históricas con el Orden de Orange y las milicias protestantes que, sirviendo a los intereses de la dominación británica de la provincia, realizaron crueles ataques contra civiles católicos. Sus parlamentarios son tristemente célebres por su recalcitrante oposición a la evolución, al cambio climático creado por el hombre, a los matrimonios entre personas del mismo género y al aborto en casi todas las circunstancias. Convertir al DUP en el principal puntal de una coalición parlamentaria introduce un tufillo del fascismo en la atmosfera política y seguramente alentaría y fortalecería a las fuerzas que están muy dispuestas a ayudar a instaurar un régimen que abandone el hipócrita discurso sobre la tolerancia y la inclusión y a cambio consagre la violenta opresión y se apoye en ella. Aun antes de las elecciones May respondió a los ataques terroristas yihadistas declarando, a manera gangsteril, que para protegerse de tal violencia, se requería que la gente del país renunciara a los derechos democráticos fundamentales.

Sin embargo, a diferencia de Francia, donde ninguno de los dos partidos tradicionales que han gobernado desde la Segunda Guerra Mundial logró llegar a la última vuelta de las elecciones presidenciales, en el Reino Unido los dos principales partidos tradicionales vieron aumentar su porción de los votos. En parte esto reflejó serios cambios realizados por los partidos para ajustarse a la decisión del Brexit: Corbyn se trasladó hacia la “izquierda” y distanció al Partido Laborista de las ahora desacreditadas políticas “centristas” de la “tercera vía” del Nuevo Laborismo del ex primer ministro Tony Blair y adoptó una posición implícita ente pro “Brexit blando”, mientras que May se trasladó hacia la derecha con llamados a un “Brexit duro”, mayor austeridad y mayor represión. A pesar del revés electoral, May sí tuvo cierto éxito en convencer a las muchas personas que anteriormente había respaldado al Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), de Nigel Farage. Con el Reino Unido en camino a salir de Europa, la propia razón de ser del UKIP se acabó, y muchos de sus partidarios volvieron a los tories, dejando al UKIP sin un solo parlamentario.

El revés sufrido por los tories se está atribuyendo en parte a un chorro de jóvenes a favor del laborismo de Corbyn. Tras siete años de gobierno tory, Corbyn ofrecía indudablemente una imagen fresca. Proclamó abiertamente su “socialismo” y despotricó de los bancos y de los ricos — el lema principal de la campaña de los laboristas fue “Para los muchos, y no para los pocos”. El manifiesto electoral laborista llamaba a la renacionalización de los ferrocarriles y los servicios públicos, la eliminación de la matrícula universitaria que ha endeudado enormemente a una generación de estudiantes (algo implementado originalmente por el Nuevo Laborismo de Blair), financiamiento extra de los servicios sociales, en particular el Servicio Nacional de Salud (NHS) y garantizar las pensiones. Todo esto se financiaría aumentando los impuestos sobre las corporaciones y el impuesto a la renta sobre los más ricos. En el escenario internacional, Corbyn prometió frenar la intervención militar británica en el exterior. Él tiene un largo historial de votar contra las diversas aventuras militares del Reino Unido junto con Estados Unidos en los últimos 30 años, incluyendo la invasión a Irak de 1991 y la de 2003.

Gran parte de los grandes medios informativos denunciaron a Corbyn como “inelegible”. El periódico The Sun, propiedad de Murdoch, dijo que la elección de Corbyn “convertiría al Reino Unido en un hazmerreir global”, y chilló acerca de sus “camaradas yihadistas”, mientras que el tabloide derechista Daily Mail calificó a su equipo de “apologistas por el terrorismo”. Pero para muchos de los voluntarios de Corbyn, esto demostraba que habían tocado fibras sensibles. Como sucedió con Sanders en Estados Unidos y Mélenchon en Francia, prácticamente la totalidad de la “izquierda” organizada respaldó su campaña a uno u otro nivel.

Una razón por la que el programa de Corbyn quizá parezca radical en estos días es que desde hace años este tipo de socialdemocracia ha sido declarado no ha lugar en los países occidentales. Con la creciente competencia global en las últimas décadas, se han recortado los programas de bienestar social en los países de Occidente, a fin de poder tener una posición competitiva. Sometido a la coacción de expandirse o morir, en todas partes el capital está recortando costos para poder competir. En este ambiente, y en especial al intensificarse esta competencia global y las autoproclamadas políticas de “mi país ante todo”, los sueños de revivir los días de gloria de la socialdemocracia occidental se han esfumado uno tras otro, o han ocurrido cosas peores. La funesta suerte de Syriza en Grecia nos enseña mucho al respecto. Una cosa es decirle a la población británica que su destino depende del éxito del capital británico cuando pueden palpar que el capital les está cumpliendo con su parte del pacto social. Otra es cuando la “austeridad” —que no es cuestión de voluntad de nadie sino de los requisitos para acopiar ganancias y acumular capital que el funcionamiento del capitalismo en sí impone a los capitalistas y a los bloques de capital— hace que mucha gente sienta que se ha roto el pacto social.

May claramente creyó que era esencial asestar un golpe contundente al tipo de oposición que Corbyn representaba, a fin de asegurar que no se minase más la estabilidad política que ella acertadamente considera tan vital y tan en peligro. El potencial de que esta lucha interna en las fuerzas dominantes haga irrupción en algo mucho más difícil de controlar se podía palpar en la justificada, explosiva y ampliamente respaldada furia de los sobrevivientes de la torre Grenfell, con los que May no tuvo el valor de reunirse, una furia que de hecho al parecer va contra todas las autoridades, entre ellas el alcalde laborista de Londres, Sadiq Khan. Dadas las características coercitivas de la situación, no existe, de hecho, ninguna opción buena para la clase dominante británica.

       

Pese a esto, la campaña de Corbyn ha jugado un poderoso papel facilitador en mantener dentro de los límites de lo que es bueno para el imperialismo británico la cuestión cada vez más aguda de cómo resolver estas contradicciones. El Reino Unido es la potencia financiera líder en Europa, una de las primeras naciones coloniales y un importante depredador imperialista hoy cuya riqueza se ha acumulado a costa del sufrimiento de millones de personas en todo el mundo por generaciones, desde los días en que “el sol nunca se ponía en el imperio británico” hasta hoy. Es en este contexto en que —pese a su oposición a algunas intervenciones militares británicas— hay que ubicar la declaración de Corbyn de que “quiere hacer que el Reino Unido sea más fuerte en el mundo”.

Buscar redistribuir la riqueza dentro del país a la vez que mantiene su posición en la cima de la cadena alimenticia global imperialista solo puede significar promover una redistribución ligeramente remozada de su saqueo históricamente acumulado, en el marco del sistema mundial existente. A pesar del autoproclamado “socialismo” de Corbyn, el programa laborista equivale en últimas a un esfuerzo reaccionario e imposible por hacer más “justa” la sociedad en el Reino Unido capitalista imperialista, y no trabajar por el derrocamiento de un sistema de explotación que medra de la destrucción de cuerpos y almas y avanzar hacia la eliminación de todas las divisiones y desigualdades sociales antagónicas que refrenan el potencial de la humanidad en todo el mundo, un proyecto que vincularía los intereses fundamentales de la inmensa mayoría de la gente en el Reino Unido con los de la inmensa mayoría de la gente del planeta.

Es por esto que Corbyn ha sido tan pusilánime sobre la cuestión del Brexit: habiéndose opuesto por muchos años a la UE siendo un parlamentario ordinario, ahora promete “respetar el referendo” y llevar a cabo un Brexit más “blando” que el de los tories, preservando alguna forma de la inclusión del Reino Unido en el mercado común europeo. Lo que los laboristas no podían hacer era oponerse a la UE —una alianza de Estados imperialistas cuya historia es de dominación y saqueo de la mayoría de los pueblos del mundo— y denunciar al mismo tiempo la nostalgia por el Imperio Británico y los sueños de recuperar la gloria imperiales ya ida que atizaron el voto por el Brexit.

Es también por esto que, aunque Corbyn se ha opuesto a los casos más descarados de intervención británica junto con el imperialismo estadounidense en las últimas décadas, el manifiesto electoral del Partido Laborista hace un fuerte compromiso con la OTAN, la principal alianza militar que impone los intereses de los imperialistas occidentales en el mundo, incluyendo por medio de la invasión y ocupación de Afganistán. Corbyn también promete continuar la participación británica en los esfuerzos militares de la ONU por “mantener la paz”, igualmente una parte crucial de la manera general en que las potencias imperialistas encabezadas por Estados Unidos han impuesto su dominación global a punta de pistola. Y, aunque Corbyn pasó años como parlamentario ordinario denunciando al arsenal nuclear británico, en particular la flota de submarinos Trident que cuenta con armas nucleares, ahora, para garantizar su propia “elegibilidad”, ha aceptado seguir al Partido Laborista en su conjunto en su conservación de los Trident en caso de ser elegido.

Muchos corbynistas quieren eludir todo esto y limitar la discusión de los laboristas a su respaldo a los servicios públicos como el Servicio Nacional de Salud (NHS), indicando orgullosamente que fue el Partido Laborista el que fundó el NHS bajo el gobierno de Clement Atlee a finales de los años 1940. Lo que pasa por alto este argumento es que también fue el gobierno laborista de Atlee el que inició el programa de armamento nuclear del Reino Unido y fue un arquitecto clave de la OTAN. En un gran país capitalista imperialista como el Reino Unido, lo uno no va sin lo otro.

¿Y qué de la funesta amenaza para la humanidad que plantea el surgimiento del régimen fascista de Trump y Pence en Estados Unidos? Aunque han hecho críticas a Trump por aquí y por allá, los laboristas han dejado muy en claro que una vez estando en el poder, continuarían la “relación especial” con Estados Unidos — desde luego que cualquier otra cosa haría que el partido fuera “inelegible” a los ojos de los gobernantes británicos. Si bien se oponen a la venidera visita de estado programada para principios de otoño, con su extraordinario bombo y platillos con la participación de la Reina, los laboristas no se opondrán a una “visita oficial”. ¿Cómo ayuda esto a la lucha por expulsar al régimen fascista de Trump y Pence, el mayor peligro para la humanidad en la historia? ¿Cómo haría frente esto al rumbo derechista de May, siendo que legitima la afirmación de que los intereses fundamentales de las masas populares en el Reino Unido estriban en una alianza entre el imperialismo británico y el imperialismo estadounidense?

Todo esto debe preocuparles muchísimo a los que respaldan a Corbyn pero que están tratando seriamente de determinar cómo transformar el mundo de una manera liberadora. Pero hay más. La campaña electoral se suspendió dos veces luego de los ataques yihadistas mortíferos, primero en Manchester y luego en Londres, con más de 30 muertes y decenas de personas gravemente heridas. El manifiesto electoral laborista ya había prometido poner 10.000 policías adicionales en las calles, pero a raíz de los ataques, Corbyn aceleró dramáticamente la campaña para mostrar que los laboristas serían más duros que los tories con el terrorismo. Lo que resultó fue una encendida pelea pública entre Corbyn y May sobre quién apoya más a la policía, en la que los laboristas criticaban duramente a las políticas de austeridad de los tories que había conducido a recortar 10.000 policías, lo que según Corbyn “dejaba insegura a la población británica”. En la última semana de la campaña, la pancarta principal del “autobús de batalla” electoral de los laboristas proclamaba, “Más policías para comunidades más seguras”. May y los tories aprovecharon los ataques yihadistas para exigir el evisceramiento de los derechos democráticos, incluyendo la restauración del tipo de reclusión que se utilizó contra la lucha nacionalista irlandesa hace 20 y 30 años, en la que se encarcelaba gente sin un juicio simplemente por sus creencias. Aunque los laboristas se han opuesto a esto, si los términos del debate se limitan a la mejor manera de proteger a “nosotros los británicos”, pues los laboristas ya se están metidos en una resbaladiza pendiente hacia el acomodamiento — una vez más.

¡Qué lección sobre el venenoso carácter de la burguesa política parlamentaria! Hace tan sólo un año o dos, los políticos laboristas, entre ellos el mismo Corbyn, se presentaron de manera prominente en las protestas contra los brutales ataques de la policía especialmente a los jóvenes negros en los centros urbanos marginados del Reino Unido, y en solidaridad con el movimiento en Estados Unidos a raíz de la rebelión de Ferguson ahí. Corbyn y su partido acorralaban ahora a muchos de esos mismos manifestantes anti policía y los convencían de tomarse las calles, ¡pero esta vez no los instaban a protestar contra la policía sino los instaba a engrosar las filas laboristas en las encuestas! Para colmo, algunos organizadores de Momentum, del Partido Socialista de los Trabajadores y de otros grupos de “izquierda” hacían todo esto en nombre de “abrir espacios políticos” y hasta promover la causa de la “revolución” — cuando en realidad todo esto ayuda a fortalecer a los agentes armados del sistema capitalista y su Estado opresor.

Por más diferentes que los tories tal vez parezcan a los laboristas y por más diferentes que sean sus bases sociales, en últimas ambos partidos operan como dos pilares de una democracia parlamentaria en marcha que ha disimulado y legitimado la dictadura del capital en el Reino Unido desde hace más de un siglo. Al mismo tiempo, si se analizan científicamente, estas elecciones revelan el grado al que la clase dominante británica enfrenta y lucha sobre cómo lidiar con desafíos potencialmente de vida o muerte suscitados por el funcionamiento del sistema capitalista imperialista en sí. Ambos partidos ofrecen soluciones para resolver estas contradicciones en favor de los intereses de la preservación del sistema. Las contradicciones rápidamente agudizantes que les sacuden el piso a los arreglos políticos que han garantizado una relativa estabilidad para varias generaciones en las potencias imperialistas occidentales desde la Segunda Guerra Mundial llevarán a una mayor polarización y choques más agudos dentro del orden dominante británico. Cabe aprovechar este momento urgente para empezar a conversar, analizar y actuar sobre cómo se pueden utilizar estas oportunidades a fin de resolver estas contradicciones a favor de los intereses de la humanidad por medio de una auténtica revolución, en oposición a los intereses de la clase dominante, y para no dejarse jalar al servicio de una u otra ala de la clase dominante.

El 17 de marzo de 2017, el Servicio Noticioso Un Mundo Que Ganar (SNUMQG) anunció su transformación en una herramienta más completa para la revolución basada en la nueva síntesis del comunismo de Bob Avakian. Lea el editorial del SNUMQG aquí: “Editorial: Introducción a un SNUMQG transformado”.

 

 

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