¿Qué otra cosa ocurrió mientras los ojos de todos estaban absortos en la “gran victoria electoral”?

15 de noviembre de 2017 | Periódico Revolución | revcom.us

 

El martes 7 de noviembre, se derrocaron a los fascistas republicanos en las elecciones en varios estados, particularmente en Virginia. Ed Gillespie, su candidato para gobernador del estado de Virginia, había promovido a toda máquina el programa venenoso de Trump: defendiendo monumentos a la esclavitud, denunciando a los jugadores de la NFL que protestaban por el asesinato policial de personas negras, identificando a todos los inmigrantes latinos con la pandilla MS-13. Gillespie perdió.

Estos resultados son otra indicación de que decenas de millones de personas en Estados Unidos encuentran repugnante a Trump y lo que él representa. Esta es la base subyacente para movilizar a millones de personas en una lucha no violenta sostenida para expulsar al régimen de Trump y Pence, tal como Rechazar el Fascismo (en inglés) ha convocado y trabaja para realizar.

Los portavoces del Partido Demócrata, junto con muchos comentaristas progresistas y liberales, aplaudieron estas victorias electorales —las que NO HICIERON nada para frenar el verdadero poder de Trump— como evidencia de que las elecciones no solo son la principal sino la única forma de “resistencia” significativa. Mientras tanto, ¡el régimen de Trump avanzaba agresivamente su programa fascista y seguía poniendo en peligro al mundo! Y los demócratas menospreciaron, normalizaron o directamente apoyaron estas acciones trumpistas.

Esta embriaguez por las elecciones es una ilusión peligrosa, porque ignora la realidad básica de que el régimen Trump y Pence es un régimen fascista con una misión, y no respeta ni se siente ninguna obligación ante el “estado de derecho” ni las elecciones. ¿Recuerdan que durante el período antes de la Convención Republicana que iba a decidir el candidato presidencial republicano, surgió la idea de una convención abierta, y Trump y sus partidarios abiertamente insinuaron que en tal caso habría motines? Y luego, ¿recuerdan que, cuando se acercaban las elecciones y parecía que Trump podría perder, él se negó a declarar que aceptaría ese resultado — una vez más amenazando implícitamente con la violencia si no se lo instalara como presidente?

Estos fascistas juegan con reglas diferentes, y esto se vuelve más claro todos los días. Solo miren algunas de las cosas que pasaron en los siete días en torno a de las elecciones recientes:

  • 4 de noviembre: El príncipe heredero de Arabia Saudita lanzó un golpe de estado interno, arrestando a cientos de opositores y concentrando el poder en sus propias manos. Declaró que las acciones de los rebeldes hutíes en Yemen constituían un “acto de guerra” de Irán contra Arabia Saudita. Forzó la renuncia pública del primer ministro del Líbano (que parece estar bajo arresto domiciliario en Arabia Saudita). Estas maniobras son una escalada dirigida a Líbano e Irán, y podrían conducir a una nueva guerra, o guerras. Pero lo fíjense: justo antes de este golpe, el príncipe saudita y el yerno de Trump, Jared Kushner, celebraron dos reuniones nocturnas “para planear la estrategia”. E inmediatamente después del golpe, Trump tuiteó su respaldo, diciendo que el príncipe “sabe exactamente lo que hace”.
  • 6 de noviembre: A una mujer que, al encontrarse en bicicleta al lado de la caravana de Trump en Virginia, le extendió el dedo medio —cual imagen corrió como la pólvora por las redes sociales, y ella publicó en sus páginas web personales sin mencionar a su empleador— le despidió de su trabajo la empresa Akima, que tenía contratos con el gobierno.
  • 6 de noviembre: El columnista conservador del New York Times David Brooks publicó un análisis del proyecto de ley republicana para reformar el sistema de impuestos. Brooks muestra que la ley está estructurada para perjudicar específicamente a los sectores de la clase media (profesionales, artistas, intelectuales), las instituciones (universidades privadas) y áreas (ciudades grandes, California, y el Noreste) que son centros de oposición a los fascistas, canalizando fondos desde ellos y hacia las corporaciones y los multimillonarios.
  • 7 de noviembre: Mientras Donald Trump hablaba ante el parlamento de Corea del Sur, tres grupos de ataque encabezados por portaaviones estadounidenses entraban en las aguas costeras de Corea del Norte. Tanto el sector dominante de la clase dominante de Corea del Sur como la mayoría de los coreanos están profundamente inquietantes por la posibilidad de que Trump provoque una guerra devastadora en contra de Corea del Norte. Haciendo caso omiso de tales sentimientos, Trump habló como si fuera el emperador del mundo, declarando que “el tiempo de las excusas ya ha terminado. Ya es hora para la fuerza”, advirtiendo a Corea del Norte que está en “grave peligro” si no cumple con las órdenes estadounidenses y gritando “NO NOS PONGA A PRUEBA”.
  • 7 de noviembre: El Intercept informó que Trump le dijo al director de la CIA Mike Pompeo que llevara a cabo una reunión exhaustiva con William Binney, un teórico de la conspiración derechista que afirma que fue el propio Partido Demócrata —y no Rusia— el que hackeó los correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata. El Intercept dijo que esta reunión indica la “aparente negativa de Pompeo a resistirse a los esfuerzos del presidente de manipular el proceso de inteligencia para adecuarlo a sus propósitos políticos.... [y] plantea la posibilidad de que las teorías derechistas difundidas en Noticias Fox y otros medios conservadores ahora puedan pasar no solo de los comentaristas conservadores a Trump, sino también de Trump a Pompeo y a la corriente sanguínea de la comunidad de inteligencia”.
  • 8 de noviembre: El Washington Post informó que Pompeo ha reestructurado la CIA para que la división de contrainteligencia esté bajo su supervisión directa. Esta división fue la fuente —y se supone que posee gran parte de la evidencia— de los informes sobre la relación entre la campaña de Trump, y luego su administración, y los agentes rusos. Pompeo se ha colocado en posición para poder suprimir tal evidencia.
  • 9 de noviembre: Se supo que el Departamento de Justicia de Trump intervino en una fusión planificada entre Time-Warner y AT&T. AT&T es el propietario de CNN, cual cadena es el blanco frecuente de los ataques de Trump contra periodistas. El Departamento de Justicia le dijo a AT&T que tiene que vender CNN o no aprobará la fusión. Esto no solo es un ataque directo a CNN, sino también una fuerte advertencia a todos los medios de comunicación de que toda la fuerza del gobierno federal puede caer sobre ellos si su cobertura es “desfavorable” para Trump. (Mientras tanto, el Departamento de Justicia no se opone a una expansión masiva del grupo mediático conservador Sinclair Broadcasting, permitiéndolo llegar al 72% de los espectadores en Estados Unidos, casi el doble del límite del 39% permitido anteriormente por el Congreso).
  • 9 de noviembre: La ex jueza del Distrito Federal Shira Scheindlin denunció en el New York Times el hecho de que Trump está atestando los tribunales federales de jueces de la extrema derecha, incluido un partidario de la llamada “terapia de conversión” (tortura psicológica y física) para jóvenes gay; este juez cree que “la igualdad matrimonial es una ‘amenaza’ y se debería enseñar la evolución como una teoría, no como un hecho”. Otro nominado es uno de los arquitectos de un plan de supresión de votantes que los tribunales determinaron que “está dirigido a votantes negros con ‘precisión casi quirúrgica’”. Estos jueces tienen permanencia en el cargo de por vida.
  • 10 de noviembre: El régimen de Trump comenzó a desmantelar el programa de hace décadas, del Estatus de Protección Temporal para los refugiados de América Central. Ahora cientos de miles de inmigrantes viven con miedo a ser deportados de regreso a situaciones de extrema violencia en sus países de origen, condiciones que son el resultado directo del dominio y las guerras de Estados Unidos en esa región.

Lo que todo lo anterior muestra es un régimen que avanza con resolución con su programa, utilizando los tremendos poderes de la rama ejecutiva (incluida su poderosa plataforma para incitar y desatar turbas fascistas). Es un régimen que se prepara para desencadenar guerras por el imperio en Corea o Irán, guerras que también servirían como justificación para la supresión del disentimiento y las libertades civiles y una mayor concentración de poder en manos del poder ejecutivo. Está poniendo a su gente en posiciones clave, y está trabajando sistemáticamente para debilitar y aplastar a sus opositores, tanto por medios abiertos como sutiles.

El régimen se está colocando en posición de poder avanzar frente a las acusaciones, su caída de las encuestas o las derrotas electorales.

Es un régimen que no cederá discretamente el poder que se ha tomado ni la transformación fascista que está llevando a cabo.

Hay que expulsarlo del poder.

 

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