Cómo este sistema racista está robando las vidas de las madres y los niños negros... y qué se puede hacer

23 de mayo de 2018 | Periódico Revolución | revcom.us

 

De un lector:

El 11 de abril, la revista New York Times publicó “Why America’s Black Mothers and Babies Are in a Life-or-Death Crisis” [Por qué las madres negras estadounidenses y sus bebés están en una crisis de vida o muerte], escrito por Linda Villarosa. El artículo es una lectura esencial. Le da atención a las importantes disparidades entre la tasa de mortalidad de mujeres y bebés blancos y negros en Estados Unidos. El subtítulo del artículo es: “La respuesta a la disparidad de tasas de mortalidad tiene todo que ver con la experiencia vivida de ser una mujer negra en Estados Unidos”.

Las vidas negras y los efectos acumulativos del racismo

Villarosa escribe: “Los bebés negros en Estados Unidos ahora tienen más del doble de las probabilidades de morir que los bebés blancos: 11,3 por cada 1.000 bebés negros, en comparación con 4,9 por cada 1.000 bebés blancos”, ¡lo que equivale a más de 4.000 bebés negros que mueren cada año!

Esta disparidad racial es más amplia que en 1850, 15 años antes del final de la esclavitud, cuando la mayoría de las mujeres negras se consideraban propiedad (aunque la tasa general ha disminuido significativamente). Esto revela la mentira de que Estados sea una sociedad “post-racial”. La pura verdad es que el racismo y la opresión nacional están profundamente integrados en el sistema y de muchas maneras se están poniendo PEOR.

La disparidad entre la mortalidad materna de la raza blanca y negra es aún más amplia que la de los bebés. Según el informe más reciente del Sistema de Vigilancia de Mortalidad en el Embarazo de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC, por las siglas en inglés), las mujeres negras murieron a un ritmo 3,4 veces mayor que las mujeres blancas por causas relacionadas con el embarazo entre 2011 y 2013. Según un artículo reciente del Radio Público Nacional y ProPublica, en algunos lugares esta disparidad es aún más amplia y continúa creciendo. Informa el artículo que en la Ciudad de Nueva York, las madres negras tienen 12 veces más probabilidades de morir que las madres blancas. Esta disparidad va aumentando; las probabilidades eran de siete veces más durante el período de 2001 a 2005. (“Nothing Protects Black Women from Dying in Pregnancy and Childbirth” [Nada protege a las mujeres negras de morir en el embarazo y el parto], por Nina Martin, ProPublica, y Renee Montagne, NPR News, 7 de diciembre de 2017).

La tasa de mortalidad materna para todas las mujeres de Estados Unidos ha aumentado casi un 250% desde 1987, mientras que la tasa en otros países industrializados se disminuye. Las mujeres negras de Estados Unidos soportan una doble carga: la opresión nacional y el racismo agravados por la opresión cruel de las mujeres en general.

Hasta hace poco, se creía que la alta mortalidad materna afectaba, casi exclusivamente, a las mujeres pobres y con menos años de escuela. Pero estudios recientes han demostrado que la disparidad en la muerte materna persiste para las mujeres negras sin importar los años de escuela ni su situación económica. Un estudio realizado por cuatro investigadores de los CDC descubrió que los bebés de padres negros con educación universitaria tenían el doble de probabilidades de morir que los bebés nacidos de padres blancos con educación similar.

Es probable que las razones por la división blanca-negra en la mortalidad materna e infantil impliquen muchos factores. “Pero”, escribe Villarosa, “recientemente ha habido un creciente reconocimiento de lo que ha sido en gran medida, para el establecimiento médico, una idea sobrecogedora: Para las mujeres negras en Estados Unidos, un ambiente inevitable de racismo sistémico y social puede crear una especie de estrés fisiológica tóxica que resulta en condiciones que incluyen la hipertensión y la pre-eclampsia [un trastorno relacionado con el embarazo caracterizado por alta presión arterial y otros síntomas que aumentan el riesgo para la madre y el feto], que conducen directamente a tasas más altas de mortalidad infantil y materna. Y ese racismo social se expresa aún más con un omnipresente prejuicio racial de larga data en la atención médica —que incluye el rechazo de preocupaciones y síntomas legítimos— que pueden ayudar a explicar los malos resultados del parto incluso en el caso de las mujeres negras con mayores ventajas”.

No son una falta de años de escuela ni siquiera los recursos desiguales los que son responsables de la muerte de más de 4.000 bebés negros cada año. En vez, según los estudios y expertos citados en el artículo, es el resultado acumulativo del estrés y trauma de vivir en una sociedad racista. Temer un posible arresto porque te presentas temprano en Starbucks para una cita relacionada con un empleo... preocuparte por tu hijo o hija, que regrese vivo a casa... ser rechazada para vivienda y empleo... ser tratada como infrahumana en interacciones cotidianas... y otros miles de abusos.

Villarosa escribe que, en la revista Essence, donde fue editora de salud a fines de la década de 1980 a mediados de la década de 1990, cubrieron el tema de la mortalidad infantil promoviendo una mentalidad de “cada uno enseña a otro”: “alentar a los adolescentes en tu órbita a decir no al sexo y educar a todas las ‘hermanas’ en tu vida (o sea: amigas y familiares femeninas menos privilegiadas y con menos años de escuela) sobre la importancia de la atención médica prenatal y los hábitos saludables durante el embarazo”. Su artículo actual es una refutación de este enfoque. “Cada uno enseña a otro” y “educar” a aquellos que son abusados por un sistema sin corazón, y sin tomar en cuenta (y denunciar) las causas económicas y sociales detrás de estas disparidades equivale a culpar a la víctima y solo puede empeorar las cosas.

El racismo dentro del sistema de salud

Además de los efectos acumulativos del racismo, las disparidades en la mortalidad fetal y materna son el resultado del racismo dentro del sistema de salud. En su artículo, Villarosa informa sobre un estudio en marcha realizado por el Averting Maternal Death and Disability Program (Programa de Evitar la Muerte y la Discapacidad Maternales) en la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Columbia. Las entrevistas realizadas por los investigadores revelaron una variedad de quejas, desde tener que esperar uno o dos meses antes de una cita prenatal inicial hasta ser ignoradas, regañadas y menospreciadas, incluso sentirse intimidadas o forzadas a hacerse cesáreas.

Una mujer negra escribió al New York Times sobre su experiencia: “Yo soy madre de dos hijos”, ella escribe. “Era difícil ambas veces conseguir que los doctores siquiera prestaran atención a mis síntomas. Cuando noté por primera vez que mi presión arterial estaba elevada, me dijeron: ‘Gente como tú usualmente tiene la presión arterial elevada”. Si no fuera por la presencia de mi padre que llamó a un amigo ginecólogo en California, yo estaría muerta. La segunda vez… todavía no me escucharon hasta que mi familia amenazó con un litigio. Soy una mujer afroamericana con títulos de Princeton y Yale.... Hubieras pensado que soy una muda de Marte. Fue la experiencia más frustrante de mi vida”.

Este racismo dentro del sistema de salud en Estados Unidos va muy más allá de la mortalidad de madres y bebés. Se discriminan a las personas negras desde el momento en que ingresan al sistema de salud. Estas disparidades trascienden las líneas de riqueza y educación. Por ejemplo:

  • Un estudio de 2014 mostró que las personas negras no reciben tanta medicación y atención preventiva para la diabetes como otros pacientes y tienen tres veces más probabilidades de perder una pierna por amputación debido a la enfermedad. (Proyecto Atlas de la Universidad de Dartmouth, citado en Reuters Health, 14 de octubre de 2014)
  • Las personas negras tienen dos a tres veces más probabilidades que los blancos de morir de una enfermedad cardíaca prevenible o un derrame cerebral prevenible.

Para ilustrar el motivo detrás de estas diferencias, Villarosa cita un estudio de 2016 realizado por investigadores de la Universidad de Virginia que examinó por qué los pacientes negros reciben tratamiento inadecuado para el dolor no solo en comparación con pacientes blancos sino también en relación con los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud. El estudio encontró que los estudiantes y residentes de medicina blancos pensaban, falsamente, que los negros tienen terminaciones nerviosas menos sensibles que los blancos, que la sangre de los negros se coagula más rápidamente, y que la piel negra es más gruesa que la blanca. Estas son mentiras que datan de los tiempos de la esclavitud cuando fueron usadas para justificar la tortura de los negros.

Estas desigualdades se reflejan en años o décadas de vida robadas a nuestros hermanos y hermanas. En Oakland, California, una ciudad con una composición multinacional diversa, la esperanza de vida varía por hasta 24 años entre vecindarios. La zona censal con la esperanza de vida más alta, de 91 años, está en Oakland Hills, un lugar adinerado y principalmente blanco. La zona con la esperanza de vida más baja, de 67 años, se encuentra en West Oakland, pobre y principalmente negro. La esperanza de vida en West Oakland es similar a la esperanza de vida de países como Turkmenistán, Kazajstán y Corea del Norte. (“Neighborhood-Level Determinants of Life Expectancy in Oakland, CA”, [Determinantes a nivel de vecindario de la esperanza de vida en Oakland, California], Centro de Necesidades Humanas, Universidad de Virginia Commonwealth, Richmond, Virginia, 2012)

¡Esto es inaceptable!

No hay ninguna razón por la que miles de bebés y madres negros en Estados Unidos tengan que morir innecesariamente cada año. Es INACEPTABLE. ¿Por qué continúa? Porque la opresión que enfrenta el pueblo negro en este país es literalmente tóxica. Agregue a esto el racismo profundamente arraigado en la medicina. Acabar con estas disparidades no se puede lograr trabajando a través del sistema capitalista de supremacía blanca, en el que el racismo es un elemento integrante y es reforzado de mil maneras por las relaciones económicas y sociales. Estas vidas perdidas claman por una revolución.

 

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