La masacre en la sinagoga de Pittsburgh, Donald Trump y el auge del antisemitismo

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Sinopsis: La masacre del 27 de octubre en la sinagoga Árbol de la Vida en Pittsburg no se trataba simplemente del “último tiroteo en masa”, ni siquiera el más reciente acto de violencia política de la derecha. Con estos asesinatos, ha irrumpido en el escenario un virulento trasfondo de antisemitismo. Este acto ha sacudido profundamente a millones de personas, y ha despertado recuerdos del terror del Holocausto nazi durante la Segunda Guerra Mundial, en el cual masacraron a seis millones de judíos.

Este antisemitismo no sale de la nada. Está profundamente arraigado en la historia y cultura cristiana occidental, estrechamente ligada a la supremacía blanca en Estados Unidos, y ahora lo están cultivando y desencadenando Trump y otros líderes republi-fascistas, especialmente en medio de la lucha aguda actual en torno a las recientes elecciones a mitad de mandato.

Fuerzas antisemitas y la ideología antisemita hoy día son un componente clave de la estrategia y visión del régimen de Trump y Pence de “Hacer que Estados Unidos vuelva a tener grandeza”. La masacre en la sinagoga augura la posibilidad de mucho más violencia por venir, y el fantasma de “Camisas Pardas” estadounidenses que aterrorizan cada vez más a varios sectores oprimidos y satanizados de la población. Pero esto, por su parte, tiene la potencial de despertar a muchísimas personas al peligro extremo para la humanidad que este régimen representa. El siguiente artículo se adentra más en lo que ocurre en la actualidad, cómo se relaciona con el ascenso de Trump y las maniobras conscientes de las fuerzas que lo rodean, y el papel venenoso particular del antisemitismo.

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El 27 de octubre, un sábado por la mañana —el Sabbat judío— un hombre armado entró a la sinagoga Árbol de la Vida en Pittsburgh, gritando, “Que se mueran todos los judíos”, y se puso a asesinar a los presentes.

Una hora más tarde, hubo 11 muertos y seis heridos. Entre los muertos: una pareja que se casaron en el Árbol de la Vida hace 60 años; dos hermanos intelectualmente discapacitados que llegaban temprano cada semana para dar una cálida bienvenida a los devotos; un doctor que, en los primeros años de la epidemia del VIH-SIDA, se dedicaba con toda el alma a tratar a los pacientes considerados incurables, y desafiaba el miedo y estigma abrazando a sus pacientes cuando salían de su consultorio.

Tantas vidas preciosas robadas, una comunidad desgarrada por las pérdidas, ya hubieran sido un golpe doloroso. Pero esta masacre golpeó como un trueno ensordecedor en medio de la tormenta de violencia política que ya había venido creciendo durante los días anteriores (y continúa al momento de que escribimos lo presente), que amplifica mil veces el miedo, el dolor — y la indignación.

Apenas tres días antes en Louisville, Kentucky, un hombre blanco intentó entrar en una iglesia negra, y al no poder entrar, fue a un supermercado Kroger cercano y mató a balazos a dos negros; supuestamente le dijo a un blanco que sacó un arma en respuesta que “blancos no matan a blancos”. Y durante toda la semana anterior a eso, bombas caseras llegaban a las casas y oficinas de líderes demócratas importantes, en particular negros prominentes (Barack Obama, Eric Holder, Maxine Waters, Kamala Harris, Cory Booker); la CNN (el noticiero al cual lo ataca Donald Trump con frecuencia); y tres liberales adinerados que son judíos o de descendencia judía; y otros.

Cesar Sayoc, a quien se le acusa de mandar las bombas, es un fanático trumpista.

De hecho, vienen aumentando los actos de violencia política a manos de trumpistas1 casi desde el día que Trump declaró su candidatura en agosto de 2015: los bombardeos a mezquitas, las golpizas o asesinatos a inmigrantes, negros y blancos anti-racistas, la profanación de cementerios judíos.

Y todo eso ha sido alimentado por la retórica de odio y violencia del mismo Trump, así como de otros líderes republicanos que satanizan a los inmigrantes por “violadores y delincuentes”, denuncian a los periodistas como “enemigos del pueblo”, exigen la encarcelación de líderes del Partido Demócrata, y, cada vez más, aluden a conspiraciones siniestras de figuras adineradas o poderosas como George Soros (un donante multimillonario a causas liberales), Mike Bloomberg, Janet Yellen (ex jefa del Sistema de la Reserva Federal), Lloyd Blankfein (ex director ejecutivo de la empresa inversionista Goldman Sachs)… todos ellos, “de causalidad”, judíos.

Al pelear los republi-fascistas con otros sectores de la clase dominante en torno a las recientes elecciones a mitad de mandato, el volumen de la retórica racista y conspiratoria desde arriba y además la violencia racista desde abajo se dispararon a nuevas alturas escandalosas. Sin embargo, incluso en las secuelas del complot dinamitero en masa, Trump intensificó su discurso de odio. Después de condenar oficialmente la campaña dinamitera —en una declaración monótona que se veía y se oía, sin exagerar, como el video de un rehén— sus mítines de masas y anuncios de campaña se enfocaban en denunciar estridentemente a las mismas personas e instituciones que eran los blancos de las bombas, y de manera escandalosa en sembrar miedo sobre los miles de refugiados que buscan seguridad en Estados Unidos.

Esta fue una maniobra consciente para azuzar adrede el pánico en su base y alborotarla, buscando crear un miedo existencial a los contrincantes de Trump y a lo desconocido, y por lo tanto un ánimo de estar dispuestos a actuar con lujo de violencia para “defender su estilo de vida”.

En general, los medios de comunicación presentaron este frenesí de azuzar pánico y miedo como una táctica para incitar a la base trumpista dura a votar, pero eso no es el meollo del asunto. Ciertamente, Trump quería ganar esta batalla electoral a mitad de mandato, tanto para ayudar a consolidar su control del gobierno como para pintar a su régimen con un aura de más legitimidad. Pero los fascistas ya tienen el poder, y no lo van a soltar voluntariamente —ni retroceder en su batalla para consolidar un régimen plenamente fascista— sin importar los resultados de las elecciones. Alborotar a una base impulsada por el miedo, rabia y cada vez más violencia, servía tanto para afirmar, mantener y consolidar más el poder tras una derrota electoral, como un medio para afianzar una victoria electoral, y el resultado mixto de las elecciones no cambia eso.

El toque de tambor bajo y constante del antisemitismo toma el escenario central

Con el ataque en la sinagoga del Árbol de la Vida, y con la campaña intensificada de los republicanos en contra de George Soros y otros prominentes judíos liberales, el ritmo de fondo del antisemitismo que ha estado allí todo el tiempo ha saltado al frente, presentando el fantasma de terrores del pasado. La gente muy amplia —y muy justificadamente— están palpando que se está potenciando y azuzando aún más fuertemente la violencia de la bestia fascista.

Dando voz a los miedos de mucha gente, un sobreviviente de 91 años de edad del genocidio nazi que mató a millones de judíos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, le dijo al New York Times: “Esta clase de maldad me hace pensar en el Holocausto…”.

De hecho, el antisemitismo ha sido un hilo constante, si no un poco debajo del radar, en la retórica republi-fascista y la violencia fascista desde el comienzo, aunque fuera un poco menos prominente que el racismo chillón dirigido a los inmigrantes y los musulmanes.

Durante los meses previos a las elecciones presidenciales de 2016, la campaña de Trump tuiteó un meme tomado de un sitio web de supremacía blanca que mostró a Hillary Clinton, montones de dinero y una Estrella de David (un símbolo de la gente judía). Pues, no mucho tiempo después de que Trump tomó posesión de la oficina presidencial, él emitió una declaración en el Día de Conmemoración del Holocausto que condenó al Holocausto, pero “descuidó” mencionar el asesinato de seis millones de judíos, y después se defendió diciendo que muchas otras personas fueron asesinadas por los nazis. Similarmente, unos pocos meses después el secretario de prensa de Trump, Sean Spicer, hizo una declaración que “Hitler ni siquiera fue al extremo de usar armas químicas”2, o por lo menos no las usó “contra su propia gente”… ¡cuando de hecho Hitler usó armas químicas para matar a millones de judíos!

Todo esto constituyó mensajes antisemitas para los enterados, con el fin de validar dos tropos importantes de antisemitismo: que los judíos ricos manejan al mundo, y que el Holocausto no ocurrió, o que es muy exagerado. Oyeron muy fuerte y claramente esos mensajes las fuerzas neo-nazis, como Richard Spencer, quien habló en un mitin de celebración de la victoria de Trump dando el saludo nazi y gritando “Viva Trump, Viva nuestra gente, Viva la victoria”.

Y los ataques antisemitas también han estado escalando. Entre agosto de 2015 (cuando Trump lanzó su campaña) y julio de 2016, periodistas judíos, especialmente aquellos que aparentemente son críticos a Trump, recibieron 19.000 tuits antisemitas de 1.600 usuarios3. Muchos de estos tuits fueron muy viles — por ejemplo, editando las fotos para poner las caras de los periodistas en fotos de judíos en campos de concentración, o amenazando con matar a sus hijos. También ha habido muchos incidentes de profanar cementerios judíos o de pintar esvásticas en carros y edificios en vecindarios judíos.

Y en el incidente más impactante previo a la masacre en la sinagoga del Árbol de la Vida, en agosto 2017 cientos de nacionalistas blancos montaron una marcha con antorchas por Charlottesville, Virginia, en evocación a los golpeadores “camisas pardas” de Hitler, atacando a los contramanifestantes, defendiendo la esclavización de la gente negra y coreando “Los judíos no nos reemplazarán”. Al día siguiente, uno de ellos manejó un auto velozmente hacia la multitud de los manifestantes anti-racistas y mató a Heather Heyer de 32 años de edad. Y tras esto, Trump insistió en que había “personas muy buenas… en ambos lados” — ¡comparando a los asesinos neo-nazis con la gente que valientemente se les oponía!

Pero Trump no puede ser antisemita…

Mucha gente alega que “Trump no puede ser antisemita, porque su hija, yerno y nietos son judíos”.

Pero las inclinaciones personales de Trump no son la esencia del asunto. Podemos estar muy seguros que Trump no cree personalmente en las tonterías fundamentalistas cristianas del vice presidente Mike Pence, ni pasa sus noches estudiando la Biblia. Pero él ha abrazado con muchas ganas al movimiento fascista cristiano —y ha sido aceptado cálidamente por este movimiento— porque es integral a su programa fascista y su visión de “Hacer que Estados Unidos vuelva a tener grandeza”. Y en un sentido diferente, lo mismo es verdad para la ideología y fuerzas del antisemitismo — sin importar los puntos de vista y relaciones personales de Trump, son un componente necesario de la reorganización fascista de la sociedad de Estados Unidos que Trump está impulsando.

También se argumenta que Trump y los otros republi-fascistas “no pueden ser antisemitas” porque apoyan tan fuertemente al estado judío de Israel y sus ataques genocidas contra la gente de Palestina. Pero este apoyo no tiene nada que ver con una preocupación por la gente judía (¡y mucho menos por los musulmanes!). No. Esto se basa en el rol que Israel juega en el mundo para Estados Unidos, en particular como un bastión para su dominación en el Medio Oriente así como el fanatismo cristiano de un sector de los cristianos evangélicos — los fascistas cristianos de quienes Mike Pence es un líder importante. Estos evangélicos sostienen que el regreso de los judíos a la tierra de Israel, la restauración de la tierra israelí exclusivamente a los judíos y la reconstrucción del Primer Templo construido por el Rey Salomón, serán la señal del principio del “Fin de los Tiempos”. Luego, vendrá el “Éxtasis” en el cual las almas de los verdaderos cristianos serán llevados de la tierra con una bienvenida al cielo. De acuerdo a esta fantasía enfermiza, esos judíos quienes se convierten al cristianismo pueden ser parte de este Éxtasis. Para aquellos que permanecen judíos, ¡serán “borrados y enviados al infierno” por toda la eternidad! ¡Esto no es una afirmación de los derechos y de la humanidad a la gente judía!

Pero para realmente entender la actitud del régimen de Trump hacia la gente judía es necesario examinar las contradicciones imposibles de resolver las que enfrenta el sistema encabezado por Trump, y la orientación de Trump y un sector entero de la clase dominante de Estados Unidos para resolverlas.

En el ámbito internacional, Estados Unidos ha sido incapaz de mantener el control de regiones importantes como el Medio Oriente a pesar de una serie de guerras devastadoras del imperio, y los crecientes desafíos a su dominación del mundo por parte de China y otras grandes potencias. En Estados Unidos, las décadas de cambio económico y trauma han destripado a la clase media, conduciendo a su amplia alienación del sistema. Las mujeres han surgido en la fuerza laboral y demandan cada vez más un trato como plenos seres humanos, y las personas LGBTQ han salido de las sombras, y estos dos fenómenos amenazan a las estructuras de la autoridad patriarcal que históricamente cohesionaban a la sociedad estadounidense y el poder de la clase dominante. Y en términos de demografía, Estados Unidos se está enrumbando rápidamente a ser un país con una mayoría no blanca, lo que amenaza a los pilares esenciales de la supremacía blanca los que han sido el eje de la estructura social y económica de los Estados Unidos desde su fundación.

Trump —y Pence y su régimen en su conjunto— representan una facción de la clase dominante imperialista que piensa que la manera de responder a esto es por medio de forzosamente volver a cohesionar la sociedad estadounidense en torno al abierto dominio blanco, masculino y cristiano, acompañado de la violenta represión a todos los que se le oponen o estorban esto, como las mujeres, las “minorías”, los liberales y otras fuerzas de la clase dominante. Luego, sobre esa dura base de fanatismo nacionalista cristiano blanco, esta facción pregona una orientación hiper agresiva tanto con los aliados como con rivales en el ámbito mundial, lo que incluye amenazar con usar, o usar de hecho, armas nucleares para promover los intereses de Estados Unidos.

Para llevar esto a cabo, estos fascistas de la clase dominante se están apoyando en sectores atrasados de las masas, a los que están azuzando, sectores mismos que se sienten sacudidos y amenazados por los grandes cambios de las últimas décadas, y que anhelan unos imaginados “buenos días de antaño” cuando el privilegio masculino blanco era exaltado y no cuestionado; estos sectores también anhelan la “seguridad” de un líder autoritario bendecido por los llamados representantes del dios cristiano; y están “vacunados” contra todo pensamiento crítico por el lamentablemente pésimo sistema de educación en Estados Unidos y el adoctrinamiento por los fanáticos fundamentalistas cristianos.

Pero este es el problema: la ideología, y muchas o la mayoría de las fuerzas organizadas en pro del fascismo, la supremacía blanca y la “identidad cristiana” en Estados Unidos con las que cuenta el régimen, están íntimamente entrelazadas con la ideología y las fuerzas del antisemitismo. No se puede azuzar a la una sin azuzar a la otra.

La ideología del antisemitismo, en el ámbito internacional y en Estados Unidos

Históricamente, el antisemitismo tiene raíces muy profundas en la “Civilización Occidental”, desde la Edad Media cuando el cristianismo era la religión del estado en toda Europa, y una corriente importante de la doctrina cristiana les culpaba a los judíos como pueblo de haber matado a Jesucristo. Durante siglos, cientos de millones de personas crecieron empapados de esta ignorancia odiosa, y esto es la base para las oleadas de persecuciones que resultaron en que cientos de miles de judíos fueran torturados, exiliados o asesinados en Europa.

Y en tiempos contemporáneos, la “teoría” de una conspiración internacional de banqueros judíos que manejan todas las palancas de todos los gobiernos y lo controlan todo ha sido sumamente útil para toda suerte de regímenes salvajes y opresivos. Para los reyes, zares, capitalistas e imperialistas que lo han promovido, la “virtud” del antisemitismo es que canaliza la furia de los de abajo de la sociedad, así como los temores e inseguridades de la gente de las clases medias, de modo que no vayan contra el sistema responsable de la condición de la sociedad, y para que vayan contra una minoría oprimida. Y debido a que muchos judíos (por diversas razones históricas) se encuentran en sectores visibles de las clases medias o hasta altas —en las artes, el ámbito académico, los negocios, etc. —, y algunos incluso son parte de la clase dominante capitalista, el antisemitismo se puede hacer pasar como “oponerse desde abajo” a las “elites” y a los “poderosos”… cuando en realidad protege al sistema en su conjunto y a la clase que lo maneja. Es fácil ver cómo esto cuadra a la perfección con el llamado “populismo” de Trump. (Lea un análisis profundo y científico de las raíces y la historia del antisemitismo aquí y aquí.)

En Estados Unidos —que se edificó sobre los cimientos de la esclavización de los negros, el genocidio de los indígenas y el saqueo de México y América Latina, y que todavía depende de la brutal opresión de todos estos grupos— una de las formas de “la conspiración judía internacional” contra la que los antisemitas desvarían con frecuencia es la idea de que los judíos están conspirando para “diluir” la “pureza” de la raza blanca, para así debilitarla y dominarla. Esta “teoría” combina un punto de vista completamente desdeñoso acerca de los negros, latinos y otra gente de color (como incapaces de organizarse y luchar por sí mismos), con una visión de los judíos con un poder “demoníaco” casi sobrenatural para controlarlo todo, ya sean las organizaciones pro derechos civiles o el cine en Hollywood y la prensa y los canales de televisión.

Este fue uno de los principales temas de la oposición racista a la lucha por los derechos civiles del pueblo negro en el siglo 20. Por ejemplo, en los años 1940, J.B. Stoner, un ex klanista, fundó el Partido Cristiano Anti Judío, que sostenía que un judío adinerado “gastaba $30 millones para financiar a organizaciones y escritores con el fin de promover el mestizaje [o sea, la integración]. Una raza, una vez mestizada, se mestizará para siempre”.

Otro ejemplo: en 1966, en una entrevista que le hizo la revista Playboy, George Lincoln Rockwell, el cabecilla del Partido Nazi Americano, dijo que “el único mundo que [los judíos] podrían gobernar sería un mundo de seres inferiores. Y mientras el hombre blanco se mantenga puro, ellos no tendrán éxito. Pero cuando el hombre blanco deja que se mezcle con hombres negros, pues los judíos sí lo pueden domar”. Cuando el entrevistador señaló que los negros dirigían a las principales organizaciones que luchaban por la integración, Rockwell contestó: “Ellos solo son los testaferros. Los judíos operan tras bambalinas, manejan las palancas y ponen el dinero”.

Lo que Trump y otros fascistas de la clase dominante están fomentando hoy es simplemente una versión actualizada de eso: supuestamente los judíos ricos están financiando y controlando las palancas de todo. Hoy en día, Trump casi nunca da un discurso en el que no resalta los ataques al supuestamente todo poderoso George Soros. Trump alega que Soros pagó a las mujeres que protestaron contra la confirmación de Brett Kavanaugh a la Suprema Corte. El representante Matt Gaetz —un congresista fanáticamente pro Trump— dice que Soros está financiando la caravana de refugiados centroamericanos que viene a Estados Unidos, la que Trump llama “una invasión” y “una emergencia nacional”. El representante Kevin McCarthy —¡el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes!— tuiteó: “No podemos dejar que Soros, Steyer y Bloomberg COMPREN esta elección”. (Bloomberg, al igual que Soros es judío; y Steyer es de descendencia judía.)

Como ha señalado Talia Lavin, que monitorea a las fuerzas neo nazis, el nombre de Soro: “se ha vuelto sinónimo del viejo y trillado embuste antisemita: la idea de que los judíos son malévolos instigadores de la discordia social, agitadores que con astucia están financiando y orquestando las protestas, con el fin de minar el orden social cristiano blanco”4.

Considerando eso, es muy diciente que lo que le hizo estallar a Bowers (el presunto asesino de los judíos en la sinagoga Árbol de la Vida) fue el trabajo que hacía la Hebrew Immigrant Aid Society (HIAS) [Sociedad Hebrea de Ayuda al Inmigrante], un grupo que tiene 137 años de existencia y que se formó originalmente para ayudar a los refugiados judíos a llegar a Estados Unidos, y que ahora ayuda a gente de muchas otras nacionalidades. Bowers denunció a la caravana de inmigrantes centroamericanos en ruta a Estados Unidos al decir que es un acto de “genocidio blanco” (otra vez, la “dilución” de la mayoría blanca en Estados Unidos) y, claro, ¡financiada por Soros! Justo antes de la masacre, Bowers escribió: “A HIAS le gusta traer a invasores que matan a nuestra gente. No puedo quedarme de brazos cruzados viendo cómo matan a nuestra gente. A la mierda lo que piensen, ya voy a entrar”.

IMPORTANTE: la venenosa influencia del antisemitismo en el seno de las masas más oprimidas por el imperialismo no es el tema de este artículo, pero no se puede dejar sin mencionar. Unos gobiernos del Medio Oriente, grupos y corrientes fundamentalistas islámicos y yihadistas, así como movimientos entre los palestinos, han estado propagando el odio por los judíos como judíos, lo que incluye el uso de propaganda antijudía desacreditada y refutada como Los Protocolos de los Sabios de Sión5. En Estados Unidos, el antisemitismo ha sido fomentado especialmente por Louis Farrakhan, el nacionalista reaccionario que no muy coincidentemente también maniobra para amarrar un acuerdo con Trump. El uso del antisemitismo dirige a las masas de modo que se alejen de ver el verdadero problema y la verdadera solución: la revolución y la emancipación de toda la humanidad, y al contrario, la da expresión al espíritu de venganza y sirve a programa de aventajarse dentro de este sistema — para que los “últimos” intenten llegar a ser los “primeros” en un sistema horrorosamente opresivo y convertirse en simplemente otra clase dominante capitalista con el “derecho” de explotar y oprimir tanto a “sus propios” oprimidos como a los oprimidos en otros países.

El azuzamiento del antisemitismo: un crimen contra la humanidad, un peligro para los gobernantes, un reto para la gente

Es cierto que este antisemitismo le presenta a la clase dominante con unos problemas, mismos que en cierto sentido están encarnados en la propia familia de Trump y su entorno íntimo, que incluyen a varias personas judías (Ivanka Trump y Jared Kushner, Stephen Miller, y otros). Y, en un sentido más amplio, los judíos son una parte importante de la estructura económica, política y cultural de Estados Unidos, así que acoger abiertamente al antisemitismo, por no decir nada de llevar a cabo el programa genocida completo de personas y fuerzas como Bowers, suscitaría una enorme agitación social, una lucha al interior de la clase dominante y causaría trastornos económicos y sociales.

Pero también es cierto, como ya se ha dicho, que está estrechamente ligada al antisemitismo la supremacía blanca que está al mero centro de lo que está haciendo el régimen fascista. Al menos en este momento, ha resultado imposible “desenredar” estos elementos, a fin de azuzar el racismo sin al mismo tiempo azuzar el antisemitismo… y ante eso, el régimen fascista ha hecho todo a su alcance para evitar lanzar un balde de agua fría sobre los reaccionarios. De hecho, cuanto más al racismo cada vez más franco de Trump repugne a las fuerzas medias, cuanto más necesidad tendrá Trump de azuzar a la parte más dura de su base sobre cimientos abiertamente fascistas y cada vez más violentos — no para “ganar elecciones”, sino para desarrollar un movimiento fascista activo, que incluya a tropas de choque. Pero cuanto más él haga esto, cuanto más se eche el carácter fascista del régimen en las narices de las personas, cuanto más los que están en la mira de este régimen o que simplemente se preocupan por la justicia y compasión sentirán que están bajo una amenaza existencial y se sentirán impelidos a tomar acciones decididas en contra del régimen.

No se puede predecir con precisión cómo esto se desenvolverá de ahora en adelante, pero es muy probable que se dé una mayor escalada de la violencia supremacista blanca y antisemita. Esto recalca el enorme peligro de dejar que este régimen siga teniendo en sus manos las riendas del poder y dejar que este sistema siga en pie. Y también evidencia la gran necesidad —y la base— que existen para forjar otro camino para las personas en lo que hoy es Estados Unidos, y para la humanidad en su conjunto.

Pero el reloj definitivamente está corriendo…

 


1. Ver “Here Is a List of Far-Right Attacks Trump Inspired. Cesar Sayoc Wasn’t the First—and Won’t Be the Last” (Aquí va una lista de los ataques de la ultraderecha inspirados por Trump. Cesar Sayoc no fue el primero, y no será el último), Mehdi Hasan, Intercept.com, 27 de octubre de 2018, en inglés. [regresa]

2. Citado en el Guardian, 11 de abril de 2017. [regresa]

3. Nótese que estas cifras son de un estudio de la Liga Anti-Difamación (ADL), una organización que muy incorrectamente combina incidentes de antisemitismo específico con fuertes críticas al estado de Israel, y esto quizá afecte la exactitud de estas estadísticas. No obstante, se evidencia en los muchísimos informes de los periodistas perseguidos que la esencia de estos ataques en Twitter es de hecho el odio por la gente judía, y no las críticas a Israel. [regresa]

4. “Conspiracy theories about Soros aren’t just false. They’re anti-Semitic” (Las teorías de conspiración sobre Soros no solo son falsas. Son antisemitas), WashingtonPost.com, 24 de octubre de 2018. [regresa]

5. Los Protocolos, una falsificación completamente refutada que se circuló por primera vez en 1903, los que se declaran la minuta de una reunión de unos líderes judíos internacionales que conjuraban apoderarse del mundo, han sido distribuidos ampliamente desde ese entonces, incluso por el importante capitalista estadounidense Henry Ford, quien distribuyó 500.000 ejemplares, por ejemplo en concesionarios de automóviles, así como por Adolfo Hitler, quien los usó como justificación central para el genocidio. [regresa]

 

Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución

Un discurso de Bob Avakian
En dos partes en inglés:

 

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Vea cortos y escuche audio de la película y las preguntas y respuestas (en inglés)


La gente honra a las 11 víctimas del asesinato en masa en una sinagoga de Pittsburgh, con carteles de protesta contra Donald Trump, 30 de octubre. (Foto: AP)

Despejar la confusión: NO es “antisemitismo” protestar contra Israel

A continuación presentamos un pasaje del artículo de revcom.us de septiembre, “Oponerse a Israel NO es ser antijudío: Importantes maniobras fascistas para reprimir las críticas a Israel en las universidades”.

 

Los judíos han sido víctimas de amargas discriminaciones y opresiones durante siglos, que adquirieron niveles monstruosos que culminaron en el Holocausto cuando seis millones de judíos fueron asesinados en masa en campos de exterminio. Como pueblo oprimido, los judíos de Europa buscaron muchas soluciones. Para la mayoría, esto significaba buscar la integración en la sociedad en general, y para muchos implicaba participar en proyectos de emancipación humana universal, es decir, buscar el fin de la opresión del pueblo judío como parte de buscar la libertad para todos. Para una minoría significaba el movimiento sionista, centrado en construir un estado-nación judío separado para todos los judíos.

El establecimiento de este estado-nación, Israel, con el aval del imperialismo británico y occidental, constaba de olas de limpieza étnica, ataques militares y paramilitares contra aldeas palestinas con el propósito de desplazar al pueblo palestino y luego ocupar y destruir aldeas palestinas a fin de allanar el camino para la expansión de las colonias sionistas. Para diciembre de 1947, los sionistas habían comenzado las expulsiones en masa de los palestinos. Esta ola de terror, conocida como la Nakba (de la palabra árabe que significa “catástrofe”) continuó a los primeros meses de 1949.

Durante la Nakba, casi un millón de palestinos fueron forzosa y brutalmente expulsados de sus tierras, aldeas y hogares, huyendo con las únicas posesiones que podían llevar. Muchos fueron violados, torturados y asesinados... Los sionistas dicen que son los habitantes originales y autóctonos de Palestina, pero ¡no se trata de cuál de los muchos grupos tribales y étnicos mesoorientales vivió en la tierra hace miles de años! Es que durante muchos siglos, Palestina estuvo en su inmensa mayoría ocupada por árabes (con una minoría judía muy pequeña antes del siglo 20) y, además, se formó y forjó ahí una nación palestina con su propia cultura, idioma, economía, historia y demás, la que los europeos, en este caso los europeos judíos, desarraigaron de manera violenta, los cuales trabajaban en estrecho alineamiento político y militar con las grandes potencias imperialistas. ¡Así que es ridículo que los representantes de estos invasores imperialistas europeos intenten reclamar el manto de un pueblo autóctono oprimido que lucha por sus derechos!

Oponerse a los crímenes del estado de Israel no es lo mismo que “oponerse al judaísmo” o al pueblo judío. Israel tiene de rehén a dos millones de palestinos en la Franja de Gaza, la que han convertido en una prisión al aire libre. El ejército israelí impone un bloqueo, impidiendo la entrada de toda ayuda, dejando que la gente no tenga acceso a agua potable y atención sanitaria adecuada, e incluso recurre a asaltos a barcos que llevan ayuda y mata a balazos a los valientes voluntarios. Y para colmo, indiscriminadamente lanzan bombas fabricadas en Estados Unidos, incluso sobre escuelas y hospitales, cometen crímenes contra el pueblo palestino que, si los cometiera otro país, la comunidad internacional los denunciaría como políticas de genocidio, asesinato en masa y ocupación brutal. Israel no es una solución a la centenaria opresión del pueblo judío como judíos. Y oponerse a los crímenes brutales del estado israelí no es lo mismo que la discriminación, pero sí es no solo expresión política protegida, sino también justo y justificado.

Lea más: El caso de ISRAEL: ¿Bastión de ilustración o matón para el imperialismo?

 

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