La forma en que el imperialismo devastó al Congo

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Durante la trata de esclavos, arrebataron de sus hogares y familias en África a más de 10 millones de personas. El 40% de los secuestrados provenían del Congo o de Angola, que está cerca, así robándole a la región de su recurso más valioso y destruyendo sociedades africanas.

Después de la Conferencia de Berlín (1884-1885) —en la que las potencias europeas se repartieron África— el rey Leopold II de Bélgica recibió control personal de buena parte de África central. Montaron un sistema de esclavitud para aumentar la producción del caucho. Mandaban expediciones para destruir a las aldeas que se negaban a cooperar. Y devastaron aún más la vida económica y cultural de la población.

El no cumplir con las cuotas fijadas por Leopold se castigaba con la pena de muerte. Pero en vez de usar municiones, que tenían que importar, les cortaban las manos a los congoleses para comprobar que les habían matado.

Adam Hochschild, autor de El fantasma del rey Leopoldo, calcula que aproximadamente la mitad de la población del Congo, 10 millones de personas (del cálculo de una población de 20 millones) murieron entre 1885 y 1908.

En 1908, cuándo sus atrocidades se daban a conocer ampliamente, el rey Leopold vendió a Bélgica su control directo, pero el saqueo del Congo y la virtual esclavitud de la población continuó, aunque de forma un poco menos salvaje.

En 1960, cuando Patrice Lumumba, un anticolonialista popular, fue elegido primer ministro, Estados Unidos y Bélgica apoyaron a Joseph Mobutu, un excoronel del ejército belga, para que organizara un golpe de estado, asesinara a Lumumba y se tomara el poder. (ver, “Crimen Yanqui Caso #73: El asesinato de Patrice Lumumba, orquestado por la CIA”.)

Durante más de 30 años en el poder, Mobutu fue un dictador salvaje que se robó miles de millones de dólares del Congo, al que renombró Zaire. Por la mayor parte de su reino lo avaló y armó Estados Unidos, usando Zaire como base de apoya para combatir contra las luchas de liberación nacional en el sur de África, y a la vez sirvió de trampolín para las intervenciones armadas que Estados Unidos respaldaba en Angola, un país avalado por la Unión Soviética. Mobutu fue un estrecho aliado de Ronald Reagan, visitando la Casa Blanca tres veces durante su administración. Reagan alabó a Mobutu de quien decía que era “la voz del buen sentido y de la bondad”.

En 1994, con la ayuda de Ruanda, un ejercito encabezado por Laurent Kabila tumbó del poder a Mobutu. Después del derrumbe de la Unión Soviética, Estados Unidos ya no tenía por qué preferir a Mobutu por sobre Kabila. Una vez en el poder, Kabila pactó con compañías mineras y se enriqueció él mismo y a las élites ligadas a él. Cuando Kabila fue asesinado, su hijo Joseph Kabila tomó el poder y siguió el mismo camino. En diciembre de 2018, Félix Tshisekedi fue elegido presidente y asumió el cargo en enero, sin que se diera NINGÚN cambio fundamental.

 

 

 

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