La pirotecnia del cuatro de julio con los Revcom, 2019

| revcom.us

 

De una lectora

5 de julio de 2019. La celebración del 4 de julio más significativa que he vivido sucedió ayer en Washington, D.C. Ahí presencié la quema de dos banderas de Estados Unidos en la avenida Pensilvania con la Casa Blanca en el trasfondo. El acto fue concebido y llevado a cabo por miembros del Club Revolución como protesta contra las políticas de Trump hacia los inmigrantes, especialmente a los que tratan de entrar por la frontera sudoeste, y en contra del apoyo económico y moral que el gobierno de Estados Unidos les da a otros países mientras repetidamente bombardean e invaden a las naciones en el Medio Oriente tales como Yemen y Palestina.

El día antes de que presenciara este acto, pasé cierto tiempo hablando con un amigo sobre la quema de la bandera de Estados Unidos como acto de protesta. Aunque ya me había decidido a ir a Washington para una protesta contra el encierro por el gobierno de bebés, niños y adultos en campos de concentración virtuales, mi respuesta a esta idea fue que me pareció muy melodramática, y que no valía la pena hacerlo porque iba a ofender a los que aman a Estados Unidos pero que odian a Trump, muchos de ellos no relacionan la bandera de Estados Unidos con el fascismo de Trump. Mi amigo dijo que quemar la bandera era una poderosa declaración en contra de Trump y los partidarios de él que han convertido a esa bandera en un fetiche, empapándola en el simbolismo de la supremacía blanca y el patrioterismo. Sin embargo, él, al igual que yo, estaba de acuerdo con que la quema de la bandera iba a ofender profundamente a algunos aliados de Rechazar el Fascismo y Revcom e iba a ser divisiva en un momento en el que nosotros los activistas tenemos que enfrentar a Trump y a sus seguidores con toda la unidad que sea posible.

Cuando nos despedimos, encontré que yo tendía a favorecer su aprobación al menos parcial de la quema de la bandera: de que es una poderosa declaración en contra de los usos que se hacen de esa bandera. Mientras sopesaba esta evaluación, mi propio acuerdo venía fortaleciéndose, y me alegró que por mi preocupación por los niñitos encerrados en jaulas hubiera decidido ir a Washington para presenciar y ser testiga de la protesta de los Revcom, sin importar la forma que tomara.

La quema de la bandera no solo resultó ser una poderosa declaración sino también una declaración intensamente honesta. Estoy empezando a darme cuenta de que hay que persuadir a las personas con la dura realidad y que no se dejen engatusar o halagar por las creencias que les han inculcado sus familias y escuelas. Esos son hábitos, almibarados con un sentido falso y enfermizo de la virtud. Seguramente aquellos que son capaces de luchar contra Trump y sus secuaces deben tener la capacidad de ver que todos los símbolos de ellos, incluida la bandera de Estados Unidos, han sido mancillados por el comportamiento de Estados Unidos en su frontera sur, en el Medio Oriente y dentro de sus propias fronteras. ¿Para qué queremos aliados tan confundidos por los hábitos y tan complacientes acerca de su propia moral que refrenaran nuestras luchas aferrándose a los viejos valores? No digo que debamos rechazar de plano a tales personas. En la sociedad, hay muchas personas buenas como ésas. Debemos seguir buscándolas y debemos persuadirlas, aunque en el proceso tengamos que sacudirlas.

En cierta medida, yo soy una de esas personas a las que hay que persuadir. Mi uso del término “melodramática” al criticar la quema de la bandera me caracteriza como una burguesa liberal. (Querida, no debes quemar banderas. No es de buen gusto.) Pero me di cuenta que yo estaba más conmocionada por el comportamiento de los troles y ogros que se habían congregado en Washington para celebrar a Trump que por la quema de la bandera. Era obvio que ellos estaban más consternados por la destrucción de un trozo de tela que por la muerte y el lisiamiento emocional de seres humanos. A medida que se esforzaban por descargar su rabia contra los quemabanderas, aullaban como animales y repetían con convicción tonta: “¡USA USA USA!” Vi a una joven mujer, pintada con las estrellas y las barras, recargada en los brazos de su novio y limpiándose lágrimas falsas sobre la “profanación de la bandera”. Pensaba, para mis adentros en parte, que quería darle una bofetada y decirle: “Ya te voy a dar algo por lo que llorar”. Antes del acto principal, mientras trabajamos para conectarnos con las personas que pasaban por ahí y con su compasión por los niños de los migrantes en la frontera, algunas de estas personas como esta mujer nos pasaron de largo con una sonrisa engreída en la cara. Otras personas, después de la quema de la bandera, imitaban los llantos de los niñitos (mami, papi) al ser arrebatados de los brazos de sus padres y forzados a entrar en jaulas.

Jamás se debe dejar que se apoderen de nuestra sociedad los partidarios de Trump, tan decididos a imponer sobre los demás sus valores falsos y tóxicos. Me di cuenta que, además de yo, para otros testigos esa gente, más que la quema de un símbolo de tela, causaba más horror. Cuando una mujer expresó su apoyo verbal a los quemadores de la bandera, fue apaleada en el suelo por unos partidarios de Trump y arrestada por la policía de Washington. En el parque Lafayette, una mujer sesentona se acercó para agradecerle a uno de los Revcom después de escucharlo dar un discurso que explicaba la quema de la bandera. Ella era la personificación misma de una dama. Su llanto era diferente, con lágrimas más auténticas que la persona necesitada y dependiente que había visto anteriormente.

— Lillian Forman, una escritora y revisora de libros de ochenta y tres años

Vídeo en inglés:
POR QUÉ INCENDIAMOS LA BANDERA DE ESTADOS UNIDOS, QUÉ ES ESTA REVOLUCIÓN, Y LA MANERA QUE USTEDES PUEDEN SER PARTE DE ELLA

Transmisión nacional en vivo
domingo 7 de julio, 4 pm
En vivo, Libros Revolución-
Nueva York

 

 

Consiga una e-suscripción gratuita a revcom.us:



Se necesitan: Voluntarios para revcom.us y Revolución

Envíenos sus comentarios.