Tres cosas que nos dicen que el ataque del 6 de enero se trataba de una tentativa de golpe de estado fascista

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Como dijimos en Tres cosas de esta semana que nos dicen que los gobernantes de Estados Unidos están metidos en mierda hasta el cogote: “ya no es posible resolver las agudas divisiones entre los poderes dominantes en Estados Unidos dentro del marco de la democracia capitalista que ha existido durante los últimos 150 años”. Esto sigue siendo acertado—aquí van tres ejemplos más:

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Uno: Han surgido pruebas aplastantes y contundentes en torno a la naturaleza asesina y supremacista blanca del ataque del 6 de enero al Congreso. Y nuevas pruebas confirman que este ataque no fue un mero “disturbio”, y ciertamente no una visita turística normal—fue un golpe de estado, la culminación (hasta ahora) de meses de trabajo de parte de Trump y otros fascistas para revertir la derrota electoral de Trump.

El 27 de julio, cuatro oficiales del Departamento de Policía del Capitolio (CPD) y del Departamento de Policía Metropolitana (MPD), las agencias que combatieron el ataque durante cinco horas hasta que llegaran las fuerzas de la Guardia Nacional1, testificaron ante el Comité Selecto de la Cámara que investiga lo del 6 de enero. Refiriéndose a la chusma como “terroristas” que llevaban a cabo un “intento de golpe”, los policías describieron un campo “de batalla medieval” en el que miles de atacantes armados con bates, tubos de metal, piedras y armas químicas los agredieron, los golpearon e incluso los torturaron.

El oficial del MPD Michael Fanone describió que lo arrastraron de las filas de la policía hacia la multitud y, aunque ya no era un obstáculo para la chusma, lo patearon, golpearon y pisotearon repetidamente. Sufrió un ataque cardíaco y una lesión cerebral traumática, hasta que finalmente suplicó por su vida y les dijo a los atacantes: “Tengo hijos”.

El oficial del MPD Daniel Hodges fue aplastado entre dos puertas y le decían: “Morirás de rodillas”. Hodges, que es blanco, dijo que la multitud estaba formada principalmente por supremacistas blancos y que algunos trataron de “reclutarlo” para su causa y le preguntaban: “¿Eres mi hermano?” Se burlaron de los policías negros y latinos, incluso usando la palabra N.

Los policías testificaron que la chusma les dijo que Donald Trump los había mandado y que actuaban bajo su autoridad. Hodges dijo: no “tengo la menor duda” de que estaban allí para matar a miembros del Congreso. Dunn desafió al Comité a investigar y pedir cuentas a Trump y a otros: “Si se contrata a un sicario y mata a alguien, el sicario va a la cárcel. Pero no sólo el sicario va a la cárcel, sino la persona que lo contrató. Fue un atentado realizado el 6 de enero y los envió un sicario. Quiero que lleguen al fondo de eso”.

El 30 de julio, el Departamento de Justicia (DOJ) publicó notas de una conversación del 27 de diciembre entre el entonces presidente Donald Trump y el entonces fiscal general interino Jeffrey Rosen y su adjunto, Richard Donoghue. En esta llamada, Trump demandó que el DOJ calificara falsamente las elecciones de noviembre de fraudulentas para apoyar el creciente esfuerzo de Trump por derrocarlas y aferrarse al poder. “Simplemente digan que la elección fue corrupta + dejen lo demás a mí y a los congresistas R.”, se dice que Trump les dijo, y amenazó con reemplazarlos si no lo hacían. Trump insistió en esto a pesar de que funcionarios que él había designado le habían dicho en repetidas ocasiones que todas las acusaciones de fraude electoral significativo habían sido investigadas y se demostró que eran falsas.

Este informe se suma a informes anteriores sobre la llamada de Trump del 2 de enero al secretario de Estado de Georgia Brad Raffensperger, exigiéndole que simplemente “encuentre 11,780 votos”—lo suficiente para que Trump ganara los votos electorales en Georgia—y encuentros similares con funcionarios electorales en Michigan y en otras partes.

Todo esto tenía como objetivo avivar la base de Trump en el período previo al 6 de enero. Como informó Politico a fines de diciembre de 2020, Trump sostuvo tres reuniones de 3 horas con congresistas fascistas en las que “elaboraron estrategias sobre un último esfuerzo para revertir las elecciones en el mes siguiente”. Un participante le dijo a Politico: “Fue un vaivén sobre la planificación y la estrategia para el 6 de enero”.

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Dos: Aunque el golpe del 6 de enero no tuvo éxito, los principales republicanos continúan legitimando la toma ilegal y probablemente violenta del poder por parte de los fascistas.

25 de julio: Trump habló en un mitin de miles de seguidores en Phoenix, Arizona (donde una falsa “auditoría” de las boletas electorales ha estado en curso durante meses en un esfuerzo por “legitimar” la mentira de que la elección fue robada). Un informe en Salon.com describió a los seguidores de Trump como “dispuestos a matar o morir por él”, y Trump se presentó a la multitud como si esperara “regresar al poder por cualquier medio necesario”.

El discurso de Trump estuvo lleno de descaradas mentiras fascistas. Advirtió que “nuestro país está siendo destruido... por personas que ganaron una elección ilegalmente”. Dijo que “nos estamos convirtiendo en un país comunista” y que “la supervivencia de nuestra nación depende de responsabilizar [a las personas que ‘se robaron’ las elecciones]”. Dijo que “Estados Unidos es la nación más justa y virtuosa de la historia del mundo. Y les digo que no van a tener un país por mucho más tiempo. No van a tener un país”.

¿Qué es esto, más que agitar por la violencia fascista y los golpes de estado dirigidos tanto al gobierno federal dominado por el gobernante Partido Demócrata como a los oprimidos y progresistas?

El 28 de julio, el representante Jim Jordan, un líder fascista clave del Congreso, admitió que habló con Trump el 6 de enero, pero se negó a decir de qué hablaron. Y Jordan se jactó de que “sigo hablando con el presidente” (ojo, no con el “expresidente”) con regularidad.

El 31 de julio, el exjefe de gabinete de Trump, Mark Meadows, le dijo a un entrevistador que estaba en el club de golf de Trump en Bedminster, Nueva Jersey, donde estaban celebrando “reuniones de gabinete” para hablar de “los siguientes pasos”. Si bien Meadows enmarcó esto en términos de las próximas elecciones en 2022 y 2024, existe la misma insistencia que con Jordan en que Trump es el presidente actual.

También el 31 de julio, el New York Times publicó un análisis de la mayor transformación del Partido Republicano en el Partido de Trump. El artículo señala que después del 6 de enero, muchos congresistas republicanos expresaron su indignación por el asalto de la chusma, incluso culpando públicamente a Trump y exigiendo que se le declarara responsable. Ahora, sin embargo, los republicanos (con muy pocas excepciones) han “pasado por completo al otro lado del espejo, tejiendo una nueva narración de ese día mortal... una versión de los hechos en los que los acusados de disturbios son presos políticos patrióticos y la líder [demócrata] de la Cámara Nancy Pelosi fue la culpable de la violencia”. El Times informa: “Desde su club privado en Nueva Jersey, el Sr. Trump sugirió que la Sra. Pelosi debería 'investigarse a sí misma', una vez más insinuó falsamente que Antifa y Black Lives Matter —y no los seguidores de él— causaron la destrucción el 6 de enero y que le habían robado unas elecciones decididas democráticamente”.

Los líderes republicanos se unen al coro: el líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, afirmó que la “responsabilidad” del ataque al Capitolio “recae en” Nancy Pelosi. Otra líder republicano-fascista, la representante Elaine Stefanik, dijo que Pelosi era “una autoritaria que ha roto la casa del pueblo”. Y mientras los oficiales del MPD y CPD estaban testificando ante los investigadores del Congreso, un grupo de republi-nazis protestaba frente al Departamento de Justicia (DOJ); alegaron que Ashli Babbitt (miembro de la chusma de asaltantes del 6 de enero que fue baleada cuando intentaba irrumpir por una puerta rota de vidrio) es un “mártir patriota” cuya “ejecución” fue “premeditada”, y acusaron al Departamento de Justicia de “maltratar” a los 500 miembros de la chusma que fueron arrestados.

Todo esto apunta a la realidad de que las fuerzas fascistas continúan preparando a sus millones de seguidores para nuevas acciones violentas e ilegales si es necesario para recuperar el poder, castigar a sus enemigos y consolidar el fascismo.

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Tres: Frente a todo esto, el Partido Demócrata sigue “tendiendo la mano hacia el otro lado”, buscando un “acuerdo bipartidista” con el partido del fascismo rabioso y la supremacía blanca. El objetivo declarado más preciado de Biden sigue siendo la aprobación de un proyecto de ley de infraestructura “bipartidista” (y no la derrota de las fuerzas fascistas, no la defensa de los derechos de votantes negros y latinos, no la restricción de la brutalidad policial y el asesinato, y no la protección del planeta).

Es cierto e importante que la sesión de apertura del Comité Selecto de la Cámara Sobre el 6 de enero fue poderosa. Y Biden (como dijimos la semana pasada) ha dado discursos apasionados sobre “proteger los derechos al voto” y sobre “defender la democracia”, diciendo que estas son luchas “existenciales”. Y algunos demócratas electos de nivel menor (como los miembros de la legislatura de Texas que huyeron del estado para evitar la aprobación de leyes fascistas contra el voto) han tomado medidas que son al menos algo acordes con el grave peligro y la terrible situación.

Pero esto no refleja lo que Biden y el Partido Demócrata en su conjunto están haciendo concretamente. Por ejemplo, los demócratas optaron por no programar la audiencia del Comité Selecto durante el horario de máxima audiencia, cuando tendría una audiencia mucho más amplia, y lo hicieron en una mañana entre semana. Así que el testimonio explosivo no logró convertirse en la noticia principal del día (y la semana) que debería haber sido, excepto en las redes de cable liberales.

Biden también rechazó una solicitud para reunirse con los legisladores tejanos fugitivos —lo que habría elevado lo que están haciendo a una noticia importante— y más bien hizo que se reunieran con la vicepresidenta Harris. Y Biden está defendiendo abiertamente el obstruccionismo (la regla del Senado que permite a los republicanos fascistas bloquear la legislación “progresista”, y específicamente en este momento, bloquear la legislación sobre el derecho al voto), y le dice a Don Lemon en CNN que descartar esa regla “hundiría en caos al Congreso entero y no se logrará nada”2 .

 


1. El Jefe de CPD envió por primera vez una solicitud de asistencia de la Guardia Nacional a su cadena de mando alrededor de la 1 p.m. el 6 de enero. La solicitud aparentemente fue bloqueada en múltiples niveles, incluido en el Departamento de Defensa, que no autorizó formalmente el despliegue hasta las 5:45 p.m. Esta es una prueba más de un golpe de estado organizado. [volver]

2. En el New York Times, el columnista Charles Blow desglosó la respuesta de Biden a Lemon, señalando que “Deshacerse [del obstruccionismo] para proteger el acceso a las urnas para los negros es lograr algo. Algo importantísimo”. [Énfasis agregado] Blow también criticó fuerte y correctamente el comentario indiferente de Biden de que no importa lo que hagan los republicanos, “el público estadounidense, no es posible impedir que voten”. Blow escribió: “Esto es evidentemente falso. Es absolutamente posible impedir que la gente vote. Lo hemos visto una y otra vez a lo largo de la historia de Estados Unidos. Y estas leyes no perjudicarán a todos los estadounidenses. Perjudicarán a las minorías en Estados Unidos”. [volver]


El 6 de enero, un grupo de miles, con fuerzas fascistas armadas y organizadas en su núcleo, irrumpió en el Congreso en un intento por evitar que confirmara a Joe Biden como el nuevo presidente. Foto: AP

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