Bob Avakian
Obrero Revolucionario #903, 20 de abril, 1997
Este es el tercer artículo de una nueva serie de comentarios de Bob Avakian sobre algunos aspectos de la economía imperialista y su efecto en el estado de ánimo de las masas.
Comparemos la Rebelión de Watts de 1965, y las demás rebeliones de los 60, con la Rebelión de Los Angeles de 1992. ¿En qué sentido son similares y en qué sentido son diferentes?
Obviamente, lo similar es que se dieron bajo el mismo sistema social, que el problema particular que prendió la mecha fue la opresión de los negros, y que una expresión aguda de ese problema es la brutalidad policial, con todo lo que implica y que conocemos muy bien. Pero hay importantes diferencias entre las rebeliones de ese entonces y de hoy.
La Rebelión de Los Angeles de 1992 fue multinacional. Las estadísticas lo demuestran: hubo más latinos arrestados que negros; también arrestaron asiáticos y el 10% de los arrestados eran blancos. En ese sentido la rebelión fue mucho más amplia, aunque el aspecto determinante fue la opresión de los negros. Pero no se quedó en eso, muchos otros la abrazaron y la defendieron.
Eso se debe en parte a que Watts y Sur Centro de Los Angeles han dejado de ser predominantemente negros. Por ejemplo, las prepas son mixtas: hay estudiantes negros y latinos. En los años 60, la prepa Jordan era negra. Pero hoy, muchas prepas de Sur Centro son predominantemente latinas. Lo mismo sucede con los multifamiliares; he leído muchos informes sobre multifamiliares, y se ve que en los de Watts y Sur Centro hay mexicanos y otros latinoamericanos, así como negros. Hay muchas contradicciones entre esas masas, que la burguesía atiza. Pero está claro que la situación es muy diferente a los años 60 en los multifamiliares y las escuelas de Sur Centro y Watts, aunque hay mucho que es similar.
Otra diferencia importante, y una dimensión importante, es la manera en que la clase dominante respondió a la rebelión del 92 y la manera en que respondió a la de Watts del 65 y otras de los años 60.
¿En qué sentido son similares y en qué sentido son diferentes?
La rebelión de 1992 nos dio un maravilloso espectáculo: vimos a la clase dominante en aprietos, vimos cómo intentó sofocarla y maniobrar. Y, claro, una similitud esencial fue que la clase dominante respondió a la rebelión como ha respondido a todas las rebeliones cuando se ve amenazada: con la fuerza de las armas y la violencia del estado.
A veces las masas no se dan cuenta de sus logros. Por eso nosotros debemos recordarles lo que han logrado, para elevar su moral y para que vean su potencial revolucionario. A veces las masas no ven eso y nos incumbe a nosotros hacérselo ver.
En 1992 vimos un bello espectáculo: el cabecilla del imperialismo yanqui, George Bush, ante las cámaras de TV de CNN y otras emisoras, trepitaba y temblaba, se daba golpes de pecho y doraba la píldora, echaba para atrás y retrocedía, aunque siempre blandiendo su espada. Y eso se vio por todo el mundo. Fue un bello espectáculo. La belleza es una cuestión de clase, y para el proletariado del mundo entero fue un bello espectáculo. La Rebelión de Los Angeles de 1992 impactó poderosamente en todas las capas sociales y sectores de la población de Estados Unidos y del mundo, por lo menos con la misma fuerza que cualquiera de las rebeliones de los años 60.
Repito, es importante que las masas se den cuenta de sus logros. Veamos las consecuencias de la rebelión de 1992: el jefe de policía, ese infame Gates, ya no está. No lo reemplazó uno mejor, pero qué importa, ya no está; el alcalde ya no está; el sistema se vio obligado a llevar a cabo un proceso judicial federal contra los chotas que le dieron la paliza a Rodney King por violar sus derechos civiles, y los chotas Powell y Koon tuvieron que pasar un tiempito en la cárcel. Luego, cuando empezó el juicio a O.J. Simpson, lo llevaron a cabo en el centro de Los Angeles, y no en Santa Mónica u otro lugar, para tener el jurado mixto que tuvieron porque, a raíz de la rebelión, temían las consecuencias.
Muchas veces las masas no se dan cuenta de lo que han logrado, o se dejan agobiar por la ofensiva de propaganda de la burguesía que les hace olvidar lo mucho que lograron. Quizás se olvidan, o no ven claramente cómo pusieron a temblar a George Bush, que se daba golpes de pecho y doraba la píldora, trepitaba y temblaba, al mismo tiempo que fanfarroneaba y lanzaba amenazas.
En un principio la clase dominante tuvo que hablar de concesiones, pero no cumplió con las concesiones de la misma manera que después de la rebelión de Watts y otras de los años 60. En ese entonces, prometieron muchas cosas que jamás cumplieron, como era de esperarse; pero si bien mucho fue pura cháchara, en comparación a las concesiones que hicieron en 1992, las de los 60 fueron cualitativamente mayores. Las concesiones que hicieron como consecuencia de la Rebelión de Watts, de las muchas otras rebeliones urbanas y del repunte general de lucha de esa época buscaban reforzar la clase media negra. Pero esta vez no hicieron la misma clase de concesiones. (Sacaron al fósil Peter Ueberroth a decir mentiras sobre un supuesto plan de "Reconstruir Los Angeles" y cosas por el estilo, pero no sucedió nada; ese plan simplemente se desvaneció porque no existía la base material y, por lo tanto, ni el compromiso ni la voluntad políticos de parte de la clase dominante, para implementar un plan así.)
Eso me hace recordar un episodio del programa Nightline en el cual Ted Koppell entrevistó a gente de Sur Centro que tenía la esperanza de ver la misma clase de concesiones que después de la Rebelión de Watts. Y eso me hace recordar un importante principio militar: la próxima guerra no se debe luchar como la última.
Ese es un principio que tiene aplicación general. Nunca se debe esperar que incluso sucesos parecidos se desenvuelvan de la misma manera. No pasó mucho tiempo para que se viera clarito que, a diferencia de los años 60, esta vez la clase dominante no iba a dar concesiones importantes. Las promesas que hicieron al principio, y el bombo y platillo que las acompañaron (con Ueberroth y demás), no tenían sustancia: no iban a hacer nada acerca de la pobreza y angustia de los ghettos. Quedó claro que su única respuesta iba a ser una combinación de "negligencia" y, sobre todo, mayor represión policial.
Ahora que la clase dominante está destruyendo el contrato social de Roosevelt conocido como el Nuevo Trato, así como el contrato social conocido como la "guerra contra la pobreza", no va a haber concesiones importantes. Eso está más claro ahora que se ha aprobado la Ley de "Reforma del Welfare", firmada por Clinton, que es parte de un ataque coordinado de la clase dominante contra las concesiones que hizo a raíz de los levantamientos de los años 60.
¿Qué efecto tendrá eso en las masas? Y en particular, ¿cuál será el efecto político e ideológico en quienes esperaban o soñaban con concesiones? Obviamente, indignará y sacará de un error. A corto plazo, puede desorientar y paralizar hasta cierto grado, tanto más cuantas más esperanzas había. Pienso que después de la rebelión de 1992 hubo mucha esperanza, tal como ocurrió en los años 60, de que si se arma la gorda la clase dominante tendría que hacer algo, tendría que escuchar, tendría que ponerse las pilas y hacer algo para mejorar una horrible situación. Pero no es así, está haciendo todo lo contrario.
En cierto sentido es favorable, estratégicamente, el que la clase dominante no pueda dar verdaderas concesiones, aunque tácticamente nos presenta dificultades, porque intensifica la penuria y la angustia de las masas básicas, y eso tiene un efecto contradictorio en su conciencia y moral. Es sumamente importante que nos demos cuenta de eso, para comprender bien y a fondo la situación en la que nos desenvolvemos; naturalmente, debemos estudiar esto constantemente.
Ahora bien, ¿quiere decir eso que el Nuevo Día del que venimos hablando a raíz de la Rebelión de Los Angeles no es real? No, todo lo contrario. Es muy real y es muy importante; tiene profundas implicaciones. Pero se está dando en un contexto diferente, en un contexto nuevo: es un Nuevo Día, no el viejo día en el presente.
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