La verdad sobre la revolución maoísta en Tibet

Regresa la opresión: Después del golpe de estado en China

Obrero Revolucionario #764, 10 de julio, 1994

Choque de dos líneas en Tibet

Los revolucionarios maoístas libraron una serie de batallas contra las poderosas fuerzas en el seno del Partido Comunista que querían que China--y Tibet como parte de China--siguiera el camino capitalista. En la tercera parte de esta serie describimos el programa de esos "seguidores del camino capitalista", con Deng Xiaoping a la cabeza. Se llamaban "comunistas" y hablaban de "construir un poderoso estado socialista moderno", pero en realidad querían parar la revolución después de abolir el feudalismo. Mao Tsetung dijo que esas fuerzas eran implacables enemigos de la revolución; los llamaba "revisionistas", "seguidores del camino capitalista" y "falsos comunistas". Entendía que, con su afán de imitar los métodos capitalistas "eficaces", volverían a imponer la polarización de clases y la explotación capitalista. Como resultado, los inversionistas y explotadores extranjeros volverían a penetrar y dominar al país.

En cuanto a Tibet, no se confunden la línea revolucionaria comunista de Mao y la línea capitalista de los actuales gobernantes.

La línea de Mao era organizar a las masas de tibetanos y apoyarse en ellas para continuar y avanzar el proceso revolucionario. Mao rechazó el concepto de imponer cambios en las zonas de minorías nacionales antes de que estas pudieran participar activamente en su propia liberación.

Repetidas veces denunció los prejuicios tradicionales de la nacionalidad mayoritaria (los jan), según los cuales los tibetanos eran "retrasados" y "bárbaros". Tenía en mente una revolución en la esfera de las ideas para desarraigar las perniciosas supersticiones del pasado y, a partir de eso, permitir que floreciera una nueva cultura tibetana liberadora. Afirmó que las masas necesitaban la nueva ideología liberadora del marxismo-leninismo-maoísmo para liberarse a sí mismas.

Además, Mao decía que para lograr la verdadera liberación, la revolución tenía que avanzar más allá de la reforma agraria antifeudal y alcanzar el socialismo, y que un elemento clave de eso eran las Comunas Populares en el campo. Favorecía desarrollar una industria socialista autosuficiente en Tibet para producir lo que necesitaba su pueblo.

Los revisionistas tenían un plan muy distinto para Tibet: querían crear sistemas "eficaces" con que explotar los recursos naturales de la región y de esa manera contribuir a la construcción de la China "moderna" que anunciaban con tanto bombo y platillo. Según ellos los tibetanos eran "retrasados"; por eso querían introducir grandes números de obreros y técnicos jan del este de China en las industrias de la región. Mientras tanto, el papel de los tibetanos sería producir cereales.

Los revisionistas se quejaban de que las "nuevas cosas socialistas" de la revolución maoísta destruían su "frente único" con varios elementos de las viejas clases feudales. Querían ofrecer a esos sectores explotadores una tajada del Poder en Tibet, a cambio de aprovechar su organización e ideología feudales como instrumentos con que estabilizar el orden revisionista.

En pocas palabras, la línea revisionista para Tibet era crear una sociedad opresiva y militarizada en que ellos pudieran explotar al pueblo en alianza con los viejos opresores. Y esa es la línea que impusieron tan pronto como dieron su golpe y conquistaron el Poder nacional en 1976.

El punto de viraje decisivo: El golpe de estado revisionista de 1976

En la Revolución Cultural de 1966 a 1976, se libraron complejas luchas de clase, con altibajos y bemoles. Cuando había intensa lucha popular, brotaban innovaciones por toda la región. Cuando los revolucionarios tenían que batir retiradas, los revisionistas hacían todo lo posible para destruir los nuevos cambios revolucionarios.

En octubre de 1976, las fuerzas revolucionarias sufrieron un revés decisivo. Dos semanas después de la muerte de Mao Tsetung, las fuerzas revisionistas dentro del ejército arrestaron a los principales dirigentes maoístas en Pekín, entre ellos Chiang Ching y Chang Chun-chiao. Fue la señal de un golpe de estado revisionista. Siguieron varios años de transición en que los nuevos dirigentes volvieron a imponer paso a paso un sistema capitalista más y más abierto. El archirrevisionista Deng Xiaoping surgió como el líder nacional de una nueva clase dominante.

La histórica derrota tuvo graves consecuencias en Tibet. Todavía no se saben muchos detalles de la contrarrevolución ahí, pero de una cosa no cabe duda: los seguidores del camino capitalista impusieron su programa a todo correr.

Hoy, a los campesinos los oprimen y explotan nuevas clases ricas en alianza con los funcionarios del gobierno. Los revisionistas han llevado a cabo una política chovinista de trasladar miles de inmigrantes a Tibet, especialmente a las ciudades. Los soldados y policías del gobierno han matado manifestantes. Los revisionistas explotan sin pensar los recursos naturales de la región al beneficio del dios capitalista: la ganancia.

Esas políticas no tienen nada en común con el maoísmo. Son parte de la restauración del capitalismo en China, que tiene el apoyo total de los imperialistas yanquis.

La purga de revolucionarios maoístas en Tibet

Cuando "cambiaron los cielos" en la China revolucionaria, los nuevos dirigentes revisionistas primero se concentraron en consolidar su dominación. En Tibet, corrieron a hacer dos cosas esenciales: primero, tumbar y dispersar a las amplias fuerzas revolucionarias seguidoras de la línea de Mao; segundo, desencadenar a las fuerzas contrarrevolucionarias bajo su dirección.

Llevaron a cabo una gran purga de revolucionarios maoístas en el partido y el gobierno. Es probable que metieron a la cárcel o asesinaron a muchos. El historiador A. Tom Grunfeld documentó que el número de comunistas tibetanos aumentó dramáticamente durante la Revolución Cultural y disminuyó precipitadamente después de 1976. Nada más que en 1973, la prensa de China informó que el Partido Comunista y la Liga de la Juventud Comunista reclutaron a 11.000 nuevos militantes tibetanos, en su gran mayoría de entre los oprimidos. El año después del golpe, el partido dijo que solo tenía 4000 militantes tibetanos. Diez años después, el Partido Comunista informó que tenía 40.000 militantes en Tibet, sin decir cuántos eran tibetanos y cuántos inmigrantes jan. Estas estadísticas dan a entender que los revisionistas echaron del poder a toda una generación de jóvenes revolucionarios tibetanos. Para 1979 habían consolidado una nueva dirección en el partido, entre cuyos miembros figuraban muchos revisionistas denunciados durante los períodos revolucionarios.

Los revisionistas se aliaron con las fuerzas tibetanas dispuestas a ayudarlos a derrotar a los revolucionarios, como con los miembros que quedaban de las clases feudales y lamaístas. A partir de 1977, los revisionistas anunciaron una amplia restauración de los "derechos" de esas fuerzas y de las costumbres feudales; dijeron que había sido "injusto" denunciar y expropiar a esos opresores y enemigos de clase. Prometieron crear gran prosperidad redistribuyendo las propiedades colectivas.

En abril de 1977, poco después del golpe, Ngawang Jigme Ngabo declaró que el nuevo gobierno revisionista "daría una calurosa bienvenida al Dalai Lama y sus seguidores que huyeron a la India". Ngabo es un aristócrata tibetano que huyó de Tibet durante la Revolución Cultural y volvió para desempeñar un papel prominente más tarde. A ese llamamiento público lo siguieron negociaciones clandestinas en que Deng Xiaoping se puso en contacto con el hermano mayor del Dalai Lama, Gyalo Thondup, para hablar del regreso a Tibet del Dalai Lama y grandes sectores de la clase dominante feudal.

El 25 de febrero de 1978, pusieron en libertad y restauraron a un puesto importante en el gobierno al Panchen Lama, uno de los más viles explotadores de la vieja sociedad. Al mismo tiempo pusieron en libertad a 34 tibetanos de influencia que habían participado en la sublevación anticomunista apoyada por la CIA en 1959. A partir de 1977, los funcionarios del gobierno estadounidense empezaron a viajar con regularidad a la región.

La rehabilitación de nuevos y viejos explotadores preparó el terreno para desencadenar la contrarrevolución en todas las esferas de la vida.

Las "reformas" en el campo

Hay un sinnúmero de aldeas y asentamientos nómadas esparcidos a lo largo del vasto altiplano tibetano. Por lo general, los lamaístas en el exilio y la prensa occidental han pasado por alto las luchas de clase y cambios que se desenvolvieron en esas zonas rurales. Pero ese es el núcleo de Tibet; ahí vive la gran mayoría de su población. Tan pronto como los revisionistas lograron consolidar su Poder, pusieron marcha atrás a la revolución en el campo.

Desmantelaron la agricultura socialista paso a paso. Primero, en 1980, abolieron las Comunas Populares y la dirección centralizada de los Equipos de Producción locales (los cuales contaban con 20 ó 30 familias). Poco después abolieron esos equipos totalmente.

Los reaccionarios afirman que sus acciones dieron a los campesinos "más control sobre su vida". Pero de una manera muy profunda, esas medidas volvieron a dividir a los campesinos en unidades familiares aisladas. Una vez más dejaron a estos impotentes ante las fuerzas del mercado capitalista y sus enemigos de clase, que ahora tenían el apoyo del Estado. Los revisionistas declararon que la solidaridad era cosa del pasado, que ahora los campesinos podrían enriquecerse explotando a sus vecinos más pobres.

Las fuerzas reaccionarias dicen que la abolición de la agricultura colectiva fue una medida popular. Eso lo contradicen los datos.

Por ejemplo, es revelador que al mismo tiempo que pusieron en vigor sus "reformas" contrarrevolucionarias, los revisionistas también abolieron los impuestos en el campo durante un período de 10 años. Con esa mordida esperaban sobornar y neutralizar a los sectores menos conscientes del campesinado.

Con seguridad algunos campesinos acogieron la división de las propiedades colectivas porque devolvía poder al hombre dentro de su familia y le daba a los enemigos de clase la oportunidad de recuperar sus tierras y privilegios. Por otro lado, la Revolución Cultural había sembrado muchos activistas campesinos por todo el campo, así que sin duda hubo luchas contra la restauración.

Observaciones de los pastores nómadas de Pala

Los profesores Melvyn C. Goldstein y Cynthia M. Beall, destacados expertos sobre Tibet, dieron testimonio de primera mano sobre la vida de los nómadas en su libro de 1990 Nomads of Western Tibet (Los nómadas de Tibet occidental). Goldstein y Beall pasaron 16 meses entre 1986 y 1988 en Pala, un aislado campamento de tiendas donde vivían 300 pastores de yaks. Los profesores no fueron a las aldeas agrícolas donde la revolución maoísta tenía sus más fuertes raíces. Además, se solidarizaron con el feudalismo tibetano y odiaban a los revolucionarios. A pesar de eso, su libro documenta la restauración de las relaciones opresivas en el campo y la continuación de la lucha de clases.

Goldstein y Beall informan que aun en la lejanía de Pala, los nómadas nunca se habían apartado de las luchas de clase históricas. En 1959, los pastores libraron una lucha armada contra Bo Argon, un partidario del Dalai Lama, porque no querían unirse a la rebelión contrarrevolucionaria organizada en Lhasa. Goldstein y Beall también documentan que la gran mayoría de los nómadas de Pala, que odiaban a los funcionarios locales, se unieron a los Gyenlo, uno de los dos grupos principales de Guardias Rojos que militaron en las complejas luchas de la Gran Revolución Cultural Proletaria.

Goldstein y Beall luego explican que el golpe de 1976 representó un "cambio de cielo" para Tibet: "El fin de la Revolución Cultural en 1976 y la destrucción de la `Banda de los Cuatro' llevó al Poder a un nuevo grupo de líderes del Partido Comunista cuyas ideas cambiaron la suerte de los nómadas de Pala. Sus ideas eran completamente diferentes a las de Mao y la Banda de los Cuatro; para ellos la `Revolución Cultural' fue una catástrofe para China. Cerraron las Comunas Populares, establecieron una economía rural orientada hacia el mercado que llamaron el sistema de la `responsabilidad'. La responsabilidad por la producción pasó de la comuna a la familia".

El golpe de estado puso en el Poder a un gobierno revisionista en esta región, llamada Lagyab Lhojang (que era el nombre de una enorme finca que había sido dueña de toda la gente y todos los animales). "El impacto de los cambios se hizo sentir en Pala en 1981... de un día para el otro se repartieron todos los animales de la comuna. Cada nómada--ya fuera infante de apenas una semana de edad, adolescente, adulto o anciano--recibió 37 animales. Desde ese momento en adelante cada familia era responsable de su propio ganado y podía hacer con él como quería. También se repartieron tierras a pequeños grupos de tres a seis viviendas que compartían el mismo campamento".

Regresan la riqueza, la pobreza, el trabajo asalariado
y la desnutrición

Sin embargo, el reparto de la riqueza fue solo el primer paso de la restauración del sistema de ricos y pobres en el campo de Tibet. Goldstein y Beall dan ejemplos: "Otra dramática consecuencia de las reformas instituidas después de 1981 es la rapidez y alcance de las diferencias económicas y sociales en Pala. En la vieja sociedad todos los nómadas de Pala eran súbditos del Lama de Panchen y sin embargo había grandes diferencias de clase entre ellos. Los ricos tenían enormes rebaños y vivían en lujo al lado de capas de trabajadores, nómadas pobres, sirvientes y limosneros. La institución de la comuna en 1970 puso fin a las diferencias ya que desde ese momento dejaba de existir la propiedad privada de los medios de producción.... A raíz del desmantelamiento de la comuna en 1981 se conservó cierta paridad puesto que todos los nómadas recibieron igual cantidad de ganado. Sin embargo, en los siete años subsiguientes, unos rebaños han crecido mientras que otros han disminuido dramáticamente. Una vez más hay nómadas ricos y pobres. Una familia no cuenta ni con un solo animal.

"Mientras que en 1981 ninguna familia tenía menos de 37 animales por persona, para 1988 el 38% tenía menos de 30. La proporción de familias de Pala con más de 50 animales por persona aumentó del 12% en 1981 al 25% en 1988. En 1988 el 10% de las familias tenía más de 90 animales por individuo en comparación con ninguna en 1981. Como resultado de ese proceso de diferenciación económica, en 1988 el 16% más rico de la población era dueño del 33% de los animales, mientras que el 33% de la población más pobre era dueño del 17% de los animales. En los últimos siete años del sistema de `responsabilidad', ha surgido una nueva minoría de ricos con una mayor cantidad de animales y también una nueva capa de pobres con pocos o nada de animales. Los nuevos pobres subsisten trabajando para los ricos, algunos de los cuales, al igual que en la vieja sociedad, emplean regularmente a pastores, ordeñadores y sirvientes por largas temporadas".

En los años del socialismo maoísta, la plusvalía social del campo de Tibet contribuía al bienestar del pueblo y apoyaba la revolución: alocaba fondos para las obras públicas, las escuelas e institutos culturales, y las fuerzas armadas revolucionarias. Como dijo Bob Avakian en su libro, El falso comunismo ha muerto, ¡Viva el auténtico comunismo!, eso le hacía eco a la línea y práctica de los revolucionarios chinos, cuya meta era crear una "abundancia común" compartida más y más por las amplias masas.

Ahora, sin embargo, un puñado de funcionarios del gobierno y explotadores ricos se apoderan de la plusvalía para comprar artículos de lujo, mientras que las masas una vez más pasan hambre.

Goldstein y Beall dicen que los "nuevos ricos" son en realidad los mismos "enemigos de clase" explotadores de la vieja sociedad. Eso no es casualidad. Las "reformas" revisionistas tenían como objetivo volver a imponer el viejo sistema de explotación en el campo y desencadenar a los viejos enemigos de clase para que apoyaran al nuevo gobierno. El nuevo gobierno revisionista le dio mucho dinero a los viejos enemigos de clase para facilitar la restauración de sus privilegios. Goldstein y Beall demuestran que uno de los viejos explotadores de Pala recibió miles de yuan, "una pequeña fortuna en Tibet, donde el sueldo anual de un catedrático en Lhasa suma entre 2500 y 3000 yuan".

Esta contrarrevolución no es la restauración del viejo orden feudal; en la nueva estructura de clases no mandan la vieja aristocracia ni los monasterios. La propiedad está cada vez más concentrada en manos de una capa rica de agricultores. Pero los capitalistas de Estado, que funcionan como capitalistas mercantiles dentro de los gobiernos local y de distrito, se apoderan de la mayor parte de las ganancias. La producción en Tibet beneficia a la clase de capitalistas burocráticos que detenta el Poder en toda China.

Las consecuencias de la restauración se ven claramente en las ciudades. En Lhasa han vuelto a verse tanto peregrinos ricos como limosneros. La periodista Ludmilla Tüting informa que ha visto a campesinos tibetanos rumbo a Lhasa para vender a sus hijos, algo que era común en la vieja sociedad cuando mandaban los lamaístas pero desapareció con la revolución maoísta. Tüting dice que mientras los pobres se mueren de hambre, el gobierno exporta a Hong Kong 55.000 toneladas de carne de yak al año.

Bajo la dictadura de la burguesía regresan las costumbres opresivas

Un relato de Goldstein y Beall deja ver para dónde va la lucha de clases en la actualidad.

Un nómada de la "clase pobre", que participó en la Gran Revolución Cultural Proletaria, vendió un borrego a fines de los años 80 sin haberlo ordeñado del todo. Eso violaba una vieja superstición feudal según la cual vender un borrego con tetas llenas llevaba mala suerte a todo el campamento. Un nómada que había sido un enemigo de clase rico en la vieja sociedad demandó que el revolucionario terminara de ordeñar. Este dijo que había que rechazar los tabúes que no eran científicos, tal como se había hecho en los años maoístas. Dijo que el enemigo de clase quería ejercer una dictadura reaccionaria sobre los pobres y contra las ideas revolucionarios. Hubo una pelea.

Más tarde, los funcionarios del gobierno local fallaron que no era correcto defender las normas revolucionarias del pasado. Multaron a los dos por pelear pero defendieron el derecho del enemigo de clase de defender los tabúes reaccionarios.

Goldstein y Beall apoyan la restauración, pero también informan sobre casos similares de oposición. Dicen que muchos campesinos odian a los funcionarios locales. ¡Tienen una foto de un campamento de nómadas que no quiere quitar su retrato de Mao!

Sin duda los acontecimientos de Pala se repiten en un sinnúmero de comunidades a lo largo del campo de Tibet y toda China, dado que la contrarrevolución ha vuelto a someter a cientos de millones de personas a la opresión.

Restauración de los ritos

A mediados de 1977, el presidente revisionista del partido, Jua Guofeng, pidió que se restaurara las viejas costumbres feudales en Tibet. En poco tiempo se volvieron a practicar ritos feudales en los monasterios principales de Lhasa, Lingkhor y Barkhor. Para fines de los años 80, el gobierno informó que había más de 200 monasterios en operación, quizás con unos 45.000 monjes. Para fines de la década pasada, Li Peng (el genocida que ordenó la masacre de la plaza Tienanmen) estaba dirigiendo la primera "búsqueda oficial de un buda reincarnado".

En 1979, los revisionistas aprobaron el artículo 147 de su nuevo sistema legal: desde esa fecha ha sido un crimen desafiar las prácticas religiosas reaccionarias en Tibet. Goldstein y Beall informaron que en Pala, "el grueso del sistema cultural tradicional ya estaba funcionando nuevamente para 1988", por ejemplo ciertos tabúes tradicionales contra la mujer. Una vez más los padres ricos no permiten que sus hijos se casen con mujeres de las capas que no sean "puras".

La apertura revisionista hacia los lamas y aristócratas budistas fue para forjar una alianza política contra la revolución. Los revisionistas y las viejas fuerzas feudales tienen distintos programas de clase sobre lo que debe remplazar al socialismo. Pero los revisionistas querían movilizar a todas las fuerzas contrarrevolucionarias bajo su dirección, especialmente durante los difíciles primeros años de la restauración.

Formaron un clero controlado por el gobierno para difundir las creencias religiosas conservadoras y fomentar el turismo. Los monasterios sirven para reestablecer las viejas creencias fatalistas del karma, que se oponen a la lucha. Al mismo tiempo, los vigilan de cerca la policía y funcionarios del gobierno para impedir que se conviertan en centros de un movimiento separatista. En ciertos monasterios los turistas pueden alquilar túnicas religiosas y sacarse una foto con monjes mientras realizan ritos.

Los revisionistas, por supuesto, dicen que están corrigiendo una "injusticia", que la lucha de clases de los maoístas contra el poder de los lamas suprimía la "cultura tibetana". Ese razonamiento revisionista es pura hipocresía. Los revisionistas buscan una alianza con el clero, pero sus medidas representan el más repugnante chovinismo jan y prejuicios antitibetanos. Casi todos los turistas informan que los funcionarios revisionistas jan se burlan de las masas de Tibet, llamándolas "bárbaras", "perezosas" y "retrógradas". Mao se opuso fuertemente a tal chovinismo.

La actitud de los revisionistas hacia la cultura de Tibet se refleja en su actitud en la esfera de la educación. Después del golpe, clausuraron las 10 universidades ligadas a fábricas. Querían que el sistema de educación "volviera a las prácticas tradicionales". Según Grunfeld, es posible que las nuevas medidas introducidas a fines de los años 70 llevaron al cierre de muchas escuelas primarias en las zonas rurales. En 1988, un grupo de la capa alta de Tibet se quejó de que el 40% del presupuesto educacional de la Región Autónoma de Tibet iba para financiar escuelas en la región occidental de los jan, donde un puñado de estudiantes de la élite tibetana estudiaba y se preparaba para ser especialistas imbuidos de la cultura jan.

La nueva ola de inmigrantes jan

En 1983 los revisionistas lanzaron un programa que representa un gran desafío a la supervivencia de la cultura de Tibet y a los derechos de su pueblo: una gran ola de inmigración jan.

Incluso los voceros del movimiento nacionalista de Tibet admiten que bajo Mao jamás hubo campañas para poblar a Tibet de jan. En el libro Anguish in Tibet (Angustia en Tibet), Jamyang Norbu escribió: "Con la muerte de Mao y la caída de la `Banda de los Cuatro', los nuevos líderes le dieron incentivos lucrativos a los jan para poblar a Tibet". El escritor John Avedon, que apoya a los lamas, informó: "Las medidas actuales empezaron en enero de 1983.... Para septiembre, Pekín informa hablaba de la exhortación oficial a la inmigración a Tibet, con incentivos garantizados y un aumento de dividendos a los ocho y los 20 años" (Utne Reader, marzo/abril de 1989). El máximo revisionista, Deng Xiaoping, dijo que era necesario mandar gente a Tibet porque "la población de dos millones no era suficiente para desarrollar sus recursos". En algunas ciudades del este de China se pueden ver letreros que dicen: "EMIGRAR A TIBET".

La inmigración no ha afectado mucho al campo, pero sí ha cambiado el carácter de las ciudades, donde los propios tibetanos se sienten como extranjeros en su tierra. Los revisionistas han construido un Holiday Inn para hospedar a los turistas occidentales facinados por el misticismo de Tibet.

La gran cantidad de residentes jan en las ciudades de Tibet y la creación de una capa rica de funcionarios y empresarios jan han creado mucho resentimiento entre los tibetanos. Han despertado lucha y una serie de justas rebeliones desde 1987.

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"Si la derecha lleva a cabo un golpe de Estado anticomunista en China, estoy seguro de que no conocerá tampoco la paz, y muy probablemente su dominación será de corta vida, ya que esto no podrá ser tolerado por ninguno de los revolucionarios, que representan los intereses del pueblo, constituido por más del 90 por ciento de la población".--Mao Tsetung

Beall y Goldstein relatan otro incidente de resistencia revolucionaria en las tierras lejanas de pastoreo. Una noche un nómada se acercó a su tienda. Durante la Revolución Cultural él había sido uno de los líderes maoístas y quería encargar a los visitantes extranjeros un recado para el centro revolucionario que podía existir todavía en Lhasa.

El revolucionario les dijo en voz baja: "Tienen que contarle a la gente en Lhasa lo que está pasando aquí". Cuando Goldstein le preguntó qué quería decir, el hombre contestó: "Tienen que decirles lo que está pasando aquí". Cuando insistieron en que fuera más preciso, dijo: "¡No se dan cuenta, estoy hablando de los enemigos de clase! Se están levantando de nuevo".

La oposición a la restauración capitalista persiste, y muchos en Pala piensan que la revolución podría surgir nuevamente entre el pueblo.


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