Inmigrantes llegan a los estados centrales: El trabajo en las grandes carnicerias

Obrero Revolucionario #920, 17 de agosto, 1997

Las enormes empacadoras de carne dominan la vida de Storm Lake, un pequeño pueblo del noroeste de Iowa. La tasa de desempleo de los 10.000 habitantes es apenas 2%, y casi todas las familias tienen un pariente que trabaja en Iowa Beef Processors (IBP) o en la planta de pavo Bil-Mar de Sara Lee. Aproximadamente el 75% de los trabajos de manufactura están concentrados en esas dos plantas.

Storm Lake está situado en tierra fértil y fue poblado por alemanes y escandinavos. Hasta hace 10 años era un pueblo blanco. Hoy viven ahí 1500 laosianos, y 600 mexicanos y centroamericanos. IBP tiene ahí la segunda planta de cerdo del mundo, y la mayoría de los trabajadores son inmigrantes.

En los últimos 10 años, tres grupos de inmigrantes han llegado a trabajar en las empacadoras de carne (o carnicerías) de Storm Lake: refugiados de Laos, una pequeña cantidad de miembros de la secta menonita de México y, últimamente, centenares de obreros mexicanos. En 1982, en las escuelas públicas de Storm Lake, solo había 28 estudiantes que no sabían inglés. Pero para 1996, el 47% de los niños de preprimaria no eran blancos y su idioma era español, tailandés, laosiano, camboyano, alemán, coreano, chino u otro.

Los cambios que se ven en Storm Lake se están dando también en otros pueblos de los estados centrales. Desde las Dakotas, pasando por Minesota, Nebraska, Iowa, Kansas, el norte de Texas hasta la cordillera de los Ozarks de Misouri, docenas de comunidades donde se procesa carne tienen ahora miles de inmigrantes. Por ejemplo, Marshall, Minesota, tiene 150 somalíes reclutados de San Diego; ellos trabajan en una planta de pavo.

Los politiqueros reaccionarios han aprovechado este cambio en los pequeños pueblos para atizar la guerra del gobierno contra los inmigrantes. En 1996, el candidato a la presidencia por el Partido Republicano, Patrick Buchanan, organizó una manifestación en Storm Lake en la que condenó a las carnicerías por dar trabajo a "ilegales" y exigió que se reconociera el inglés como el idioma oficial.

Hoy, en estos pueblos que antes eran 100% blancos, hay una nueva clase de apartheid. En Storm Lake, por lo general el centro es el bastión de los blancos, y los latinos y laosianos no van allá porque los miran mal; hacen todas sus compras en las tiendas Wal-Mart y Hy-Vee en las afueras del pueblo. Un trabajador social latino dijo: "Aquí la raza de uno lo decide todo: dónde vive, trabaja, reza, la cantidad que gana e incluso dónde hace las compras".

Transformaciones en la industria de la carne

¿Qué ha motivado este patrón de inmigración tan peculiar? ¿Por qué trabajadores de Asia, Latinoamérica y Africa han llegado a vivir y trabajar en los estados centrales de Estados Unidos?

Para comprender la situación en Storm Lake, hay que comprender cómo el imperialismo, la sed capitalista de ganancias y su incesante búsqueda de nuevas formas de explotar al proletariado han moldeado la industria de la carne.

En los últimos 25 años, esta industria ha experimentado enormes cambios en el país. Hasta los años 50, las carnicerías estaban situadas en las grandes ciudades; a las vacas y cerdos los llevaban desde las zonas rurales en camión a los dispersos y pequeños mataderos de las ciudades. Pero con los avances en la refrigeración, el procesamiento y el empaque de carne, resultó más fácil enviar carne largas distancias sin temor de que se pudriera. Así que una tras otra, las plantas se trasladaron de las grandes ciudades a las zonas rurales, cerca de los animales, lo cual redujo el costo del transporte. Además, el costo de la vida era mucho más barato que en las ciudades.

Esas transformaciones también cambiaron el trabajo de los obreros de las carnicerías. Por ejemplo, antes se mandaba el animal entero a las tiendas de la ciudad. Pero desde hace 20 años, y empaca al vacío carne ya cortada y preparada, lo cual implica que los obreros realicen todo ese trabajo antes de transportar la carne a la ciudad.

En los años 60 y principios de los 70, las carnicerías eran en su mayoría sindicalizadas y hasta 1979 el salario promedio por hora era 17% por encima del salario promedio de la manufactura. De 1979 a 1984, los cambios tecnológicos, el traslado de las plantas y la reducción de la demanda de carne, perjudicaron la situación de los trabajadores. Las carnicerías requerían más trabajadores, pero no de los especializados; por tanto los salarios eran más bajos. Además, más y más plantas ya no tienen sindicatos. El salario por hora que alcanzó su cumbre en 1980, cuando llegó a $19, bajó a $12 en 1992.

A medida que el trabajo de las carnicerías se ha vuelto menos especializado, las compañías han aprovechado la situación para contratar pobres e inmigrantes.

A fines de los años 70 y principios de los 80, las grandes compañías como ConAgra, IBP y Cargill, cambiaron de una manera drástica su personal; reemplazaron a trabajadores bien pagados con otros que recibían apenas $6 la hora. En 1983, esas grandes compañías compraron 13 plantas de Armour y rebajaron el salario de 3000 trabajadores de $10,69 a $6 la hora.

Carnicerías de Storm Lake

En 1935, la primera carnicería de Storm Lake se estableció; la compañía Hygrade Food Corp. la adquirió en 1953. Era de las antiguas plantas donde se mataban cerdos y se enviaban enteros a las ciudades, para que los carniceros los cortaran en sus tiendas.

La mayoría de los trabajadores de Hygrade eran hombres blancos de Storm Lake y comunidades vecinas. El trabajo era estable y hay trabajadores que trabajaron 30 y más años en la planta. A los sindicalizados les pagaban anualmente $30.000 (equivalente a $51.800 hoy día) y vivían bien.

Pero en 1981, cuando los trabajadores rehusaron aceptar un recorte de $3 la hora, los dueños cerraron la planta y corrieron a los 500 obreros. Seis meses después, IBP compró la planta por $2,5 millones y puso en marcha una operación de alto volumen que necesita más personal que antes.

Cientos de los antiguos trabajadores solicitaron trabajo, pero IBP no quería trabajadores que habían pertenecido al sindicato e iban a esperar buenos salarios y buenas condiciones de trabajo. Solo contrató a 30 de ellos. Luego, sin sindicato, IBP empezó a pagar $6 la hora y exigir mayor rendimiento.

Hoy, los salarios son apenas de $7 la hora, aunque en 1995 la compañía tuvo ganancias de $257 millones por la venta de $12 billones. Ese mismo año, el presidente de IBP, Robert Peterson, recibió un salario de $1 millón y una prima de $5,2 millones.

La industria de la carne es un negocio de $94 billones anuales y más de la mitad de la producción de carne de res y cerdo está dominada por tres compañías: IBP, Excel Corp. de Cargill y Monfort Inc. de Con-Agra. Esas tres compañías monopolizan el 80% de la producción de carne de res, y siguen creciendo.

Para mediados de los años 80, las compañías que producen la carne de res, de puerco y de pollo empezaron a reclutar trabajadores inmigrantes a quienes pagan $6 la hora. Los gobiernos locales y estatales facilitaron su explotación ofreciendo millones de dólares en subsidios y exenciones de impuestos. Eso es lo que ha motivado la migración de esa gran cantidad de trabajadores de diferentes ciudades estadounidenses y de otras partes del mundo a pequeños pueblos como Storm Lake. Según Mark Grey, un antropólogo de la Universidad de Northern Iowa y experto en la reorganización de la industria de la carne: "La industria de alimentos de Estados Unidos quebraría si no fuera por la mano de obra inmigrante".

La guerra en Storm Lake y la conexión con México

"Vivir aquí es como vivir en la luna. Nuestra gente no conoce la ley ni sus derechos. No sabe a dónde acudir cuando se enferma. Trabajamos, pagamos impuestos y tenemos problemas como los demás. Pero no hay ni una sola persona en el gobierno que hable nuestro idioma".

Reverendo Tom Lo Van, nacido en la embajada estadounidense en Laos; su padre trabajó para la aerolínea Air América de la CIA por 15 años

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La primera ola de trabajadores inmigrantes que llegó a Storm Lake era de Laos.

A mediados de los años 70, el gobierno de Estados Unidos trasladó a 24 familias laosianas a Storm Lake. La mayoría eran refugiados reaccionarios, ex combatientes del Ejército Real Laosiano y sus familias, que habían colaborado con Estados Unidos en su guerra contra Vietnam.

Seis años después, cuando IBP abrió su primera planta de cerdo, contrató a algunos de esos laosianos, a quienes después les ofreció $150 para que consiguieran parientes para trabajar en la planta. Además, IBP mandó a sus propios agentes a reclutar en otras comunidades de laosianos y, como consecuencia, la población laosiana aumentó a más de 1500. En 1991, había 149 familias laosianas en Storm Lake y 125 obreros laosianos en IBP. Para 1992, más de 300 laosianos trabajaban en IBP y conformaban la cuarta parte del personal de la compañía.

La segunda ola de trabajadores inmigrantes vino de México.

En 1992 y 1993, IBP reclutó 70 mexicanos. Contrató a un reclutador de Texas que tenía contactos en la comunidad menonita en México para que le consiguiera hombres del estado de Chihuahua y los ayudara a conseguir documentos de trabajo. Ese primer grupo de mexicanos era diverso en cuanto al idioma, ciudadanía y nacionalidad. Por ejemplo, en una familia el padre era ciudadano mexicano, la madre canadiense, con algunos de sus hijos nacidos aquí y otros en México. Por lo general, los adultos hablaban español y los niños español y/o inglés.

IBP continuó reclutando trabajadores en otras partes de México, Texas y el sur de California. Hoy, hay docenas de pueblitos mexicanos que lo abastecen con mano de obra barata. Al igual que con los laosianos, se les ofrece $150 a quienes consigan trabajadores para su planta en Storm Lake.

Los trabajadores hablan de una especie de red subterránea que se extiende 3000 kilómetros desde el campo mexicano hasta los estados centrales: un sistema de transporte parecido a un tren subterráneo o una gigantesca tubería cargada con seres humanos en vez de petróleo, que conecta a Storm Lake con pueblitos como Santa Rita, México.

A diferencia de los laosianos, casi la mitad de los latinos de Storm Lake son indocumentados.

Un mexicano que vive en Storm Lake dijo: "A la compañía le gusta contratar ilegales. Los ilegales no pueden protestar; se lo pasan agachados, cumpliendo las órdenes. Decimos que no se puede hacer nada. No dices nada porque la planta es el gobierno".

Un trabajador mexicano de la planta de IBP gana un promedio de $300 a la semana; trabaja seis días, 48 horas a la semana. Un cheque va para alquilar un remolque, otro se envía a la familia en México. Según la oficina de correos de Storm Lake, cada semana los trabajadores mandan $5000 en giros postales.

El trabajo más peligroso

Camiones llenos de cerdos retumban por las calles de Storm Lake día y noche. A los animales los llevan a una planta donde les aplican una corriente de 300 voltios (atontándolos) para luego degollarlos. Los cuelgan de las patas para desangrarlos y descuartizarlos con cuchillos y serruchos eléctricos. Los trabajadores descuartizan cerdos a razón de 1200 por hora o entre 16.000 y 18.000 en dos turnos de ocho horas cada uno. Un trabajador descuartiza 10 cerdos. La planta opera dos turnos del día y uno de noche (para la limpieza), seis días a la semana.

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Las manos de Juan García son inútiles, incluso después de una operación. Nadie le quiere dar trabajo y ya lleva 22 meses desempleado. La compañía pagó $9000 por el tratamiento, pero después le pidió que firmara un papel que decía que se iba de "vacaciones" sin sueldo. Puesto que no comprendió, lo firmó y se quedó sin trabajo.

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De todas las industrias de este país, la producción de carne tiene la tasa más alta de lesiones; cada año el 36% de los carniceros y empacadores sufren heridas graves. Muchos quedan incapacitados por repetición constante del mismo movimiento, cortadas y dolores de espalda. Inclusive es probable que la tasa real sea más alta que la oficial, ya que muchos trabajadores no hablan de sus heridas o incapacidades por temor a perder el trabajo.

Los trabajadores dicen que la compañía discrimina a los lesionados despidiéndolos o dándoles trabajos denigrantes. En 1987, se supo que una de las plantas de IBP mantenía dos registros de lesionados. Aunque los latinos son la cuarta parte del personal de IBP y hacen los oficios peores y más peligrosos, entre 1987 y 1995, menos del 5% de los que solicitaron indemnización por lesión eran latinos.

Los trabajadores de IBP no reciben seguro de salud de la compañía durante los primeros seis meses de trabajo; después, el seguro cubre el 80% de los gastos médicos, pero a muchos no les alcanza para pagar el restante 20% debido al altísimo costo de los servicios médicos.

Unos trabajan pocos meses y luego salen heridos, despedidos o presionados. ¡La planta de IBP de Storm Lake, que emplea a 1200 trabajadores, tiene un cambio anual de personal del 83%!

En un artículo sobre Storm Lake en la revista The Nation, Marc Cooper relata la historia de un trabajador laosiano llamado Symery que cortaba la carne del lomo de las reses. En el quinto mes de trabajo, apenas 30 días antes de recibir seguro médico, Symery se cortó la palma y tuvo que pagar el tratamiento por su propia cuenta. Una segunda lesión lo dejó incapacitado con la muñeca permanentemente chueca. Pero como IBP solo reconoce el informe del médico contratado por la compañía, quien dijo que podía seguir trabajando, dejaron a Symery sin trabajo y sin ingreso.

La Migra

El jefe de policía de Storm Lake, en colaboración con la Migra, preparó una lista de "presuntos ilegales". El 10 de mayo de 1996, agentes de la Patrulla Fronteriza, respaldados por agentes de la Migra y de la policía, rodearon la planta de IBP. Tenían un helicóptero sobrevolando la planta. Adentro, reunieron a todos los trabajadores en el comedor y arrestaron a 64 indocumentados (todos mexicanos, menos un guatemalteco y un hondureño). A la semana siguiente, la policía y la patrulla de carreteras detuvieron a 14 inmigrantes más después de allanar casas una por una, poner retenes y detener carros con latinos.

Por todo el pueblo había retenes. A una indígena de la región le pidieron papeles en una tienda. Los vecinos empezaron a avisarse por teléfono en qué vecindarios caía la Migra. La policía marcó con tiza las casas de supuestos "ilegales". Unos blancos escondieron a sus amigos latinos.

A la mayoría de los detenidos los deportaron inmediatamente.

Cuando cientos de trabajadores temerosos no se reportaron al trabajo, la carne de cerdo empezó a podrirse y la gerencia se angustió. Había colaborado completamente con la Migra, pero ahora necesitaba sus trabajadores. Según varios informes, los gerentes de IBP llamaron a algunos trabajadores sociales. Uno de ellos dijo: "IBP nos pidió que les dijéramos a los obreros que regresaran al trabajo esa misma tarde; que todo estaba bien; que la Migra ya se había ido y que no se iba a investigar a nadie".

La guerra de la Migra contra los inmigrantes se está librando no solo en Storm Lake sino en muchos pequeños pueblos de los estados centrales.

Solo en Iowa y Nebraska la Migra ha hecho redadas en 15 plantas y arrestado a 1000 trabajadores desde 1992. En el verano de 1996, durante un rastrillaje de seis semanas que ordenó la administración Clinton, detuvieron a 209 ilegales en Iowa. El salario promedio de los detenidos era de $6,02 la hora. Las cuatro mayores compañías de carne se han puesto de acuerdo con la Migra para participar en un programa que usará computadoras para verificar los papeles de los trabajadores.

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La migración de obreros ha suscitado grandes cambios en Storm Lake y los pequeños pueblos de los estados centrales. Asimismo los inmigrantes de muchos países oprimidos están cambiando la cara política de las grandes ciudades de este país. Para la clase dominante, esos inmigrantes son problemáticos y peligrosos. Pero como ha dicho Bob Avakian, Presidente del Partido Comunista Revolucionario:

"Los imperialistas ven en estos inmigrantes una fuente de inestabilidad y sublevación, una fuerza que debilita la cohesión interna del país y tiene el potencial de socavar el poder de Estados Unidos como terrateniente internacional.... Los imperialistas reaccionan afirmando más agresivamente la identidad blanca, europea, de habla inglesa de la Nación Americana....

"Para el proletariado revolucionario es completamente al contrario. Renunciamos a esa nación, denunciamos ese tipo de identidad—somos proletarios, no estadounidenses, y nuestra identidad es la del proletariado internacional. Insistimos en la igualdad de las naciones, incluida la igualdad en cultura e idioma. Y, es más, vemos en tales inmigrantes un manantial de gran fuerza—una fuerza vitalmente importante para la lucha revolucionaria para el derrocamiento del imperialismo estadounidense y para crear encima de su tumba una poderosa expresión viva del internacionalismo proletario y una base poderosa para la revolución proletaria mundial" (Balas, p. 182).


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