MLM vs. anarquismo, Parte 4:
Por qué se necesita un ejército revolucionario
en la sociedad socialista

Obrero Revolucionario #922, 1 de septiembre, 1997

Un principio básico del marxismo establece que el estado y el partido de vanguardia se necesitan durante toda la revolución socialista hasta lograr el comunismo a nivel mundial; dado que las fuerzas armadas son un pilar clave del poder estatal, ese principio también se aplica a ellas. Mejor dicho, se necesitará un ejército permanente durante casi todo—tal vez todo—el período de la transición socialista, aunque desde luego será un nuevo ejército revolucionario del estado proletario y no el viejo ejército del estado burgués.

En la polémica contra K. Venu* analizamos por qué no ha sido posible abolir el ejército permanente bajo el socialismo—aunque tanto Marx y Engels como Lenin (en su obra El estado y la revolución) plantearon que se podría—y por qué no será posible hacerlo durante un período bastante largo.

Ahí partimos de las contradicciones que definen al socialismo como una transición del capitalismo al comunismo, y de las relaciones entre los países socialistas y la situación internacional: las contradicciones relacionadas con el desarrollo desigual de la revolución proletaria mundial y con el hecho de que los estados socialistas se establecen uno por uno, o unos pocos a la vez, y lo más probable es que durante mucho tiempo existirán en un mundo todavía dominado por el imperialismo.

Como señalamos en la polémica contra K. Venu, dado todo eso, proponer la abolición del ejército permanente y su reemplazo por "todo el pueblo armado" en realidad "viene a ser lo mismo que insistir en la abolición del monopolio del proletariado de su fuerza armada, que a su vez es lo mismo que abolir la dictadura del proletariado". Mientras existan las clases, y mientras persista la base material subyacente que continuamente genera las divisiones de clase, alguna clase va a tener dicho monopolio de la fuerza armada; si no es el proletariado, ¿adivinen qué clase será? Pues la burguesía.

Ahora, como también señalamos en la polémica contra K. Venu, eso de ninguna forma implica que no se deba armar a las masas. Sí se debe, y en específico se debe plasmar la fuerza armada organizada de las masas en milicias que funcionen en paralelo con el ejército permanente, como parte de crear las condiciones para el reemplazo del ejército permanente por todo el pueblo armado (o cuando menos por las amplias masas en armas, antes de abolir finalmente todas las diferencias de clase). Es decir, el hecho de que no se pueda prescindir del ejército permanente durante una gran parte del período de la transición socialista no niega ni disminuye la importancia de trabajar y luchar por la meta de abolir finalmente los destacamentos especiales de fuerzas armadas, o sea, los "ejércitos profesionales" que tienen sus propias formas orgánicas aparte de las masas, inclusive cuando son revolucionarios y tienen estrechos vínculos con las masas.

En esta esfera decisiva de la fuerza armada, al igual que en la esfera del poder estatal y la superestructura en general, es crucial apoyarse en las masas, involucrándolas progresivamente en el ejercicio de la dictadura del proletariado, porque esto es precisamente lo que la define como un nuevo tipo de estado cualitativamente diferente y lo que la distingue radicalmente de todos los estados anteriores. Cabe destacar que es crucial que eso contribuya a la transición al comunismo, junto con el proletariado internacional. Sin embargo, no será fácil resolver estas contradicciones, especialmente en las primeras etapas del socialismo e inclusive después, durante una gran parte del período socialista; no será posible abolir el ejército permanente y simplemente organizar milicias, ni mucho menos, poner las armas directamente en las manos de las masas.

Problemas que requieren soluciones revolucionarias

El simple hecho de armar a las masas u organizarlas en milicias armadas no puede eliminar las contradicciones subyacentes (las contradicciones de la sociedad socialista, además de la existencia de estados imperialistas y reaccionarios y sus fuerzas armadas en diferentes partes del mundo) que obligan al estado socialista a tener un ejército permanente. Asimismo, tales contradicciones hacen que sea necesario un estado y que este sea dirigido por un partido de vanguardia.

Como se resume en la polémica contra K.V.:

"...la cuestión decisiva, tanto con respecto al ejército permanente y con respecto a la milicia popular, es si las armas están en manos de las masas de hecho y no solo formalmente. Esto depende de la naturaleza de la dirección que haya en el ejército y en la milicia. Y, a su vez, la naturaleza de esa dirección se expresa de modo concentrado en la línea: tanto la línea ideológica y política en su expresión general como en lo que se hace concretamente. Esto se relaciona con las relaciones internas de las fuerzas armadas (y la milicia) y con las relaciones entre esas fuerzas armadas y las masas populares; también se relaciona con la formulación del propósito fundamental y el objetivo de las fuerzas armadas y los principios de lucha, doctrina y todo lo que desprende de eso... Esto—la aplicación constante de este método y la lucha continua sobre línea—es decisivo para determinar si las fuerzas armadas del Estado proletario representan el poder armado de las masas conforme a los intereses revolucionarios del proletariado".

¡Es evidente que la línea y la orientación anarquista no puede manejar todo esto correctamente!

Cabe recalcar que el anarquismo representa a la pequeña burguesía, una clase que espontáneamente se opone al dominio de las dos clases contendientes, el proletariado y la burguesía, que son las únicas capaces de dirigir la sociedad moderna y manejar sus fuerzas productivas altamente desarrolladas y socializadas. Ampliamente hablando, la pequeña burguesía no está conforme ni con el dominio de la burguesía ni con el del proletariado, pero tiende a aceptar el mando de la clase que tenga el poder. En general, la pequeña burguesía oscila constantemente entre las dos clases contendientes (el proletariado y la burguesía), pero ¡cree que está al margen, o por encima de ambas!. Marx subrayó este importante punto:

"...No vaya nadie a formarse la idea limitada de que la pequeña burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases. ...el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de transición, en que los intereses de dos clases se embotan uno contra el otro, cree estar por encima del antagonismo de clases en general" (Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte).

Eso se expresa en el programa de los anarquistas (porque representan el punto de vista democrático de la pequeña burguesía en una forma radical) y específicamente en su rechazo del estado, del partido de vanguardia y de todo tipo de dirección (o "jerarquías"), incluso dentro de las fuerzas armadas de la revolución, tanto antes como después de la toma del poder (¡como si fuera posible tomar el poder sin dicha dirección!). En lo fundamental se trata de una posición de clase y un punto de vista pequeñoburgueses, incapaces de tumbar el viejo orden explotador y de continuar la revolución hasta abolir todo el terreno y toda la base de la explotación y la opresión. Por esa razón el proletariado consciente de clase tiene que rechazar tal programa anarquista; tiene que forjar un movimiento revolucionario bajo su propia dirección, ejercida por su partido de vanguardia, y continuar la lucha revolucionaria hasta alcanzar el comunismo a nivel mundial. Entonces sí se podrá abolir el estado y el partido, y todas las jerarquías y divisiones de clase. A lo largo de todo ese proceso, el proletariado revolucionario tiene que empeñarse en ganar a los demócratas pequeñoburgueses, especialmente los más radicales, sin subordinarse a sus prejuicios y espejismos democráticos y sin faltar a su deber de dirigir la lucha revolucionaria en forma consecuente hasta el final.

* K. Venu es un exmaoísta de India que repudió el MLM y elaboró una línea antagónica, especialmente sobre la cuestión decisiva de la vanguardia proletaria y su papel crucial durante la transición socialista al comunismo. El Presidente del PCR, Bob Avakian, refuta la línea de K. Venu en el artículo "Democracia: ¡Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor!", Un Mundo Que Ganar, 1992/17.


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