Los números de Richard Pryor... o por qué los puercos son puercos

Obrero Revolucionario #928, 19 de octubre, 1997

Lo siguiente es del artículo "Hill Street Blues, Richard Pryor y la verdad desnuda", de Bob Avakian, Presidente del PCR,EU. Salió por primera vez en el OR en 1983.

Leyendo informes de ataques de la policía de Memphis y Miami a los negros, y de los contraataques de los negros a la policía, me vino a la memoria algo que me contaron una vez. Un policía novato anda de patrulla con un policía veterano, cuando les llega un despacho de que por ahí anda un hombre negro con un revólver. Metieron el acelerador hasta el piso y al dar una vuelta ven a un joven negro corriendo por un callejón, un callejón sin salida. "Dispárale--le grita el puerco veterano--anda, dispárale, ¡es gratis!"

"¡Es gratis!" Pensemos un instante en esto. "¡Es gratis!" Esta es una oportunidad que pone a salivar y a jadear a un puerco: la oportunidad de "matar a un nigger" con la excusa de que les habían avisado que un hombre negro--un hombre negro, cualquier hombre negro--andaba armado por el barrio. Una oportunidad que no se puede dejar pasar: "Anda, dispárale, ¡es gratis!"

Bueno, en esa ocasión el policía novato no estaba listo para eso; quizá era uno de esos casos raros que se mete a la policía creyendo en la mentira de "servir y proteger". Y ese hombre negro no murió ese día. Pero una de las cosas más dicientes de este incidente es lo que pasó después: el novato tuvo que renunciar. Si no estaba listo y dispuesto--si no tenía la actitud correcta para hacer lo que su compañero mayor le ordenó, lo que se le ocurrió naturalmente a ese ducho "agente del orden público", lo que cualquier puerco en su lugar y en sus cabales de puerco haría--pues no tenía pasta para policía. Era él, el novato, el que no había aprendido, y por lo visto no podía aprender, la verdad desnuda, él era el inútil, el débil, y comprendió que tenía que renunciar.

Los puercos son puercos. Por supuesto que esa es una imagen, un símbolo; en un sentido textual son seres humanos, pero son seres humanos con una mentalidad asesina, autorizados, disciplinados, desatados por la clase dominante para mantener a los oprimidos bajo la bota, sometidos, con el terror siempre que sea necesario. El terror contra los oprimidos es incluso una recompensa especial por "desempeñar el peligroso y desagradecido deber" de ser la "delgada línea azul" entre la "civilización de un lado, y la anarquía y falta de ley por el otro". Piénsenlo otra vez: el terror contra los oprimidos no es solo parte del trabajo, es también una recompensa. Hay que pensar en esto: el terror contra los oprimidos no es apenas parte del trabajo; es una recompensa. Ese es uno de los significados más profundos del incidente de "anda, dispárale, ¡es gratis!"

Quizá algunos liberales (de "izquierda" o "derecha") objetarán que después de todo los incidentes que he contado solo son historias; incluso si aceptan que sean verídicos, dirán que no son más que unos pocos casos: los famosos "incidentes aislados", quizá. Bueno, cualquiera que realmente piense eso o diga eso, tiene que contestar una pregunta básica sobre el siguiente número de Richard Pryor:

 

"Los policías le hinchan a uno las pelotas, hombre. Realmente lo degradan. Los blancos no creen eso, no creen que los policías nos degraden. `Ah, vamos, esas palizas, seguro que el tipo armó pelea. Estoy harto de oír hablar mal de los agentes'. Porque ellos viven en el mismo barrio que los policías y los conocen a nivel personal, como el Agente Timpson. `Buenos días, Agente Timpson. ¿Va a ir a la bolera esta noche? Sí, este, qué bonito su Pinto, ja ja ja'. Los niggers* no los conocen. Miren, cuando a un blanco le ponen una multa de tránsito, él se estaciona: `Buenos días, agente, sí, mucho gusto de ayudarlo'. Un nigger tiene que hablar bien clarito y decir `VOY A METER LA MANO AL BOL-SI-LLO A BUSCAR LA LICENCIA, porque no quiero ser un accidente'.

"La policía lo degrada a uno. Yo no sé cómo un nigger no se vuelve loco de remate, siempre me lo pregunto. No, sí se enloquece. Uno se pone las pilas, trabaja toda la semana, ¿no es cierto? va y se pone la pinta elegante. Digamos un tipo se gana $125, se lleva a su casa unos $80 con suerte, ¿no es cierto? y va, se arregla y se monta en su carro con su mujer, va a ir a una discoteca y la policía lo detiene. `Fuera del carro, hubo un robo, un nigger igualito a ti. Vamos, manos arriba, bájate los pantalones, abre las nalgas'. Bueno, ¿a quién coños le quedan ganas de ir a bailar después de eso? No, vamos pa' la casa, mija. Uno se va a su casa y le da un coscorrón a los niños y carajo, se desquita con alguien". (De That Nigger's Crazy, 1974)

Hay que preguntarse: ¿por qué, en los momentos cruciales de este número, el público suelta una risa tensa, conocedora y le da un largo aplauso? ¿Puede ser por otra razón que por el simple hecho de que Richard Pryor efectivamente ha captado y concentrado--con humor, en un plano superior a la vida, como debe ser el arte--la verdad desnuda, la suma verdad, una situación que es típica para las masas negras de Estados Unidos? Algo que si no les ha pasado directamente a ellos (y la probabilidad de que les haya pasado es alta), bien les puede pasar mañana o pasado, y ya le ha pasado a un familiar o amigo. Todo el que quiera defender a la policía, por no hablar de componerle la cara, de presentarla como gente que también tiene su corazoncito, etc., etc., hasta la saciedad, e incluso todo el que diga por qué los llaman puercos y se oponga a llamarlos lo que son, de frente, sin disculpas, debe responder a esta pregunta, no hay manera de evitarla. Y no me vengan a decir que el público de Pryor no es una representación adecuada: la respuesta será siempre la misma de un público con una cantidad considerable de masas negras, o de las otras masas oprimidas (como es de hecho el público de las presentaciones de Richard Pryor).

Veamos un hecho que viene al caso aquí, sacado de la "vida". Leí en un OR de hace poco (No. 188, 14 enero 1983) el reporte sobre el anuncio del fiscal de distrito de Los Angeles de que--otra vez--no se acusará a los dos policías que golpearon y estrangularon a Larry Morris, un negro de 28 años de edad, sin ninguna justificación, como admiten las mismas autoridades. El OR revela que "esta es apenas la última de más de 200 `investigaciones' de homicidios policiales [es decir, asesinatos a manos de la policía] desde la formación de la `Operación Rollout'. Hasta la fecha este programa ha defendido el derecho de la policía a matar en cada uno de esos casos". Y después de todo esto, seguro que alguien dirá que eso solo pasa en Los Angeles, donde se sabe que la policía es especialmente salvaje, etc., etc. En realidad no se debería tener que contestar esto, pero hay que hacerlo, así que permítanme contestarlo con otro número de Richard Pryor, de la misma presentación (en Washington, D.C., 1978) que la del comienzo de este artículo:

 

"No joda, en Los Angeles la policía le pone a uno una llave estranguladora. ¿Aquí también, aquí también lo estrangulan a uno? (Voces de la audiencia, muchas voces de la audiencia: `¡Síííí!') No joda, eso sí que es cabrón. Porque yo no sabía que el castigo por una multa de estacionamiento es la pena de muerte".

Pero eso les pasa a las masas del pueblo negro en esta "gran tierra de la libertad y justicia para todos", y le ha pasado a cientos, a lo mínimo, cada año. Por supuesto que este tipo de libertad y justicia no es exclusivamente para los negros, aunque ellos son sus "beneficiarios" especiales. También se desata contra millones de las masas de otras nacionalidades oprimidas, inmigrantes (tanto los llamados "legales" como los llamados "ilegales") y en general se desata contra los que no tienen bienes y por lo tanto no tienen poder, entre ellos mucha gente blanca con la que tampoco es muy amistoso que digamos el Agente Timpson.

En resumen, el brazo armado del Estado burgués existe con el propósito de reprimir, por la fuerza de las armas, al proletariado y todos los que pueden alzar la cabeza y cuestionar esta "gran manera de vivir", basada en el robo y el asesinato, no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo. Y es por eso simplemente que los puercos son puercos y siempre lo serán, hasta que los sistemas que los necesitan sean borrados de la faz de la Tierra. Una verdad dura, pero una verdad liberadora.

* Estas citas se reproducen como figuran en la presentación de Richard Pryor de 1978, con la palabra "nigger", y no por falta de respeto a su resolución, después de su viaje a Africa, de no volver a usarla porque es una palabra deshumanizante.

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