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Reseña:
La Amistad: ¡La rebelión se justifica!

Obrero Revolucionario #944, 15 de febrero, 1998

Es tan oscuro que al principio no se ve nada. Relampaguea y un par de ojos brilla en las tinieblas. Otro relámpago ilumina unos dedos ensangrentados que aflojan un clavo. De repente se ven cadenas, manos encadenadas.

Se libra la batalla. Los negros agarran armas e irrumpen en la cubierta del buque bajo una fuerte lluvia. Un tripulante blanco cae muerto de un machetazo al cuello. El capitán los amenaza con rifle y bayoneta. Cinqué sale de la oscuridad y se le avienta con una espada. Forcejean, hasta que le encaja la espada.

Otro relámpago ilumina a Cinqué parado junto al muerto, empapado de lluvia, gritando a los cielos.

Así de recio arranca la película Amistad, con violencia insurreccional, sin explicaciones, y nos sumerge en lo que estamos presenciando: el motín de 53 africanos del buque negrero La Amistad.

Después, un guardacostas los captura cerca de Long Island, los vuelve a encadenar, y los lleva a un país extraño y hostil. De nuevo les toca conquistar su libertad, ahora en el terrible laberinto del sistema judicial estadounidense. Desde la prisión son testigos del gran debate que se prende en toda la sociedad acerca de cómo juzgarlos.

Esta batalla de la época de la esclavitud nos recuerda demasiado escenas de la vida actual.

Escenas conocidas

En una escena, los africanos tienen que caminar en fila, encadenados, por medio de un pueblo del noreste de Estados Unidos rumbo a la corte. Djimon Hounsou, que desempeña brillantemente el papel de Cinqué, le ordena a un compañero: "Baukei, ¡alza la cabeza!".

Eso es. "Alcen la cabeza" ante los enemigos y, también, los posibles aliados. Su consejo resuena hoy en esta sociedad que encadena a los jóvenes negros y los hace caminar en fila al castigo. ¡Alcen la cabeza, compañeros! No somos criminales. Alcen la cabeza, no estamos ni vencidos ni muertos. Falta mucho... falta la liberación.

En otra escena, un negro en pro de la abolición de la esclavitud sube a La Amistad para buscar pruebas. Al mirar las manchas de sangre y las cadenas colgadas en las sombras de la bodega, se espanta, imaginando la pesadilla que viven los africanos en esos buques. Aunque es libre y propietario, le entra el terror del esclavo por el capataz.

Quizás las escenas más espantosas son las que nos narra el mismo Cinqué desde su celda por medio de un joven intérprete del idioma mende. Habla de su captura: cuando obligaron a un gran grupo de africanos a caminar hasta un fuerte en la costa, donde los subieron desnudos a un buque negrero portugués y los amontonaron en las bodegas. Sentimos la terrible deshumanización y el gran deseo de los africanos de vivir. Un día, los suben a la cubierta para presenciar la muerte a latigazos de dos compañeros y la sangre salpica la cara de Cinqué. Una negra, al mirar lo que es la vida del esclavo, mejor se avienta al agua con su hijito.

Al ver eso, el alzamiento violento que dirigió Cinqué en La Amistad encaja perfectamente. Ahora, ¿quién podría negar que sus machetazos impartían justicia a aquella noche?

En los cines de todo el país, el público llora al mirar cómo avientan a los negros encadenados por la borda del buque negrero y cómo se hunden en alta mar. Esa fue la puerta por la que entraron millones de africanos a la pesadilla de la vida en Estados Unidos.

Una escena inolvidable es cuando los africanos han ganado su libertad en la corte--al aplauso del público en los cines--y su abogado, Roger Baldwin, les informa que el gobierno ha apelado, es decir, que después de todo aún no son libres.

Cinqué se quita la ropa de la "civilización" estadounidense y la avienta al fuego. Grita: "¿Qué clase de país es este? ¿Cómo pueden vivir así?". Todos los que han sido víctimas de las maniobras siniestras de las cortes y las prisiones, o han sido engañados por las falsas promesas del sistema, entienden perfectamente su furia.

También hay momentos de risa, cuando los africanos tratan de adivinar los propósitos de los solemnes abolicionistas con sus himnos ("¿serán artistas?") y de los ardientes abogados ("¡están hablando puras babosadas!").

Historias prohibidas

Esta película, a fin de cuentas, defiende una verdad fundamental: la rebelión se justifica. O sea, nos demuestra que la fiera violencia de los esclavos de La Amistad fue justificada y, lo que es más, fue en verdad heroica. Es insólito que una película de Hollywood tome esa posición, y ese mismo hecho pone de manifiesto lo controlada y parcializada que es la cultura dominante de esta sociedad.

Es la primera vez que Hollywood saca el horror de la captura y el traslado de esclavos en la pantalla grande. La historia de cómo trajeron a los negros a Estados Unidos no ha salido así en cine o televisión desde la telenovela Roots (Raíces) hace 20 años. Cuánta discriminación hay en la esfera cultural, donde a películas como Sankofa de Haile Gerima (una impactante historia de esclavitud y rebelión), se les bloquea la distribución y, hasta la fecha, ningún director negro ha podido financiar una película como Amistad.

Muchas historias de los oprimidos--del pasado y del presente--se desconocen o, más bien, se tapan. La co productora de Amistad, Debbie Allen, comentó a la revista Essence que la historia de La Amistad es "una gotita de sangre de la gran cubeta de memoria colectiva que nos toca enseñar al mundo". Ver la película y sentir la respuesta de los oprimidos nos anima a luchar para conquistar una sociedad revolucionaria, donde florezca la cultura de los oprimidos, donde los artistas finalmente puedan contar estas historias prohibidas, y donde pongamos los recursos de la sociedad en manos de los oprimidos para transformar el mundo.

Guantes blancos y cadenas de la esclavitud

Esta película ha provocado mucho debate. A nuestro parecer, el criterio fundamental debe ser: ¿cómo afecta a las masas? ¿Les produce odio y rabia contra la esclavitud? ¿Atiza la resistencia contra la opresión? ¿Desmiente las justificaciones de la clase dominante ante la opresión del pueblo negro? En fin, ¿está bien o está mal que millones de personas vean Amistad?

En realidad, la colaboración de Debbie Allen y Steven Spielberg ha creado una gran obra de arte que inspira e inquieta al público.

Si bien la película representa sucesos históricos con libertad artística, capta fielmente la historia y a los protagonistas de esa lucha. Por un lado está el senador John Calhoun; en una cena formal en la Casa Blanca, se pone guantes blancos y amenaza con una guerra de secesión para preservar la esclavitud, piedra angular de la vida de los terratenientes del Sur. Por otro lado está Lewis Tappan, defensor de los africanos de La Amistad y un buen ejemplo de la mezcla de pasión humanitaria y puritanismo mercantilista que caracterizaba al movimiento abolicionista. Vemos cómo el arreglo entre las clases gobernantes se deshilacha y cómo el presidente Martin Van Buren titubea y hace concesiones a los esclavistas del Sur. Por encima de todos está el gran personaje heroico de Cinqué, que dirige a su gente en la lucha por la libertad.

Sin embargo, la película no atina en cuanto a la posición de clase de las fuerzas en lucha. Si bien pone de manifiesto el derecho, y la necesidad, de los oprimidos de tumbar a sus opresores, da la impresión de que el pueblo negro pueda ganar su liberación haciendo valer los ideales de la revolución de la independencia de 1776. Plantea la siguiente cuestión como central para la época y para la batalla de La Amistad ante los tribunales: ¿Estados Unidos cumplirá cabalmente los ideales de los padres de la patria, o no?

Se inventa al abolicionista negro Theodore Joadson para plantearle estos interrogantes al ex presidente John Quincy Adams: ¿Se cumplirán los ideales de la independencia? ¿El los defenderá? A Morgan Freeman, en el papel de Joadson, le toca el pesado trabajo de rogar que se cumpla el sueño de la "democracia estadounidense". Por eso, resulta un personaje triste y tieso, como si lo agobiara el peso de su sombrerote y abrigote, y de su respeto a la burguesía. Joadson no es ni la sombra de los abolicionistas negros, como el ardiente agitador David Walker, quien en su famoso discurso "Apelación" de 1829 dio este consejo a los esclavos sobre la insurrección: "Si comienzan, no jueguen a la chanza, pues no jugarán con Uds.... Mátenlos o los matarán".

En el momento culminante de la película, John Quincy Adams declara a la Suprema Corte que si vuelven a los principios de los "antepasados", pueden resolver los grandes conflictos de la época, como el caso de La Amistad y el problema de la esclavitud. Cita la Declaración de Independencia: "Todos los hombres nacen iguales". Pero la contradicción está muy clara, pues en el tribunal camina en medio de las estatuas de los "padres de la patria", como George Washington y Thomas Jefferson, ellos mismos dueños de esclavos.

En realidad Estados Unidos nunca ha practicado lo que dice esa célebre frase de la Declaración de Independencia. De hecho, esas palabras no se referían a los esclavos ni a los indígenas ni a las mujeres. Tardó dos siglos para que tan siquiera se ampliara el significado oficial de la frase "todos los hombres" para abarcar a mujeres, negros, indígenas y gente sin propiedad, y en realidad esa promesa de "igualdad ante la ley" siempre ha sido una mentira. El director de Amistad, Steven Spielberg, menciona esa contradicción en una entrevista de la revista Vibe (febrero de 1998): "A los negros los chinga el sistema judicial estadounidense, que no ha cambiado mucho de 1839 a 1997".

El contexto histórico del motín de La Amistad es bien complejo y difícil de representar en una obra artística. En aquel momento histórico, la clase capitalista del Norte (de la cual John Quincy Adams era un fiel representante) estaba maniobrando para relegar del poder a los esclavistas del Sur. Si bien el veredicto en el caso de La Amistad--que dejó en libertad a Cinqué y sus compañeros rebeldes--jamás cuestionó la legalidad de la esclavitud en Estados Unidos, a nivel político ese juicio, y la participación de John Quincy Adams en él, vaticinó la guerra de Secesión. Adams proclama a la Suprema Corte: "Si nos toca la guerra, que empiece de una vez y que sea la última batalla de nuestra revolución". Como demuestran esas palabras, algunos representantes políticos de la clase capitalista, como Adams, querían realizar más plenamente la revolución democrática burguesa.

En la película Adams le dice a Cinqué: "Nos encontramos juntos por circunstancias muy misteriosas". Este diálogo de ficción ilustra la realidad de aquellos tiempos. Sin embargo, en esa alianza transitoria de esclavos y capitalistas, los intereses de clase de los dos eran totalmente distintos. Los esclavos querían liberarse y los capitalistas del Norte buscaban consolidar el modo de producción capitalista como sistema económico dominante del país.

En realidad, los ideales de los "antepasados" no llevaron, no podían llevar, a la liberación del pueblo negro. De hecho, sí se cumplieron los principios de la Declaración de Independencia después de aquella revolución: los mismos signatarios escribieron la Constitución, la cual legitimó la esclavitud y contó a cada negro como 3/5 de un ser humano. Los ideales de la "última batalla de la revolución", como la describió Adams, se realizaron cuando el estado capitalista moderno se formó después de la guerra de Secesión y consolidó su control del territorio actual de Estados Unidos durante la última parte del siglo 19.

Conforme a dichos ideales capitalistas se establecieron nuevas formas de opresión de los ex esclavos. Con la participación de los capitalistas del Norte, se obligó a los negros a permanecer en las plantaciones como peones acasillados y arrendatarios sometidos a un sistema de segregación racial llamado "Jim Crow".

Todavía muchas personas creen que la Declaración de Independencia contiene ideales eternos que sirven para liberar al pueblo. Pero Bob Avakian ha explicado por qué eso es imposible: "La Declaración de Independencia no está abierta a cualquier interpretación: fue escrita en un contexto histórico muy específico y tiene un contenido social muy específico.... Las declaraciones generales que contiene sobre la igualdad de todos los hombres, sus derechos inalienables a la vida, la libertad, la consecución de la felicidad y demás, asumen su significado según este contenido general y concreto--de otro modo, no tendrían ningún significado concreto, real.

"La respuesta a la pregunta ¿qué pasaría si se aplicaran de verdad los principios básicos de la Declaración de Independencia? es que ya se han aplicado, en Estados Unidos y en general en todas las sociedades burguesas; y hace mucho que pasó el tiempo cuando eso es lo mejor y lo más elevado que la humanidad puede alcanzar"*.

Ya aclarado ese problema, sugerimos a todos que vayan a ver Amistad, para conocer la heroica historia que representa, para apreciar su mérito artístico y para explorar las complejas cuestiones de la liberación que aborda.

Véase también:

Democracia, ¿es lo mejor que podemos lograr?, Bob Avakian, Banner Press.

"El motín de La Amistad", OR No.940.

Pasajes de "La Constitución de los Estados Unidos: Una visión de libertad según los explotadores".

* "La Declaración de Independencia, la igualdad de oportunidad y el derecho burgués", Bob Avakian, OR No. 230.


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