Robert Meeropol:
La lucha contra los complots del gobierno,
de los Rosenberg a mumia

Obrero Revolucionario #1022, 19 de septiembre, 1999

Robert Meeropol es el hijo menor de Ethel y Julius Rosenberg, dos presos políticos ejecutados en 1953. Es fundador y director ejecutivo del Fondo Rosenberg pro Niños. Ha endosado el llamado de la Semana de Conciencia sobre Mumia y ha participado en la lucha para parar la ejecución de Mumia Abu-Jamal desde comienzos de esta década; ha dado charlas por todo el país sobre la ejecución de sus padres, el caso de Mumia y contra la pena de muerte; y ha colaborado en la recaudación de fondos para la defensa de Mumia.

A Ethel y Julius Rosenberg los condenaron en un juicio chueco de espionaje y los ejecutaron el 19 de junio de 1953. Después de la muerte de sus padres, a Robert y a su hermano Michael trataron de meterlos en un orfanato, pero Anne y Abel Meeropol, una pareja de simpatizantes de los Rosenberg, los adoptaron y criaron.

En los años 70, los dos hermanos decidieron presionar a los tribunales a volver a ver el caso de sus padres. Con la Ley de Libertad de Información, demandaron a varias dependencias del gobierno para obtener documentos secretos sobre el caso. Obtuvieron documentos que demuestran sin lugar a dudas que el gobierno hostiga, persigue, entrampa y ejecuta a la oposición política. Hay muchas similitudes entre el caso de los Rosenberg y el de Mumia: el juez trabajó de la mano con la fiscalía para condenar a los acusados e influenciar el proceso de apelaciones; amenazas y otras presiones a los testigos para que cambiaran su testimonio; la supresión de muchas pruebas; el testimonio de presos soplones; la creación por las autoridades y los medios de una atmósfera de intimidación contra la oposición a la ejecución. El gobierno logró asesinar a Ethel y Julius Rosenberg. Robert espera que esta entrevista contribuya a la lucha para parar la ejecución de Mumia: "Nos incumbe hacer todo lo posible para ganar esta batalla, y creo que tenemos la posibilidad de ganar".

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OR: A tus padres los ejecutaron por sus creencias políticas. ¿Qué les pasó?

RM: Mis padres, Ethel y Julius Rosenberg, eran militantes del Partido Comunista de Estados Unidos; en el verano de 1950 los arrestaron y acusaron de conspirar para cometer espionaje. Específicamente, los acusaron de conspirar para robar los planes secretos de la bomba atómica y de entregarlos a la Unión Soviética a fines de la II Guerra Mundial. En el juicio el fiscal no presentó ninguna prueba de su participación directa en la entrega de información a la Unión Soviética. Dieron testimonio supuestos co-conspiradores, es decir, gente amenazada con largos años de cárcel o hasta la pena de muerte que dio testimonio sobre mis padres como parte de un arreglo con el gobierno.

OR: Has desenmascarado el hecho de que acusaron falsamente a tus padres. ¿Qué dependencias del gobierno participaron en eso?

RM: En los años 70, entablamos una demanda bajo la nueva Ley de Libertad de Información. Pedimos documentos del FBI, la CIA, el Consejo de Seguridad Nacional, el servicio de inteligencia de la fuerza aérea, el Departamento de Estado, etc. Creo que pedimos documentos de 17 dependencias gubernamentales y recibimos información de cada una de ellas. Nuestra demanda comprendía todo el abanico de la burocracia. Recibimos muchos documentos secretos que demostraron que mis padres no tuvieron un juicio imparcial; que antes, durante y después del juicio el juez estaba en contacto a puertas cerradas con la fiscalía; que el juez aceptó (según el FBI) condenar a muerte al menos a mi papá y posiblemente a mi mamá antes de que la defensa tuviera oportunidad de presentar sus argumentos; y que el juez interfirió con las apelaciones y le informó al FBI cómo iban, y mientras veía las apelaciones, hacía lo posible por acelerar la ejecución.

Los principales testigos contra mis padres, David y Ruth Greenglass y Harry Gold, cambiaron su testimonio. Por ejemplo, en su testimonio inicial, David Greenglass dijo que Ethel Rosenberg no participó en nada. Después, dijo que Ethel Rosenberg estuvo presente durante las reuniones y mecanografió las actas. Encontramos documentos que muestran que semanas antes del juicio la fiscalía se reunió con unos congresistas de la Comisión sobre Energía Atómica y les dijo que prácticamente no existían pruebas contra Ethel Rosenberg pero que tenían que armarlas para condenarla a una sentencia fuerte, a fin de convencer a mi papá de que diera testimonio. Unos días después David y Ruth Greenglass dieron nuevo testimonio de que mi mamá mecanografió las actas de la reunión, y con esa "prueba" la condenaron.

En 1995, se divulgaron las "transcripciones Venona" que, según el gobierno, eran trasmisiones electrónicas soviéticas secretas interceptadas entre Nueva York y Moscú, y descifradas. Ahí dice que el espía (que según ellos era mi papá y que sólo mencionan con un nombre cifrado) no participó en espionaje atómico, solo en espionaje militar-industrial. Dice que la persona "Ethel" no trabajaba como espía para la Unión Soviética. Como no puedo refutar esas transcripciones, me pregunto "¿y si son verídicas?", y busco la respuesta. Si son verídicas, eso quiere decir que el gobierno acusó, condenó y ejecutó a dos personas por un crimen que no cometieron.

OR: En tu opinión, ¿por qué crees que el gobiernos estaba tan resuelto a ejecutar a tus padres?

RM: Mis padres eran desconocidos, no más dos personas pobres, miembros del Partido Comunista que vivían en un barrio pobre de Manhattan. Pero los arrestaron y los acusaron de ser super-espías atómicos. Cuando mi papá se negó a dar los nombres de otras personas, arrestaron a mi mamá a fin de obligarlo a dar nombres. Pero surgió un Comité Nacional para Conseguir Justicia en el Caso Rosenberg y mis padres organizaron una campaña por medio de cartas (para denunciar que el caso se basaba en falsas acusaciones del gobierno) y se volvieron cada día más peligrosos. El general Lesley Groves, al mando del proyecto donde se construyó la bomba atómica en Los Alamos, Nuevo México (donde supuestamente mis padres fraguaron el robo de los planes secretos de la bomba), dijo que la información que se filtró en el caso Rosenberg era de poco valor pero no quería que nadie lo admitiera porque a su parecer, tomando en cuenta todos los factores, los Rosenberg se merecían la horca.

OR: Después de la ejecución de tus padres, ¿qué te pasó a ti y a tu hermano Michael?

RM: Primero, arrestaron a mi papá, y vivimos con mi mamá unas semanas. Ella fue a dar testimonio ante un gran jurado que hacía investigaciones. Nos dejó con una niñera pero jamás volvió a casa, pues al terminar la arrestaron. Salvo visitas en el penal, jamás volvimos a ver nuestros padres. La niñera no sabía qué hacer con nosotros. Nos llevó a la casa de Tessie Greenglass, mi abuela materna, a unas cuadras de distancia. Luego, nos enteramos por medio de los documentos que Tessie Greenglass trabajaba con el FBI para hacer que su hija, Ethel Rosenberg, apoyara el testimonio de su hijo, David Greenglass.

El FBI se entrevistó con mis padres poco después del arresto y, en esencia, les dijo: o hablan o mueren. Les dijeron: piensen en lo que le va a pasar a sus hijos si no aflojan la lengua; y si usted, Julius, habla, lo meteremos a la cárcel, y usted, Ethel, volverá a casa para cuidar a sus hijos. La ofrecieron el mismo trato a David y Ruth Greenglass, quienes también tenían dos hijos, y ellos aceptaron. A David lo sentenciaron a la cárcel y a Ruth jamás la acusaron. Ella jamás pasó ni un día en la cárcel aunque juró que colaboró para robar los planes secretos. Muy distinto de lo que le pasó a mi mamá. Tessie Greenglass buscaba presionar a mi mamá para que abandonara a mi papá y apoyara el testimonio de su hermano. Los documentos del FBI muestran que armaron un plan muy sencillo: Tessie le dijo a su hija presa: "Confirma el testimonio de David; si lo haces, te soltarán y podrás criar a tus hijos". Cuando mi mamá se negó, mi abuela dijo: bueno, no puedo cuidar a tus hijos, los voy a dejar en un albergue. Y cuando mi mamá aún se negó, Tessie consumó su amenaza. Por ello, nos dejaron en un albergue en el Bronx.

De niño, tantas personas se arriesgaron para salvarme que me crié con un aprecio muy fuerte a todo el que se arriesga a fin de mejorar esta sociedad para todos. Fui una especie de niño del movimiento y no por casualidad participé primero en el movimiento de derechos civiles, luego en las protestas contra la guerra y al final, en la universidad, en el grupo Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS).

OR: Has publicado las cartas que recibiste de tus padres desde la cárcel. ¿Nos puedes decir algo sobre esas cartas?

RM: La última carta que mi hermano y yo recibimos de mis padres sobresale. Dijeron que si bien estaban condenados a morir, seguían seguros de que otras personas continuaran su labor. Para mí, eso tiene significados múltiples. A nivel personal, para mi hermano y para mí, que otras personas nos cuidarían cuando mis padres ya no pudieran. Y, a nivel político, que sus convicciones, los principios que defendían, no mentir ni ser peones de la histeria macartista, en otras palabras, que no se dejaron usar para atacar al movimiento, que si bien ya no podían continuar en esas luchas, otras personas podrían continuar. Yo lo entendí como una invocación a hacer lo mismo y en algunos aspectos he dedicado la vida a continuar esa labor en su ausencia. El Fondo Rosenberg pro Niños es mi expresión de ese compromiso.

El Fondo es una fundación pública que llena las necesidades educativas y emocionales de los niños de este país cuyos padres han sido atacados por actividades progresistas. Buscamos personas que son objeto de la misma clase de ataques que mis padres y, si tienen hijos, les damos la ayuda que recibimos mi hermano y yo. Los ponemos en contacto con entidades progresistas para que sus hijos puedan crecer en un ambiente de apoyo.

Algunos son hijos de presos políticos, sean nacionalistas puertorriqueños, ex Panteras Negras, revolucionarios blancos, gente que ha luchado contra la discriminación racista o el acoso sexual en el empleo y contra los despidos, activistas víctimas de bombazos, mutilaciones o la muerte en el curso de sus actividades. Por todo el país hay personas así que han sido víctimas de ataques de las fuerzas de represión del gobierno o de la opresión extraoficial de la derecha, o lo que llamo el hostigamiento corporativo que montan las corporaciones contra el trabajo progresista. Acabamos de celebrar nuestro noveno aniversario. En 1998, dimos $100.000 en ayuda a unos cien niños. Estamos creciendo a pasos agigantados: aumentan las solicitudes y probablemente daremos $150.000 este año.

OR: Leí un artículo periodístico que dice que cuando estabas en Filadelfia en los años 70, conociste a Mumia y él te preguntó si lo que le pasó a tus padres podría repetirse.

RM: Sí, es verdad. Entre 1975 y 1979, trabajé de tiempo completo para hacer que los tribunales volvieran a ver el caso de mis padres. Una vez, estando en Filadelfia, el locutor de una emisora progresista me invitó a participar una hora en su programa. Un negro muy joven me entrevistó. No fue tanto una entrevista, pues ambos teníamos ideas similares, así que platicamos de las controversias en torno al caso Rosenberg, la brutalidad policial, los secretos del gobierno y demás. Así que al final del programa, era lógico preguntar: ¿bueno, piensas que podría repetirse un caso como el de los Rosenberg? Ambos dijimos que sí. Solo hasta que me involucré en el caso de Mumia en 1993 y 1994 me di cuenta de que él fue el tipo que me entrevistó. De repente recordé con tamaña claridad su pregunta. Que yo sepa, Mumia es el primer preso político en el país condenado a muerte desde la ejecución de mis padres.

OR: ¿Puedes hablar de las similitudes que ves entre el caso de tus padres y el de Mumia?

RM: Al analizar el caso de mis padres, vemos a dos personas que el gobierno quería demonizar, dos comunistas, acusados de hacer lo peor en esos tiempos: "robar planes secretos de la bomba atómica", en un caso de pena capital. En el caso de mis padres vemos la guerra contra el comunismo. Ahora, veamos el caso de Mumia. Es una guerra contra el crimen, la guerra contra la droga, la división de la sociedad entre ellos y nosotros. En los años 50, "ellos" eran los comunistas. Ahora son los radicales negros de las ciudades. ¿Y de qué lo acusan?: de lo que supuestamente más debemos temer; un hombre negro armado que recorre las calles de la ciudad matando a policías blancos de noche.

En el caso de mis padres, no se rajaron. No delataron. Contraatacaron, y lo hicieron con inteligencia y eficacia mediante la palabra escrita. Mumia no es el único hombre negro condenado a muerte por acusaciones falsas. Pero, como mis padres, utiliza la palabra escrita y, desde luego, su voz radial (cosa que mis padres no tuvieron) para explicar su posición y catalizar apoyo. Por tanto tenemos una resistencia eficaz similar. El caso de mis padres fue EL caso anticomunista de los años 50; el de Mumia es LA línea divisoria sobre la pena de muerte y el racismo en Estados Unidos en los años 90 y el siguiente milenio.

De lo que he leído de las actas del juicio de Mumia, al igual que el de mis padres, es una farsa. No tuvo un juicio justo. Este hecho es tan claro, tan obvio. Y cuando la Suprema Corte de Pensilvania dice lo contrario se condena a sí mismo. Esa es otra similitud: un juicio totalmente injusto. Hace poco, una persona habló de una confesión de Mumia. Pero esa persona no se entrevistó con Mumia cuando dice que lo hizo y firmó un desplegado dos años después que decía que Mumia era inocente. O sea, no hay nada más absurdo que eso. En el caso de mis padres, cuando el FBI tuvo que divulgar los primeros documentos bajo la Ley de Libertad de Información de 1975, ¿cuál fue el primer documento que entregaron?: declaraciones mantenidas en secreto durante 20 años de un soplón preso que dijo que mi padre le confesó en la cárcel. Hicieron mucho alboroto sobre esto. Al fin, el FBI decidió que ese tipo era tan poco confiable que no podía confiar en lo que decía. Pero como sabemos, el FBI no le dio mucha importancia a ese hecho y los medios pusieron en primera plana lo de la "confesión". La misma cosa, las mismas tácticas.

OR: El juicio de tus padres se celebró en un ambiente social y político en que si uno se oponía a la represión del gobierno, se metía en un gran lío. Ahora ocurre lo mismo en el caso de Mumia: la Orden Fraternal de Policía (FOP) acaba de anunciar un boicot nacional contra los simpatizantes de Mumia y está reuniendo sus nombres. ¿Por qué es importante apoyar a Mumia?

RM: En los años 50, las fuerzas represivas de este país se organizaron en torno al complejo militar-industrial, y la histeria anticomunista y el caso de los Rosenberg sirvieron para justificar todo eso. Por ejemplo, al oponerse a su ejecución, uno se oponía al complejo militar-industrial, a fuerzas represivas que iban a tratar de que lo botaran del trabajo.

En el caso de Mumia, las fuerzas represivas buscan convertir este país en un estado policial. Quieren más y más dinero para sus presupuestos, quieren ejecutar a más y más personas, quieren contratar más agentes policiales, quieren más armamento. Existe una enorme campaña para encarcelar a toda una generación, en particular a los jóvenes negros y latinos; hay casi dos millones de presos en el país. Todo eso es parte de la guerra contra el crimen y, como es sabido, en una guerra es necesario matar; es necesario ejecutar para demostrar que existe esa guerra; es necesario ejecutar para demostrar que hay victorias. Y quienes se oponen a eso, constituyen una amenaza a todo lo que yo llamo el complejo industrial-carcelario.

Es una confrontación: si podemos impedir esta ejecución, movilizar suficientes personas para exhibir el fraude básico de estos ataques, podemos pararla, podemos revertirla, porque Mumia se ha vuelto un pararrayos, ha movilizado apoyo. Existe una oportunidad para salvar su vida y, como parte de un movimiento más amplio contra la pena de muerte, demostrar que las fuerzas policiales son más peligrosas, representan una amenaza grande, si no más grande que todos esos presuntos criminales que recorren las calles. No quiero decir que no hay crimen, que no hay problemas, pero francamente me parece que la violencia policial es lo que más está creciendo en este país. Y si podemos demostrar eso, podemos parar esta marea y voltearla en otra dirección.

Tenemos esa oportunidad en este caso y, como la tenemos, el otro lado hará lo que pueda y los grandes medios harán lo que puedan para bloquearnos. Mientras trabajamos para ganar apoyo en otros sectores sociales, para ir más allá del apoyo de izquierda, a la población en general, los medios harán todo lo posible para distanciarnos de ese apoyo. Van a sacar artículos en Vanity Fair y documentales de 20/20. Lo que buscan es separarnos a quienes estamos trabajando para salvar la vida de Mumia de aquellos a quienes podemos convencer. Y es nuestro deber no dejar que eso ocurra.

OR: En tu opinión, ¿qué se necesita para parar la ejecución de Mumia?

RM: Bueno, necesitaremos batallas en todos los frentes. Es decir, un trabajo experto de la defensa. Es necesario remover constantemente cada piedra. Necesitaremos un movimiento de masas fuera de los tribunales. Necesitaremos que quienes estamos en ese movimiento de masas, entendemos que necesitamos ampliar este movimiento.

Estudio el caso de mis padres, pues tengo todos los archivos del primer comité de defensa. En el comité participó gente que decía que eran inocentes; o decían: "Bien, tal vez son culpables de algo pero no de robar los planes secretos de la bomba atómica, pues eso es absurdo"; o decían: "Bien, no sabemos si son inocentes o culpables, pero estudiamos las actas del juicio, y vemos que no tuvieron un juicio justo y por tanto, deben tener un juicio justo"; o decían que es absurdo ejecutar por una conspiración, lo que es planear un crimen, o decían de plano que la pena de muerte está mal, que no se debe ejecutarlos.

Hay paralelos con quienes trabajan para salvar la vida de Mumia. Algunos dicen que es inocente; o dicen: "Bien, tal vez hizo algo pero no fue homicidio de primer grado y no deben ejecutarlo"; o analizan el juicio y dicen: "Bueno, fue un juicio tan absurdo que no sabemos qué hizo, así que hay que volver a juzgarlo"; o dicen: "Me opongo a la pena de muerte y por eso no debemos ejecutar a este hombre ni a nadie". En el movimiento para salvar su vida, tenemos que abrir espacios para las personas que tienen estas posiciones de modo que no luchemos entre nosotros en el proceso de convencer y ganar apoyo; aunque creamos que él es total y completamente inocente, tenemos que integrar todas las otras posiciones.

No quiero hablar de lo que vamos a hacer si matan a Mumia. Quiero ver cómo impedir que ocurra. Ese debe ser nuestro eje. Tenemos que ampliar el movimiento. Esa es la clave, me parece, para salvar la vida de Mumia. Pero no quiero minusvalorar la importancia de un trabajo de defensa de primera. Ambas cosas van de la mano.

Tengo una visión polifacética de lo que se necesita para detener la ejecución. Tiene que haber muchas acciones pequeñas que ni siquiera salen en la prensa, pero que se sientan en los barrios. "¿Quién es Mumia Abu-Jamal?" tiene que estar en los labios de todo mundo. Tiene que haber debate. Y, a la vez, necesitamos a los "que hacen huella", que lanzan acciones simbólicas, que salen en los medios a nivel nacional: como el Comité de Congresistas Negros y gente de Hollywood. Tenemos que ir con las personalidades que pesan, sean autores, artistas, de Hollywood. Las personas así salen en los titulares y queremos integrarlas en este trabajo. La desobediencia civil masiva que se dio en Nueva York contra el asesinato injustificado de Amadou Diallo es otro ejemplo que pega. Y es necesario reconocer a las fuerzas que están trabajando contra la pena capital. Son fuerzas muy grandes. Y las iglesias participan en eso. Tenemos que convencer a esas personas, y algunas ya están convencidas, de que esta es LA línea divisoria sobre la pena capital. Mumia ha dicho: "No solo se trata de mí, se trata de todos los 3000 presos condenados a muerte". La mejor forma de salvar la vida de todos ellos es salvando la vida de Mumia. El movimiento tiene que estar en posición para responder rápidamente y tener aguante para que no se agote.

OR: Lo que le pasó a tus padres ha afectado toda tu vida. Ya han pasado muchos años desde su ejecución y tú y tu hermano siguen luchando por justicia. ¿Por qué?

RM: Pasé mis primeros 43 años viendo qué hacer con mi vida, y lo hallé fundando el Fondo Rosenberg pro Niños. Encontré una forma de trasformar lo que le pasó a mis padres, esa cosa terrible, en algo positivo que puedo hacer con mi vida y ayudar a otros. Descubrí lo que llamo venganza positiva. No puedo recuperar a mis padres. No puedo hacer nada que los regrese. Pero por medio de mis actividades, puedo hacer que paguen por haber ejecutado a mis padres. Para eso existe el Fondo: para hacer que paguen. Mediante el trabajo para ayudar a los hijos de activistas atacados, algunos de ellos llegarán a hacer lo que yo he hecho. Harán que las fuerzas de represión paguen. Y esa es la venganza más dulce.

Todos los días me levanto, voy al trabajo y hago lo que quiero. Para mí este trabajo no es un sacrificio. Es un privilegio. El Fondo Rosenberg pro Niños acaba de celebrar su primera conferencia de beneficiarios. Reunimos a 30 jóvenes cuyos padres han sido atacados, beneficiarios nuestros durante años, algunos desde hace tiempo, otros desde hace poco. Los reunimos un fin de semana para compartir experiencias. ¡Y qué grupo tan increíble de jóvenes!: ver cómo hemos podido ayudarlos y reunirlos para que puedan fortalecerse mutuamente. Algunos son activistas muy movidos por su cuenta. Y todos llevan adentro las semillas de poder. Para mí, la experiencia de verlos juntos fue maravillosa.


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