La entrevista del OR

Bear Lincoln:
Guerrero de Round Valley

Obrero Revolucionario #1030, 14 de noviembre, 1999

El 23 de abril de 1999, un juez retiró las acusaciones contra Eugene "Bear" Lincoln, un amerindio de la reserva de Round Valley del condado Mendocino, California. La odisea de Bear Lincoln empezó el 14 de abril de 1995, cuando unos sheriffs emboscaron a Bear y su amigo Leonard "Acorn" Peters, y mataron a Acorn a sangre fría. También murió un sheriff, probablemente por el fuego cruzado de los policías que disparaban sus armas automáticas a lo loco en el camino oscuro. Bear escapó y las autoridades lo cazaron por toda la región. Policías de todo el estado invadieron la reserva, registraron casas y encañonaron a niñitos. El gobernador Pete Wilson ofreció una recompensa de $100.000 y grupos de civiles recorrieron las colinas alrededor de la reserva en busca de Bear; no cabía duda de que querían matarlo.

Tres meses más tarde Bear se entregó para poder desenmascarar y luchar contra las acciones de los sheriffs, especialmente la muerte de Acorn. Lo acusaron de matar al sheriff... y lo responsabilizaron del homicidio de su amigo (aunque no se disputaba que los sheriffs lo balearon). Las acusaciones conllevaban la pena de muerte.

Para defender a Bear se estableció una amplia coalición, que realizó muchas protestas y colmaba el juzgado. El 23 de septiembre de 1997, un jurado lo absolvió. Sin embargo, la fiscalía ordenó un nuevo juicio por homicidio impremeditado (un delito menos grave). Se redobló la lucha, y finalmente el gobierno tuvo que admitir que carecía de pruebas y retiró las demás acusaciones.

El 11 y 12 de septiembre, se convocó una "Reunión pro Justicia" en la reserva Round Valley para celebrar y trazar planes para el futuro, y el OR tuvo la oportunidad de entrevistar a Bear Lincoln.

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OR: Antes de entrarle a la entrevista, quisiera felicitarte de parte del OR. Esta victoria es muy importante para ti y para todos los que luchamos por la justicia. Debe verse como algo muy positivo, pues respondimos medida por medida y ganamos, es decir, les obligamos a retirar las acusaciones.

Bear: Es cierto. Fue una lucha muy dura, no fue nada fácil. Durante los primeros 26 a 30 meses tuve que entregarme y me metieron al bote, además de someterme al proceso judicial y a la posibilidad de ser condenado a muerte. Pero fue necesario y busqué la forma de fortalecerme para la batalla, y finalmente triunfamos, o sea, no solo yo sino todos nosotros. Nos lanzamos contra las autoridades corruptas, la estructura de poder, gente muy poderosa que mata con impunidad. Nos les plantamos en los tribunales del sistema y triunfamos. De plano, esos tribunales no son del pueblo; es algo que aprendí a través de esta batalla: no vamos a encontrar la verdad ni la justicia ahí, pues es más bien un campo de batalla. A la fiscalía no le interesa que yo-ni que nadie-reciba un juicio imparcial; simplemente quiere ganar.

OR: Fue muy indignante que el juez te prohibiera hablar con la prensa, incluso para afirmar tu inocencia. Ahora que tienes la libertad de hablar, ¿quieres decir algo más?

Bear: El hecho es que me acusarán nuevamente de homicidio impremeditado si encuentran evidencia y creen que pueden convencer a un jurado. Guardarán todas las pruebas materiales durante un año. No por eso me callo, pero sí tengo cuidado con lo que digo, pues en el juicio salió apenas la tercera parte de lo que pasó, o sea, hay muchas cosas que no se han dado a conocer.

Fue totalmente injusto que me metieran preso, pues les disparé a los policías en defensa propia. De plano, nos emboscaron esa noche y por pura suerte salí con vida. Una cosa que casi no se mencionó en el juicio ni en la prensa es que yo tenía un sombrero de vaquero con una cinta tradicional y plumas indígenas. En el momento que balearon a Acorn, una bala perforó el sombrero, o sea, por poco me matan. Estaban disparando a lo loco con sus M-16, sus rifles automáticos. Los dos recibimos impactos de bala a la cabeza, solo que a Acorn le dio en la cara y a mí en el sombrero. Ese sombrero es una prueba. Abrieron fuego con sus rifles automáticos; dispararon unos 100 cartuchos, además de ráfagas de escopeta y armas semiautomáticas. Ahí cayó Acorn. Al ratito dispararon unos 200 cartuchos más. ¡Y tienen las agallas de decir que nosotros los emboscamos a ellos!

OR: Cuando el Procurador General anunció que no iba a entablar acusaciones por homicidio impremeditado, dijiste que estabas libre, pero que no te sentías completamente libre. ¿Puedes ampliar eso?

Bear: Claro. Me absolvieron de homicidio y retiraron las acusaciones de homicidio impremeditado, pero no significó mayor cosa porque en todo momento estábamos sometidos a sus reglas, sus tribunales, sus leyes. Perdí casi tres años en eso, en el juego de ellos, haciendo todo lo que requerían; por eso, no estaba contento ni lo estaban mis partidarios ni los hijos de Acorn. Mejor dicho, me absolvieron, pero no conseguimos justicia: no respondieron por el asesinato de Acorn, un hombre inocente.

En cuanto a ser completamente libre, no lo soy porque los policías siempre andarán con sus armas y sus perros, mirándome como si fuera menos, como si fuera un criminal.

OR: Platícanos un poco de tu amigo Acorn.

Bear: Acorn era muy respetuoso. Así lo criaron a él y a sus hermanos, a respetar a los mayores de la tribu y a la familia. Era una persona muy buena, muy tranquila, simpática; se llevaba bien con todos. Vivía en las colinas aquí en la reserva. Construyó una casa de dos pisos, donde vivía con sus hijos y su compañera Cyndi Pickett. Lo pasaba bien, estaba contento.

Murió el 14 de abril de 1995, víctima de la violencia oficial. Tendieron una emboscada en la reserva para matar a un indio-el hermano de Acorn [Arlyis Peters]-y cumplieron sus propósitos, solo que mataron a Acorn en vez.

Esa mañana Acorn me comentó sobre un sueño en que lo baleaban y me baleaban a mí. Naturalmente, estaba muy inquieto y procuré calmarlo; le dije que eso no iba a suceder. Pero esa noche eso pasó, o sea, lo mataron a balazos. Ese es el aspecto espiritual de esta tragedia.

OR: La Alianza de Defensa Lincoln-Peters señaló que tu caso es muy típico del trato que la policía da a los amerindios de las reservas.

Bear: Efectivamente. Aprovecharon la situación para invadir la reserva con el afán de matar indios. [Cuando escapé] de todo el país vinieron policías a cazarme, a matarme.

Pero antes de todo eso, el agente Davis y los demás tendieron esa emboscada con el propósito de matar a Arlyis Peters y sus compañeros, y después Davis iba a postularse para sheriff. Era veterano de la guerra de Vietnam, donde prestó tres períodos de servicio. Posteriormente, estuvo en una unidad especial de la Marina (los Seals) cuando invadieron a Beirut, Granada, etc. Era mercenario. Luego se metió al Departamento del Sheriff del condado Mendocino y vino directo aquí a Round Valley. Mucha gente comentaba que su actitud era 100 por ciento militar.

OR: Cuéntame de la brutalidad policial en la reserva.

Bear: Es un gran problema. Son racistas. Desprecian a todas las nacionalidades y hasta a los blancos pobres. Así es en las grandes ciudades como Los Angeles y Nueva York, y es igual aquí en las montañas. Es preciso abordar este problema. Hay que unirnos, hay que fortalecernos para un día lanzarnos todos contra ellos. O sea, estamos peleando ahora, pero estamos dispersos y eso lo aprovechan para atacarnos uno por uno. Son un grupo grande, una pandilla. Hoy, todos conocemos las pandillas. Pues el gobierno de Estados Unidos es una pandilla, solo que es la mayor pandilla, la que detenta el poder... por ahora. Hay que unirnos y fortalecernos... luchar juntos, hombro a hombro.

OR: Hiciste declaraciones muy contundentes desde la cárcel; por ejemplo, que mucha gente está presa por el simple hecho de ser pobre, amerindio, negro o latino.

Bear: Claro o por ser adicto a las drogas. Vi mucha injusticia en esa pequeña cárcel del condado. Los zampan al bote sin más. Los acusan injustamente de delitos graves. Aquí-y seguramente en otros lugares-hacen eso como una forma de presionarlos a declararse culpables de un delito menor. Condenan injustamente a un chingo de gente humilde.

OR: ¿Qué nos cuentas de tus experiencias durante los dos años que estuviste preso? Oí que los guardias buscaban meterte en líos.

Bear: Incitaban a los presos blancos contra nosotros. Por ejemplo, aprovecharon un momento cuando disminuyó la cantidad de amerindios en el pabellón y les dijeron a los blancos: "¿Por qué no los joden ahora? Son unos cuantitos, pero se hacen los meros meros, controlan la televisión y hacen esto y lo otro. ¿Por qué no hacen nada al respecto?". Pero los blancos nos contaron todo porque nos llevábamos más o menos bien, lo mejor que se pueda ahí en el bote. Los guardias buscaban incitarlos contra nosotros, sobre todo contra mí, pero casi todos los cuates me apoyaban.

En por lo menos dos ocasiones metieron gente a la celda para que me agrediera. Metieron a un cuate enorme, un tipo que parecía motociclista de los Hells Angels. Era adicto a la heroína. Lo metieron ahí para que peleara conmigo. Dijeron: "Métanlo con Lincoln, los indios le caen remal". Pero él me dijo que no era cierto. Total, no funcionó, pero siempre hacían cosas así.

En otra ocasión, grabaron una conversación mía, pero las voces salieron bajitas y no se entendía nada. Entonces la mandaron al FBI para amplificarla. ¡Hicieron tantas cosas! Qué bueno que mi caso tuviera tanta publicidad porque si no seguro habrían intentado sacarme una confesión a golpes.

OR: A mucha gente nos preocupó el hecho de que te iba a juzgar un jurado blanco, y tuvimos una sorpresa muy grata cuando te absolvió unánimemente de homicidio y votó 10 a 2 para absolverte de las demás acusaciones. Posteriormente, muchos jurados se sumaron al movimiento de defensa. ¿Nos platicas de eso?

Bear: Lo del jurado me impactó muchísimo, sobre todo lo que hicieron después del veredicto. Me acompañaron a varias ciudades a hablar en foros públicos. Y eso fue muy contundente porque los jurados son casi como testigos, o sea, oyeron todo lo que salió en el juicio. Estaban indignados con la policía, por las mentiras, por la mala conducta policial, el asesinato policial, la emboscada. Hasta un jurado dijo que "se desmandaron"; otros hablaron de una "zona de guerra". Total, captaron la situación tal cual.

Por otra parte, quisiera agradecer al equipo de defensa: Tony Serra, Diana Samuelson y Phil DeJong. Hicieron un trabajo de primera. Se ganaron mi confianza y nos llevamos muy bien. Ahora son como familia. De verdad, los quiero mucho. Le echaron todas las ganas a salvarme.

OR: Y, ¿el movimiento de apoyo?

Bear: La publicidad ayudó muchísimo, sirvió para que no me mataran a golpes en el momento que me entregué. Porque sin esa publicidad, sin el apoyo de tanta gente en todo el país, sin todo eso, fácilmente me mataban a golpes y después inventaban cualquier cuento, cualquier pretexto. Pero como contaba con todo eso, decidí jugármela.

OR: El movimiento de defensa ha fortalecido la lucha del pueblo, como por ejemplo cuando la policía mató a Marvin Noble, un enfermo mental negro, en Ukiah el año pasado...

Bear: Sí, claro, fue una barbaridad, un atropello. Mataron a balazos a un hombre en un puesto de hamburguesas por no tomar sus medicinas. De plano, fue una locura.

OR: Un aspecto importante de tu caso es que logró unir a muchas fuerzas; es decir, se superaron las divisiones que muchas veces impiden esa unidad.

Bear: ¡Efectivamente! Un aspecto muy positivo de esta tragedia es que mucha gente muy buena se unió al movimiento de defensa. Tras salir en libertad, he conocido a muchos de ellos y nos seguimos reuniendo, como hoy. Ha sido muy bueno y muy importante para mí. Es formidable plantarse contra el poder corrupto, sobre todo si uno está solo. Pero cuando la gente lo apoya a uno, coincide con uno, lo defiende a uno, eso lo fortalece muchísimo.

OR: Al salir en libertad, has hablado a favor de presos políticos como Leonard Peltier y Mumia Abu-Jamal, y hablaste en el tercer Día Nacional de Protesta para Parar la Brutalidad Policial el 22 de octubre. ¿Por qué te parecen importantes esas causas?

Bear: A Mumia, a Leonard Peltier y a otros los acusaron injustamente. No deben estar presos. Yo experimenté todo eso en carne propia, o sea, viví a la sombra de la pena de muerte. Pasé por lo peor: el gobierno quería ejecutarme aunque no había cometido ningún delito. Y eso es precisamente lo que pasa con esos compañeros.

A mí me defendieron, me ayudaron y ahora me toca a mí ayudar a los demás, o sea, apoyar en lo que pueda a Mumia Abu-Jamal, a Leonard Peltier y protestar contra los asesinatos policiales. No olvidemos el trágico asesinato de Amadou Diallo en Nueva York ni el de Tyisha Miller en Riverside. Cada vez que leo de algo así, me conmueve mucho porque la policía abrió fuego contra mí, o sea, yo viví esa situación.

OR: Hace poco asististe a una reunión por Leonard Peltier. Platícanos de eso.

Bear: A fines de junio me invitaron a una reunión de estrategia para Leonard Peltier en Lawrence, Kansas. Estuvo muy buena con talleres donde platicamos de varias estrategias. Tomamos una decisión muy importante: se hará una jornada de lucha en Washington, D.C., durante el mes de noviembre. Se organizará un plantón, un campamento de 25 tipis (porque el permiso nos limita a 25). Invitaremos a un chingo de gente, y buscamos cobertura de los medios nacionales e internacionales. También se hará cabildeo para presionar a ciertos políticos. Durante todo el mes habrá una huelga de hambre frente a la Casa Blanca. Muchos grupos e individuos están puestos. Aquí en Mendocino establecimos un comité de apoyo a Leonard Peltier y vamos a contratar autobuses para ir a Washington. En fin, la reunión fue muy buena, muy estimulante para mí y para todos, creo yo. Seguro emocionó a Leonard también. Fue espiritual, muy positiva...


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