Informe directo de la guerra popular de Nepal

Parte 22:
La esperanza de los desesperados en Gorkha

Li Onesto

Obrero Revolucionario #1042, 13 de febrero, 2000

El 13 de febrero de 1996, una serie de ataques armados coordinados inició un nuevo capítulo en la historia de Nepal. Bajo la dirección del Partido Comunista de Nepal (Maoísta), miles de hombres y mujeres dieron inicio a una guerra popular con el fin de barrer el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático de la faz del país. Durante tres años, la revolución se ha extendido, ha echado raíces y ha logrado mucho en Nepal. Es un acontecimiento significativo, pero altamente desconocido en Estados Unidos. Los que hemos tratado de mantenernos al tanto de esta guerra popular hemos obtenido información valiosa, pero es escasa.

Ahora el Obrero Revolucionario/Revolutionary Worker presenta un reportaje exclusivo. Hace poco nuestra corresponsal Li Onesto regresó de un viaje de varios meses a Nepal, donde recorrió el país con el ejército popular, se reunió y platicó con dirigentes del partido, guerrilleros, activistas de las organizaciones populares y habitantes de muchos pueblos... o sea, con los que están librando una auténtica guerra popular maoísta y empiezan a ejercer el nuevo poder popular. Damos un saludo rojo "lal salaam" a todos los de Nepal que hicieron posible este viaje.

A continuación publicamos la última entrega de nuestra serie sobre Nepal. (Las partes 1-21 se encuentran en el OR No. 1014-1020, 1022, 1023, 1025, 1027-1029, 1032-1038 y 1041.)


Nuestra visita al distrito de Gorkha en la Región Central es muy ilustrativa. Visitamos una zona de gran pobreza donde las casas son más chicas y pobres que en el Oriente y Occidente; son chozas con piso de tierra y techo de paja, y muchas ni tienen paredes.

Llegamos muy noche, cenamos y luego nos reunimos con dos líderes distritales del partido, M.B. y B.K. Platicamos a la luz de una vela y la oscuridad me dificulta la tarea de tomar apuntes, pero aun en las tinieblas noto en la cara de esos camaradas su gran entusiasmo por la guerra popular.

Si bien muchos campesinos de esta región son dueños de pequeñas parcelas, hay más terratenientes y campesinos sin tierra que en el Oriente y Occidente, y la guerra popular ha organizado muchas tomas y distribución de tierra. B.K. dice:

"Una contradicción de los campesinos es con los pequeños bancos agrícolas, que les cobran intereses altos; muchas veces los bancos terminan quitándoles la tierra. Para resolver ese problema, les dijimos a los campesinos que suspendieran los pagos. Atacamos un banco y destruimos los pagarés, y así liberamos a los campesinos de la deuda. Una segunda contradicción es la contradicción entre los campesinos y los terratenientes. Resolvimos esa contradicción con el lema de la tierra para quien la trabaja. Tomamos la tierra y la distribuimos a los campesinos. Una tercera contradicción es la contradicción entre los campesinos y los usureros, que les cobran intereses altos. Para resolver ese problema, destruimos los pagarés.

"Existen otras contradicciones. Por ejemplo, los campesinos trabajan por salarios de miseria en las propiedades del gobierno y de los sacerdotes; producen cosechas muy abundantes en dichas tierras `sagradas', del rey, etc., y el partido organiza la lucha por tomarlas y distribuirlas a los campesinos. Por otra parte, hay gente que les pone pleitos falsos a los campesinos para quitarles la tierra. El partido lleva esos individuos ante las masas, y tienen que admitir sus crímenes y devolver las tierras. Asimismo, tomamos algunas tierras de los terratenientes y las repartimos a la gente sin tierra. El arroz que cenamos esta noche es producto de esas tierras".

Los camaradas comentan que los golpes de la guerra popular a los bancos agrícolas, terratenientes, usureros y reaccionarios demostraron a los campesinos que es posible empuñar las armas contra esos enemigos. Se llenaron de confianza y valor, se unieron más a la revolución y empezaron a pedir que el partido-y no el gobierno-resolviera conflictos y disputas de tierra. M.B. continúa:

"Después del inicio hicimos varias confiscaciones de armas: del guardia de un banco, del Partido del Congreso Nepalés (el partido gobernante) y de una sucursal del Banco Nepalés. A raíz de esta acción, arrestaron a dos dirigentes del partido, pero cada vez que sufrimos una derrota, el partido traza un nuevo plan y logramos nuevos avances. Ahora un montón de compañeros y compañeras jóvenes solicitan su ingreso al ejército popular.

"Tras esos avances, los reaccionarios reprimieron al pueblo con saña, pero el partido organizó una acción de gran envergadura contra un terrateniente que era tesorero distrital del Partido del Congreso Nepalés e integrante del Comité de Desarrollo del Distrito. Lanzamos un ataque por sorpresa, y confiscamos su dinero y pertenencias. Ese canalla cometió muchos crímenes contra las masas, por ejemplo, cobraba intereses altísimos y si no le pagaban, les quitaba los animales. Les quitó unos 300 búfalos, así que estaban muy contentos de que recibiera su merecido. Asimismo, el partido organiza a las masas a darles golpizas a los espías y soplones.

"En otra acción, atacamos un camión de la Pepsi Cola y tiramos los refrescos. Pedimos que los maestros denunciaran la explotación imperialista y que exhortaran a la resistencia. Por nuestra parte, también denunciamos el imperialismo, por ejemplo, señalamos que en las aldeas no se cuenta con agua potable, pero la Pepsi se vende en todas partes. En ese período cometimos algunos errores, pero logramos corregirlos".

B.K. me dice que a pesar de la fuerte represión, el partido forjó organizaciones de campesinos, estudiantes y mujeres, y además cumplió con mucho éxito una campaña de recaudación de fondos para el partido y el ejército popular. Dice: "En el curso de esa campaña, evaluamos el apoyo y las opiniones de los pequeños comerciantes, maestros y burócratas, y encontramos que la abrumadora mayoría tenían simpatía por la guerra popular".

Explica que a medida que la guerra popular ha cobrado fuerza, los reaccionarios han perdido influencia:

"El Partido del Congreso Nepalés y el UML (el revisionista Partido Comunista Nepalés Unido, Marxista-Leninista) no entran a las aldeas; han abandonado la zona y ni siquiera se asoman para hacer campaña electoral. El 50% de los 800.000 habitantes de estos dos distritos apoya la guerra popular. Se destaca el apoyo de las mujeres, que en esta zona son el 30% del ejército popular. En este momento, muchísima gente quiere ingresar a las organizaciones de masas y al partido; su deseo de participar rebasa nuestra capacidad de organización.

"Cuando celebramos reuniones con las familias de los mártires y presos, no están desanimadas. Nos exhortan a hacer lo máximo por impulsar la revolución y prometen contribuir con toda su energía. La represión no desanima a los campesinos pobres, pero a los campesinos ricos sí (hasta cierto punto). Por eso corresponde organizar principalmente a la casta inferior y la gente sin tierra; actualmente, esas capas sociales se incorporan a la guerra popular como la fuerza principal.

"La línea política y la ideología son fundamentales, y por eso damos cursos políticos a los militantes y las masas. En el partido, tenemos clases de educación política y discusión de documentos sobre marxismo-leninismo-maoísmo, filosofía, política, historia, economía, etc.".

B.K. debe emprender una larga caminata para llegar a su destino antes del amanecer. Al despedirse, envía un saludo a los compañeros en Estados Unidos:

"Brindamos solidaridad y un saludo rojo a Mumia Abu-Jamal, preso en Estados Unidos. Nuestro partido y nuestros líderes dirigen con éxito la guerra popular de Nepal, y nos enorgullece que el Movimiento Revolucionario Internacionalista apoye esta guerra. Ya que has venido a hablar con nosotros cara a cara y a conocer la guerra popular, esperamos que se divulgue por todo el planeta".

El curso en zig zag de la revolución

Al día siguiente, paso muchas horas platicando con otro líder distrital del partido y me doy cuenta de lo difícil que fue pasar a la lucha armada: les tocó transformar los métodos y formas de trabajo del partido, y sufrieron muchos reveses por la represión. Muchos camaradas han caído en esta zona y eso le plantea grandes retos a la revolución. Primero, el camarada me habla de las dificultades que superaron en el período del inicio:

"En el pasado, los cuadros de esta zona eran intelectuales que no podían dejar su trabajo y dedicarse de tiempo completo a la revolución. Cuando el Comité Central tomó la decisión de iniciar la guerra popular, se nos planteó un gran problema. El comité distrital celebró una serie de reuniones y nos plegamos a la decisión. Decidimos que todos los integrantes deberían dedicarse de tiempo completo, pero la mayoría no quería hacerlo. Así que el partido reconstituyó el comité distrital con camaradas decididos, y jóvenes que participaban en la lucha de clases y estaban dispuestos a dedicarse de tiempo completo al trabajo revolucionario.

"En el momento del inicio, algunos líderes del partido se retiraron; dijeron que estaban de acuerdo políticamente con pasar a la lucha armada pero que no podían sortear las dificultades de la clandestinidad. El resto de la dirección distrital pasó a la clandestinidad. De pronto surgieron nuevos retos, pues los camaradas jóvenes estaban decididos a impulsar la lucha armada pero no estaban templados. Así que los camaradas experimentados tuvieron que ayudarlos a desarrollar su capacidad de dirección".

El camarada dice que en el período antes del inicio, el partido dirigió más lucha de masas y eso llenó a los cuadros y la dirección de confianza para iniciar la lucha armada. Sin embargo, se planteó una contradicción muy aguda: había mucho apoyo de masas, pero solo un puñado de líderes del partido; tal era la situación justo antes del inicio.

"El 13 de febrero de 1996 a las 3:45 p.m., atacamos un banco agrícola, símbolo odiado del imperialismo. Fue una experiencia totalmente nueva, pues hasta entonces no conocíamos la lucha armada. La banca nacional impone las medidas y préstamos del FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco Mundial. Quemamos cuanto documento encontramos y esa misma noche lanzamos una bomba a una fábrica de alcohol, símbolo de la opresión cultural. Asimismo, el 23 de febrero atacamos un programa de ayuda yanqui (Salvar a los Niños). Llegamos de noche, y confiscamos equipo y dinero. Dicha organización ayuda a las escuelas y hace trabajo social, pero en aras de fomentar el cristianismo y desviar las masas de la auténtica solución revolucionaria.

"En las semanas después del inicio, la represión fue muy dura y las masas escondieron a los compañeros en sus casas. Hasta finales de febrero, no hubo muertos, aunque arrestaron a unas 40 personas. El 27 de febrero, la policía llegó a una aldea con la intención de arrestar al director de la escuela; los estudiantes opusieron resistencia y Dilbahadur Ramtel, un niño de 11 años de una casta inferior, cayó: el primer mártir de la guerra popular.

"Las acciones exitosas abrieron paso a nuevos avances, y el Primer Plan nos ayudó a transformar el partido y pasar a la lucha armada. Las castas inferiores se incorporaban al partido y más militantes pasaron a la clandestinidad. Sin embargo, algunos cuadros de tiempo completo no aguantaron la represión y abandonaron el distrito, y la mitad de los militantes y partidarios se retiraron de la lucha.

El partido se dedicó a organizar un movimiento de masas; fuimos de casa en casa a movilizar apoyo a la guerra popular. Visitamos a las familias de los presos y a los cuadros de tiempo completo. Les platicamos de la guerra popular y empezaron a ver que el partido podía ayudar a resolver los problemas del pueblo. Convencimos a muchos de los que se habían alejado. Y así cumplimos el Primer Plan, con muchas dificultades, sí, pero ganamos mucha experiencia.

"Sufrimos un revés cuando la policía allanó la casa donde dábamos un curso político a 32 personas; arrestó a un importante líder del partido y a otro camarada dirigente que era presidente de la asociación revolucionaria de campesinos. Otros integrantes del comité distrital lograron escaparse, pero el enemigo confiscó equipo, dinero y documentos. Entablaron acusaciones contra 54 personas y los dos líderes todavía están presos.

"Los compañeros se sentían mal porque no lograron proteger a esos líderes y fue un duro golpe perder el equipo, dinero, etc. Dio lugar a una crisis de dirección política, pues fue difícil llenar el vacío. Un camarada de aquí se integró al Comité Central y eso provocó un vacío a nivel distrital. Pero después de unos meses, superamos esa crisis".

Al cumplir el Primer Plan, el partido esbozó las metas del Segundo Plan en el distrito: 1) organizar a las masas a apoyar la guerra de guerrillas; 2) confiscar armas; 3) convertir zonas de apoyo (donde los reaccionarios todavía tienen mucha influencia) en zonas guerrilleras y reclutar combatientes al ejército popular. La consigna era: "Desarrollar e impulsar la guerra de guerrillas de acuerdo al plan". El camarada explica:

"Al iniciar el Segundo Plan, solo teníamos unos cuantos equipos de defensa, pero en el transcurso del plan confiscamos mucho armamento y formamos varias escuadras armadas, además de organizar un boicot a las elecciones.

"Hay 66 VDC y un municipio (Pokhara) en el distrito. En uno de los VDC, ningún candidato se postuló y todo el mundo acató al boicot. En nueve de ellos hubo un boicot parcial, y en 13 las masas se unieron con equipos de defensa y tiraron las urnas. Y todo eso se hizo a pesar del despliegue del ejército en la zona. El exitoso boicot fortaleció al partido, y ganó mayor confianza y apoyo. Más compañeros-y muchas compañeras-se incorporaron de tiempo completo. Realizamos más acciones y acciones militares más avanzadas, como confiscación de armas y ataques a puestos policiales.

"Pero la represión del operativo Kilo Sera 2 nos golpeó duro y perdimos muchos cuadros de tiempo completo. Una líder de la organización de mujeres cayó mártir, y asesinaron a un camarada del comité distrital, siete guerrilleros y seis militantes. En el período de abril de 1996 a octubre de 1998, cayeron 14 mártires y eso nos dolió muchísimo.

"El Tercer Plan tuvo un desarrollo en zig zag, con avances y reveses. Durante Kilo Sera 2, la policía rodeó el distrito. Era época de lluvias; los ríos se desbordaron y la policía resguardaba los puentes. Era imposible salir del distrito y perdimos contacto con el Comité Central. La policía destruyó los periódicos revolucionarios que llegaban a la zona. Pasamos dos meses cercados y aislados por la represión. La policía descubrió dónde almacenábamos las armas confiscadas en el Tercer Plan; llegaron en helicóptero y permanecieron tres días. Los guerrilleros tuvieron que abandonar la zona y el gobierno confiscó el armamento.

"Pasamos tres meses sin hacer trabajo revolucionario de masas. Los militantes vivían con las masas y platicaban con ellas, pero no las organizaban. Finalmente, el 26 de diciembre celebramos el natalicio de Mao Tsetung con la toma de la cosecha de un terrateniente. Participaron 500 campesinos y los defendieron guerrilleros uniformados. La policía no podía parar la acción, pues no se atrevió a atacar a la muchedumbre.

"Después de ese período tan largo de represión, también detonamos una bomba frente a la casa del jefe del distrito (el encargado de administrar las oficinas de los burócratas) y tendimos una emboscada, donde matamos dos policías y confiscamos armas sin sufrir ninguna baja.

"Como la capital queda relativamente cerca, las fuerzas del gobierno no tienen mayor problema para incursionar en esta zona; así que queremos fortalecer las zonas al norte en los cerros, lejos de la carretera.

"Al iniciar el Cuarto Plan, los camaradas aniquilaron a un matón del Partido del Congreso Nepalés que participaba en una organización estudiantil. Lo mataron en un dos por tres con un khukhuri (machete) y una pistola, cuando la policía y los partidarios de ese partido estaban cerca. Después, hace cinco meses, el Congreso Nepalés atacó a estudiantes maoístas y cerró esa universidad de 1000 estudiantes, pues era un baluarte de los maoístas y por eso quería cerrarla. Convocamos a un paro en esa ciudad en señal de protesta. Se cumplió con éxito, con un bombazo a una camioneta de la policía ese día.

"Durante el Cuarto Plan, aniquilamos a un partidario del UML (el revisionista Partido Comunista Nepalés Unido, Marxista-Leninista), secretario de un VDC. Ese soplón delató a cinco camaradas, que la policía asesinó en Keribari. En cinco meses, 19 camaradas de tiempo completo cayeron mártires: dos camaradas del comité distrital, seis combatientes de un pelotón, ocho combatientes de escuadras y tres de equipos de defensa. Además, tenemos nueve desaparecidos-cinco compañeras y cuatro compañeros-y más de 50 presos".

La esperanza de los desesperados

En la noche, partimos. Conviene que nos vayamos, pues los camaradas temen que tanta actividad en la aldea podría atraer la atención del enemigo. No hay luna; estamos sumidos en la oscuridad total. Una guerrillera toma la delantera y camino detrás de ella. Al rato, me acostumbro a la oscuridad y alcanzo a ver los tenis verdes de la compañera que avanza por el sendero a un ritmo constante. Su paso firme me ayuda a seguir el sube y baja del camino.

A la medianoche, llegamos a la cabaña de una familia muy humilde; subimos a una pieza con piso de tierra y techo de paja, que no tiene paredes. En la distancia veo una serie de grandes incendios en la montaña. Hace meses que no llueve y todo está muy seco. Varias zonas del campo están en llamas; muchos campesinos han perdido la casa y los incendios han cobrado algunas vidas.

En el día vi grandes columnas de humo y mucha neblina, pero de noche alcanzo a ver que los incendios son muy grandes y que hay muchísimos; sus llamas recorren las cumbres y devoran el bosque. En la oscuridad, parecen relámpagos furiosos que vuelven a prenderse continuamente. Quedo impresionada con su fuerza destructiva; ¡qué amenaza tan tremenda! Estamos a muchos kilómetros, pero oímos un ruido espantoso, como si estuviéramos junto a una lumbre donde se guisa tocino en un gigantesco sartén. Me despierto a cada rato durante la noche; noto que los incendios no arden tan fuertemente, pero al amanecer vienen los vientos, que agitan nuevamente esos infiernos con su terrible estruendo. Mucha gente dice que la policía los prende para contrarrestar la guerra popular.

Partimos cuando los primeros rayos de sol pintan el cielo con plumas de color gris. Llegamos a un paraje donde los campesinos son muy, muy pobres. Tienden unos tapetes y nos sentamos en el suelo. Primero salen los hombres y niños, y luego las señoras dejan el quehacer y se suman al grupo.

Esta aldea apoya la guerra popular; hospeda al partido y los guerrilleros. Primero, me informan con mucho orgullo que cuando la policía los somete a interrogatorios, no dan información ni revelan ningún secreto. Después me hablan de la vida cotidiana, las penas, el trabajo duro. Un señor de 50 años dice:

"Trabajamos jornadas de 18 horas y aun así no nos alcanza para alimentar a la familia. Pido prestado y el usurero cobra intereses altísimos de 36% al año. Pedimos prestado para comer, para las fiestas, las bodas. Me fui a la ciudad y trabajé de peón; apenas gané para pagar los intereses. Además, tenía que darle uno o dos días de trabajo al mes al terrateniente y darle leche de las cabras. Los patrones están bien contentos en la ciudad o donde sea; reciben harto dinero sin trabajar nada, pero yo apenas tengo 0.1 hectáreas. La guerra popular lucha por nuestra clase contra la burguesía y los reaccionarios, y cuando triunfemos, tendremos una vida mejor. La guerra popular nos depara un futuro brillante".

Cuando le pido a una campesina de 27 años que me hable de su rutina, tarda en dar su respuesta, pero poco a poco entra en confianza y luego le sale un chorro de palabras. Al hablar de sus penas, se levanta un peso de los hombros:

"Me levanto a las 5 de la madrugada y preparo la sopa. Luego salgo con el cabrío a pastorearlo a unos tres kilómetros de aquí, como a cinco horas. Al mediodía, regreso, lavo los trastes y preparo el almuerzo. Después del almuerzo, llevo las cabras y vacas a pastar. Cuidamos cinco cabras, pero son del terrateniente, y de las tres vacas, solo dos son nuestras. Las llevo lejos. Recojo raíces (Githa) en el bosque, y las hervimos con sal y cenizas para quitar lo agrio. Cuando termino de cuidar los animales, son las cinco de la tarde; preparo la cena, recojo la leña y, por fin, a las 9 de la noche me acuesto. Tengo tres niños, un hijo y dos hijas. Soy analfabeta y no me es fácil hablar de estas penas. Damos hospedaje al ejército popular y así nos enteramos de la lucha, pues nos asomamos a oír lo que platican".

Una campesina de 23 años dice: "Tengo tres hijos, de un mes, tres años y siete años. No estudié porque mis papás me necesitaban en casa para cuidar los animales y hacer la limpieza. Me casé a los quince años.

"Por lo general nos casamos de los 15 a los 22 años. Mi pueblo, los praja, no practica el matrimonio concertado, así que me casé por amor. No pasé a vivir a casa de mi marido; me quedé con mis papás.

"Mi marido tiene 24 años y trabajaba de peón, pero lleva tres años de trabajador de un restaurante que está en la carretera a una hora de camino (a pie). Llega a la casa una vez a la semana.

"La guerra popular es buena y cuando triunfe reinará la igualdad".

Al igual que el marido de esa campesina, muchos señores trabajan varios meses fuera de la aldea. Un señor de 45 años dice: "Somos seis, o sea, mi mujer y yo tenemos cuatro hijos. Tengo 0.1 hectáreas y la cosecha apenas me alcanza para cuatro meses. El resto del año trabajo de culí en la carretera. A veces el terrateniente tiene la bondad de regalarnos comida. En la carretera, recibimos 60 rupias al día (menos de $1) y no nos dan de comer. No podemos ahorrar nada".

Le pregunto su opinión de la guerra popular: "Al hablar con el ejército popular y el partido, sentimos que este es el camino; si la revolución triunfa, tendremos un buen futuro".

*****

Las caras de estos humildes campesinos quedaron grabadas en mi memoria para siempre. Como tantas masas que he conocido aquí en Nepal tienen grandes esperanzas, pues el partido y el ejército popular asestan golpes al enemigo, demuestran que es posible derrotarlo e iluminan el camino a un nuevo futuro liberador que se va construyendo en la práctica.

Son las 9 de la mañana, hora de partir. Los dos guerrilleros que nos acompañan han organizado una ceremonia de despedida. Todo el mundo dice algunas palabras del corazón y un guerrillero entona una canción revolucionaria sobre despedir a los camaradas. Los aldeanos se arriman, atraídos a la dulce melodía como a un imán.

Salimos. Bajamos la montaña rápidamente. Como los guerrilleros no deben salir a la carretera, nos despedimos una vez más, dando el saludo rojo.

Volteo la mirada hacia las majestuosas cumbres del Himalaya, que amparan en sus valles y faldas a los sueños de los luchadores del pueblo. Los geólogos informan que cada año estas montañas se estiran hacia el cielo. Ahora en sus faldas, la fuerza de la guerra popular está cambiando la fisonomía de Nepal.


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