El patrimonio al que renunciamos

Oro teñido de sangre

La historia de la fiebre del oro de 1849 en California, Parte 2

Obrero Revolucionario #1053, 7 de mayo, 2000

El 24 de enero de 1998, el gobierno de California inició una celebración de tres años para conmemorar el aniversario del descubrimiento de oro en 1848 y la incorporación de California a la Unión estadounidense. Según el mito de la fiebre del oro, hombres rudos y fuertes hicieron vastas fortunas en el Oeste gracias a grandes esfuerzos y buena suerte, pero en realidad la sangre de muchos miles de víctimas bañó el oro que se sacó de los ríos de California.

La primera parte de esta serie salió en el OR No. 1040 y se puede encontrar en La Neta del OR en rwor.org

Cuando descubrieron oro en Sutter's Mill en 1848, la noticia corrió como pólvora por todo el Este de Estados Unidos. Millones de europeos, atraídos a Estados Unidos por la promesa de tierra gratis, no encontraron el sueño del propietario acomodado sino la pesadilla del agricultor pobre. En ese momento, muchos agricultores estaban al borde de la bancarrota y su único futuro era ponerse a trabajar una jornada de 12 horas en la nueva industria textil. Pero de repente, se vislumbró otra alternativa, la promesa de "¡Oro gratis!": que en los ríos y cerros del lejano California, el oro estaba "ahí tirado" para quien lo juntara.

En 1849, llegaron cien mil personas a California a buscar oro; un 80% eran blancos del Este y un 20% eran de México, China, Latinoamérica, Australia y Europa, además de negros (muchos de estos eran marineros que abandonaron sus barcos en los puertos de California).

Dejaron la familia e hicieron el peligroso viaje a California, pero la mayoría no se hizo rica. Los blancos sirvieron de "soldados rasos" para la campaña de "Destino Manifiesto": la expansión de Estados Unidos de costa a costa, la cual reprimió y desplazó a los indígenas y mexicanos de la región, los inmigrantes y los afroamericanos. Incluso muchos mineros blancos, víctimas de la explotación, acabaron arruinados o lisiados, o perdieron la vida.

La vida del minero

"No te imaginas lo cochina que es la minería de oro y lo que sufre el minero.... No vivimos como gente sino como animales".

Carta de un minero

La disentería era muy común porque los mineros tomaban agua de pozitos de filtración de solo un metro de profundidad. En 1850, 1852 y 1854, hubo epidemias de cólera en San Francisco y cada una arrasó con un 5% de la población. Un médico calculó que una de cada cinco personas moría antes de cumplir seis meses de llegada.

La extracción de oro llegó a su auge en 1852; de ahí en adelante, era muy difícil que el buscador de oro sacara ganancias, las cuales bajaron de un promedio de $20 al día en 1848 a $10 en 1850, $5 en 1853 y $3 a fines de la década.

Cuando el oro de la superficie se agotó, se requerían tecnologías caras para extraerlo (como la minería hidráulica, que utiliza chorros de agua, o minas profundas). En 1853, se invirtieron $3 millones para desviar el río Yuba. Según un historiador: "Los nuevos dueños eran lo que sus contemporáneos llamaban capitalistas y, como resultado de dicho proceso, el control pasó del minero independiente del cerro al hombre de negocios y finanzas de la ciudad".

Según el censo de 1860, solo uno de cada diez mineros tenía tierra o propiedades. Un historiador concluyó: "Una cantidad desproporcionada de mineros no tenía ninguna propiedad.... Ya no vivían en los campamentos, soñando con hacerse ricos, sino en los barrios bajos, esperando ganarse un quinto en las nuevas industrias".

A fines de la década de 1850, la mayoría de los mineros ya eran proletarios que trabajaban por un salario y enriquecían a los patrones. Muchos trabajaban en las minas hidráulicas o de cuarzo de California o en las minas de plata de la Veta Comstock de Nevada. En la Veta Comstock, trabajaban de 650 a 1000 metros bajo tierra, en un calor infernal de 43 a 50 grados C; sacaban el mineral con los nuevos explosivos y corrían el peligro de derrumbes constantes, gases letales e incendios. A los lesionados y a los familiares de los que morían en las minas no los indemnizaban; nada más sacaban a los muertos y metían a nuevos trabajadores.

Unos pocos hicieron grandes fortunas en la fiebre del oro. Eos nombres se ven en las calles, universidades, hoteles y museos de California, "el Estado Dorado". Los capitalistas del ferrocarril Charles Crocker, Leland Stanford, Mark Hopkins y Collis Huntington acumularon más riquezas. William Ralston, dueño del Banco de California y de las minas de Comstock, hacía suntuosos banquetes, donde servía la comida en platos de oro y plata a centenares de compinches acaudalados.

"Extranjeros" en su propia tierra

En 1848, Estados Unidos invadió a California, se lo arrebató a México e instauró un gobernador militar. La Casa Blanca acicateó la fiebre del oro, pues facilitaría la "americanización" del nuevo territorio. En diciembre de 1848, el presidente Polk causó una estampida al anunciar en el Congreso: "Son tan extraordinarios los relatos de la abundancia de oro en el territorio que serían increíbles si no fueran corroborados por informes de funcionarios públicos".

En 1848, antes de la fiebre del oro, había 14.000 "californios" (los habitantes de la región que hablaban español), entre ellos muchos mineros mexicanos que brindaron su experiencia y técnicas a los que llegaban del Este. Así se introdujeron al inglés palabras españolas como "bonanza". En 1854, la población de California había aumentado 20 veces; la clase dominante espoleó y aprovechó esa invasión para llevar a cabo la "americanización" del nuevo territorio, y el capitalismo y su ideología de "te chingo o me chingas" creó enemistad entre los mineros.

El gobierno fomentó racismo contra los mineros latinos. El general Persifor Smith anunció que acusarían de "entrada ilegal" a los mineros que no fueran ciudadanos. En abril de 1849, un grupo de racistas atacó a mineros chilenos, peruanos y mexicanos en Sutter's Mill. El 4 de julio, una turba mató a mineros mexicanos y robó sus pertenencias. Mil mineros chilenos huyeron a San Francisco, pero ahí los atacó otro grupo racista llamado "La Jauría".

A los californios, los mexicanos y los inmigrantes les negaron los derechos más elementales. Una ley contra la vagancia atacó a "todas las personas comúnmente conocidas como greasers (grasosos), es decir, de sangre hispana o indígena". En 1790, una ley federal (que siguió en vigor casi 100 años) decretó que sólo los "blancos" podían hacerse ciudadanos. En su primera sesión, la nueva legislatura de California limitó el derecho a votar a los hombres blancos que eran ciudadanos.

A los californios les arrebataron las tierras a pesar de las promesas del gobierno de respetarlas. Surgió una clase de grandes propietarios blancos, quienes acapararon la tierra, y en poco tiempo California tenía la mayor concentración de tenencia de tierra del país.

Lincharon a muchos latinos. Un pueblo se ganó el nombre de "La Horca". Las cortes respaldaban a los racistas, como revela este comentario: "Darles un juicio justo ante un jurado y ahorcarlos con toda la majestad de la ley: ahí está el remedio".

Las cortes no aceptaban el testimonio de ningún latino, negro, indígena o chino. En un caso, el juez declaró: "Como los dos acusados son `greasers', no se puede confiar de sus juramentos".

La resistencia

En 1850, la legislatura de California impuso un "Impuesto al Minero Extranjero", muy excesivo, con el fin de correr a los mineros latinos e inmigrantes. Esto prendió resistencia, inspirada por la experiencia de las insurrecciones de 1848 en Europa, donde la clase obrera revolucionaria subió al escenario de la historia e izó la bandera roja por primera vez sobre las barricadas.

En Sonora, California, 4000 mineros rehusaron pagar el impuesto; al día siguiente, 400 tropas los desalojaron. Un soldado escribió: "Hombres, mujeres y niños, todos a desalojarse, con todo y petate. Las tiendas de campaña al suelo; sacaban todo de las casas, de las casuchas y se apresuraban a subirlo a las bestias, mientras la muchedumbre se batía en retirada". Arrestaron a dos mineros franceses acusados de militar en la orden "Republicana Roja". Al día siguiente, 500 mineros franceses y alemanes airados marcharon a la plaza central; gritaron consignas revolucionarias y reclamaron la libertad de sus compañeros. El gobierno tuvo que retirar el odiado impuesto.

Rebeldes mexicanos como Tiburcio Vásquez y el legendario Joaquín Murieta se lanzaron a la lucha y recibieron mucho apoyo. Vásquez declaró durante su juicio: "El odio y la venganza se apoderaron de mí. Tuve muchos pleitos en defensa de lo que para mí son mis derechos y los de mis compatriotas; nos despojaron de nuestros derechos elementales".

Gam Saan Haak

En 1852, más de 20.000 chinos emigraron a California, en búsqueda de oro y trabajo; los llamaban Gam Saan Haak (Viajeros a la Montaña de Oro). El mismo año, la legislatura de California condenó "la concentración de una vasta población asiática dentro de las fronteras de nuestro estado".

En mayo de 1852, se instituyó el segundo "Impuesto al Minero Extranjero", para correr a los inmigrantes chinos. El impuesto cobraba una mensualidad a todo minero no ciudadano. Hacia 1870, los mineros chinos habían pagado $5 millones, lo cual representaba del 25% al 50% de los ingresos del gobierno estatal.

En 1855, se instituyó la "Ley para Desalentar la Inmigración al Estado de quienes no Pueden Hacerse Ciudadanos". Siete años después, siguió la "Ley Para Proteger la Mano de Obra Libre del Blanco contra la Competencia de la Mano de Obra del Culí (Peón) Chino y para Desalentar la Inmigración China al Estado de California".

Los racistas atacaban a las comunidades chinas, y destruían sus casas y tienditas. Los linchaban, les arrancaban el cuero cabelludo, los castraban y los marcaban con hierros candentes. Para humillarlos, les cortaban la trenza tradicional.

En un pueblo de Nevada, amarraron a un chino, lavandero de oficio, a la rueda de un vagón y lo echaron a andar hasta que se le cayó la cabeza. A un pescador chino lo marcaron con hierros, le rayaron las orejas con un cuchillo, le cortaron la lengua y después lo mataron. En una sola noche de 1871, ejecutaron a 20 chinos en Los Angeles, linchados, quemados o crucificados.

Hacia la década de 1860, los chinos, expulsados de las minas, trabajaban en la construcción de las vías del ferrocarril, donde los capitalistas los aprovecharon para bajar el costo de la mano de obra en una tercera parte. Con herramienta y dinamita rudimentarias, tajaron un camino en un precipicio de 425 metros arriba del río Americano, donde muchos murieron. Por su parte, el capitalista ferrocarrilero Charles Crocker recomendó a un comité legislativo que prohibiera a los chinos hacerse ciudadanos.

Según el censo de 1870, el 61% de las 3536 mujeres chinas que vivían en California trabajaban en la prostitución. Muchas eran de familias muy pobres quienes las vendían, engañadas con la promesa de un matrimonio en Estados Unidos. Al bajar de los barcos, las vendían en subastas al aire libre en los muelles de San Francisco, a plena vista de la policía. Vivían como esclavas encerradas en pequeños cuartitos. Una de ellas escribió: "Mis dueños nunca están satisfechos, no importa cuánto dinero les entregue".

Los negros y la fiebre del oro

Hacia 1860, había más de 4000 negros libres en California, la mayoría en las regiones mineras cerca del horcajo del río Americano. Por lo general, trabajaban en minas mal construidas y muy peligrosas, donde muchos murieron por los derrumbes.

Su presencia en California era una cuestión muy candente. Mucha gente temía que llevar esclavos negros bajara el salario de los obreros "libres" y por eso quería prohibir la migración de todos los negros. En 1849, ese fue el tema de mayor debate en el congreso constitucional de California.

Un año después, California entró a la Unión estadounidense como "estado libre", donde se prohibía la esclavitud. Si bien se permitía la migración de negros, se les prohibía votar, dar testimonio o entrar a la milicia. Al igual que otros "estados libres", California tenía una Ley del Esclavo Fugitivo, según la cual se comprometió a entregar al dueño a todo esclavo que escapara a ese estado. En realidad, muchos de los trabajadores "libres", sobre todo los negros e indígenas, vivían y trabajaban en condiciones de virtual esclavitud.

En California surgió un fuerte movimiento contra la esclavitud. Los negros convocaron varios congresos durante la década de 1850. Muchos blancos los apoyaron, entre ellos 300 abogados que firmaron peticiones contra las leyes que discriminaban a los negros. Un alemán que viajó a California en esa época escribió: "Los negros de California demuestran gran energía e inteligencia en la lucha por salvar a sus hermanos" y un "talento excepcional" de ayudar a los esclavos fugitivos. En un caso famoso, Archie Lee, un esclavo quien viajó a California con su dueño, ganó su libertad ante un tribunal; los gastos los sufragaron 4000 negros libres.

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El gran mito de Estados Unidos es que los pobres pueden "superarse" sin la necesidad de organizarse ni luchar contra el sistema, simplemente ¡haciéndose ricos!, y a lo largo de la historia del país se ha repetido esa promesa del camino rápido y fácil para salir de la opresión.

La noticia tan sonada de "Oro Gratis en California" produjo una gran migración al nuevo territorio. Los que no se hicieron ricos con la "tierra gratis" ahora harían fortuna con las pepitas de oro tiradas en el suelo. En realidad, la promesa de "tierra gratis" fue falsa, pues esa tierra ya tenía habitantes. El sistema capitalista siempre concentra más riqueza en manos de un puñado y amuela a las grandes mayorías. La promesa de la fiebre del oro era igual de falsa. Es cierto que se hicieron grandes fortunas en pocos años pero, ¿quiénes se hicieron ricos? Los dueños de las grandes minas, los capitalistas del ferrocarril y del comercio, los que dominaban la economía y tenían el poder.

En su búsqueda febril de oro, los blancos que llegaron del Este se enemistaron con los indígenas y los californios; la fiebre del oro consolidó la dominación estadounidense de la costa oeste, despojó a los mexicanos y aceleró el genocidio de los indígenas. Por su lado, la abrumadora mayoría de mineros blancos acabaron en la ruina o como obreros explotados por la nueva clase capitalista de California.

La fiebre del oro se desató en la época del surgimiento del capitalismo en Estados Unidos. Hoy, hablan de una nueva "fiebre del oro"-en la alta tecnología y la bolsa de valores-pero nuevamente un puñado se hace rico, y reprimen sin piedad a los pobres, los inmigrantes y las nacionalidades oprimidas.

Durante los 150 años que han transcurrido desde la fiebre del oro, el sistema no ha cambiado; sigue cebándose del sufrimiento del pueblo. Esa es la lección de la historia de la fiebre del oro que sí vale la pena aprender durante este aniversario.

Fuentes:

Strangers from a Distant Shore: A History of Asian Americans, Ronald Takaki, Penguin Books, 1989

The Decline of the Californios: A Social History of Spanish-Speaking Californians 1846-1890, Leonard Pitt, University of California Press, 1981

Mexicano Resistance in the Southwest, Robert Rosenbaum, University of Texas Press, 1981

The Black West, William Loren Katz, Simon and Schuster, 1987

A Golden State: Mining and Economic Development in Gold Rush California, redactado por James Rawls y Richard Orsi, University of California Press, 1999

Legado tóxico

A partir de 1860, la minería hidráulica, financiada por grandes inversionistas de San Francisco, desplazó a los buscadores de oro. La nueva tecnología utilizaba chorros fuertes de agua para exponer las venas de oro. Removió enormes cantidades de tierra y arrasó montañas; los desechos atascaron las quebradas de la sierra y las comunidades agrícolas del valle central de California recibieron una cantidad de tierra ocho veces mayor de la que se sacó en la construcción del Canal de Panamá.

Esto provocó inundaciones que destruyeron 10.000 hectáreas de tierra cultivable por los ríos Bear y Yuba en 1875. En 1883, la presa English, de más de 40 metros de alto, se derrumbó bajo el peso del sedimento que bajaba de la sierra. Los agricultores formaron una asociación para luchar contra las grandes compañías mineras.

Por otra parte, la fiebre del oro envenenó el medio ambiente con mercurio, un metal tóxico que afecta el cerebro, los riñones y el sistema nervioso. El mercurio se empleaba para disolver el oro de la piedra. Se sacaron más de 100.000 toneladas de mercurio de las montañas de la costa y lo llevaron a las minas de oro de la sierra. Los chinos que lo trabajaban morían "tiritando y sin dientes".

Los geólogos calculan que se echaron 7600 toneladas de mercurio a los ríos de la Sierra Nevada; se filtró a los arenales y rocas, y hasta hoy, cuando hay inundaciones, bajan cientos de kilos de mercurio a la bahía de San Francisco. El Instituto del Estuario de San Francisco informó que 44 de 84 muestras de pescado de la bahía tenían niveles de mercurio dañinos a la salud humana.

Asimismo, la fiebre del oro dejó grandes desechos de azufre, que produce ácido sulfúrico al entrar en contacto con el aire, agua o bacterias. El ácido, a su vez, disuelve metales tóxicos, como arsénico y cinc. En una mina abandonada del norte de California, escurre agua anaranjada y verde de un montón de desechos de 70 pisos de alto a un afluente del río Sacramento; el agua es 10.000 veces más ácida que el agua de baterías y seguirá escurriendo por 3000 años.


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