Las falsas ilusiones de la democracia

Bob Avakian

Obrero Revolucionario #1058, 11 de junio, 2000

En octubre de 1999, el Partido Comunista Revolucionario,EU, anunció un proyecto de un año: elaborar un nuevo Programa-un Programa marxista-leninista-maoísta-que trazará el camino hacia el triunfo de la revolución en Estados Unidos.

En ese anuncio invitamos a unirse a este proyecto y solicitamos la colaboración de mucha gente en el trabajo de investigación socioeconómica y de la estructura de clases de este país, así como la oportunidad de debatir nuestro análisis político y nuestra visión de la nueva sociedad y la estrategia para crearla. Pedimos comentarios y observaciones sobre el actual Programa (de 1981), así como sugerencias para el nuevo.

Para contribuir a este proceso, el Obrero Revolucionario está publicando una serie de artículos: pasajes del actual Programa, escritos de Bob Avakian (Presidente del PCR,EU) y otros escritos de los órganos del Partido, con el fin de explicar ciertos principios marxista-leninista-maoístas, así como el análisis del Partido de la sociedad y el proceso revolucionario.

A continuación continuamos la serie con un pasaje del libro Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr? de Bob Avakian. Esta sección examina las estructuras políticas del capitalismo, analiza la naturaleza de clase de la "democracia" y demuestra que los procesos políticos oficiales de esta sociedad, como por ejemplo las elecciones, reflejan las necesidades e intereses de la clase dominante.

En países como Estados Unidos es una creencia común que la democracia y la dictadura se oponen diametralmente: donde hay democracia no hay dictadura y donde hay dictadura por supuesto no hay democracia. Pero en realidad la democracia es una forma de dictadura. En cualquier Estado donde la democracia sea la forma de gobierno político, esa democracia solo se practica de manera real en el seno de la clase dominante, mientras que sobre la clase (o clases) oprimidas se ejerce una dictadura. En los actuales autodenominados "países democráticos" existe una dictadura de la burguesía sobre el proletariado (y otras capas y grupos oprimidos).

Lenin dio la siguiente definición global y concisa de lo que se entiende por clases:

Las clases son grandes grupos de personas que se diferencian unas de otras por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por su relación (en la mayoría de los casos fijada y formulada en la ley) con los medios de producción, por su papel en la organización social del trabajo y, en consecuencia, por la magnitud de la parte de riqueza social de que disponen y el modo en que la obtienen.

La división de la sociedad en clases no es algo universal e inevitable en la sociedad humana; un examen de las formas más antiguas de la sociedad revela que estas no se caracterizaron por una división en clases, según las definió Lenin, que no se da una situación donde haya "grupos de personas, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo de otro en virtud de los diferentes lugares que ocupan en un sistema de economía social determinado". Pero a medida que la economía social se desarrolla, también se desarrolla la división social del trabajo, hasta el punto de hacer posible la acumulación de excedentes en manos de algunos individuos o grupos de la sociedad (más allá de lo que necesitan para sobrevivir), y entonces emerge la división en clases antagónicas.

Cuando Engels afirma que el antagonismo de clase y las diferencias de clase "desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día" porque "ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no solo deja de ser una necesidad, sino que se convierte positivamente en un obstáculo para la producción", también sostiene que cuando y dondequiera que la sociedad esté dividida en clases, habrá necesariamente un aparato estatal:

Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni de su poder. Al llegar a cierta fase del desarrollo económico, que estaba ligada necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta división hizo del Estado una necesidad.

El Estado al que aquí se refiere Engels significa algo muy preciso; no es lo mismo que gobierno en su acepción más general. Un Estado, dondequiera que exista y cualquiera que sea la forma de gobierno, es "una máquina esencialmente destinada a reprimir a la clase oprimida y explotada". Los elementos esenciales de esta máquina no son las legislaturas y otros medios similares, y nominales, de discusión pública y de toma de decisiones (de estos se puede prescindir cuando sea necesario, como ha ocurrido con frecuencia), sino lo son el Poder ejecutivo y la burocracia, los tribunales y en particular las fuerzas armadas. Estas fuerzas armadas son la concentración del Poder de una clase sobre otra: representan el monopolio de la fuerza en manos de la clase dominante, y su propósito es garantizar por la fuerza sus intereses (dentro del país y, especialmente en esta época del imperialismo, en cualquier otro lugar del mundo donde esos intereses estén en peligro).

Todas estas cosas-las fuerzas armadas, los tribunales y las leyes, el Poder ejecutivo y la burocracia (el poder legislativo, etc., donde exista), las instituciones políticas en general-pertenecen a la superestructura, que en toda sociedad se asienta sobre la base económica, a la que a la vez refuerza. "En la producción social de su vida", dijo Marx:

los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.

En una sociedad basada en las relaciones de producción capitalistas, con su fundamental antagonismo de clase entre la burguesía (los explotadores capitalistas) y la clase explotada de los obreros asalariados y desposeídos (el proletariado), la superestructura jurídica y política (y las formas dominantes de conciencia social) sirven para mantener el dominio de la burguesía sobre el proletariado y para preservar y proteger esas relaciones de explotación. Esta verdad y su base subyacente, como aclaró Marx, es de una importancia tan fundamental y de efectos tan significativos sobre la lucha de clases entre los explotadores y los explotados-sobre el modo de enfocar la sociedad y la posibilidad de transformarla radicalmente-que no es sorprendente que los defensores y apologistas del orden existente la nieguen y tergiversen. Sería muy sorprendente que no lo hicieran.

Muchos dirán: ¿cómo es posible que el sistema político de un país democrático como Estados Unidos "sirva para mantener el dominio de la burguesía sobre el proletariado" cuando todos tienen el derecho de elegir a los dirigentes políticos mediante elecciones? La respuesta es que en tales sociedades las elecciones y el "proceso democrático" en su conjunto son un engaño; más que un engaño, son una pantalla y más aún un instrumento por medio del cual la clase dominante, explotadora y opresora lleva a cabo la dominación de los explotados y oprimidos. Para decirlo en una oración: las elecciones son controladas por la burguesía; no son de ningún modo el medio por el cual se toman las decisiones básicas; y se efectúan con el propósito primario de legitimar el sistema, la política y las acciones de la clase dominante-dándoles la fachada de un "mandato popular"-y de canalizar, confinar y controlar la actividad política de las masas populares....

Al nivel más obvio, para ser un candidato serio a cualquier puesto público de importancia en un país como Estados Unidos, se requieren millones de dólares-una fortuna personal o, más a menudo, el apoyo de millonarios. Más aún, el ganar fama y conseguir que lo tomen en serio, depende de que los medios de difusión masiva lo pinten de una manera favorable (por lo menos en el sentido de que lo presenten dentro del contexto de la política responsable-o sea, aceptable). Los medios de difusión masiva se llaman así porque alcanzan e influencian a las masas de la población, diaria y constantemente. Pero estos de ninguna manera son controlados por las masas, ni tampoco reflejan ni sirven sus intereses fundamentales. Ellos son pilares claves de la estructura del Poder: son propiedad de grandes corporaciones financieras (si no directamente del Estado) y en todo caso el Estado los regula atentamente. Para cuando "el pueblo exprese su voluntad mediante el voto", tanto los dos candidatos entre los que tiene que escoger así como las "cuestiones" que merecen "seria consideración", ya han sido elegidos por otros: la clase dominante. ¡Ni preguntarse entonces cómo no van a estar tan dispuestos a aceptar los resultados!

Además, y lo que es más fundamental, para poder llegar a "ser alguien" una vez que haya sido elegido-tanto en aras de su propia carrera como para "ser efectivo"-el funcionario debe encajar en el molde establecido y trabajar dentro de las estructuras vigentes. Esto se debe en parte a que los que ya están atrincherados en posiciones de Poder e influencia pueden obligar a otros a conformarse y trabajar desde adentro de las avenidas aceptadas, pero más básicamente se debe a que, para repetir, el sistema político debe servir al sistema económico subyacente. Esta no es una mera abstracción teórica, sino que tiene un significado concreto: las pautas y acciones que obran en contra de este sistema económico o lo socavan, efectivamente causarán trastorno, desorden, caos y fracaso en el funcionamiento más o menos ordenado de este. Y a menos que uno esté dispuesto a ver el completo derrocamiento del orden vigente, con todo lo que eso supone, solamente se puede considerar que tales trastornos, desorden y caos son algo que hay que evitar o minimizar si es que no se pueden evitar. Pero si uno está dispuesto a ver-y a trabajar por-el derrocamiento del orden vigente, y más aún lo proclama abiertamente, jamás le permitirán ocupar una posición de verdadero Poder; o, si por otro lado, tiene esta perspectiva en mente pero la oculta y trata de "meterse a la estructura de Poder y trabajar desde adentro", será devorado-o masticado y escupido-por esa estructura. La experiencia histórica nos da una abundancia de ejemplos para confirmar esto-y ninguno que lo desmienta.

Si bien el proceso electoral en la sociedad burguesa no representa el ejercicio de la soberanía popular, en general juega un importante papel en el mantenimiento de la soberanía-la dictadura-de la burguesía y la continuidad de la sociedad capitalista. El proceso electoral tiende a ocultar las relaciones de clase básicas-y los antagonismos de clase-de la sociedad, y sirve para darle una expresión formal e institucionalizada a la participación política de los individuos atomizados en la perpetuación del statu quo. Dicho proceso no solo reduce al pueblo a individuos aislados, sino también los reduce a una posición políticamente pasiva y redefine la esencia de la política como tal pasividad atomizada-en que cada persona, individualmente y aislada de los demás, aprueba esta o aquella opción, todas las cuales han sido formuladas y presentadas por un poder activo que se alza por encima de esas masas atomizadas de "ciudadanos". Uno de los más fuertes argumentos que se suele oír a favor del proceso electoral (específicamente en Estados Unidos), es que a pesar de todo-y, en particular, a pesar de las inmensas diferencias de riqueza, poder económico y posición social, que se reconocen-, la casilla electoral es el gran igualador... que adentro de ella, el voto del obrero asalariado vale lo mismo que el voto de un Rockefeller. Y, fundamentalmente, es verdad-ninguno de los votos vale nada. Rockefeller (o la clase de los Rockefeller) no necesita votar para ejercer el poder político, y los trabajadores asalariados nunca ejercerán el poder político bajo este sistema no importa cuántos votos tengan o para quién o por qué voten. Nunca se ha hecho ni nunca se hará "una revolución por medio de las urnas", no solamente porque las autoridades con real poder la suprimirían con violencia, sino-y esto alude a una función muy importante de las elecciones en la sociedad burguesa-porque el hecho de aceptar el proceso electoral como la quintaesencia del acto político refuerza también la aceptación del orden establecido y actúa contra cualquier ruptura radical con ese orden, para no mencionar su efectivo derrocamiento. Para recapitular, entonces, el proceso electoral y la idea de que este proceso representa la expresión de la voluntad popular sirve no para establecer o influenciar fundamentalmente la política que gobierna la sociedad, sino para reforzar las cadenas que atan a las masas populares a los intereses políticos-y económicos-y a los dictados de la clase dominante que gobierna.

Asimismo, la cacareada libertad de expresión en los "países democráticos" no es contraria sino complementaria y está incluida dentro del ejercicio de la dictadura de la burguesía; por dos razones básicas: primero, porque la clase dominante tiene el monopolio de los medios para moldear la opinión pública y segundo, porque con su monopolio de las fuerzas armadas puede suprimir, tan violentamente como sea necesario, cualquier expresión de ideas o acciones que reten seriamente el orden establecido. Lo que escribieron Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista es más cierto que nunca aplicado a la situación actual: "Las ideas dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de la clase dominante".

Ya hemos mencionado el control que ejerce sobre los medios de difusión masiva el capital financiero: es tan obvio que cualquiera que lo investigue honestamente lo verá de inmediato. Sin embargo, más importante-y menos visible-es que los medios de difusión masiva constituyen un medio de la clase dominante en general para imponer su punto de vista y desacreditar o suprimir directamente los puntos de vista contrarios-moldeando las opiniones y ejerciendo una dictadura en la esfera de las ideas como parte de su dictadura general. Pero es un hecho que en todo asunto que es verdaderamente importante (y también en la mayoría de los asuntos que no lo son tanto), los hombres (y las pocas mujeres) de los medios de difusión masiva expresan idéntico punto de vista-y muchas veces parecen estar leyendo del mismo texto preparado de antemano. Cuando no están de acuerdo-entre ellos o con alguna medida del gobierno-solo lo hacen desde el punto de vista de los intereses generales de la clase dominante y del orden establecido en su conjunto. En parte, esto ocurre más o menos "espontáneamente"; esto es, casi siempre se puede contar con que esos profesionales-especialmente los que han escalado a una posición de gran influencia-conocen bien cuáles son los intereses básicos de la clase dominante y saben cómo presentarlos de la manera más convincente. Pero en cuanto el sistema y sus gobernantes se encuentran sometidos a prueba y sus intereses se ven amenazados, entonces hacen un notable "esfuerzo común" para seguir una orquestada línea oficial que a menudo es tanto más insidioso ya que se hace sin admitir que haya ninguna línea oficial-y generalmente negando que semejante línea oficial exista.


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