El legado de Vietnam: Héroes y criminales

Obrero Revolucionario #1059, 18 de junio, 2000 El legado de Vietnam: Héroes y criminales

Este artículo se publicó con motivo del 25 aniversario de la derrota de las FFAA de Estados Unidos en Vietnam, en marzo de 1975:

De nuevo, la guerra de Vietnam es un tema muy debatido en la vida política del país, pues los candidatos presidenciales hacen resaltar su servicio militar en ella como una medalla de honor.

Se destaca el caso del senador de Arizona, John McCain, calificado como "auténtico héroe de guerra" por la prensa (e incluso por sus contrincantes).

Por su parte, el vicepresidente, Al Gore, no se queda atrás. El se alistó como reportero del ejército aunque su papá, (en ese entonces un senador) se oponía a la guerra y él mismo tenía dudas. Ahora sus anuncios publicitarios lo presentan en uniforme de soldado, con el propósito de contrastarlo con el virtual candidato del Partido Republicano, George W. Bush, actual gobernador de Texas e hijo de George Bush (quien en ese entonces era congresista y magnate del petróleo, y después fue director de la CIA). El papi movió palancas para que Jorgito prestara servicio militar en la Guardia Nacional, lejos del peligro de la guerra, al igual que Dan Quayle de Indiana.

Así ha ido este año de elecciones: los candidatos sacan sus medallas e historias de guerra para comprobar su honradez, sacrificio e idealismo. Otro ejemplo: el gobernador de Minnesota, Jesse Ventura, se jacta de su papel en la contrainteligencia en el delta del Mekong de Indochina. Pero todo eso ofende a mucha gente, en especial a los que lucharon contra la guerra de Vietnam, pues pone la verdad patas arriba.

Como dijo Mao Tsetung: "Revocar veredictos justos va contra la voluntad del pueblo".

El caso de John McCain

En 1967, John McCain era piloto de bombardeo de la Marina, parte de un escuadrón de ataque A-4. Desde el portaaviones Oriskany, esos escuadrones bombardearon a Vietnam del Norte sin piedad en la campaña "Truenos sin Parar", supuestamente como represalia por el "incidente del golfo de Tonkín". En 1965, el presidente Lyndon Johnson anunció que los vietnamitas atacaron sin provocación un buque de guerra yanqui en el golfo de Tonkín, pero eso fue una mentira más para justificar la agresión; en realidad, Johnson inventó el "ataque" como pretexto para iniciar el bombardeo de Vietnam del Norte en febrero de 1965 e invadir Vietnam del Sur en marzo del mismo año.

Oficialmente, "Truenos sin Parar" duró ocho semanas, pero eso también fue una mentira; continuó por cuatro años y después la guerra aérea, la más intensa de la historia, se recrudeció más. En total soltaron siete millones de toneladas de bombas en Vietnam, Camboya y Laos, o sea, ¡tres veces más que en la II Guerra Mundial! Arrasaron enormes extensiones de Indochina, mataron a civiles y luchadores de liberación, destruyeron la agricultura y dejaron 21 millones de cráteres.

Estados Unidos empleó nuevas y atroces bombas: una bomba con miles de flechitas que despedaza la carne; la bomba incendiaria de fósforo blanco; la bomba "daisy cutter" que arrasa un terreno del tamaño de un campo de fútbol, y napalm, una gelatina de gasolina que se pega en la carne y la quema. Rociaron decenas de millones de hectáreas con el defoliante "Agent Orange", que envenenó los cultivos, las selvas y a los seres humanos de las zonas del Frente de Liberación Nacional de Vietnam. En Washington, los estrategas del Pentágono tenían un nuevo lema: "Bombardearlos hasta hacerlos retroceder a la Edad de Piedra".

Pilotos como McCain llevaron a cabo esos ataques aéreos. Hijos de las clases acomodadas, eran una élite en las fuerzas armadas que gozaba de muchos privilegios y no sufrían las penurias del soldado raso. El padre y abuelo de McCain eran almirantes de cuatro estrellas; su padre comandó las fuerzas armadas del Pacífico durante los últimos años de la guerra de Vietnam.

En su autobiografía McCain dice que él y los otros pilotos querían hacer bombardeos más desenfrenados y despiadados, que odiaban cualquier restricción que les imponían y celebraban como locos cada escalada de la guerra aérea. En octubre de 1967, cuando derrumbaron su avión sobre la capital, Hanoi, había cumplido 23 misiones de bombardeo. Lo capturaron, le curaron las heridas y lo metieron a la cárcel junto con otros pilotos capturados. Cinco años después, con la derrota de Estados Unidos, los dejaron en libertad.

Ahí tienen su gran héroe: cometió genocidio, quedó preso y por eso el Pentágono lo condecoró con un chorro de medallas: dos Estrellas de Plata, dos Legiones de Mérito, dos Cruces Voladoras, tres Estrellas de Bronce y tres Corazones Morados. Era un genocida al servicio del imperialismo, que cumplía órdenes sin cuestionar. En su autobiografía, nunca menciona a las personas que mató ni la destrucción que causó. No tiene remordimiento ni vergüenza; hasta hoy sigue refiriéndose a los vietnamitas como "gooks" (un insulto racista).

Ahí tienen el historial y los "ideales heroicos" que los medios de comunicación y el gobierno alaban.

Una guerra injusta

Los vietnamitas que sacaron a McCain del lago Truc Bach de Hanoi lo odiaban por lo que él y los demás pilotos les hacían al pueblo, a la capital y al país. McCain dice que uno de los carceleros les gritaba con mucho coraje: "¡Mataron a mi madre!"

A una guerra la definen sus fines políticos. La invasión yanqui de Vietnam fue una guerra injusta: una guerra de conquista para quebrantar a un pueblo oprimido e imponerle el dominio imperialista. Estados Unidos quería cercar a la revolución maoísta en China para que no "se contagiara" y tumbara "como piezas de dominó" a los gobiernos opresivos de Vietnam, Malasia, Indonesia y Filipinas. Washington defendía a toda costa su libertad de explotar a cientos de millones de personas en la región.

Según la versión oficial, Estados Unidos fue a defender a un aliado democrático, porque Vietnam del Norte invadió a Vietnam del Sur, pero esa es otra mentira. De hecho, el pueblo vietnamita del Norte y del Sur luchó largos años por su liberación y reunificación, primero contra Francia, luego contra Japón, nuevamente contra Francia y, en las décadas de los 60 y 70, contra Estados Unidos. El presidente Eisenhower prohibió las elecciones en el Sur y estableció una dictadura títere, tras admitir que el pueblo hubiera votado por el líder revolucionario Ho Chi-Minh.

Cuando la guerra popular revolucionaria se extendió por el campo del Sur a principios de los 60 y el gobierno títere se tambaleó, los yanquis invadieron.

Los medios de esa guerra eran tan criminales como las metas. En 1969, los yanquis comandaban a 1,4 millones de soldados en ese país pobre y campesino; más de 500.000 eran estadounidenses y los demás eran "tropas títeres" (vietnamitas con "asesores" yanquis). Arrestaban, torturaban y ejecutaban a todo sospechoso de apoyar a los guerrilleros revolucionarios del Frente de Liberación Nacional (FLN). Torturaron a miles de personas; por ejemplo, las metían en las tristemente célebres "jaulas de tigre".

Las zonas y ciudades ocupadas por los yanquis daban un vistazo de lo que le esperaba al pueblo si ganaban. Metieron a los campesinos en campos de concentración llamados "aldeas estratégicas". Las violaciones y las masacres eran rutinarias; por ejemplo, el 16 de marzo de 1968 masacraron a los 500 aldeanos de My Lai. Alrededor de las bases militares, prostituyeron a cientos de miles de muchachas y muchachos. Había muchísima corrupción; los yanquis y sus aliados vietnamitas estaban metidos hasta las cachas en el narcotráfico y el mercado negro.

En 1968, la CIA lanzó el operativo Phoenix para aniquilar la "infraestructura" de líderes y revolucionarios, y aplastar el movimiento popular. Se calcula que los escuadrones de la muerte de la CIA asesinaron a 40.000 sospechosos.

El gobierno difunde mucha desinformación sobre el "maltrato" a los prisioneros de guerra en Vietnam. Veamos: durante los años de guerra más intensa, los yanquis tenían 70.000 presos en las prisiones de Vietnam del Sur en las condiciones más inhumanas que se pueda imaginar, pero las fuerzas de Vietnam del Norte solo tenían unos 300 prisioneros de guerra de Estados Unidos, la mayoría de ellos pilotos que cometieron masacres en una guerra en la cual mataron a dos millones de vietnamitas.

El senador McCain se queja de que sus carceleros le decían "criminal de guerra" a él, a los otros pilotos, al presidente de Estados Unidos y al alto mando del Pentágono. Pero la verdad es que cometieron grandes crímenes de guerra en Vietnam, y eso lo sabe el mundo entero desde hace 30 años.

¿Quiénes son los verdaderos héroes?

Lo más fundamental es que las masas de Indochina—una región pobre, rural y colonizada—derrotaron a la superpotencia más poderosa del mundo para regocijo de los oprimidos del mundo entero, lo cual requirió perseverancia, creatividad, conciencia y sacrificio de millones de personas durante diez años de guerra intensa.

Los guerrilleros del Sur empezaron en los años 50 con arcos, puntas de bambú y antiguas armas de la guerra contra Francia, pero organizaron una guerra popular bien arraigada contra los invasores. En el Norte, las masas hacían enormes sacrificios para apoyar la lucha revolucionaria, y mandaban combatientes y pertrechos al Sur por el camino Ho Chi-Minh.

Ahora, 25 años después de la toma de Saigón por las fuerzas de liberación el 30 de abril de 1975, quieren poner la historia patas arriba, pero preguntamos: ¿Quiénes demostraron "compromiso" y "valor"? ¿Quiénes son nuestros héroes de guerra? ¿McCain, un piloto que soltó "la muerte desde los cielos" contra un pueblo que luchaba por su liberación, o el arribista Al Gore, un "liberal" que se alistó porque quería lucir como gran patriota? O, ¿qué tal George W. Bush, el "hijo de papi" acomodado, que celebró la invasión de Vietnam pachangueándola en la Guardia Nacional en Texas? O, ¿nuestros héroes son los que lucharon contra el imperialismo en Vietnam y los que los apoyaron?

La respuesta depende de la perspectiva de clase, o sea, de los intereses radicalmente opuestos de las diferentes clases sociales. Para los oprimidos, nuestros héroes son los luchadores de liberación de Vietnam y los millones de personas que se movilizaron por todo el mundo contra la invasión de Vietnam. En Estados Unidos, los estudiantes se organizaron en grande e incluso dieron la vida, como en las matanzas de 1970 en las universidades Kent y Jackson State. Miles de jóvenes evadieron el servicio militar y se fueron a Canadá, a la clandestinidad o la cárcel, en lugar de pelear por Estados Unidos. En muchos países, los oprimidos se levantaron en armas y amenazaron el dominio imperialista del globo.

En las mismas fuerzas armadas yanquis, miles de jóvenes opusieron resistencia y desintegraron la máquina de guerra desde sus entrañas. Miles desertaron, o simplemente evitaron combatir, e incluso organizaron acciones de resistencia. Unos cuantos ingresaron al ejército de liberación y combatieron al imperialismo, y muchos más se radicalizaron. Al regresar a Estados Unidos, trajeron experiencia y urgencia a los movimientos de liberación negra y de oposición a la guerra, y a las corrientes revolucionarias.

Entonces, si la prensa y los politiqueros quieren defender la invasión de Vietnam, pues adelante, señores: eso revela mucho sobre la naturaleza de este sistema. Veinticinco años después de su derrota, todavía no logran "dejar a Vietnam en el pasado" ni eliminar el "síndrome de Vietnam" (que mucha gente no consiente morir ni matar por las aventuras militares yanquis). Que sigan alabando los "ideales" de John McCain o Al Gore, pues demuestra que el sistema no se arrepiente ni de sus actos más repugnantes.

El pueblo, por su lado, no se olvida de Vietnam, ni dejará que se olvide. Allí vimos a la superpotencia más poderosa del mundo rendirse frente a combatientes revolucionarios de huaraches. Nos acordamos muy bien de cuando la oposición a la guerra y al sistema estremeció los ghettos, las universidades y las mismas bases militares en las entrañas de la bestia.

Que el sistema alabe a sus héroes de guerra; nosotros aplaudimos a los nuestros.


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