Investigación para el Programa del PCR

Las colonias del valle del río Grande/Bravo

Obrero Revolucionario #1063, 23 de julio, 2000

A continuación, el informe de un joven de Houston, Texas, quien participó en una investigación de la situación de los inmigrantes del valle del río Grande/Bravo, en el marco del proceso de elaborar el nuevo Programa del PCR. Ha sido redactado para publicarlo.

Al llegar al valle del río Grande, se ve un paisaje lindísimo con cultivos abundantes. Nos fijamos en seis hombres con mochila, caminando por las vías del tren a unos 15 kilómetros del primer retén de la Patrulla Fronteriza. Pasamos por la calle principal de Harlingen, donde el nivel económico se parece a mi barrio de Houston: carros usados a la venta, taquerías, lavanderías, cantinas, pequeños negocios raquíticos o cerrados. Lo que distingue esta comunidad de la mía es que aquí la Migra está en cada esquina-en camionetas, patrullas y carros sin placas-y uno se siente en territorio ocupado, la tensión es palpable.

Pasamos por colonias sin calles o con calles de tierra. Vemos muchos jubilados que vienen de Michigan, Quebec, Pensilvania, Nueva York, Idaho y Wisconsin. Los parques limpios, con cerca, etc., donde estacionan sus grandes campers, están al lado de colonias pobres sin alcantarillado ni agua potable.

En el curso de la investigación hacemos una serie de entrevistas a inmigrantes, quienes destacan los siguientes problemas graves: la intensa represión de la Patrulla Fronteriza, además de problemas de vivienda, servicios de salud, desempleo, educación, y la falta de derechos y servicios para los indocumentados.

Primero conversamos con una monja. En mi experiencia, los católicos siempre pregonan "obedecer la ley" y todas esas babosadas; por eso, pienso que a lo mejor ni siquiera nos permitirá pasar. Pero le hablamos francamente de nuestros propósitos y le enseñamos el Programa del Partido; se disculpa por su avanzada edad y dice que ojalá pudiera colaborar más. Resulta que en el pasado esas monjas participaron en el movimiento de santuario.

Está muy dispuesta a proporcionarnos información y nos platica de los mexicanos; dice que tienen el gran valor de ayudarse mutuamente: comparten casa, comida, ropa, venden tamales, lo que sea, pero todo mundo jala, unidos, y no se dejan quebrar. Los que tienen documentos ayudan a los demás: falsifican recibos de renta para que obtengan sus documentos. A veces hay riñas y uno denuncia el vecino a la Migra; pues, ni modo, a veces sucede.

Recomienda que alguien nos acompañe a la colonia de enfrente para que no vayan a pensar que somos de la Migra, pues hostiga a diestra y siniestra. Hace unas semanas, unos empleados de sanidad fueron de puerta en puerta, dando infracciones por violaciones del reglamento sobre pozos sépticos. (Es común que los dueños o plomeros se aprovechen de los inmigrantes, o sea, hacen un trabajo chafa al instalar el pozo séptico, pues los inmigrantes consideran que el inodoro casi casi es de lujo.) Todo mundo estaba afuera con la puerta abierta, etc., y detrás de los de sanidad, venían los cabrones de la Patrulla Fronteriza a pedir documentos. Por cuestiones así la gente vive constantemente con miedo, pero sabe que es mejor no correr. Agrega: "La gente tiene mucha maña para arreglar los documentos y quizás eso va contra la ley, pero la ley va contra nosotros".

En la colonia

Esa noche la pasamos en una colonia que, al parecer, es un poco mejor que otras de la zona porque tiene calles pavimentadas, agua potable y servicio de correo, gracias a años de lucha reivindicativa. Las casas están muy pegadas, al igual que los multifamiliares de mi barrio.

Primero la señora de la casa dice que tienen mucho orgullo de ser mexicanos, de sus raíces y sus héroes, como Zapata, pero ni siquiera se atreven a mencionar ese hecho por temor a la deportación. Señala la falta de servicios de salud como una gran injusticia; dice que no es justo que les nieguen servicios y programas como WIC a niños documentados. Asimismo, menciona la falta de trabajo desde 1983.

En fin, la vida en las colonias es muy difícil; la situación está muy mal. Uno trabaja muchos años para construir una casa; no hay programas comunitarios para los niños o ancianos ni parques ni clínicas. Es muy difícil vivir, pues uno va a una consulta y espera cuatro u ocho horas porque no lo quieren atender. Además, la medicina es muy cara; si la compran no tiene para comer.

El domingo desayunamos tacos en la iglesia. Todo mundo acude, pues es una forma de convivir y casi la única esperanza para los que no tienen nada. Cada domingo una de las familias prepara el desayuno para los demás feligreses.

La señora practica "empachos"-un rito indígena para curar niños-en un centro comunitario, y da información sobre servicios de salud, como pruebas de embarazo y exámenes para detectar cáncer. Menciona que rocían pesticidas a los cultivos desde aviones y contaminan las colonias; ha oído de niños que nacen sin cerebro o sin piernas a causa de eso. Nos platica de niños con envenenamiento de plomo, gente que sufre de dolores de cabeza y bronquitis, etc. En una zona un camión que cargaba pesticidas chocó y se incendió. Era muy peligroso, pues unos niños andaban en bicicleta por ahí y todo. El gobierno niega todo eso, pero es verdad.

Nos dice que mucha gente trabaja largas jornadas y gana por debajo del salario mínimo, como $2 ó $4 por hora por trabajo del campo. Algunos trabajan de eventuales en un restaurante de comida rápida llamado Whataburger; los llaman y van a picar verduras hasta la madrugada. Profesionistas de México, como dos de sus amigos-un arquitecto y un ingeniero-trabajan de meseros de este lado. Muchos ni siquiera consiguen trabajo de conserje porque no hablan inglés. No pueden sacar su GED (diploma de secundaria) porque no dan las clases en español, y para muchos trabajos industriales se necesita el GED. Nos cuenta que su esposo tiene un buen trabajo, un trabajo estable; trabaja de 10 a 12 horas, 6 días a la semana. Los dos ganan $24.000 por año porque tienen trabajo estable y trabajan jornadas largas. Con eso mantienen a la familia de cuatro personas. La mayoría de la gente de la colonia gana de $2000 a $4000 o máximo $10.000, y esa colonia es un poco mejor que otras.

Jovenes sin futuro

Pido permiso para entrar al baño y al salir invito al hijo de la señora a platicar con nosotros. Le pregunto sobre las pintas que vi cerca porque yo también hago pintas. Su inglés es muy bueno y le invito a dar su opinión sobre el Programa de nuestro Partido. Le hablo de la Brigada de la Juventud Comunista Revolucionaria (BJCR) y le explico por qué hicimos este viaje desde Houston. Se arrima a la conversación, pero no dice nada.

Al tocar el tema del Día Nacional de Protesta contra la brutalidad policial, le digo que preste atención porque tiene que ver con nosotros, los jóvenes. Le preguntamos si lo hostiga la policía o la Migra; dice que no pero que sabe que eso pasa. Luego nos apartamos un poco y le pregunto de las pintas. ¡Qué sorpresa! Le da confianza y me dice muchas cosas. Platico con él como si fuera uno de mis cuates. Me dice que está en una pandilla y que están por expulsarlo de la prepa por meterse en peleas.

Ahora le toca reclutar a nuevos miembros, niños de 12 años. Los presiona a cotorrear con los de la pandilla y si no lo hacen, va y les pregunta, ¿por qué no? Dice que pelea mucho porque los de la pandilla hacen puro bla bla bla y casi no pelean, y entonces la pandilla queda mal.

No tiene ninguna esperanza para el futuro, o sea, al graduarse, y por eso los estudios no le importan un comino. Le pregunto si se siente atrapado, y luego de pensar unos momentos, dice que sí. No tiene confianza en los carnales, pues fácilmente lo traicionan, pero sigue con ellos porque estar en la pandilla lo protege. No hay de otra; o hace eso o vive completamente aislado. No se sale de la pandilla porque los carnales le darían duro y las otras pandillas también, pues ¿a poco van a creer que la dejó? Está haciendo lo posible para que su hermano menor no se meta en eso, pero ¿hasta cuándo?

Cuando le digo que el sistema quiere que nos peleemos y que nos metamos en pandillas, pues así no reconocemos el verdadero enemigo, está de acuerdo, pero dice que los demás no piensan igual. Ojalá que sí, pero no. No tiene ninguna esperanza para el futuro y eso me da mucho coraje. Le da igual si sale bien o mal en la escuela porque en todo caso va a terminar trabajando en un supermercado. Tiene 16 años y no tiene absolutamente ninguna esperanza porque este chingado sistema no le ofrece nada, solo hostigamiento y chingadazos.

Al día siguiente, a la hora de despedirnos, me regala un dibujo. ¡Tiene muchísimo potencial artístico! Nos admiramos mucho, la verdad, yo a él y él a mí, pues por medio de la plática, él se dio cuenta de que sí hay esperanza y yo me di cuenta de que podrán surgir un chingo de jóvenes guerreros del valle del río Grande. Le pregunto si está puesto para tumbar la frontera y me dice: "¡Simón!" Estos jóvenes están atrapados en la basura del sistema; es hora de comunicarnos con ellos, ayudarlos, protegerlos y educarlos. Le planteo la posibilidad de abrir una rama de la BJCR para que luchen por una causa de a de veras, o sea, para romper las cadenas que nos atan.

Su madre dijo que si la gente forma organizaciones, las cosas serán mejor para sus hijos; con lucha habrá cambio y el pueblo tiene que demostrar que quiere un cambio. Sin lucha, nada cambia. Quieren más trabajos, mejor vivienda, clínicas, mejores salarios, ayuda para las víctimas de la violencia doméstica. Participaron en las manifestaciones del Día de los Muertos el año pasado: colocaron 300 cruces para recordar a los que perdieron la vida al cruzar la frontera. Esas manifestaciones se hicieron en forma coordinada a nivel nacional. El 31 de marzo, reclamarán que el Departamento de Seguridad Pública no pida documentos para sacar la licencia de conducir, que se dé amnistía a los indocumentados y un salario mínimo de $6.15 por hora. La señora tiene mucho interés en el Día Nacional de Protesta, así como el ejemplar del Obrero Revolucionario que le ofrecemos al final de nuestra conversación.

De plano, no hay oportunidades

La última entrevista nos brinda la versión "urbana" de los problemas, situaciones y chingadazos que los inmigrantes sufren en este país. A cada paso encuentran obstáculos-el idioma, los documentos, la falta de estudios o un GED, el reglamento de vivienda-que les hacen muy difícil salir adelante. Siempre hay líos para obtener servicios, prestaciones, etc., porque no tienen documentos o no son ciudadanos. No hay ninguna salida, ninguna forma de mejorar su situación.

Una organizadora comunitaria nos dice: "De plano, no hay oportunidades". Además, los inmigrantes no conocen las garantías constitucionales. Las autoridades ponen muchos obstáculos y es muy difícil superarse. Los niños van a la escuela ahora más que nunca, pero no hay clases en español para los mayores que necesitan sacar el GED para conseguir un empleo que pague el salario mínimo; es decir, los que cruzan la frontera necesitan el GED para trabajar en las grandes industrias. Otras industrias del valle del río Grande son: HEB (que expande sus operaciones este año), Titan (una llantera cerca del centro de detención) y AMFLS (una compañía petrolera), además de las compañías de construcción que emplean a eventuales para construir casas lujosas. Muchos trabajan de mecánicos o en una tienda, pues en la ciudad hay más negocios y turismo que en las colonias.

Por otra parte, hay mucho desempleo. El ingreso promedio es $10.000 por año; si uno trabaja 60 ó 80 horas a la semana, puede ganar $14.000. Nos dieron el ejemplo de una señora que mantiene a la familia con $92 al mes. A los indocumentados les pagan por debajo del mínimo en la construcción y $2 a $3 por hora en el trabajo del campo. Arquitectos e ingenieros que cruzan la frontera tienen que trabajar de meseros, etc.

Los que trabajan en el campo se ven en la necesidad de robarse repollo o lo que sea que están cultivando. En fin, es muy difícil conseguir trabajo y hay muchísimo desempleo. La verdad, ni sé cómo logran subsistir. Unos consiguen estampillas de comida (los ciudadanos o los que son residentes y pueden comprobar que han trabajado por cierto tiempo); otros comparten casa, venden tamales, etc. Las familias que ganan $5000 por año comparten casa y estampillas de comida, venden alimentos y compran ropa de segunda mano. La ayudante jurídica de la organización menciona que su madre vive en México y trabaja en una maquiladora de la industria electrónica. Trabaja de 7 a 4 y gana de $30 a $60 por semana. Mucha gente cruza la frontera a diario, pero la mayoría tiene visa especial: trabaja aquí, pero vive en México.

Nos dijeron que el TLC/NAFTA solo beneficia a los ricos. Ahora se compran más materiales mexicanos como el concreto, y muchos cruzan a México a comprar materiales baratos para ampliar su casa, etc. Por otra parte, Walmart y Sam's fabrican productos a bajo costo en México y los venden de este lado. Mucha gente vive en las colonias, pero poco a poco logran establecerse en los barrios, donde tienen el "privilegio" de ser dueños de casa y pagar mayores impuestos que el resto de la población estadounidense.

Los chicanos y mexicanos del valle del río Grande odian la Patrulla Fronteriza, pues siempre está ahí chingando; por ejemplo, pone sensores en el río que activan alarmas y suelta los sabuesos a cazar indocumentados; anda en helicópteros y en bicicleta, etc. Inclusive llega a las casas a la hora de la cena y se lleva a las madres, a quienes les toca encargar sus hijos a los vecinos. No se atreven a protestar contra la brutalidad de la Migra, pues trabaja de la mano con la policía y las cortes, y los jueces piden papeles antes de una audiencia.

Salió en la prensa que en dos ocasiones pararon a jueces chicanos, uno del condado y otro federal, y a uno lo detuvieron. Este año cuando la Patrulla Fronteriza participó en un desfile en Brownsville en un día festivo, la gente los maldecía y gritaba: "¡Viva México!". Asimismo, para el Día de Acción de Gracias regalaban pavos para quedar bien, pero casi nadie acudió a recibirlos.

La policía y la Migra van juntos en las patrullas. Nos dijeron en broma que en caso de un robo es más fácil que venga la Patrulla Fronteriza que la policía. Dicen que las dependencias que luchan contra la droga violan los derechos de los inmigrantes y los matan. Uno nos dijo: "Tengo documentos, pero aun así esos tipos dan mucho miedo". Otro comentó que viven "en una zona militarizada de un país libre". Nos dijeron que diez vehículos de la Patrulla Fronteriza llegaron a su centro comunitario dizque porque recibieron la denuncia de la presencia de "ilegales". No tenían orden de arresto; así que no las permitieron pasar y no detuvieron a nadie. Nos dijeron que a lo mejor la policía de Brownsville los llamó, pues tiene su propio centro comunitario pero la gente no acude; ¡a lo mejor les dio envidia!

Vimos unos 25 carros, camionetas y camiones de la Patrulla Fronteriza en unas 24 horas.

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Este fue el mejor trabajo que he realizado con el Partido; fue un honor trabajar con el camarada del equipo de investigación, pues lo admiro muchísimo y me ha dado muy buenos consejos. Su dedicación al Partido me ha iluminado el camino. El viaje al valle del río Grande nos dio mucha rabia y comprobó el gran potencial revolucionario que existe en este jodido país. Ahí todo mundo ve que los mexicanos son muy explotados, y que los reprimen con leyes y medidas de corte fascista. Como una señora dijo, con lucha habrá cambio y el pueblo tiene que demostrar que quiere un cambio. En el valle del río Grande todo mundo está de acuerdo que esta tierra no es de Estados Unidos ni de México y todos ansían un cambio, lo cual requiere lucha.


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