Carta sobre investigación de La Resistencia

Voces de zona fronteriza mortifera

Obrero Revolucionario #1119, 23 de septembre, 2001, en rwor.org

La Resistencia de San Diego nos envió esta carta:

En mayo, cuando 14 mexicanos murieron en el desierto de Arizona, la prensa informó sobre la tragedia. Pero ha dicho muy poco sobre los cientos que mueren, en grupos de dos y tres, durante todo el año. Por ejemplo, el 3 de julio, en un lugar cerca a donde perecieron las 14 personas, encontraron tres muertos y un sobreviviente. La prensa ni dijo que eran inmigrantes.

Desde que Estados Unidos implementó la "Estrategia Nacional" para la frontera en 1994, miles han muerto trágicamente. El consulado mexicano calcula que por lo menos 100 ciudadanos han muerto en cada uno de los últimos seis años, y podrían ser muchos más.

El gobierno finalmente reconoce lo que los activistas vienen diciendo desde hace mucho; por ejemplo, en agosto una rama especial del Congreso sacó dos conclusiones sobre la situación de la frontera. La primera es que no hay evidencia de que las mortíferas operaciones "reduzcan" la cantidad de personas que entran "ilegalmente". La segunda es que el incremento de muertes se debe a que las medidas del gobierno han empujado a la gente a cruzar en lugares peligrosos.

La "estrategia disuasiva" de obligar a la gente a cruzar en lugares tan peligrosos que ni piense hacerlo es parte de la Estrategia Nacional formulada en 1994 por el Departamento de Defensa y la Patrulla Fronteriza. También incluye cerrar cruces como San Diego, Yuma y El Paso, para obligar a cruzar en lugares "menos fáciles de cruzar y más fáciles de patrullar".

La Estrategia Nacional también contempla que "la violencia aumentará a medida que la estrategia surta efecto" y predice que "reducirá la cantidad de criminales foráneos" que entren al país y, finalmente, dará pie a un nuevo "programa de braceros". Tales declaraciones indican que la represión en la frontera y las muertes debido al calor, el frío y ahogos no son accidentes ni negligencia de los coyetes, sino objetivos del gobierno. Además, la estrategia pronostica que habrá manifestaciones, protestas y presión política contra ella, y los considera evidencia de éxito.

Investigación en la frontera, junio de 2000

A raíz de la muerte de 14 mexicanos en el ardiente desierto de Arizona en mayo, unos miembros de La Resistencia de San Diego y Los Ángeles realizamos una investigación en los lugares más peligrosos según el informe del Congreso. Este artículo resume lo que vimos. Lo escribimos hoy porque últimamente han muerto más inmigrantes, la represión ha empezado y nuevamente se está hablando de un nuevo programa de braceros. Hemos cambiado los nombres de las personas que conocimos.

San Luis, Arizona/San Luis Río Colorado, Sonora

San Luis, Arizona, se encuentra en la frontera a 50 kilómetros al sur de Yuma. Mientras hablábamos con unas personas en una gasolinera sobre la situación, vimos llegar unos camiones blancos repletos de mexicanos. Nos dijeron que llegan de México día y noche, repletos de trabajadores agrícolas, que ganan mucho menos que los que viven de este lado de la frontera. En el vecino condado Imperial, California, el 88% de los 16.200 trabajadores agrícolas hacen ese viaje a diario de México (según información de San Diego Dialogue, una institución de investigación). Al otro lado de la frontera, en San Luis Río Colorado, hay maquiladoras viejas y en construcción. Las maquiladoras y los camiones nos recordaron cómo explotan las empresas estadounidenses a los trabajadores mexicanos y centroamericanos.

Sonoyta, Sonora

Como a 240 kilómetros al este del río Colorado, que divide a California y Arizona, está el pueblo mexicano de Sonoyta. Los residentes dicen que muchos cruzaban aquí, pero que debido a la fuerte presencia de la Patrulla Fronteriza ahora cruzan en lugares lejanos. Las autoridades mexicanas también han redoblado la represión. En estas partes los inmigrantes serían muy visibles y las autoridades les caerían encima en un abrir y cerrar de ojos.

La carretera entre Sonoyta y San Luis Río Colorado está desierta, con excepción de dos retenes del ejército mexicano. A lo largo de la carretera vimos cruces y ofrendas, seguramente de personas que intentaron entrar a Estados Unidos. Más adelante, en una banqueta como a 30 metros de la frontera, había una pareja y un grupo de chavos sonrientes.

Una adolescente le echó la culpa al gobierno de Estados Unidos por los 14 muertos. Con voz llena de ira, nos dijo: "No dejan que crucen en Sonoyta y por eso tienen que ir por el desierto. Lo que ganan en el sur de México no les alcanza y por eso tienen que ir a trabajar en el Norte... La mayoría va a trabajar; no son narcos, no son criminales. Hacen los trabajos que los de allá no quieren hacer, como cosechar, limpiar edificios, todo ese trabajo sucio y duro".

En un edificio cercano, un ranchero con sombrero, blue jeans y botas estaba arrimado a una pared. Nos explicó que antes los mexicanos cruzaban para hacer compras, llenar el tanque de gasolina e ir a la lavandería en Lukeville, un pueblito a tiro de piedra, pero que ya no. Dijo que ni los residentes de Sonoyta pueden cruzar, aunque solo sea para hacer compras.

En un restaurante

Rumbo a Sonoyta nos detuvimos en un restaurante de la carretera. La temperatura superaba los 40 grados y no había electricidad. Cada dos o tres días hay una entrega de un enorme bloque de hielo. Si el clima fuera más tolerable, uno podría pasar unas horas tranquilas aquí. Emilio, el tendero, nos informó que estábamos muy cerca al lugar desde de partieron las 26 personas, de las cuales 14 perecieron. Emilio llegó hace un par de meses desde Nayarit para vivir con sus parientes en Estados Unidos. Estaba muy triste por el fallecimiento de los 14 mexicanos. La tragedia lo convenció de no cruzar en ese momento.

Unos días antes de la tragedia, un grupo de activistas pro derechos humanos dejó a lo largo del trayecto agua y píldoras de sal. Nos enteramos de que lo mismo pasa en el lado mexicano. Nosotros dejamos unas latas de atún e información sobre La Resistencia.

Afuera, Emilio señaló la frontera, que queda como a dos kilómetros, e indicó el polvo que levantan los vehículos de la Patrulla Fronteriza. Él y sus amigos, que viven en un campamento cercano, vieron helicópteros de la Migra en varias ocasiones, ¿pero dónde estaban cuando murieron las 14 personas?

Emilio dice que veía hombres, mujeres y niños indígenas del sur de México cruzar la frontera. "Para ellos este es territorio desconocido, pero estaban desesperados y no sabían el peligro que les esperaba", nos dijo. Las muertes atrajeron atención y causaron mucho temor, y ahora la gente cruza en lugares más lejanos. Dijo que los padres ya no quieren cruzar con los hijos, debido a los grandes peligros. Espera que haya más protestas contra las injusticias que se cometen en la frontera y está dispuesto a participar.

Un señor que paró en el restaurante dijo que hace años vivió en Estados Unidos, pero que no le gustó y regresó a México. Su amiga también había trabajado en Estados Unidos, de las 6 a.m. hasta las 4 p.m., por $24 al día (poco más de $2 la hora). Ella tampoco soportó y regresó. El papá del señor era un campesino del sur de México, pero no pudo sobrevivir de esa manera porque los precios bajaron. Debido a que no podía competir con la agroindustria, que goza del respaldo de grandes corporaciones y el NAFTA/TLC, se fue al norte con toda la familia para ganarse la vida de cualquier manera.

San Luis Río Colorado

Llegamos a las 3 p.m. y, al bajarnos del carro, era como entrar en un horno: la temperatura superaba los 45 grados. Nos encontramos con un grupo de personas de Michoacán y Guerrero que deportaron esa mañana. Un joven chicano que las ayudaba nos preguntó si sabíamos que la Patrulla Fronteriza estaba vaciando los botes de agua que dejan los grupos humanitarios, y que dice que sus "misiones de rescate" (desalmadas redadas) son lo único que ayuda a los inmigrantes, pero que la verdad es que al gobierno no le importan los inmigrantes y los mete en peligros con tanta represión.

Un joven nos dijo que si no fuera por gente como él, las cosechas se podrirían y que cuando uno está de "ilegal" es peligroso hasta hacer compras pues incluso otros mexicanos lo delatan a la Migra. Siendo así, ¿por qué otra razón vienen a Estados Unidos si no por necesidad? Otro preguntó: "¿Por qué no hay un programa mejor que permita ir a trabajar?". Les contamos que el gobierno está aprovechando las muertes de los 14 mexicanos para promover un nuevo programa de braceros y que, como el anterior, solo serviría para oprimir y explotar más. Nos dijeron que la Patrulla Fronteriza de Yuma es más severa con los reincidentes; les dice que si los agarra otra vez los va a acusar de coyotes.

Una parte de la Estrategia Nacional es aplicar leyes severas contra los coyotes. A José López-Ramos, uno de los 12 sobrevivientes del incidente en que murieron 14 personas, podrían condenarlo a muerte porque lo han acusado de ser uno de los coyotes. En Yuma las sentencias de los coyotes son el doble que en California. Un periódico de Yuma dice que los coyotes son el enemigo número 1, para distraer la atención del hecho de que el gobierno es quien ha hecho el cruce tan peligroso.

Durante el viaje nos pareció que muchos se habían tragado el cuento propagado por los gobiernos de Estados Unidos y de México, aunque no era difícil demostrar que la estrategia oficial es la responsable. En otro restaurante hablamos con un estudiante de Ciudad de México que estaba trabajando para poder seguir estudiando. Nos dijo que ambos gobiernos tienen la culpa de las muertes y las injusticias que se cometen en la frontera. Dijo que más personas han muerto en la frontera que en el muro de Berlín.

Algodones

Después fuimos a Algodones, un pueblito en la orilla occidental del río Colorado, Baja California. El canal All American, donde muchos se han ahogado, nace en el río Colorado, a un par de kilómetros al norte. Ahí hablamos con un grupo de hombres deportados la noche anterior que iban a cruzar otra vez. Estaban un poco desilusionados, pues en años anteriores habían cruzado en Algodones, pero ahora está muy vigilado con vehículos y cámaras.

Al cruzar a Estados Unidos en Andrade, California, nos dimos cuenta de que hay más Migra que antes, y más vehículos en las carreteras y en el desierto. Al anochecer, cuando íbamos por la autopista 8, vimos que la Migra patrulla el canal All American y las salidas de la autopista. Nos dio la impresión de que su intención es imposibilitar los cruces entre Mexicali y Algodones, para hacer cruzar en el desierto de Arizona.

A pesar de las protestas contra el aumento de muertes en la frontera, el gobierno sigue aplicando su estrategia, redoblando la represión y castigando más severamente a los que cruzan o ayudan a cruzar. Desde nuestro viaje, hemos visto las noticias de que el presidente Fox quiere reforzar la vigilancia de la frontera norte para impedir cruces. Ya se sabe que el gobierno mexicano está ayudando a Estados Unidos reforzando la frontera con Guatemala.

La historia de José

Rumbo a San Diego, conocimos a José, de Sinaloa, quien nos contó su horripilante experiencia. Iba acompañado de su hermana, el novio de ella y otra mujer de su pueblo. Cruzaron en un lugar cerca a Campo y caminaron seis horas para llegar a la autopista 8, donde esperaron tres días que los recogieran. No tenían comida, y conseguían agua del grifo de emergencia en la autopista. A los tres días decidieron asomarse a la autopista para que los recogiera la Migra, pues tenían hambre y estaban deshidratados. Afortunadamente, su contacto llegó antes que la Migra. Luego pararon a descansar y el carro se fue cuando José estaba en el baño.

José tenía tanta hambre y sed que cuando lo encontramos se tomó de un golpe el agua que le ofrecimos y las pocas papas fritas que nos quedaban. Había estado en Estados Unidos en 1994; en ese entonces cruzó en Tijuana, con la ayuda de coyotes. Esta vez, cuando él y sus acompañantes vieron la situación en Tijuana, decidieron ir hacia el este, hacia Tecate, que es donde se las arreglaron para que los recogieran. El viaje les costó $1600 a cada uno, contando el pasaje por avión a Oregón desde Los Ángeles. José estaba preocupado por su hermana y los otros: ¿le cobrarían a ella por él también? Es mucho dinero para cualquier familia pobre de Estados Unidos y nos podíamos imaginar cuánto significaba para José y su familia. Nos dijo que con suerte uno puede ganar $10 al día en su pueblo. Nos encontramos con muchos que nos contaron relatos similares: la mayoría gana como $1 la hora.

José tiene 32 años, es casado y tiene dos hijos. Su mamá lloró el día que se fue por temor a que muriera en el desierto de Arizona. Este lugar no es como el desierto de Sonora, pero docenas de personas han muerto en persecuciones de alta velocidad o de deshidratación. El 20 de junio, Carlota de la Cruz, de 19 años, murió de deshidratación y el calor por caminar varias horas sin agua. Murió en los brazos de su papá a menos de un cuarto de kilómetro de una estación de bomberos.

Estábamos muy truchas mientras hablábamos con José, pues el lugar donde lo encontramos está a menos de dos kilómetros de un retén de la Migra. Además, hay muchos soplones. Nos despedimos de él con mucha preocupación y la esperanza de que llegara. Tenía que pasar cerca de un retén en San Clemente, antes de llegar al aeropuerto de Los Ángeles, donde también lo podrían agarrar. Uno de nosotros dijo: "¡Chin, es como si hubiéramos revivido un episodio de la Alemania nazi!".


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