Bob Avakian
Obrero Revolucionario #1135, 20 de enero, 2002, en rwor.org
El OR está publicando esta serie de pasajes de "Grandes objetivos y gran estrategia", una obra inédita de Bob Avakian, presidente del PCR. Aunque se escribió hace más de un año, la obra (y estos pasajes en especial) abordan temas de importancia para la crisis y guerra actual. Esta es la novena parte.
Abordamos la cuestión de las crisis de legitimidad en "Apuntes sobre economía política" y en el último informe del Comité Central del Partido. Esos documentos examinan el fenómeno en sí, es decir, qué es, sus causas, etc., así como su relación con las crisis revolucionarias; señalan que las dos clases de crisis no son idénticas, pero que por lo general una crisis de legitimidad es un elemento clave de las crisis revolucionarias. Al respecto, es importante tener presente que la manifestación concentrada del "poder legítimo" de una clase o un gobierno (que representa a una clase) es el ejercicio del poder estatal y especialmente el monopolio de la fuerza armada que todo estado ejerce. Mejor dicho, todo estado se otorga el monopolio de la fuerza armada legítima, y eso es muy importante con relación a las crisis de legitimidad y las crisis revolucionarias.
El libro America's Army in Crisis (El ejército estadounidense en crisis), escrito poco después de la guerra de Vietnam, cita la siguiente frase de dos militares de carrera (Zeb B. Bradford y James R. Murphy): las fuerzas armadas son "el servidor incondicional de la autoridad legítima del estado". (p. 161, traducción del OR, subrayado en el original) ˇVaya, frasecita jugosa! ˇY también muy escueta! Prácticamente cada palabra es importante ("el servidor incondicional de la autoridad legítima del estado"). De hecho, concentra varios puntos importantes y vale la pena "desmenuzarla" para elevar nuestro conocimiento conceptual y teórico. Y al hacerlo, repito, es preciso tener presente que si bien no toda crisis de legitimidad es parte de una crisis revolucionaria ni lleva necesariamente a una crisis revolucionaria, en ciertas circunstancias es así; además, por lo general una crisis de legitimidad es un elemento importante de una crisis revolucionaria.
Por otra pare, el libro mencionado cita una frase de David Hackworth (una especie de militar "disidente" jubilado) que es pertinente para entender la dinámica de las crisis de legitimidad y su relación con la cuestión de lanzar, librar y ganar una insurrección armada (y guerra civil): la guerra, dice Hackworth, debe ser la "aplicación ordenada de la fuerza para la resolución de un problema social". (p. 183) Vale la pena considerar las múltiples dimensiones y el significado, en el sentido más amplio, del siguiente pasaje:
"Un grupo de gente confusa sin una clara idea de a quiénes deben (y no deben) matar, con qué fines, en qué circunstancias y por qué medios no es un ejército sino una chusma. Las chusmas siempre han existido, pero cuando las confronta una organización de combate eficaz, vuelan como bagazo al viento... Ninguna sociedad tolera la matanza a menos que la circunscriban minuciosamente normas que dicten lo que se permite y lo que no se acepta. En todos los tiempos y en todas partes, no se culpa a la gente autorizada a matar en circunstancias específicas y de acuerdo a ciertas normas; por el contrario, se la elogia. En cambio, los que matan violando las normas o las pasándolas por alto generalmente reciben un castigo, que frecuentemente es la muerte... Donde no se conserva esta distinción, la sociedad se desintegrará y la guerra será simple violencia indiscriminada". ("The Gulf Crisis and the Rules of War", de Martin Van Creveld, Experience of War, p. 573 ["La crisis del Golfo y las normas de la guerra", Experiencia de la guerra], traducción del OR)
El pasaje anterior es muy jugoso y encierra importantes principios que es crucial comprender y aplicar desde la perspectiva del proletariado revolucionario. Ilustra que en ciertas circunstancias la legitimidad del enemigo -especialmente la legitimidad de sus fuerzas armadas, y la matanza y destrucción que causan- empezará a deshilacharse, lo cual permite que las amplias masas las vean como fuerzas que matan sin legitimidad. Asimismo, es indispensable tener presente que naturalmente la distinción entre la violencia legítima e ilegítima es una distinción socialmente establecida y, por lo mismo, es dinámica y puede pasar por un cambio cualitativo.
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Lo fundamental de la dictadura -de toda dictadura y toda forma de estado- es el monopolio de la fuerza armada, que se legitima a través del sistema político y el "convenio social" prevalecientes, y las correspondientes "normas ideológicas". Así que, repito, cuando se cuestiona de manera contundente la legitimidad del monopolio de la fuerza armada, y sobre todo cuando la cuestionan amplias capas de la sociedad (no solo el proletariado y las masas populares, sino también importantes capas de la "clase media"), esto puede ser un aspecto crucial que estimule el desarrollo de un elemento clave de una lucha revolucionaria: el surgimiento de un pueblo revolucionario, de millones y millones de personas decididas a hacer un cambio revolucionario.
Eso nos lleva al tema de la agudización de las contradicciones sociales, y de las contradicciones al interior de la clase dominante, y su relación con las crisis de legitimidad y las crisis revolucionarias. Si examinamos el juicio de destitución de Clinton y lo que suscitó, por ejemplo, se ponen de relieve algunos elementos del fenómeno de "Humpty Dumpty" en que el sistema "se deshilacha" y "el centro" de cohesión no aguanta, es decir, el consenso de la clase dominante empieza a fracturarse. Esto está ligado muy particularmente a las "tres condiciones para la insurrección" que planteó Lenin. Ahorita quisiera enfocarme en la tercera de las tres condiciones -es decir, la vacilación y "parálisis" política en las filas de la clase dominante, así como en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la revolución, como dijo Lenin- y su relación con las crisis revolucionarias, y especialmente con una crisis en que el proletariado revolucionario y su programa logren sobresalir y ponerse a la cabeza.
Respecto a lo anterior y a la des-legitimación del monopolio de la fuerza armada de la clase dominante, debemos reflexionar sobre la experiencia de la época de los 60, cuando en la sociedad estadounidense -con la guerra de Vietnam, el pujante movimiento de liberación negra y otras tendencias revolucionarias y movimientos radicales de oposición- el empleo de la fuerza armada, y de hecho las mismas fuerzas armadas de la clase dominante, no representaban para millones de personas el empleo o el monopolio legítimo de la fuerza armada. Perdieron ese "halo" de legitimidad para muchísima gente, para sectores muy importantes de la sociedad estadounidense.
Henry Kissinger menciona ese fenómeno general en las memorias de sus años en la Casa Blanca (durante la administración de Nixon). Dice que surgió una especie de "vacío". La clase dominante se desgarraba debido a fuertes conflictos internos, sobre todo acerca de Vietnam, después de cierto punto, y acerca de otros grandes trastornos y cuestiones sociales. Se paralizó políticamente en un grado significativo en el mismo momento que se dio a gran escala el fenómeno de la des-legitimación del empleo de la fuerza armada (e incluso de las fuerzas armadas). Eso creó una situación, como la caracterizó Kissinger, en la cual una pequeña minoría radical ganó la iniciativa. Como sabemos, todo eso no llegó a desembocar en una crisis revolucionaria en esa época; sin embargo, lo que describe Kissinger son elementos cruciales de las crisis de legitimidad y también de las crisis revolucionarias.
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