Obrero Revolucionario #1167, 22 de septiembre, 2002, posted at http://rwor.org
Con gran entusiasmo el Obrero Revolucionario brinda a los lectores esta entrevista y diálogo entre Bob Avakian, el presidente del Partido Revolucionario Comunista (PCR), y Carl Dix, vocero nacional del PCR.
Esta es la parte 11 y en los próximos números publicaremos otras partes de esta importante entrevista, que abarca una gran variedad de temas. En el futuro, la entrevista se publicará en su totalidad y estará disponible en la Internet.
La entrevista tiene leves cambios editoriales.
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En tiempos de grandes retos, el pueblo requiere "armas" extraordinarias que lo preparen para asumir tales retos, y lo que les brindamos aquí es verdaderamente extraordinario: una nueva arma política para los que nos oponemos a la ofensiva de guerra y represión de los imperialistas yanquis, que elevará nuestra conciencia y nos permitirá asumir retos y entrarle de lleno a la lucha por cambiar el mundo. El Obrero Revolucionario brinda a los lectores una importante entrevista con Bob Avakian, el líder del Partido Comunista Revolucionario, EU.
Tuve el gran honor de entrevistar a Avakian. De antemano, sabía que a mucha gente le hubiera gustado plantearle cuestiones muy candentes, pues a mí me las han venido planteando cuando divulgo el Borrador del Programa del partido y cuando platicamos de "la guerra ilimitada" que la clase dominante imperialista de Estados Unidos ha desatado contra el mundo. Así que sabía que iba a tener la responsabilidad y la oportunidad de plantearle esas cuestiones en nombre de todos.
Fue una experiencia fenomenal, difícil y a la vez muy divertida. Hace mucho tiempo que no tenía la oportunidad de platicar así con Bob Avakian, pero lo encontré igual, el mismo camarada "encendido" (para usar una frase de Peter Tosh) que ha dado liderazgo decisivo al movimiento revolucionario en tantas coyunturas cruciales en el pasado. Estaba totalmente al tanto de los acontecimientos en Estados Unidos y el mundo, y le entraba con el mismo entusiasmo inagotable a las cuestiones histórico-mundiales de la revolución proletaria. Pasamos varios días juntos haciendo la entrevista, que abarcó una gran variedad de temas, tales como la situación actual, la religión y lo que lo ha sostenido a lo largo de muchos años como líder revolucionario. Y al terminar "la jornada", lo pasábamos hasta muy noche platicando de básquetbol, cine y más.
Ojalá que los lectores disfruten tanto de la entrevista y aprendan tanto de ella como yo en el proceso de elaborarla.
Carl Dix
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Carl Dix: ¿Por qué no pasamos a la otra cuestión que esas personas plantean? Dicen que debemos medir las organizaciones revolucionarias con esta vara: ¿los líderes son de las nacionalidades oprimidas? Porque si no, no podrán perseverar por el camino revolucionario y terminarán haciendo las paces con el sistema y la supremacía blanca.
Bob Avakian: Bueno, para plantearlo desde otro ángulo y de manera polémica: cualquiera puede venderse. O sea, no importa quién sea, si quiere venderse, el sistema lo comprará rápidamente. Así que el hecho de que uno sea de cierta nacionalidad no es ninguna garantía. Los atractivos y presiones de optar por el camino fácil (y de claudicar) influyen a todo mundo y también a los líderes, independientemente de su nacionalidad, género, etc.
Eso por un lado, pero... también es cierto que un principio general, como hemos venido señalando, es que la revolución tiene que movilizar como espinazo y fuerza principal a la clase y los grupos más estrechamente aliados a quienes más beneficia la revolución y que están en la posición estratégica para hacerla. En Estados Unidos, naturalmente, eso implica movilizar a muchos proletarios y otras capas de las nacionalidades oprimidas, que con el tiempo se integrarán al partido de vanguardia y a su dirección. Esa es una verdad elemental. Pero así y todo, lo fundamental, repito, es la línea del partido y su análisis de la realidad objetiva. Y sigo empleando esa frase que, por cierto, dicen, en muchos ambientes lo identifica a uno luego luego con el partido, porque nosotros sí estamos convencidos de que existe la realidad objetiva y de que hay que basarse en ella, no en un sentido estático sino como fenómeno que cambia, en movimiento y desarrollo. Si no partimos de la realidad objetiva, seguro nos vamos a desviar.
Si nuestro punto de vista no se desprende de un análisis correcto de lo que pasa en el mundo, del verdadero problema y solución, es inevitable que nos desviemos, independientemente de nuestro género o nacionalidad, etc., y no podremos ser una auténtica vanguardia ni dirigir a las masas por el camino correcto. Así que lo más importante es la línea, o sea, tener una concepción del mundo y una metodología que nos permita comprender el mundo, y aplicarla para sacar un análisis y un programa que lleve a la solución, a hacer la revolución. Y para eso se necesitan revolucionarios, ya sean intelectuales o proletarios, que adopten la concepción del mundo, la metodología y la línea del proletariado y la apliquen concretamente para hacer la revolución como parte de la revolución mundial, porque somos parte de la revolución mundial en que participan gente, naciones y países del mundo entero.
Se necesitan revolucionarios, se necesitan todos los revolucionarios (de cualquier nacionalidad, como estamos hablando de nacionalidad) que adopten la concepción del mundo y metodología proletaria y la apliquen para desarrollar la línea política que corresponda a esa revolución y la dirija. Así que la cuestión decisiva es si el liderazgo tiene una línea correcta. Claro, no en un sentido metafísico de elaborar la línea y punto, y nos libramos de la necesidad de seguir aprendiendo. Naturalmente, no es así porque la vida cambia y adquirimos mayores conocimientos; siempre existe la contradicción entre ignorancia y conocimiento, entre lo que conocemos y lo que falta por conocer. La situación cambia, pero en un sentido fundamental, en un sentido básico, la cuestión viene siendo: ¿tenemos una línea correcta y hemos logrado integrar revolucionarios a una fuerza de vanguardia sobre esa base? Porque eso permite movilizar a más y más proletarios y nacionalidades oprimidas, y eso es lo que nuestro partido se propone y lo que estamos haciendo.
En general no es correcto plantear la nacionalidad --en lugar de (para decirlo de una manera sencilla) tener la verdad en las manos-- como criterio decisivo, pues no permite distinguir entre lo correcto y lo incorrecto ni encontrar el camino para avanzar. De plano es un criterio erróneo.
Como ya señalamos --y hemos señalado reiterada y específicamente con relación a la política de identidad [que cada nacionalidad o grupo debe luchar por sus propios intereses] --las nacionalidades y pueblos oprimidos abarcan una amplia gama de clases y capas sociales, cada cual con su propio punto de vista de acuerdo a su posición de clase, no en un sentido mecanicista sino en un sentido global. La gente de esta o aquella nacionalidad oprimida, o de todas las nacionalidades oprimidas, no va a compartir el mismo punto de vista ni mucho menos. ¿Qué es determinante? Su línea y el análisis del problema y el programa que plantean para resolverlo. La vida así lo demuestra una y otra vez: no todos los negros ni puertorriqueños ni chicanos ni mujeres están de acuerdo acerca del problema y la solución; el punto de vista de cada cual depende de su línea y, en última instancia, de la concepción de clase que representa.
Ciertamente, algunos que plantean esa cuestión se consideran revolucionarios y dirán que desde luego no se refieren a reaccionarios de las nacionalidades oprimidas, pero aun tratándose de revolucionarios, según ese punto de vista, la mayoría de las nacionalidades oprimidas necesariamente tendrán una línea correcta. Pero eso da por sentado lo que queda por probar: ¿qué es la línea correcta? Y la línea correcta no la determina la nacionalidad de uno, repito, sino una comprensión correcta de la realidad objetiva. Así que esas personas tienen una lógica circular. Mejor dicho, una vez que se reconozca que lo principal es la línea correcta, se debe reconocer también que no la determina la nacionalidad de uno sino su comprensión de la realidad y cómo cambiarla.
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