Revolución #171, 2 de agosto de 2009


CAVILACIONES Y FORCEJEOS

Sobre la importancia del materialismo marxista, el comunismo como una ciencia, el trabajo revolucionario con sentido y una vida con sentido
Parte 7

[Nota de la redacción: A continuación presentamos la séptima parte del texto de una charla que dio Bob Avakian anteriormente este año, que empezó a salir en el número 163 de Revolución. Las partes 1-6 salieron en los números 163-167 y 169. La séptima entrega es de la sección “La base social para la revolución”. Otras partes de esta sección saldrán en futuros números. En preparación para su publicación se le hicieron revisiones y se le agregaron notas. Otras partes de la charla están en línea en http://revcom.us/a/162/ruminations-TOC-es.html.]

Lo que es en efecto... y lo que en efecto no es una revolución

Esta cuestión no solamente tiene importancia en un sentido general y fundamental sino en particular con relación al actual “fenómeno Obama” y algunos de los sentimientos más profundos que han enviado su candidatura —y aún más su elección (y toma de posesión)—, y las maneras en que desafortunadamente esto les ha impedido a algunos ver la verdadera naturaleza de Obama y del sistema del que es parte, del que ahora es el jefe ejecutivo y comandante en jefe.

En esta conexión, quizás la siguiente historia arroje algo de luz. En los años 70 cuando Idi Amin aún era el jefe del gobierno de Uganda, fui a una fiesta en la casa de uno de nuestros camaradas y estaban presentes algunas masas de la localidad entre ellas varias personas negras. Recorría la sala y escuchaba las conversaciones y me divertía, pero también pretendía enterarme de lo que estaba hablando la gente y en un rincón oí una discusión y un debate muy animados sobre Idi Amin: una de las personas negras estaba elogiando y defendiendo enérgicamente a Idi Amin, quien en realidad fue tanto un lacayo del imperialismo como un opresor brutal por sí mismo. Finalmente, después de escuchar un rato, intervine y dije: “Lo entiendo, vi esa foto en que Idi Amin forzaba a esos ciudadanos británicos a cargarlo a gatas. Comprendo los sentimientos que eso evoca. Comprendo por qué le hace sentir bien a usted. Pero tenemos que ir más allá de eso a ver qué es Idi Amin en los hechos”. De ahí empezamos a hablar de lo que Amin representó en los hechos — y lo que no representó.

Es entendible, si bien tiene causas muy erróneas, por qué el deseo de venganza tiene mucha fuerza (de “los primeros serán los últimos y los últimos, primeros”) y de ver que “uno de los tuyos” de hecho “llegue a la cima” — especialmente bajo un sistema como este y con el peso de su ideología y la noción de que el objetivo del cambio es que los oprimidos “tengan su oportunidad” de estar en una posición de privilegio y poder. Respecto a la actual situación en Estados Unidos, se oye a mucha gente, en particular a gente negra, diciendo cosas como: “Hemos tenido una revolución, es un nuevo Estados Unidos”. No, no hemos tenido una revolución y no es un nuevo Estados Unidos. Ocurre algo diferente: hay un tipo diferente de presidente, que parte de un lugar diferente y tiene un color diferente, por decirlo así. Pero eso no es una revolución y no es un nuevo Estados Unidos. Es el mismo Estados Unidos de siempre, el mismo estado imperialista de siempre, que está pretendiendo aprovecharse mejor del mundo así como de la gente en Estados Unidos —incluida a la gente negra en particular— con su programa asesino y brutalmente opresivo.

Malcolm X, cuyo punto de vista y entendimiento sin duda tenían ciertas limitaciones, hizo muchas observaciones importantes, entre ellas su manera de decir que las revoluciones no son meramente un cambio dentro del sistema existente y que no se hacen las revoluciones en las urnas. Como explicó, las revoluciones derrocan a sistemas. Eso no es lo que ha sucedido con la elección de Obama. ¿Cuál sistema ha sido derrocado? ¿Cuáles relaciones fundamentales en la sociedad y el mundo han sido cambiadas radicalmente en beneficio de los intereses de las masas populares? Ninguna. Un cambio de rostro, un cambio de color, no es una revolución ni da lugar a un “nuevo Estados Unidos”.

De manera muy concisa y científica, Mao Tsetung habló de qué es una revolución señalando que una revolución quiere decir nada menos que el derrocamiento de una clase por otra. Una revolución quiere decir que —por medio de una lucha resuelta de las masas populares organizadas en torno a un programa de cambio radical— se rompa y se desmantele totalmente el dominio que tiene una clase dominante reaccionaria sobre la sociedad —tal como se concentra en el monopolio del poder político de esa clase encarnado en un estado (fuerzas armadas, tribunales y prisiones, burocracias, etc.) que representa y sirve a los intereses de esa clase dominante— y que se establezca en lugar del viejo estado, un nuevo estado que representa los intereses de una naciente clase revolucionaria. Quiere decir que se dé lugar a un sistema completamente diferente.

En Estados Unidos mediante la elección de Obama, ¿qué clase ha derrocado a qué otra clase? ¿A qué estado nuevo se ha dado lugar? ¿Qué sistema nuevo? Ninguno. Es la misma clase dominante en el poder y el mismo sistema presidido por un nuevo rostro de otro color. Ni siquiera se trata de “los últimos serán los primeros y los primeros, últimos”. Solo se trata de uno de los que se parecen a uno de los “últimos”, y que se unen y encabezan a los “primeros” a fin de mantener a los “últimos” en el último lugar.

La revolución que necesitamos —una verdadera revolución y en particular una revolución con el propósito y el objetivo final del comunismo— tiene que tener en la mira en primer lugar la creación de un estado radicalmente nuevo que represente los intereses revolucionarios del proletariado de abolir finalmente todas las relaciones de explotación y opresión. De ahí, se debe seguir desarrollando la revolución. El objetivo fundamental a largo plazo de esta revolución es arrancar de raíz y eliminar los antagonismos de clases, de hecho todas las divisiones entre clases y todo lo relacionado con ello; y al lograr eso por todo el mundo, se sentarán las bases para la extinción del estado —como un instrumento que aplica a la fuerza la represión organizada de clase— y para su reemplazo con formas de asociación y funcionamiento entre las personas que les permita tomar decisiones que afecten su interacción con el resto de la naturaleza y su interacción entre sí sin diferencias de clase ni ninguna división opresiva. Es obvio que esto supone algo radicalmente diferente y mejor que “los últimos serán primeros y los primeros, últimos”. Pero la elección de Obama ni siquiera llega a eso.

En lo fundamental, las contradicciones en la base económica dan lugar a revoluciones —la manera en que se explota a la gente y la manera en que se manifiesta el funcionamiento de la economía por medio de ciertas relaciones sociales las cuales se han vuelto anticuadas y que ya no pueden satisfacer las necesidades de la sociedad en un sentido fundamental. Mediante muchos canales diferentes y no de una forma directa de uno a uno y no obstante en un sentido general, eso da lugar a la necesidad del cambio radical en la sociedad, y las personas más o menos conscientemente llegan a entender eso y a actuar de modo que lleven a cabo cambios conforme a su entendimiento.

Al mismo tiempo, como he recalcado antes, no se llevan a cabo las revoluciones en la esfera de la producción aunque sí se derivan de las contradicciones en la base económica de la sociedad o estas contradicciones las convocan — al manifestarse de manera muy aguda el carácter anticuado de las relaciones económicas fundamentales y la manera en que constituyen trabas sobre la sociedad. Se hacen las revoluciones en la esfera de la superestructura de política e ideología por medio de una lucha que en última instancia asume su forma más alta y concentrada en la lucha frontal por decidir quién —es decir, qué clase en representación de qué sistema y qué relaciones económicos, políticos y sociales— dominará en los hechos la sociedad y la transformará de acuerdo a la manera en que sus representantes más conscientes entienden los problemas y las soluciones. Eso es lo que es una revolución. Compare eso con la elección de Obama y vea cómo su elección queda al respecto.

La revolución comunista es una revolución radicalmente distinta a todas las anteriores porque se lleva a cabo en pro de los intereses de la clase y fundamentalmente la lleva a cabo la clase —es decir, el proletariado— cuyos intereses no simplemente corresponden a un cambio de posición dentro de la sociedad (ni mencionar solamente cambiar unos rostros) sino a transformar de manera radical la sociedad para abolir todas las relaciones económicas, sociales y políticas y todas las ideas y la cultura que encarnan e imponen la explotación y la opresión — no solamente en un lugar o en una parte del mundo sino por todo el mundo en conjunto. Supone y requiere que se avance a una sociedad, a un mundo, que no esté dividido en clases y entre opresores y oprimidos, a una sociedad y mundo comunistas.

Continuará.

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