Revolución #005, 12 de junio de 2005, posted at revcom.us
Hace tres años el ejército yanqui llevó a Dilawar, un taxista afgano de 22 años de edad, al "centro de detención de Bagram", donde lo interrogó y lo torturó. Ahora se han filtrado detalles de un informe secreto de lo que le pasó.
Los carceleros le dieron una paliza tras otra, especialmente en las piernas. Durante cuatro días lo encadenaron al techo de la celda por las muñecas.
Una noche, a las 2 de la mañana, lo llevaron a interrogar. Cuando lo metieron en una silla, las piernas se le movían incontrolablemente y tenía las manos completamente dormidas.
Dilawar pidió agua y el soldado Joshua Claus le echó un chorro de agua en la cara. Cuando se ahogó, Claus se mofó de él y le gritó: "¡Tómalo! ¡Tómalo!".
Un guardia lo mandó arrodillarse, pero no podía doblar las piernas.
Al cabo de un tiempo lo arrastraron de nuevo a la celda y lo volvieron a encadenar al techo. "Déjenlo", dijo Claus. Cuando llegó un médico a verlo, ya estaba muerto.
El médico forense militar escribió que tenía "hecho pulpa" el tejido de las piernas, como si lo hubiera atropellado un camión. Más tarde los interrogadores señalaron que Dilawar ni siquiera tenía información útil. nada más iba en su taxi al lado de una base militar y lo agarraron.
Últimamente ha salido información detallada sobre muchas torturas cometidas por Estados Unidos por todo el mundo. Estos informes han suscitado otro nivel de infamia:la justificación de los crímenes.
"Ridículo", dijo Bush cuando Amnistía Internacional acusó al gobierno de brutalidad. "Estados Unidos es el país que más fomenta la libertad por todo el planeta".
Donald Rumsfeld, el criminal secretario de Guerra, chilló: "En el mundo nadie ha hecho más por liberar a gente que ni siquiera conoce que las fuerzas armadas estadounidenses".
La estrategia se llama "denegación creíble": ¿La tortura? Nunca ocurrió. Lo que es más, todo lo que hace Estados Unidos está al servicio de la "libertad" (y si eso no es suficiente, dios mismo lo bendice).
Estados Unidos representa la moral, así que el mundo tiene que aceptar todo lo que les hace a sus enemigos, no importa el salvajismo.
Además, dicen, la ciudadanía estadounidense tiene que aceptarlo. calladamente con el pretexto de la seguridad o de rectitud moral.
¡Qué imagen tan falsa y patas arriba de Estados Unidos, su historia y su papel en el mundo!
Este país siempre ha sido símbolo del robo y la esclavitud, y sus cimientos son la opresión, la conquista y el salvajismo (con mucha tortura). Son parte integral del estilo de vida y el estilo de guerra estadounidenses. tanto que este país plenamente merece el nombre Estados Unidos de Tortura.
¿A cuántos hombres negros los castraron y lincharon?
¿A cuántos chavos les dieron palizas ayer en las delegaciones policiales?
En 1861, la milicia estatal de Colorado atacó un pueblo "amistoso" de indígenas cheyenne en Sand Creek; masacró a centenares de hombres, mujeres y niños. Al regresar, adornaron las sillas de montar con los senos y genitales de las víctimas. y luego exhibieron orgullosamente estos "trofeos" en el teatro público de Denver.
No se puede decir que tales barbaridades ocurrían rara vez. ni tampoco que solo son cosa del pasado.
Toda una generación recuerda lo que pasó en el penal Attica (Nueva York) en 1971, cuando mil presos se rebelaron. El gobernador Rockefeller desencadenó a la policía estatal, que masacró a presos y a guardias y luego torturó a los que volvió a capturar.
Esa misma generación recuerda a los comandos yanquis que regresaron de la guerra de Vietnam con collares de orejas humanas como trofeos.
¿Y a Abner Louima, violado salvajemente por la policía de Nueva York en 1997 con un desatascador?
El sistema proclama que fomenta "igualdad ante la ley", pero en realidad protege a los que cometen toda clase de barbaridades en su defensa.
Un buen ejemplo es el comandante de la policía de Chicago Jon Burge: durante años torturó a hombres negros con choques eléctricos, quemaduras y asfixia para hacerlos confesar crímenes que no cometieron. y ahí está tranquilo disfrutando de su jubilación.
Una chusma de blancos torturó y mató a Emmett Till, de 15 años de edad, en 1955 porque supuestamente "le silbó a una señora blanca". A los asesinos los absolvieron. Esta semana lo desenterraron. ¡porque 50 años después de su muerte todavía no se ha hecho justicia!
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Cuando Estados Unidos empezó a conquistar un imperio, sistematizó y exportó el salvajismo al mundo entero.
¿A cuántos vietnamitas los interrogaron a punta de bayoneta (y los descuartizaron)?
¿A cuántos torturadores capacitaron en la Escuela de las Américas del ejército en el fuerte Benning (Georgia). para cometer barbaridades en Guatemala, El Salvador, Chile, Honduras y Argentina. y hoy en Colombia y Perú?
¿A cuántos presos han desaparecido en Bagram, Guantánamo y los centros de tortura de la CIA en Egipto, Siria, Uzbekistán y Pakistán?
Después de tantos crímenes cometidos en el curso de tantos años, ahora salen con algo nuevo.
Los comandantes y defensores del imperio afirman que son paladines de la libertad. pero a la vez dicen que la tortura es necesaria y justificada. A los que no la aceptan los acusan de traición.
John C. Yoo era subsecretario de Justicia el 11 de septiembre de 2001. Junto con el nuevo secretario de Justicia, Alberto Gonzales, escribió una serie de memorandos que dicen que el gobierno debía hacer caso omiso de las leyes que prohíben la tortura de presos.
Ahora Yoo dice: "La victoria del presidente Bush en las elecciones de 2004, junto con la leve oposición a la nominación de Gonzales por parte de los demócratas, es prueba de que el debate ha terminado. El público ha tenido su referendo".
Ahí está: han declarado que la tortura de presos no se debatirá más y que la ciudadanía la ha aprobado en las urnas.
Dicen que lo hacen en nuestro nombre. Es intolerable.
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Cuando la historia de Dilawar salió en la primera plana del New York Times, entristeció amucha gente. y a mí me enfureció.
Una camarada me dijo que la situación le trae a la mente la letra inolvidable de la canción La muerte solitaria de Hattie Carol de Bob Dylan, donde describe una barbaridad cien por cien estadounidense: William Zantzinger, un granjero tabaquero rico, mata con un bastón a Hattie Carol, una criada negra que no le hizo nada.
Varias veces Dylan nos dice que no lloremos porque viene algo peor y más desgarrador.
Por fin describe la última infamia: Zantzinger sale impune; el sistema le dio el sello de aprobación:
"Oh, voces que hablan de desgracia,
y critican todos los miedos,
entierren el paño en su rostropues
ahora es hora para sus lágrimas".
Aquí estamos.
Se filtran los detalles de nuevos horrores, como las fotos del penal Abu Ghraib. La realidad está a la vista de todos los que tienen ojos para ver.
Y viene una infamia más:
¡Dicen que torturan en nuestro nombre, que con la elección de Bush les dimos permiso!
¡Dicen que van a callar todo disentimiento. también en nuestro nombre !
Esto no se puede permitir. Ahora sí es hora para nuestras lágrimas.